miércoles, 23 de junio de 2010

Ilusión falaz, verdadero Art Nouveau

Enrique Arias Valencia

Haced una pompa de jabón y miradla: aunque dediquéis toda vuestra vida a su estudio no dejaréis de sacar de ella nuevas enseñanzas de Física.
Lord Kelvin


La filosofía es o debería ser capaz de decirnos la esencia del mundo, la cual corresponde con lo que es cierto. La certeza bien puede descubrirla el corazón, mas la filosofía debe ser capaz de plasmarla en un argumento.

No me distingo por mi habilidad para argumentar, pero sí por mi olfato intuitivo. Es el olfato lo que me llevó a saber la verdad, y ninguna otra cosa.

Y he aquí que la verdad puede hacerse manifiesta hasta en una inocente letra de baile de salón. Ya veremos esto.

Cuando niño, como a todos los niños, me asombraron cautivo las pompas de jabón. La espléndida belleza que les permite surcar el cielo a costa de morir tras unos segundos, es una metáfora ideal de Ícaro, que busca antes que la libertad, el gozo de saberse portador del poder de volar.

Y así, el imprudente se precipita en el mar de la indiferenciación, de donde todo brota y todo vuelve. Pero antes de morir, es reventado por la rabiosa espina del dolor, sello imperecedero de la vida.

Ésa es la verdad que la filosofía debe atreverse a revelar. Toda la vida, todos los vanos empeños de la casa de la existencia está orientada a mostrar que la vida es dolor, y que éste sólo terminará cuando se sepan enfrentar las falacias con que la vida misma juega con nosotros.

Un día mi madre nos obsequió un libro llamado Física recreativa, del entrañable Yakov Perelman. Una de las secciones del libro trataba de las pompas de jabón, y la amable y siempre deslumbrante palabra de la ciencia de divulgación decía de las burbujitas:

“Seguramente son pocos los que saben, que la película que forma las pompas de jabón es una de las cosas más delgadas que pueden apreciarse a simple vista.

Los objetos que generalmente sirven de punto de comparación para expresar la delgadez o la finura, resultan demasiado burdos si se equiparan con dicha película. "Fino, como un pelo", "delgado, como un papel de fumar", son expresiones que representan un espesor enorme comparado con el de la pared de una pompa de jabón, la cual es 5 000 veces más delgada que un pelo y que un papel de fumar. Un cabello humano aumentado en 200 veces, tiene cerca de un centímetro de espesor, mientras que la sección de la película que forma la pompa de jabón, con semejante aumento, sigue siendo invisible”.


Es así que la ciencia nos revela que las burbujas de jabón son prácticamente invisibles y asombrosamente delgadas. ¡Y como vemos en el epígrafe lord Kelvin les tenía gran aprecio! No me cabe la menor duda de que mi madre, con su cariño y sus libros, hizo de mi infancia una verdadera Edad de Oro.

En nuestro México que ya se anuncia bicentenario, hacia los años veintes del siglo pasado los compositores T. Saenz y Eduardo Vigil y Robles lanzaron un fox trot que, en medio de una muy comprometedora inocencia, salterio juguetón de por medio, tras hacer lo que algunos han querido interpretar como una discretísima referencia a la parte más redonda de la anatomía femenina, salta a decir la verdad sin tapujos. Mi padre tenía un disco con la versión de la cantante Esmeralda. La pieza comenzaba así:

Pompas ricas, de colores,
de matices seductores,
del amor las pompas son,
pues deslumbran cuando nacen
y al tocarlas se deshace
nuestra frágil ilusión.
Esperanza de una hora
bella flor que se evapora
con el sol canicular.
El amor es vano empeño,
sombra mágica de un sueño
que disipa el despertar.

Tanto me gustaba esta canción que se la enseñé a mis pequeños sobrinos, Amador y Erika, de quizá ocho y siete años. Fueron capaces de cantarla a dúo. Hace algunos años todavía conservaba la grabación de sus bienaventuradas voces, y hablo de bienaventuranza pues la infancia es la vida en el Paraíso.

En la agridulce tonada es el arte, es decir sin decir. La letra se torna nostálgica, pero la síncopa del guitarrón y la feliz melodía de la trompeta con sordina, son toda una fiesta que nos hace olvidar que en esta vida todo es vanidad.

Algo hay de art nouveau popular en la letra de este fox trot. Su chispeante creatividad, su gusto por lo efímero, su empeño por salir de lo cotidiano hacia lo maravilloso infantil de las pompas de jabón, y su muestra fatal del dolor, lo hacen una delicada flor cuya brevedad le da un matiz de azul esplendor. Así, al despertar de la embriaguez del deseo, al iluminarse el Universo, encontramos muerto nuestro delirio de amor, una verdadera ilusión en el vacío:

Mi ilusión sombra fue.
Fue una dicha embriagadora
que adoré.
Una rosa que a la aurora
muerta hallé.
Corazón, vive en paz.
Que feliz nunca te hará
la ilusión falaz.


Si yo dijera que la letra de “Pompas Ricas” miente, yo diría una gran mentira. Sólo puedo hablar por experiencia propia, y es la voz de la experiencia la que canta, que este mundo es del dolor, y de ninguna otra cosa... pero podemos decirlo con una melodía alegre, tan alegre como el mejor fox trot de los años veintes.

Nota: no encontré en todo Youtube una versión cantada de esta hermosa canción, que en México inmortalizara María Conesa. Como dije, cuando niño, yo la escuché en un LP en la versión de Esmeralda. Aquí pongo un enlace con la versión del Mariachi Sinfónico de Martín Gordo:

viernes, 18 de junio de 2010

Obertura Solemne 2012

Enrique Arias Valencia

Para Jaime Prieto, en fraternal amistad

Una retirada a tiempo es una victoria.
Napoleón Bonaparte

Los chicos New Age quieren vendernos un 2012 edulcorado por una supuesta profecía maya. En vez de seguirles el juego, desgarremos el velo de maya y gocemos con un bicentenario por adelantado sobre uno de los años más violentos de la historia del mundo, y la cuenta la paga Napoleón.

1812 fue un año encendido por una verdadera Guerra Mundial. Veamos: el 9 de enero, Valencia se rinde al mariscal del imperio francés, Louis Gabriel Suchet. Por tal acto, recibió el título de Duque de la Albufera, de parte de José Bonaparte o Pepe Botella, como le llamaban sus forzados súbditos.

Por otra parte, las huestes anglo-portuguesas asedian al ejército francés en la batalla de Badajoz. No olvidemos que en América todos los virreinatos arden de ideas independentistas. Es el tiempo de La Aurora de Chile y del nacimiento de la bandera argentina. Pareciera que hasta la madre tierra fuese sabedora de los acontecimientos, y un terremoto sacude Caracas. Al Norte, el 18 de junio, Estados Unidos declara la guerra al Reino Unido.

En una acción temeraria, Napoleón abre un segundo frente y comienza la campaña de Rusia. El 23 de julio estalla la guerra de independencia española. El 18 de agosto los británicos invaden Estados Unidos. La residencia del presidente arde en medio de la metralla. Algún día, para reparar los daños, será pintada de níveos tonos: tal es el origen de la Casa Blanca.

El 3 de septiembre es el Combate de la Retaguardia en Argentina. Después será el fin del Primer Triunvirato y el nacimiento del Segundo. El 7 del mismo mes, Napoleón aplasta a las fuerzas rusas en la Batalla de Borodino. El 2 de noviembre Simón Bolívar dará a conocer sus planes libertarios de Venezuela y Colombia.

Napoleón era responsable de varias de estas guerras. Tras saber que España había sido invadida por tropas francesas en 1808, los habitantes de los virreinatos americanos desconocieron al nuevo rey de la Península, José Bonaparte. Por ejemplo, en México, el cura Don Miguel Hidalgo y Costilla lanzó en 1810 el Grito de Dolores con estas palabras:

¡Viva la Virgen de Guadalupe!
¡Abajo el mal gobierno!
¡Viva Fernando VII!


El mal gobierno, era, por supuesto, el de Pepe Botella, hermano mayor del emperador Napoleón Bonaparte. Por lo tanto, podemos asegurar que la campaña napoleónica tuvo efectos en la América española. Ya muerto Hidalgo, la estafeta beligerante fue tomada por Don José María Morelos. El 19 de febrero de 1812 comenzó uno de los episodios más gloriosos de la guerra de independencia de México. Los españoles sitiaron la ciudad de Cuautla, y ésta resistió setenta y dos días.

En pleno sitio, eran tres mil efectivos de Morelos contra un formidable ejército de siete mil españoles. La madrugada del 2 de mayo de 1812, tras varios episodios de asedio y batallas, ninguno de los dos contendientes podía imponerse al otro. Los civiles habían sido evacuados para evitar su sacrificio inútil. Los soldados de Morelos padecían hambre y enfermedades. Los del español Calleja, eran consumidos por el tedio y las riñas, que se sucedían aún entre los altos mandos. A punto de desfallecer, Calleja mandó una carta al virrey avisándole que desistiría el sitio. Los insurgentes también estaban exhaustos; más de la mitad del ejército era víctima de una epidemia.

Aprovechando que los soldados españoles dormían, la tropa de Morelos comenzó a abandonar la ciudad de Cuautla. Tardaron menos de cuatro horas en desalojar la plaza. Fueron descubiertos por tropas de refresco de los españoles, quienes trataron de impedir la retirada de los insurgentes. Tras dos horas de lucha, el ejército de Morelos logró huir.

¿Fue una victoria española o mexicana? Es difícil de contestar. El sitio de Cuautla le costó el puesto a Calleja; por su parte, Morelos perdió dicha ciudad. Contrastes: en 1814, Calleja fue nombrado virrey. Morelos daría la vida por su patria en 1815.

Dicen las malas lenguas que al enterarse de la estrategia de Don José María Morelos desplegada durante el sitio de Cuautla, Napoleón exclamó: “Con dos Morelos y yo, conquistaría el mundo”. Sea o no cierto lo anterior. el 16 de septiembre de 1812, el emperador francés hubo de enfrentar el sitio y el incendio de Moscú, y ver cómo su campaña rusa se precipitaba en la catástrofe. Más de medio millón de hombres fueron incapaces de derrotar a la feroz resistencia del invierno ruso. En 1812 no sólo Napoleón abrió dos frentes de guerra. El Reino Unido libraba batallas en Europa y América.

En medio de tanta sangre, no está de más observar que el Reino Unido y Portugal son los únicos países europeos que nunca se han declarado la guerra.

¿Fueron las guerras napoleónicas ofensivas o defensivas? ¿Se defendía Francia de los enemigos de la revolución? ¿Eran únicamente los rancios monarcas absolutos quienes resistían la ofensiva del revolucionario Bonaparte? ¿Estaba el mundo preparado para ilustrarse con las ideas de libertad, igualdad y fraternidad? ¿Quién peleaba por los derechos del hombre y del ciudadano?

A pesar de la infatigable fanfarria de Tchaikovski, fue así como, un solo hombre, Napoleón, era el responsable directo e indirecto de que todo el mundo estuviese en guerra en 1812. De cumplirse el sueño napoleónico, Europa, buena parte de Asia y los virreinatos americanos hubiesen sido aliados del imperio francés, y el código napoleónico regiría en varios lugares del Orbe.

Por cierto que estas reflexiones nacieron al enterarme de la victoria de México sobre Francia con dos goles de dudosa factura durante este emocionante Mundial de Futbol, batalla deportiva que prefiero a las guerras sin sentido que siempre se han librado en esta verde, verde Tierra.

domingo, 6 de junio de 2010

El extraño anillo del Señor de los anatemas

Enrique Arias Valencia


Cuanto más comprensible nos parece el universo, tanto más sin sentido pareciera ser.
Steven Weinberg


No sé hasta qué punto lo que escribo es un ensayo, pues no sé hasta dónde el presente tiene un carácter personal. He de señalar mis lecturas recientes: el capítulo “El origen de la moral” de El espejismo de Dios, de Dicky Dawkins, algunos curiosos poemas atribuidos a sor Juana, buena parte de Fluir (Flow) de Mihaly Csikszentmihalyi, recuerdos gratos de algunas obras de Platón, Tolkien, Asimov, incluyendo jocosas lecturas de la Biblia, y porqué no decirlo, mis lecturas favoritas de los posts de los blogs que sigo, todo esto acompañado por música de Wagner y Mahler.

¿Es esto un ensayo? He pensado durante largo tiempo que, a pesar de que soy un reverendo ateo, la ciencia no puede ser atea. La ciencia comprometida con una sincera investigación de los fenómenos de la naturaleza no debe ser ni atea ni creyente, sino que debe estar siempre abierta a una perpetua revisión de sus conclusiones. Agnosticismo contra certeza, ni más ni menos.

Si bien entre los miembros de la Iglesia católica durante el Renacimiento brillaron algunas de las mejores mentes de la ciencia, el papel del cristianismo fue declinando inexorablemente a medida que pasaron los siglos. Parte de la responsabilidad de la decadencia intelectual de la Iglesia se debe a la propia Jerarquía de la Iglesia Católica, pues ella arremetió contra sus hijos. En 1600, la Inquisición eliminó en la hoguera al dominico Giordano Bruno, un adelantado filósofo que pudo haber hecho muchísimo por el avance de la ciencia en Europa. Poco conocido, Giulio Cesare Vanini fue un filósofo, que en pleno Renacimiento, fue capaz de proponer que el hombre descendía del mono, y que por lo tanto no tenía alma inmortal. Fue quemado en 1619.

Galileo fue silenciado en 1633. Durante el proceso contra Galileo, las obras de Copérnico fueron censuradas. Hasta la Vida de Santa Teresa de Jesús estaba en el Índice de libros prohibidos. No conforme con devorar a su grey amada, la Iglesia maldijo los Pensamientos de Blas Pascal, la obra de Spinoza, la de Leibniz, la de Newton, la de Kant. ¿Qué entenderían esos dementes de la Jerarquía por pecado de pensamiento?

El Índice fue abandonado en 1966. Pero, ¿ha cambiado la postura de la Jerarquía? En esencia, no. Casi un siglo antes de renunciar a su querido Índice, la Jerarquía nos regaló el Dogma de la existencia de Dios, que tal y como está escrito, es una condena a la labor científica. El científico confiesa que no sabe; la Jerarquía obliga a creer, so pena de castigos imaginarios, como el Infierno y los anatemas, o muy peligrosos, como las Inquisiciones del pasado. ¿Qué significa ser anatema? Ser sujeto de maldición. El dogma a la letra dice:

El concilio Vaticano I (1869-1870) bajo Pío IX (1846-1870) declaró:


"Si alguno dijere que Dios vivo y verdadero, creador y Señor nuestro, no puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana por medio de las cosas que han sido hechas, sea anatema." Dz.1806



Y bien, ¿qué significa eso? ¿Que al explorar el universo con nuestra ciencia, estamos obligados a descubrir a Dios, a riesgo del anatema? ¿Acaso debemos admitir que es la Tierra el centro del Universo para satisfacer al Dios de las Escrituras? ¿Significa que debemos falsear los resultados de las investigaciones genéticas para que cuadren con el diseño inteligente y así satisfacer la Quinta vía de Santo Tomás? ¿Que hasta las matemáticas deben ceñirse a los caprichos de un Dios celoso que quiso reservarse para sí las propiedades del infinito?

Y pues bué, si Dios hubiese querido que lo encontráramos con la sola luz de la razón natural por las cosas que han sido hechas, por lo menos debió de darnos una ayudadita. ¿Qué tal si la Biblia nos hubiese facilitado el cálculo correcto del número π, porque resulta que en uno de sus libros el Espíritu Santo inspiró al autor para revelarnos que π es un número entero?

Porque en el segundo libro de las Crónicas, capítulo 4, se afirma con gran pompa y solemnidad que los hebreos estaban muy ocupados construyendo un templo. Pues bien, el versículo segundo dice a la letra que alguien “también hizo un mar de fundición, el cual tenía diez codos de un borde al otro, enteramente redondo: su altura era de cinco codos, y una línea de treinta codos lo ceñía alrededor”. No obstante, resulta que el inspiradísimo escribano de la palabra de Dios no se dio cuenta de que al dar el diámetro de un círculo, diez codos en este caso, de inmediato nos dijo la medida de la circunferencia. Y creyó que era necesario declarar que la circunferencia medía treinta codos, revelando como palabra cierta de Nuestro Señor que π vale exactamente tres. Nosotros los amantes de los griegos sabemos que el divino Platón advierte sobre su Academia: “Que nadie entre aquí, si no sabe geometría”. No olvidemos que en la geometría corriente, π sólo tiene un valor aproximado si lo mencionamos con números, siendo el más común 3.1416. ¿Podría entrar a la Academia el Dios de la Biblia? ¿Qué clase de certeza es esa?

Y eso que a la sola luz de la razón natural que examina la así llamada Creación nunca hemos calculado el último decimal de π… ¡pero es que por ahí hay un dogma que dice que con la luz de la razón natural se puede deducir con certeza la existencia de Dios! ¡No puede ser que algo tan sencillito como π se nos escape de los dedos, si lo del asunto de Dios es tan fácil que hasta una maldición puede caer para quien desafíe la prueba racional de su existencia!

Leamos de nuevo el dogma. ¿No es una petición de principio asegurar que las cosas han sido hechas? ¿Cómo vamos a saber de antemano que las cosas fueron hechas por Dios si eso es lo que hay que probar? ¡Menudo anillo, epígrafe y culmen del circulus in probando! Los teólogos que maldicen sin ayudarnos con buenas razones necesitan una compasiva dosis de bicarbonato de sodio para apaciguar su ira: Dies irae, Requiem dixit, ¡je je je!

¿Qué si con la razón y la experiencia no encontramos a Dios? ¿Debemos ser insinceros con la razón y la experiencia para seguir consintiendo a la incierta teología de las cada vez más angostas brechas?

Si algo ha probado la ciencia no es que Dios no exista; pero tampoco podremos avanzar en nuestras investigaciones si se nos envenena la búsqueda con un dogma que incluye una ridícula amenaza sobre qué es lo que debemos obtener al examinar la naturaleza.

¿Es el objetivo de la ciencia encontrar a Dios? No. El objetivo de la ciencia consiste en elaborar, probar y mejorar modelos que expliquen los fenómenos del Universo. Si la Jerarquía católica cree que con “la sola luz de la razón natural” se puede encontrar a Dios, en el mundo quien está obligada a probarlo es ella. Después de todo, ¿qué podemos hacer auxiliados tan sólo por la razón? Gracias a la ciencia sabemos que un gramo de experiencia vale más que una tonelada de razones.

Y la ciencia, explorando más de quince mil millones de años luz de radio medio del Cosmos nunca ha encontrado un lugar para el Creador, ni en lo más pequeñito de las células ni en los vastos abismos de la noche eterna de los mundos.

A ningún científico se le ha ocurrido maldecir el fruto de sus teorías, a lo mucho hubo uno que se vio obligado a renegar de ellas amenazado por la Inquisición, y otro que, al ver las cosas que se hicieron con las teorías de la fisión hubiera querido mejor ser relojero…