miércoles, 30 de marzo de 2011

Kant, Schiller y Schumann, sublime trinidad

Enrique Arias Valencia

¿No será la belleza una consecuencia en sí?
José Miguel Moreno Sabio

De nuevo, Immanuel Kant me acompañó a un concierto. Recordemos que Kant sostiene que el alma descubre el sentimiento de placer y displacer gracias al principio de la facultad de juzgar reflexionante, el cual es independiente de toda experiencia, ya que con base en la subjetividad postula la aparente finalidad de la naturaleza. Juicio por el cual, no obstante, no se puede conocer ni demostrar nada acerca de la naturaleza, porque este juicio place sin concepto, y no es adecuado para el entendimiento, pues el producto de dicho juicio es el arte.



En esta ocasión para que Kant pueda ayudarnos en nuestras reflexiones estéticas debemos hacer dos cosas. Primero, reducir algunos puntos de su muy estricto sistema. Segundo, atrevernos a ir más allá de su sistema, plantear cosas distintas. Sin embargo, procuraremos ser fieles al espíritu de su obra. La tertulia se enriquecerá, porque Schiller, crítico de Kant, se ha unido a la reflexión.

Empecemos con unos pocos axiomas o ideas sueltas:

Kant sostiene que lo bello es una consecuencia del juego libre de las facultades de la imaginación y el entendimiento.

Sublime libertad, belleza enérgica, Finlandia de Sibelius es un homenaje a los bronces de la patria.

Sobre la senda estética del hombre, el Concierto para violín de Tchaikovsky es una hermosa y dulce herida en el corazón humano. El solista es Adrian Justus.

He roto mi propia marca. En un solo día, tres conciertos. ¿No es eso, por grande, sublime?

Silogismo: Beethoven es el culmen de lo bello y el primero en lo sublime.

Toda culminación es última.

Toda belleza es clásica.

Todo lo sublime es romántico.

Por eso dice el refrán: “Beethoven es el último de los clásicos y el primero de los románticos”.

Según Schiller belleza es libertad en la apariencia. El impulso de juego tiene un bello reflejo en las Canciones infantiles de Schumann, que escucho enmarcadas por trinos de pájaros en el patio de recreo de La Giganta de José Luis Cuevas. Carlos Barajas es quien hace el milagro al piano.

Por lo tanto, el imperativo categórico de la estética dice: “Escucha de tal forma que tu oído pueda tomarse como norma de belleza universal”.

Vayamos ahora a la cosa misma.


Tempo del sublime Schumann

Sostiene Kant que la naturaleza como una fuerza sublime reside en nuestra alma: “La sublimidad no está encerrada en cosa alguna de la naturaleza, sino en nuestro propio espíritu, en cuanto podemos adquirir la conciencia de que somos superiores a la naturaleza dentro de nosotros y por ello también a la naturaleza fuera de nosotros”. Por lo tanto, a un alma profunda corresponde el sentimiento sublime en consecuencia. Sumerjámonos en las profundidades de nuestra propia alma. El alma, negada por los ateos, tendrá su recompensa: la intuición de lo sublime, que no está en el objeto, sino en el sujeto.

Este fin de semana he escuchado la Cuarta sinfonía de Schumann dos días seguidos, en sendos conciertos, uno en la mañana y otro en la tarde, ejecutada por la Orquesta Sinfónica Juvenil Carlos Chávez, bajo la batuta de José Arturo González. Es así que la Cuarta sinfonía de Schumann es una obra totalmente sublime.

Las obras sublimes emergen del fondo del alma. La prueba la encuentro en el programa de mano, donde sostiene Juan Arturo Brenan: “El caso es que la Cuarta sinfonía de Schumann, que según su mujer emergía desde el fondo de su alma, estuvo terminada en septiembre de 1841, y el compositor ofreció el manuscrito a su esposa el día en que bautizaron a su primer hijo”.

Clara Schumann afirma que la sinfonía surgió del fondo del alma de su esposo. Siguiendo a Kant, decíamos que las obras sublimes emergen del fondo del alma. Por lo tanto, la Cuarta es una obra sublime. Ahora bien, según Kant: “Sublime llamamos lo que es absolutamente grande”. En el caso que nos ocupa, la prueba consiste en lo siguiente. La versión de 1851 de la Cuarta sinfonía se ejecuta en forma continua. Es una sinfonía en un solo movimiento. Al disolver las interrupciones, se trata de una obra absolutamente grande.

Otra prueba: timbales, las maderas y las cuerdas.
  • Dos flautas

  • Dos oboes

  • Dos clarinetes

  • Dos fagots

  • Cinco trompas

  • Dos trompetas

  • Tres trombones

  • Timbales

  • Cuerdas.
Hace unas semanas, Javier Sicilia, transfigurado en liras, me acompañó a un concierto. Han matado al hijo del poeta. Una amiga, tras saber la terrible noticia, me comenta que Sicilia sostiene que “Toda aventura espiritual es un calvario”. Añado que la vida en esta tierra es siempre una aventura espiritual, y por tanto, la vida es un calvario. En lontananza, la locura de Schumann lo refrenda, y lo sublime termina por corroborarlo. Sostiene Crescenciano Grave en Verdad y belleza. Un ensayo sobre ontología y estética:
“Lo sublime dinámico es el sentimiento que concibe el sujeto consistente en su poder de resistir la potencia de la naturaleza con el cual él mismo aparece como si fuera más poderoso que la misma naturaleza. En lo sublime dinámico el sujeto adquiere conciencia de su poder resistir la potencia de la naturaleza”.

Hacerle frente al destino, eso es sublime.

El sábado 19 de marzo de 2011 me acompañó Kant a otro concierto. El domingo 27 me acompañó Schiller a tres conciertos. He hecho una síntesis de sendas aserciones de estos filósofos, y he obtenido una curiosa proposición.

1) Kant: “Belleza es la forma de la finalidad de un objeto en cuanto es percibida en él sin la representación de un fin”.

2) Schiller: “La belleza es la forma de una forma”.

3) La belleza es la forma de una forma de la finalidad sin fin.

La tercera frase es graciosa y seria a la vez. Graciosa porque es un cantinfleo. Seria porque apunta a un fin mayor que ella misma. ¿Qué nos dice la filosofía? Tenemos la corazonada de qué es lo bello, si bien no podemos expresarla con palabras. ¿Qué es la belleza? “No lo sé”. Esa es la respuesta más sincera y simple del filósofo. Yo no soy fuente fidedigna de conceptos. Yo soy reflejo intempestivo de lo bello. Tiene razón Schiller cuando nos convence de que el alma libre sólo debe jugar con la belleza y sólo con la belleza debe jugar. En la sinfonía de Schumann que ahora nos convoca, El Scherzo es una muestra de lo que Schiller llama belleza enérgica, esto es, sublime.

¿Qué es la belleza? Kant nos advierte sobre este interrogante, la cuestión fundamental de las artes, de este modo: “La belleza, sin relación con el sentimiento del sujeto, no es nada en sí”. Ahora, para contestar la pregunta de José Miguel Moreno Sabio que engalana epígrafe este ensayo: la belleza es una consecuencia del alma.

Por eso, poetas, músicos y bailarines nos ilustran. Después de todo, son ellos los expertos en belleza. Nuestra buscada definición sostiene entonces: la belleza es la forma pura de la finalidad, alba de canción y danza, desnuda presencia.

Siguiendo a Schiller sostengo que la obra de arte es el lugar donde se suprime el tiempo en el tiempo. Por eso jamás consulto mi reloj cuando la obra termina. ¿Qué hora es? Es la hora en que me doy cuenta de que el arte es la belleza desnuda de presencia.

Continuando con mi concierto de Schumann. Durante la Romanza, Miguel Ángel Villeda Cerón interpreta el solo de violonchelo. Por su parte, en el concertino, su hermana Ana Caridad está a cargo del solo de violín. Durante mi audición del sábado, pude descubrir el solo de violonchelo. Claudia, la madre de los jóvenes, el más tierno fulgor de la razón práctica, me ha revelado el solo de violín, y he podido deleitarme con él este domingo.

Una prueba más de lo sublime. En la Cuarta sinfonía, la tonalidad que predomina es el Re menor.
Andante con moto - Allegro di molto (Re menor / Re mayor)

Romanza: Andante (La menor)

Scherzo: Presto (Re menor)

Largo - Finale: Largo - Allegro vivace (Re mayor)

Uno de los momentos del juicio estético de Kant afirma que: “Bello es lo que, sin concepto place universalmente”. Es así que el segundo mandamiento del juicio estético dice: “¡No conceptualizarás!” Sin embargo, los genios contradicen a Kant. Después de todo, la tentación de verter el concepto en donde no puede verterse, es irresistible. Según su esposa, Schumann quería darle un concepto a su música:
“Robert inició ayer otra Sinfonía, que será en un movimiento pero tendrá un adagio y un final. No he oído nada de la obra pero oigo el constante ajetreo de Robert y escucho constantemente el re menor en la distancia, por lo que sé que otra obra está tomando forma en el fondo de su alma.”

El problema es irresoluble pues es filosófico. El comentario de Brenan refuerza la tesis:
“Lo más interesante de este párrafo es, sin duda, la asociación directa que Clara Schumann hace entre la tonalidad de re menor y las profundidades del alma del compositor. Es especialmente significativo en este contexto el hecho de que el propio Schumann escribió un artículo en el que intentaba resolver (sin éxito) el curioso problema de la caracterización de las tonalidades. Afirmaba Schumann, con razón, que era igualmente inadmisible suponer que un sentimiento determinado sólo podía ser expresado musicalmente a través de una tonalidad específica, o sostener que cualquier sentimiento podía ser expresado en cualquier tonalidad. Aparentemente nadie ha podido resolver esta cuestión, ni desde el punto de vista de la percepción subjetiva, ni desde el punto de vista de la acústica”.

Y sin embargo, se puede resolver: Schumann lo consigue en su Cuarta sinfonía. Por lo tanto, a pesar de que según Kant, lo bello place sin concepto; sí hay concepto de lo bello en la Cuarta sinfonía de Schumman, pues hay concepto de Re menor. De nuevo, Brenan en el programa de mano:
“En un curioso texto en el que se intenta analizar el carácter de cada tonalidad musical, nos enteramos de que re menor es considerada como una tonalidad contemplativa y apasionada, casi religiosa, de carácter devocional y tranquilo, y al mismo tiempo noble. ¿Serán estas, en verdad, las cualidades de la Cuarta sinfonía?”

¿Y no llamaríamos sublime al sentimiento de tranquila contemplación, que se va haciendo religioso por su devoción arrebatada, y que culmina en un noble sentimiento de alma profunda? ¿Serán acaso, los aspectos de nuestra alma que emergerán al escuchar la Cuarta sinfonía?

¿No son estos los sentimientos que encontramos en el retrato sonoro de la Catedral de Colonia que Schumann plasmó en la Sinfonía Renana? Voy a arriesgarme a sostener algo sin consultar la partitura. Con base en los comentarios anteriores acerca de lo sublime, según mi parecer, la Catedral de Colonia de la Renana está en Re menor, una obra emparentada en lo sublime con la que hemos analizado. O al menos, uno de los tempos de la Renana está en Re menor.


Fuga

“El producto bello puede, y debe incluso, estar sometido a reglas, pero tiene que aparecer libre de reglas”.
Schiller

Una satisfacción personal. He descubierto por mi propio esfuerzo la solemne fuga del último movimiento. La fuga es muy estricta en reglas. Será la imaginación de Schumann la que la haga libre, pues bello es aquello cuya regla no la dicta el concepto, sino el ejercicio libre de la imaginación y el entendimiento, cuya supresión y conservación constituye el impulso de juego. Las cinco trompas: Ricardo Aldair Cornejo Estrada, Orlando Segovia Aguilar, Sergio Argumedo González, Francisco Torres García y Osvaldo Barbadillo Zavala, hacen infinitamente grande, sublimemente matemático el pasaje que sigue a la fuga. Dado el número de trompas, parece que se usó la orquestación de Gustav Mahler, pues la Wikipedia finesa prescribe cuatro para la versión de 1841. Sin embargo, en el programa de mano del concierto al que asistí se usó la notación italiana de 1841, si bien ya en esta versión la tendencia de Schumann era escribir una sinfonía que se ejecutara sin interrupciones, como finalmente sucede en la versión de 1851, con notación alemana y cinco movimientos.

Al final, la obra entera se revela desnuda de presencia.

Bibliografía Web:







Bibliografía de papel:

SCHILLER, Friedrich, Kallias. Cartas sobre la educación estética del hombre, Barcelona, Anthropos, 1999. Estudio introductorio, de Jaime Feijoó. Traducción y notas de Jaime Feijoó y Jorge Seca. 397 pp.

  • Foto cortesía de Pancho Bedregal.

lunes, 21 de marzo de 2011

Celebración del Juicio Estético

Enrique Arias Valencia

Nuevamente, este año, asistí a un concierto en el que se interpretó la Novena sinfonía de Beethoven. En el autógrafo que me ha brindado, el tenor José Antonio Díaz apunta: “Para un nonofanático”. A mis amables lectores les suplico que lean este ensayo, pues si bien la obra que he escuchado es la misma de la reflexión anterior, les aseguro que mis juicios son diferentes.

Obertura Coriolano de Beethoven

Tras disfrutar de una fiesta pagana para recibir el equinoccio vernal al pie de la pirámide de Cuicuilco, ahora estoy en el vestíbulo del Centro Cultural Ollin Yoliztli, para asistir al octavo concierto de la temporada de invierno de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, con el Coro Filarmónico Universitario, los solistas Alejandra Sandoval, soprano; Grace Echauri, mezzosoprano; Leonardo Villeda, tenor y Josué Cerón, bajo; todos dirigidos por la batuta de Jorge Armando Casanova. Fuera de la sala, espero a que la soprano Adriana Ruiz Sotelo me entregue un boleto que su esposo, el tenor José Luis Sosa Trujillo me ha prometido. Mientras aguardo la preciada prenda, el tenor José Antonio Díaz charla conmigo. Poco antes de las doce y cuarto, aparece Adriana y me entrega mi billete de entrada. La hermosa aparición de Adriana es saludada por la alegría de mi espíritu. En los caracteres morales se refleja la belleza del alma en forma tal que me hace ver que es en mis amigos en quienes encuentro el mayor deleite ético.

Entro a la Sala Silvestre Revueltas, la cual está atestada. Me sentaré hasta atrás. Como individuo, estoy solo, pero a mi alma Immanuel Kant la ha acompañado a este concierto con su Crítica del juicio. En ella, el filósofo alemán aborda el problema de la estética, y por lo tanto, del arte. He querido, el día de hoy, efectuar una síntesis entre algunos aspectos de esta sección del idealismo trascendental de Kant y la música del concierto que escucharé. Los aciertos son de Kant, los errores son míos, y el deleite de lo bello es universal. Para comenzar diré que el heroísmo de Coriolano place en la realización de su bella finalidad sin fin.

K.200 de Mozart

Kant me invita a reflexionar que el espíritu descubre en el sentimiento de placer y pesar la facultad del juicio de gusto, asombro del principio universal y necesario que, cautivo de subjetividad cree haber encontrado el propósito secreto de la Naturaleza. Juicio por el cual no se puede demostrar nada acerca del mundo, porque dicho principio es en sí mismo indeterminable y por eso no produce conocimiento. Pero encuentra satisfacción en las artes.

¿Puede satisfacernos una sinfonía de Mozart no en tanto que sinfonía sino en tanto que sonido puro? Si la respuesta es sí, luego lo que ha operado en nosotros es el juicio de gusto. ¿Nos gustan los sonidos, el ritmo, la melodía y la armonía? Luego, nos gusta la música.

Novena sinfonía de Beethoven

PRIMER MOVIMIENTO

¿Podemos escuchar el primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven sin esperar identificar alguno de sus temas con alguna situación del mundo exterior? ¿Podemos escucharla desinteresándonos del mundo ordinario? Sí podemos, porque nuestro espíritu estará derramado en la propia música, desnuda de todo asunto ajeno. Sólo se trata del ritmo, el modo, la melodía y la armonía, vertidas en nuestro espíritu sin interés alguno.

Leemos en la Crítica del juicio que “El juicio de gusto es estético”. Kant establece cuatro momentos del juicio estético, el primero, según la cualidad, dice a saber: “Gusto es la facultad de juzgar un objeto o una representación mediante una satisfacción o un descontento, sin interés alguno. El objeto de semejante satisfacción llámase bello”. Yo soy un esteta desde el primer momento.

Intentaré aplicar la anterior definición al primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven. Bello es lo que satisface desinteresadamente. Podemos juzgar el primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven sin interés alguno. Por lo tanto, el primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven es bello.

SEGUNDO MOVIMIENTO

Pareciera que el segundo momento del juicio estético está anunciado en el anterior, pues según la cantidad, el juicio estético nos llevará a saber que: “Bello es lo que, sin concepto place universalmente”. Y si hemos despojado a lo bello de interés, ¿cómo podríamos tener de ello un concepto?

Tomemos como ejemplo el Molto vivace - Presto de la Novena sinfonía de Beethoven. Al ser considerado en abstracto, esto es, sin interés, de ahí se sigue que esta música no tiene concepto alguno que ofrecernos, pues si lo hubiere, de inmediato atraparía nuestro interés.

Por eso, al intelecto, la música no le dice nada, pues su lenguaje no es conceptual, es emocional. Es un asunto de alegría y pesar, nada más. Y dicho sea de paso, el pesar de la música es bello pues es ajeno a nuestros intereses particulares. Es un dolor universal que, sin embargo, en su momento también nos comunica con la sonrisa del universo.

En su Crítica del juicio, Kant trató el asunto de los chistes, recomendándolos como fuente de salud para el cuerpo y el espíritu. Uno de los chistes que cuenta Kant, dice a la sazón: “Otro gracioso cuenta, con gran lujo de detalles, la aflicción de un mercader que, volviendo de las Indias a Europa con toda su fortuna en mercancías, se vio obligado a echarlo todo por la borda, durante una tempestad, y se apenó de tal suerte que en la misma noche encaneció su peluca”. Kant aclara que la gracia del chiste consiste en que la apariencia se resuelve en la nada, mostrando un absurdo.

Mozart y Kant usaban preciosas pelucas. Beethoven prefirió soltarse el pelo, y arrojó fuera de sí uno de los más queridos emblemas del Antiguo Régimen.

TERCER MOVIMIENTO

La finalidad sin fin del juicio estético es uno de los aspectos más difíciles de la metafísica kantiana. Ésta aparece al analizar la relación de los fines considerada en el juicio de gusto. Ésta relación es universal y necesaria. Por lo tanto, es independiente de encanto y emoción particulares. Por consiguiente, sostiene Kant que “Belleza es la forma de la finalidad de un objeto en cuanto es percibida en él sin la representación de un fin”.

No puedo decir objetivamente que el Adagio molto e cantabile de la Novena sinfonía es bello. Pero si aparto de mí el interés por la estructura de la obra, en tanto que sonido, este sonido apunta sin la representación de un fin, y entonces, lo encuentro bello.

CUARTO MOVIMIENTO

Hay un enlace en el tercer y cuarto momentos del juicio estético, y es entonces cuando subjetivamente descubrimos la finalidad de la naturaleza. El juicio subjetivo del fin de la naturaleza apunta al enlace entre belleza y bien. Éste sólo puede realizarse en la poesía. Gracias al juicio de gusto, la naturaleza parece tener un propósito. Dicho propósito es una idea de la razón que encuentra su correspondencia en el reino de los fines. Sin embargo, no hay que olvidar que las ideas no son conocimiento de objeto de experiencia alguna. En cambio, sobre el propósito de la naturaleza humana, Schiller pregunta en el himno A la alegría, al que Beethoven puso música: “¿Presientes, oh mundo, a tu creador?”

Ahora bien, según Kant, lo bello, a partir del cuarto momento, esto es, la modalidad de la satisfacción en los objetos, consiste en que: “Bello es lo que, sin concepto, es conocido como objeto de una necesaria satisfacción”.

La satisfacción necesaria está dada en el juicio subjetivo de la finalidad. Es así que el juicio, al ser reflexionante, se pliega sobre sí mismo. Por lo tanto, al contemplar la belleza desinteresada de mi corazón bien puedo advertir que yo no soy un artista, soy un esteta. Si quiero disfrutar con arte, debo relacionarme con artistas. Ha sido una gran alegría charlar con algunos miembros del Coro Filarmónico Universitario: Adriana, Pepe, José Antonio y Alejandra, sobre el pasaje que comienza en el compás 730 de la partitura que me acompaña, y que dice:

Ihr stürzt nieder, Millionen?

Ahnest du den Schöpfer, Welt?

Such ihn überm Sternenzelt,

Über Sternen muss er wohnen.


En el que las voces, por relevos van subiendo a lo que parecen los Cielos, desde la cuerda más baja hasta la más alta y culminan en un “¡Hermanos!” De hecho, Adriana Ruiz fue muy gentil y paciente, pues supo interpretar mi pésima voz y terrible ejemplificación cuando yo me refería a dicho pasaje musical como la parte en la que los cantantes se pasan la bolita diciendo “Ahora vas tú, ahora vas tú, ahora vas tú”. De camino a mi hogar, José Antonio Díaz me ayudó a ubicar mejor este párrafo en la partitura. Esta parte termina cuando el coro canta por última vez “Sobre las estrellas debe habitar”. Gracias al YouTube, ahora sé que esta sección termina en el compás 762 y sigue a la fuga. No puedo dejar de señalar que con su grandilocuencia acostumbrada, Nietzsche comentó este mismo pasaje en El nacimiento de la tragedia, y asegura que es entonces cuando le salen las patitas al fauno.

Dadas las características que la conforman, la Novena sinfonía es una obra ideal, en la que los agudos exigidos a los cantantes así como los requerimientos demandados a la pericia de la orquesta la colocan aparte de la mayoría de las obras humanas. En este sentido, su ejecución sólo puede realizarse como ideal de la razón, y es por tanto, una obra bella en la partitura, y su ejecución es siempre difícil, aunque no irrealizable.

CONCLUSIÓN

El encore de la coda de la Novena sinfonía de Beethoven me permite escuchar temas que preludian la Carmina Burana de Orff. Así también, Kant en su Crítica del juicio abrió las puertas del romanticismo, y su labor fue criticada por Schiller, por ejemplo.

A Kant lo abandono cuando entro en éxtasis místico, gracias a la música. ¡Me sucedió en este concierto a partir del compás 730! Por eso, a pesar de la laboriosa construcción del juicio de gusto estético desprovisto de interés, no puedo dejar de interesarme en sólo algunos aspectos del arte. Es decir, la Novena me gusta como una orgía sagrada, aunque quizá Kant me alegaría que no a todos place de ese modo. Después de todo, como dice una tradicional canción antikantiana “Mi gusto es, ¿y quién me lo quitará?” Y eso no tiene nada de universal.

Bibliografía

Kant, Manuel, Prolegómenos a toda metafísica del porvenir, Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, Crítica del Juicio, México, Porrúa, 1997, Col. “Sepan cuantos”, No. 246, 408 pp. Trad. de la Crítica del Juicio: Manuel G. Morente.

domingo, 13 de marzo de 2011

El páramo pródigo de la existencia en abandono

Enrique Arias Valencia
Para el pueblo de Japón, en su dolor

Preludio antes de empezar la sinfonía. Tempo de Nona

Es la primera vez en este año que escucho la Novena sinfonía de Ludwig van Beethoven, y parece que no será la última. De entre las de Beethoven, se podría decir que ésta es la obra de su vida. Aunque le fue encargada por la Royal Philharmonic Society en 1817, nuestro amigo comenzó a trabajar en la partitura en 1824. Hay quienes sostienen que existen bocetos del material musical que fueron planeados en 1811 y 1817.

Hay algunos melismas del primer movimiento que evocan la obertura de El barbero de Sevilla de Gioachino Rossini, ópera estrenada en 1816; si bien sabemos que dicha obertura ya había sido utilizada por el propio Rossini para óperas anteriores. También el trío del Scherzo beethoveniano cita la melodía del fagot rossiniano. Los expertos sostienen que tema del Scherzo fue tomado de una fuga compuesta por Beethoven en 1815.

Tengo un olfato perfecto para los melismas, lo cual a veces es una desventaja. En lo personal, hay un pasaje del tercer movimiento, Adagio molto e cantabile, que me causa cierto escozor, pues en medio de la serenidad general, la llamada de los bronces tiene mucho parecido con una canción de cumpleaños mexicana, llamada “Las mañanitas”, y no puedo evitar empezar a recitar mentalmente “¡Éstas son, éstas son...!” cada vez que lo escucho.

La Fantasía coral, Opus 80, data de 1808, y ahí se encuentra ya el germen de lo que será la Oda a la alegría del último movimiento. A su vez, la Fantasía coral se basa en otra obra, el Gegenliebe, de 1795. Ésta última son cinco minutos deliciosos de piano y barítono.

El Sordo de Bonn es por lo tanto, un seguidor de una tradición que nació antes que él, y a ella vuelve como un caudaloso río tributario. Beethoven finalizó la composición de su Novena sinfonía en 1824.

I. Allegro ma non troppo, un poco maestoso

En una frase clara y breve, buena por tanto según Gracián nos enseñó el deleite de lo atinado, Gustavo Bueno sostuvo que “El monoteísmo es la antesala del ateísmo”. Es cierto, pues el Dios que nos pide decir siempre la verdad será devorado por la búsqueda de la verdad. Sin embargo, su retirada no significa que en modo alguno la religión en tanto que el empeño de volver a unir lo que la costumbre austera separó se vea reducida a un curioso fósil. ¡No es tan fácil resolver el problema de la existencia humana!

Siete días después de que se diera a la luz imprenta La presencia desierta de Javier Sicilia la ciudad entera ardía en cenizas y ruina. ¿Es ese el destino de las grandes obras, nacer en medio de terribles dolores? Juan José Arreola así lo creía, y alguna vez nos advirtió del parto de los montes. Lo cierto es que, si hablamos de ruinas silenciosas, no podemos olvidar que la Novena sinfonía adquirió su forma definitiva en medio del más completo silencio, cosa espantosa para un músico. La sordera es el desierto de Beethoven.

¡Dios ha huido! Músicos, filósofos y poetas lo saben. Pero, ¿qué es la muerte de Dios? ¿Qué es su ausencia? Si aun desde un punto de vista lógico la proposición “Dios no existe” no se puede admitir.

A la sala de conciertos me ha acompañado un ejemplar de La presencia desierta de Javier Sicilia. Ya su título es una paradoja: ¿qué puede estar presente si se ha ido? Antes de que comience la velada musical, en la primera cascada de liras de este tríptico, se habla del encuentro del alma con Dios en la figura de la muerte, cantada por el Coro:

Desde el Vértice Tuyo, hacia Tu adentro
la materia palpita con Tu ausencia
el día generoso
le devuelve la luz de tu presencia.
Se realiza en la nada de mi centro
la profunda labor de tu reposo.

Se trata de versos de a once y de a siete, en seis líneas, liras para los entendidos. Tanto en La presencia desierta de Javier Sicilia como en la Novena sinfonía de Beethoven en el principio está la muerte. Para Beethoven es la amenaza de muerte del héroe trágico, como en su Tercera sinfonía. El hombre está solo en un Cosmos de quince mil millones de años luz de radio medio. Si el centro del alma es nada, ¿qué es el alma? En el primer tríptico de Javier, descubrimos que la muerte mística es la fusión del alma en el amor de Dios. Para ambos, en medio de relámpagos, diáfana, el alma se disuelve en la negrura de su nada.

En las ventanas que se abren frente a las escaleras hacia el segundo piso de la sala, veo que se ha desatado una curiosa lluvia.

Lira perfecta, el primer verso de Javier retrata un intenso erotismo que se cernirá a lo largo de la mayor parte de la obra, para precipitarse finalmente en la unión mística. La segunda línea es un gemido de orfandad; Dios se ha ido, y la Creación lamenta su ausencia. Ya durante el albor del cristianismo ni más ni menos que el ultraortodoxo San Pablo había reconocido que “Toda la creación gime y sufre con dolores de parto” (Rm 8, 22). El sufrimiento del poeta hace eco de este adviento gemebundo. Sin embargo, hay un tono erótico en el misticismo de Javier Sicilia, erotismo que bebe en el manantial de San Juan de la Cruz. Manantial del que bebieron también fray Luis de León y santa Teresa de Jesús. Por lo tanto, Javier Sicilia recorre dos mil años de cristianismo y los funde en una lira:

...tu vela a la deriva es como un sueño
oculto y demudado en el escándalo
del viento ¡Vive dada
entre los puertos! Y el aroma a sándalo
y a jazmín sobre todo nuestro ensueño...
¿Qué dios fue más amante de su amada...?

Amén de San Juan, la última línea, metro lira, es una delicia. Al Dios de los cristianos lo habían ya destacado porque era más hábil en la guerra que los otros dioses: era “el Dios de los ejércitos”. Ahora, la comparación con los otros dioses es en las artes amatorias, y el Dios de los cristianismo sale avante.

En cambio, el erotismo de Beethoven es más difícil de descubrir, pero también surgirá en forma de orgía sagrada al final del cuarto movimiento.

II. Scherzo: Molto vivace - Presto

En reciente charla, antes de un concierto de cámara en el que fue acompañado por la pianista María Teresa Frenk, nos dijo el flautista Rafael Urrusti que el minué era el emblema del antiguo régimen. Danza lenta y solemne. Añadió Urrusti que Beethoven hizo eco de la Revolución Francesa introduciendo una revolución en la música. El tercer tiempo de las sinfonías clásicas era un minué. Beethoven sustituyó el minué por un Scherzo, y en esta Novena sinfonía lo colocó como segundo movimiento: chispeante y rápido.

III. Adagio molto e cantabile

El adagio contiene un tema con un intervalo de cuarta que hará historia en las manos de Wagner y Mahler. Wagner en la obertura Rienzi, Mahler en la introducción del primer movimiento de su Primera sinfonía.

En tanto, el tríptico central de La presencia desierta celebra la encarnación, es decir celebra la materia por lo tanto anuncia que por medio de lo físico podemos advertir el amor de Dios. Es el Dios de los estetas, pues el arte necesariamente necesita de la materia para expresarse: el poeta y el músico juegan con los sonidos y silencios para entregarnos una nueva visión del mundo. Dice, pues, Javier Sicilia.

A TU MATERIA AMADA ME ACOSTUMBRO,
A TU SITIO MORTAL, —EN ÉL ME ALUMBRO
Y ESTALLO EN AMORÍOS—.
OCIOSIDAD QUE AFIRMA SU POTENCIA;
A LA VENTURA ENTREGO MI PRESENCIA;
SOBRE CAUCES DE RÍOS VOY GOZOSA.

Recordemos que Teilhard de Chardin nos invitó a empaparnos de materia en aquel texto del que yo, he de confesarles con vergüenza, sólo he leído escasos fragmentos: el Himno del Universo. Aquí Javier se hace uno con esa idea, y nos entrega el más bello homenaje al mundo como representación. Porque tanto amó Dios al mundo…

IV. Presto

Érase que se era un pueblo en el que las cafeterías eran atentidas por cantantes, los templos tenían coros sinfónicos y los niños se preparaban para tocar en una orquesta clásica. Aunque me inspiré en Los maestros cantores de Richard Wagner para las líneas anteriores, hace algunos años me tocó vivir en persona una escena exactamente así como la que he pintado en este párrafo. Sólo diré una indiscreción: alguna vez, en el café Carusso, el barítono Armando Gama me sirvió un sabroso café. Hoy lo escucho decir: “O Freunde...” Y es secundado por la Sociedad Coral Cantus Hominum y el Coro del Centro Universitario México.

En el último tríptico que compone La presencia desierta, el poeta Javier Sicilia se dirige al abandono del amor de Dios. Como en la Novena sinfonía, Sicilia trata el tema de la comunión con lo divino. En la unión mística. Beethoven nos hace a todos hermanos. Por su parte, como en el vértice del principio, Sicilia nos reúne en erotismo Creador:

EL VÉRTICE del alma
se hiende en soledad y madrugada,
muchacho, cuando en calma
desciendo a tu morada
en busca de tus besos transformada.

¡Qué hermoso homenaje al Siglo de Oro español, y a los siglos de cristianismo! Al terminar la sinfonía, salto a abrazar a los millones que han cantado. No miento cuando les digo que todos son mis amigos. Uno de los vigilantes de la sala me advierte que no puedo pasar hacia los camerinos. Este guardia nada sabe de la disolución de las barreras que ha tenido lugar en la sala de conciertos, y a pesar de la prohibición del policía me acerco a darle un afectuoso abrazo a Leonardo Villeda, director de la Sociedad Coral Cantus Hominum. Tras el saludo, es el tiempo de la instrucción. No puedo evitar preguntarle si me puede decir el nombre de cierto extraño instrumento musical que he visto hoy por vez primera.

Le aseguro a Leonardo que vi unos platillos verticales con borlas de color rojo, coronados por una media luna, y sostenidos por un bastón de metal. ¿Qué instrumento es ese, que aparece en la marcha del tenor? Leonardo Villeda afirma que tal instrumento se llama campanelo, y es de origen mongol. Se usaba durante las batallas, y era una suerte de bandera, que con movimientos y sonidos indicaba el comportamiento de las tropas. En lo personal, ¡qué bello ha sido para mí ver un aporte musulmán en una sinfonía hecha como himno de la humanidad! Si he escuchado en vivo varias veces la Novena sinfonía, ¿por qué no había visto ese instrumento? Por lo regular, la orquesta que interpreta la Novena sinfonía de Beethoven es enorme. Mahler añadió más cornos y más cuerdas. Ahora, la he escuchado en una versión reducida para orquesta de cámara, y el campanelo pudo lucir en medio de ésta. Por cierto, en algunos programas llaman “platillos turcos” a dicho instrumento. Una amiga le llamó sistro. Así, la Novena sinfonía de Beethoven siempre me asombra con su frescura mensaje de inmortal poeta, de alegría que nos reúne a todos los seres humanos bajo el suave cobijo de sus alas.

***


Marcela Chacón, soprano
Belem Rodríguez, mezzosoprano
Saúl Sánchez-Román, tenor
Armando Gama, barítono
Sociedad Coral Cantus Hominum. Leonardo Villeda, director
Coro del Centro Universitario México: Jorge Pastor Escobar, director
La Pequeña Camerata Nocturna, bajo la dirección de Gabriel Camacho
Novena sinfonía, Ludwig van beethoven
Domingo 6 de marzo, 18:00 horas
Sala Nezahualcóyotl, del Centro Cultural Universitario

Bibliografía:

Sicilia, Javier, La presencia desierta, México, 1985, Fondo de Cultura Económica, 72 pp.

martes, 1 de marzo de 2011

Mi amigo Diego

En el Museo Dolores Olmedo Patiño la primera pieza que admiro es de Diego Rivera. Una pintura llamada La noche en Ávila, de 1907. Tras la fronda de los fresnos, talud del monte, una ventana de luz encendida en medio de la noche oscura del alma. En lontananza se alza la torre románica de la esperanza.