domingo, 15 de julio de 2012

Truenos y relámpagos

Enrique Arias Valencia

¿Quién soy?

¿Quién soy? Yo soy una cosa que siente. Puedo advertir que si mis sentimientos perciben un objeto sin concepto, entonces tiene la cualidad de bello. Si mis sentimientos se vuelcan hacia el absoluto, luego es bello según la cantidad: universal. Si el objeto es percibido como si persiguiese una finalidad sin fin, luego, según la relación es bello. Si el objeto es percibido como necesario, luego es bello según la modalidad.

No hay ninguna razón para que a una nota cualquiera, digamos Sol bemol, le siga alguna otra nota, por lo que le puede seguir cualquier otra nota, digamos Mi. Y el método lo podemos repetir ad nauseam. Y sin embargo, nadie compone haciendo surgir las notas sin ninguna razón, salvo aquellos que intentaron la música aleatoria. Luego, hay una razón para componer; pero, ¿cuál es?

El problema se agudiza si nos damos cuenta de que Kant tiene razón cuando dice que la belleza está libre de todo concepto, porque entonces las razones para componer una melodía permanecerán ocultas por su propia condición estética.

¿De dónde vengo?

Es así que tenemos una bella melodía que surge de la mente soberana de un compositor, hija legítima de la facultad de crear, y sin embargo, heredera de todas las melodías que la precedieron y madre de todas las melodías que le sucederán.

El alma humana es melodía inmortal, sin fecha de nacimiento, pues no sabemos de dónde viene. Su carácter puede ser dado por un compositor en específico, pero tal melodía puede ser tomada por otro compositor, algunos siglos más tarde, para dotarla de un carácter nuevo. Incluso, compositores contemporáneos pueden tomar la misma marcha, para dotarla de su sello personal: Rakoczi-Marsch en manos de Liszt o de Berlioz.




No sólo las melodías, sino los sonidos de la naturaleza son fuente inmortal de inspiración. Para poner un ejemplo sellado por la alegría de la bella época: Los truenos y relámpagos Op.324 de Johann Strauss II tienen por ahí una hermana moderna, no en la melodía, sí en la inspiración atmosférica, así en “Me voy a enamorar” escuchamos a Tatiana cantar en los ochentas:

Bailo, contigo muy despacio
bailo, y tu besándome
truenos, relámpagos y rayos.
Ardo, por Dios ayúdame.

No deja de ser curioso que la melodía de Strauss sea un allegro chispeante, heredero de los rayos de tormenta; en tanto que con una encantadora melodía de la cuerda baja Tatiana pide ayuda ingenuamente, mencionando al Dios de las brechas, aquel que nosotros, los espíritus graves, sostenemos que sólo existe como personaje estético. Y la chica busca sobrevivir a un juego del que ella es cómplice: perdiendo gana, ganando pierde.

Y resulta curiosísimo que Strauss compuso una animadísima pieza en la que los truenos y relámpagos tienen un protagonismo ininterrumpido y persistente ambientado por bronces, timbales y platillazos, con sorpresivas disonancias; en tanto que Tatiana suena más dulce, respetuosa de la tonalidad, dulzura que persiste aún con la batería y el forte hacia el que evoluciona la voz, por lo que cabría preguntarse cuál de las dos piezas es más dionisiaca: bárbaro Strauss, bellísima Tatiana.

Repasemos breve e idealmente el diapasón de la música popular. Thalía es soprano. Tatiana es mezzosoprano. Luis Miguel es tenor. Alberto Vázquez es barítono. La soprano abarca del do4 hasta un do6. Idealmente, la tesitura de bajo va desde un mi2 hasta un hasta el fa4. Conforme las notas musicales se hacen más graves, las vibraciones individuales que las componen se vuelven cada vez más apreciables. Si en un piano tocamos la tecla que se encuentra en el extremo izquierdo del teclado, podremos advertir unas veloces pulsaciones simultáneas a la identificación de su tono. Esta nota musical es tan grave que dudamos entre percibirla como una nota unitaria y escucharla, o más bien sentirla, como un impetuoso curso de oscilaciones individuales. La nota grave fluctúa entre la singularidad y la pluralidad, entre su carácter audible y su carácter tangible. Hay pianos especiales con veinte teclas más bajas. Si pudiéramos ir más abajo aún, de pronto empezaríamos a sentir las notas supergraves más como estremecimientos en la piel y los huesos, y no como música. Dos notas vecinas sonarían no como tonos distintos sino como el retumbar de un trueno. Muchos componentes actuales nos permiten advertir esto, y las fiestas lejanas parecen una tormenta. De nuevo, los truenos y relámpagos acompañan esta reflexión sobre música.

¿A dónde voy?

Tras la tormenta, ¿qué misteriosa fibra del corazón ha sabido tañer Tatiana? Aquella que a ella la hace verdadera artista y a mí me hace verdadero esteta. Apreciar el carácter particular que la época hace a cada obra musical nos revela el espíritu de dicha época. ¿Qué significa ser un artista romántico? Un artista romántico es aquel que nos eleva de la naturaleza inmediata al carácter moral. Así, Schiller, en la Tercera Carta sobre la educación estética del hombre, nos asegura que el ser humano “elimina por medio de la moralidad y enaltece mediante la belleza el aspecto vulgar que la necesidad física confiere al amor sexual”. Con muchas aventuras de por medio, este ideal artístico llegó a la época en que Tatiana grabó su primer disco. En “A plena luz”, Tatiana nos entrega su interpretación más hermosa, en la que se sintetizan con maestría las ideas que cantó por primera vez. La pieza forma parte del álbum Tatiana (1984). En esta canción, las cosas se dicen de una forma discreta, con el decir sin decir propio del arte romántico. La melodía es reposada, aunque se hace intensa a medida que pasa el tiempo. A amar, tan sólo con la vista, con toda la magia de la expectativa, es a lo que nos invita Tatiana con esta pieza en la que se reúnen todas las fuerzas del amor discreto.

Ámame....
con la mirada,
no hace falta que me toques
o me beses...
Es mejor una sonrisa,
que todo un universo de caricias.

Más tarde, en el álbum Chicas de Hoy (1986), en “Cuando estemos juntos” y “Detente” Tatiana le pedirá a su novio que pensara muy bien antes de tener relaciones sexuales. La música de ambas canciones es muy movida y ligera. Tatiana reunió así el carácter moral al artístico, con el tema de la paternidad responsable. Con este esfuerzo, a sus fans nos regaló una canción que deleita y alegra el corazón: “A plena luz”. ¿Qué significa ser fan? Para el esteta, todo es poesía. Por lo tanto, soy fan de Tatiana porque ella me revela el aspecto poético del amor romántico. Tatiana despliega la esperanza y nos conduce al amor platónico. Un amor que, en el caso de quien esto escribe, es totalmente platónico, pues se trata del amor ideal de una adolescencia no vivida.

domingo, 1 de julio de 2012

El discreto encanto de la popular Tatiana

Enrique Arias Valencia


El viernes, 4 de enero de 2008, a las 11:07 recibí un correo de la hermosa Lísida, que decía: “Mi querido hermano Enrique, quiero que me enseñes a cantar”. Y aunque si bien es cierto que la música es uno de mis grandes amores, yo no tengo estudios formales de la más perfecta de las artes. Pero, ¿cómo podía decirle que no a Lísida? Por lo tanto, le contesté que sí. Le hice una pequeña prueba, y ella añadió que alguna vez le habían determinado que su voz era semejante a la de Tatiana, y que además, era ideal como voz acompañante. ¿Quién era aquella Tatiana a la que se refería Lísida?





Tatiana Palacios Chapa nació en Filadelfia, Estados Unidos, de padres mexicanos. Es así que tiene doble nacionalidad. Si bien hoy dedica su carrera al público infantil, hacia 1984 debutó como cantante protagónica de la ópera Rock Kumán. También se lanzó como solista ese mismo año con un disco que sólo llevaba el nombre de la novel artista. Una canción de dicho álbum saltó a la fama y hasta llegó a grabársele un video muy celebrado: “El amor no se calla”. Así nació una estrella de la juventud; aunque no está de más aclarar que en aquella época la música de Tatiana sólo fue para mí un lejano eco de la cultura popular, y nada más. Con todo, en este apocalíptico 2012 y con ya 41 años a cuestas, ha querido mi alma repasar los tiempos felices de mi adolescencia. Y hete aquí que, gracias a YouTube y a varias páginas de discografías, el trabajo se ha hecho fácil y divertido.

Hoy Tatiana me sorprende por su voz clara y feliz de mezzosoprano. Del álbum siguiente, me parece muy tierno e hilarante el dueto que hizo con Johnny Lozada en “Cuando estemos juntos”, y “Detente”, pues con ellas se pretendía dar una pequeña lección de educación sexual a los adolescentes. Sin embargo, las intensas melodías y el espíritu de Tatiana compensan todos los descalabros. “Me voy a enamorar”, cumple con todos los requisitos del amor cursi: un tema muy empalagoso para la poesía, pero que todos quisiéramos vivir. Este asunto es muy interesante, pero muy pocos lo han abordado, porque se corre el riesgo de colocar los sentimientos propios en la palestra. ¿Por qué a algunos de nosotros nos recorre una descarga dionisiaca cuando una bella chica nos canta una línea como la siguiente?
Locos, los dos estamos locos
todo, podría suceder
rojo, mi corazón al rojo
solos, hasta el amanecer.
No se puede estar cuerdo, enamorado y decir cosas coherentes. Friedrich Nietzsche, uno de los espíritus más graves de todos los tiempos, ha dicho: “En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón”. Busco después las piezas que no fueron tan famosas en su época, y que por lo tanto yo jamás escuché. Me encuentro con “Maldito teléfono”, y me roba el corazón. El coqueteo es algo que siempre resulta agradable en una pequeña historia de amor. De pronto, me topo con otra canción que, por su título, llama mi atención: “Querido amigo”. Sin embargo, postergo su audición algunos días, para volver a disfrutar con los éxitos de Tatiana. Una mañana, por fin escucho:

Son 15 largos años compartidos
Juntos de casa al cine,
siempre unidos
Manos entrelazadas
Besos de puro amigo
Y contigo contar.

Aun con toda su bella melodía y el indudable encanto de la voz de Tatiana, la letra subsiguiente de esta canción me revuelve el estómago. ¿Qué ha sucedido? He vivido algo semejante a lo que canta Tatiana: he sido amigo de quien me gusta, y ella también me ha dicho algo como esto:
Y no te enfades si vuelo a otros nidos,
Serás siempre mi amigo, tú serás siempre.
Quiero ser, tan libre como el río aquel,
Y saber que un día a ti podré volver.
Con su áspero carácter, seguramente involuntario, tal vez “Querido amigo” sea una pieza apta para alcanzar la catarsis aristotélica. Entonces, toda esa náusea que siento, una vez descargada en forma estética, podrá ayudarme a purificar mis pasiones al escuchar las razones del comportamiento ideal de la mujer. La mujer quiere ser libre de hacer pareja con quien ella quiera, pero quiere contar con el apoyo de una vieja amistad. El delicado corazón de la mujer, tan diferente al del hombre en este aspecto, es sin embargo un sublime contrapunto a las escandalosas pasiones del varón. El espíritu femenino sueña con una amistad eterna. El espíritu del varón anhela descubrir a martillazos el misterio de la verdad en medio de un oasis de belleza.

Otro problema es que, en términos de la estética kantiana, si se cuela un criterio moral cuando entramos en contacto con una obra, como es el caso de lo que me sucedió con “Querido amigo”, luego la apreciación del objeto está empañada por un concepto, “lo que debería ser” frente a lo que en efecto es. Por lo tanto, esta canción no es percibida como bella. Ojo, porque si la canción disgusta sin que se entrometa concepto alguno, la canción sí que será advertida como bella. El displacer también es bello si es ajeno a la moral. No obstante, el timbre de la voz de Tatiana, y la melodía, ajenas al discurso hablado, son aun admirables y bellas en su exposición.

Con sus canciones que evocan la juventud y sus avatares, Tatiana se convierte en arquetipo: Tatiana es el comienzo, lo no visto, lo eternamente bello, el noviazgo perfecto. No olvidemos que una mañana de enero, Lísida me envió un breve correo que decía: “Mi querido hermano Enrique, quiero que me enseñes a cantar”.