jueves, 17 de diciembre de 2009

Loco elogio del plagio

Enrique Arias Valencia

¡Oh siglo desdichado y desvalido
en que todo lo hallamos ya servido!
Pues que no hay voz, equívoco ni frase
que por común no pase
y digan los censores:
¿Eso?, ¡ya lo pensaron los mayores!
¡Dichosos los antiguos que tuvieron
sus conceptos de albores,
de luces, de reflejos y de flores!:
que entonces era el sol, nuevo, flamante,
y andaba tan valido lo brillante
que el decir que el cabello era un tesoro,
valía otro tanto oro.

Sor Juana Inés de la Cruz

¿Qué otra cosa hemos tomado en préstamo a Erasmo que no sea el título de este ensayo? Puesto que no hay Creador, las cosas no salen de la nada. Por lo tanto, todo lo que hacemos tiene un antecedente, y es así que toda obra se debe a una inspiración material, en la cual se basa. Cada vez que escribimos, en cada letra de nuestro alfabeto estamos usando un invento que comprometió, por lo menos, a los sumerios, a los egipcios, a los fenicios, a los griegos, a los romanos, y a los godos. Los hispanohablantes le añadimos la “ñ”. En el español se funden indoeuropeo, latín, griego, árabe y hasta náhuatl. Muy jocosos galicismos y muy tecnológicas voces inglesas nos invaden por doquier. ¡Por eso nuestra cultura es una suma de vectores que hacen parecer cosas de niños las más locas ecuaciones de la mecánica cuántica! Es así que nuestros conocimientos son una asombrosa emergencia de realidades. No hay, por tanto, creación arbitraria, nada puede sacarse de la manga del mago, sino lo que ya estaba ahí.

Los intelectuales y los poetas más acendrados lo saben, y en vez de lamentar la ausencia absoluta de originalidad, van y beben en las fuentes inmortales del conocimiento humano, de donde brota toda obra de arte inmortal y perfecta, porque de lo perfecto sólo puede brotar algo perfecto. Veamos un ejemplo. En la remota antigüedad el griego Píndaro, más o menos en el siglo VI, en la penúltima estrofa de la oda octava de sus “Odas Píticas”, según la traducción de Ipandro Acaico, cantó:

Sombras somos: ¿qué digo?
De sombra fugitiva sueño vano;
mas si Jove el abrigo
nos presta de su manto soberano,
Aureola esplendente
dorará nuestra vida eternamente.


El Eclesiastés nos lo advirtió: “No hay nada nuevo bajo el Sol”. En la velada sensualidad de la oda que citamos vemos sueño, sombras, vanidades al por mayor, dioses caducos, el manto de la noche, la Aurora que nos rescata de las tinieblas… A los admiradores de la poetisa novohispana sor Juana Inés de la Cruz nos suena conocido. En específico: con su “sombra fugitiva”, ¿no sembraría Píndaro una semilla que la monja cultivará durante el barroco? Ya Méndez Plancarte sostenía que en la forma sor Juana imitaba a Góngora. Pero, en el fondo ¿sor Juana no imitaría también a Píndaro? A continuación el fragmento en el que sor Juana pareciera citar a Píndaro sin mencionarlo:

Y del cerebro, ya desocupado,
las fantasmas huyeron
y –como de vapor leve formadas–
en fácil humo, en viento convertidas,
su forma resolvieron.
Así linterna mágica, pintadas
representa fingidas
en la blanca pared varias figuras,
de la sombra no menos ayudadas
que de la luz: que en trémulos reflejos
los competentes lejos
guardando de la docta perspectiva,
en sus ciertas mensuras
de varias experiencias aprobadas,
la sombra fugitiva,
que en el mismo esplendor se desvanece,
cuerpo finge formado,
de todas dimensiones adornado,
cuando aun ser superficie no merece.

Dije que sor Juana “pareciera citar a Píndaro sin mencionarlo”. ¿Se imaginan el tamaño de las citas que tendría que escribir un poeta si éste tuviese que mencionar sus fuentes? ¡Un poema de una página debería de abarcar volúmenes enteros! Ya si sólo sor Juana tuviese que justificar que es el cerebro el que se desocupa de espectros en los que se había entretenido, debía declarar que está llevándole la contra a Aristóteles, quien sostenía que dicho órgano sólo era algo así como un enfriador del cuerpo; y esto lo hacía el Estagirita, parece ser, para llevarle la contra a otro filósofo que decía que la cabeza, al ser redonda, era divina, y ahí debían reflejarse o participarse mejor las ideas.

Yo, el peor de los estetas, he creído que sor Juana se basó en Píndaro para componer su sombra fugitiva. Con su sombra viviente, ¿qué hizo quizá sor Juana? En un primer momento, pareciera que fue y leyó a Píndaro, y recompuso una idea que ha reencarnado con varias formas a lo largo de milenios. Claro que la monja hizo algo más; algo que no hizo Píndaro, que fue que en otro de los pasajes de su Primero sueño hace de su sombra una “pavorosa sombra fugitiva”, dotándola así de una emoción de espanto de la cual carecía la penumbra pindárica que, como vemos arriba, en la versión de sor Juana ahora se encuentra con la linterna mágica que inventó Kircher. Y al mencionarla, ¿no hizo sor Juana eco de la caverna platónica? ¿No es la vida sólo un sueño?

Todos los sueños son ilusiones. Por lo tanto, si la vida es un sueño, la vida es una ilusión. Ahora bien, ya antes de Píndaro en Oriente se planteaba que esta vida es una ilusión. ¡Hay toneladas de textos indostánicos que no se cansan de repetirlo! Maya le llaman al asunto. ¿No está ese mismo tema en Calderón? Shakespeare, por su parte, dijo que “Nosotros estamos hechos de la misma materia de los sueños”.

Lo que podemos ver es que hay una Tradición poética que hunde sus raíces en Oriente, y que se pierde en lo que alguien ya llamó “La noche de los tiempos”. Si descubrimos que todo en este mundo es vano, no hacemos si no citar, sabiéndolo o no, al sabio del Eclesiastés, quien a su vez, dicen los entendidos que se basó en el epicureísmo pesimista que entonces influía a los judíos, debido a las conquistas de Alejandro. Muchos de los temas de nuestros versos se cantaron por vez primera en la India. Sin ir muy lejos (o más bien, yendo muy lejos) en el Prometeo de Esquilo se sostenía que los griegos habían partido de Asia. ¡Más de cuarenta siglos nos contemplan! Es así que en una de sus corrientes la Tradición es una conversación entre los rapsodas anónimos y Homero, se conduce de Homero a Virgilio, de Virgilio a Dante. También se pasea desde El Cantar de los cantares a San Juan de la Cruz, de Verlaine a Rubén Darío. Y últimamente se ha convertido en un intenso diálogo entre Paul Celan y Javier Sicilia. La Tradición poética es por lo tanto, una charla entre espíritus amables.

Sor Juana y Quevedo llamaron Lysi o Lísida a sus respectivas heroínas poéticas. Si bien sor Juana con ese nombre ocultó la identidad de su protectora la virreina, lo cierto es que ambos, sor Juana y Quevedo tomaron el nombre de la tradición provenzal de la Edad Media. Octavio Paz en Las trampas de la fe abunda con gran ingenio sobre esto. Sor Juana es deudora de por lo menos, Homero, Píndaro, Provenza, Dante, Góngora. ¿Se imaginan la poesía sin la contribución de la épica de Gilgamesh, sin la sabiduría indostánica, sin la ira de la musa homérica, sin las paradojas de la tragedia griega, sin el erotismo de El cantar de los cantares, sin Virgilio y sin Horacio, sin el amor cortés de los caballeros de la Edad Media, sin la Beatriz de Dante, sin el siglo de Oro español, sin las penas de Werther, sin los desvaríos del siglo XX? Y no faltará el experto que se enoje conmigo porque en el listado omití a un creador indispensable.

Es una corriente ininterrumpida de poesía. En el campo científico sor Juana admiraba a Kircher, como vimos de rondón en la cita de la ensoñación de la monjita, a propósito de la linterna mágica, una suerte de cinito estático (perdonadme el feo oxímoron) del siglo XVII. En esa misma obra, el Primero Sueño de Sor Juana aparecen Galeno, Aristóteles y el hermetismo neoplatónico; de este último su fuente era Kircher, por lo que aquí se hace un nudo de conocimiento muy interesante. ¿Supo sor Juana de Isis vía Kircher o a partir de sus lecturas de los clásicos? ¿De dónde se fugó la sombra de sor Juana?

Aquí me he introducido en la casa de los vanos empeños, sombras de la linterna mágica de un ensueño, artificio poco cuidadoso que teoriza sobre una posible lectura de Píndaro por parte de sor Juana. Para desfacer el entuerto, es urgente advertir que Píndaro escribió en griego, y el Primero sueño de sor Juana está en español. Por lo tanto, es legítimo preguntarse: en buen castellano, ¿quién creó el concepto de la “sombra fugitiva”? La expresión, en español, es obra de sor Juana, pues Ipandro Acaico tradujo a Píndaro en el siglo XIX. Luego, seguro es que el humanista tomó de sor Juana el término, y se lo atribuyó (no sin filológica justificación) a Píndaro. ¿Nos jugó una broma Ipandro? ¿Se trata de un homenaje velado a sor Juana Inés de la Cruz? ¿Se basó o no se basó en Píndaro la monja? ¿Qué decía la versión que ella leyó de Píndaro, si es que en verdad leyó al poeta griego? Al aparecer en aquella oda griega, ¿regresó la sombra a su cuerpo original? No cabe duda de que la sombra se fuga de nuestras manos, eludiendo en forma pavorosa su definición. Y pasado y presente de la Tradición se entrecruzan en un extraño bucle: aunque vivió varios siglos después, ¡fue sor Juana quien inspiró a Píndaro! Sor Juana sembró la semilla para traducir a Píndaro.

Es así que Píndaro resucitó en nuestra lengua en modo sorjuanino. Dije que sor Juana hacía algo que no hizo Píndaro: dotó de pavor a su sombra. Tal vez ahí también radique la originalidad. En la capacidad de síntesis, de componer elementos preexistentes para mostrar algo que no sale de la nada, pero que tampoco existía en su nueva forma. No puedo dejar de señalar que la idea de este párrafo por supuesto que no es mía. La he leído varias veces, desde mi niñez, y ha aparecido en muchísimas de mis lecturas. La última vez que me topé con ella se la vi expuesta a Douglas Hosftadter, en Yo soy un extraño Bucle, p. 250:

“Y así es también como funciona la mente humana: componiendo viejas ideas para formar nuevas estructuras que se convierten en nuevas ideas, las cuales a su vez se utilizan en nuevas composiciones, y así una y otra vez, dando lugar a un repertorio de ideas creciente y cada vez más alejado del elemental lenguaje de partida”.

Hosftadter mencionó algo muy importante: la composición. Quizá sean los músicos quienes mejor sepan (o quizá no lo sepan) que lo que hacen es componer con base en lo preexistente. Las melodías no salen de la nada, sino que brotan con base en reglas que fueron descubiertas, según dicen los entendidos, por Pitágoras. Si bien lo que él hizo sólo fue advertir que había una relación entre la extensión de una cuerda y su tono. De cualquier manera, todos los aficionados a la música se han dado cuenta ya de que varias composiciones de la música clásica tienen sospechosos parecidos con la música popular, y viceversa. Y sobre la influencia de un compositor en otro, inigualable Rossini cuando una noche en que era abucheada una de sus óperas, con el exquisito cinismo que lo caracterizaba le confesó a un amigo: “Si supieran que están arrojándole una rechifla a Mozart”.

La producción de Rossini es una larga serie de autocitas. Cuando compuso El barbero de Sevilla, para la obertura lo único que hizo fue tomar tal cual la partitura de una de sus óperas anteriores. De hecho, esa misma página ya le había servido a él mismo en otra ópera. En Rossini podemos divertirnos con otros casos, pero éste es el más famoso.

¿Y por qué aparece eso que llaman plagio en la Edad Contemporánea? Todo se lo debemos al capitalismo omnipotente. La sí llamada idea de plagio es un planteamiento cuyo único fin consiste en defender los intereses de los dueños del copyright. Es un invento moderno, que sólo hace lucir su supina ignorancia y su avidez de dinero a costa de los demás. No hay plagiarios, simplemente personas que toman la idea de otros, aun sin darse cuenta, y que reproducen una y otra vez pensamientos que siempre han existido y que siempre existirán, pues como dijo Lucrecio: “De la nada, nada”, y de ahí pa’l real.



Enlaces de interés:

Píndaro, Odas, trad. de Ipandro Acaico

Las Odas Píticas en griego

El dalés Abi King traduce la Pítica Octava al inglés

8 comentarios:

genetticca dijo...

Efectivamente, nada nuevo hay bajo el sol, pero de las generaciones que precenden depende seguir resucitando lo viejo,para que nada se pierda. Estos vejestorios carecen de originalidad, de primicia,pero con los cambios y las evoluciones exigen formas,contextos imagenes y maneras que se pueden definir como genialidades inéditas.
Es así que todo en la vida gira en torno a las reproducciones, evaluándose éstas según la calidad.
La edad de oro fué quizás la mas expléndida.

Sombras indefinidas somos
de aquello que la muerte, en su día,
apagó dejando eterna huella.
Quien suplanta la idea eternamente?
Si de sombras el camino está repleto
y el caminante las eclipsa con su
vida?
Nada pues queda eclipsado
que la rueda se trasciende en su engranaje
y todo y todos
somos Cervantes, Quijotes,dulcineas.


Una bellisima entrada.

Besos

Enrique Arias Valencia dijo...

¡Hola, genetticca!

¡Salud, paz y besos!

Juanele dijo...

simplemente genial! aunque tendremos que diverger en aquello de que no hay creador, tu sabes... te daría la razón, pero... mi religión me lo impide

Anónimo dijo...

¡Por fin he podido leer esta extensa entrada!

Me ha encantado, ha sido como un recorrido desde la antigüedad más remota pasando por Alejandro, Aristóteles, la idea de maya, mi Werther... ¡gracias por acordarte!

Te felicito porque te lo mereces, porque has hecho un trabajo esplénido. Pero como no hay felicidad completa te voy a hacer un poquito la puñeta, a ver si te pones a trabajar y te lo pasas en grande.

¿En qué momento se dió en llamar entuertos (dolores de después del parto) a los tuertos o agravios? En dos ediciones distintas que tengo de El Quijote, se refieren a tuertos y no entuertos. Y fue en uno de esos libros o en Aproximación al Quijote, de Martín de Riquer, en donde ví un comentario a este respecto.

¡Feliz Nochebuena!

Susie.

Enrique Arias Valencia dijo...

¡Jo jo jo, Susie, que se me fue la liebre!

¡Tienes razón, gracias por la ilustre corrección! ¡Son tuertos, que no entuertos!

¡Feliz nochebuena para ti también, Susie!

Anónimo dijo...

No era una corrección porque entuertos también es correcto. La cosa está en saber desde cuándo se empezó a usar entuertos por tuertos. Será que parece más ilustre y todos se subiron al carro.

¡Saludos!

Susie.

Äriastóteles Platónico dijo...

¡No me cabe duda de que nunca dejaré de decubrir y comenzar a amar los secretos que la lengua española aún guarda para mí!

Susie: ¡gracias mil por compartir!

José Luis Ferreira dijo...

Hola, Äriastóteles.

No me queda claro si sois dos o uno.

Tal vez te interese el cuento del escritor vasco Bernardo Atxaga en su libro Obabakoak (está traducido al castellano por él mismo y mantiene el título original) "Método para plagiar".

En este cuento se plantea el lugar que tiene la literatura escrita en euskera.Para exponer el problema Atxaga “resucita” a Axular, el gran escritor vasco que vivió durante el siglo XVII y con el que sueña tener una conversación sobre el futuro de literatura vasca y el euskera en relación a otras lenguas. La conversación entre ambos transcurre de esta manera:

"—Ya te he dicho antes: si se hubieran escrito en euskera tantos libros…—!Pero son muy pocos los escritores, Maestro! Y además, no son de su talla…—¿Y plagiarios? ¿No hay plagiarios? —me pregunto a continuación. No sé si le comprendo, Maestro—me disculpé. —Lo que quiero saber es a ver si no hay quien, teniendo en mucha consideración a un escritor bueno, no escriba como él. En mi época era así como se concebían casi todos los libros…—No lo creo, señor —comencé—. Además, las cosas han cambiado mucho de su época a la mía. El plagiar está muy mal considerado desde el siglo XVIII. Tan mal como robar. Hoy en día, el trabajo de un escritor ha de dar la impresión de haber sido creado de la nada. Dicho de otro modo, el trabajo ha de ser original."

En el cuento también discute con su tío, que organiza tertulias literarias y que también defiende el plagio. Incluso se permite hacer varias recomendaciones sobre cómo hacerlo.

El tio sostiene que toda la literatura moderna es plagio y cuenta varias apólogos a propósito. Como toda literatura es plagio, cada escritor esta obligado a repetir lo que ya se dijo. No obstante, para que el plagio sea exitoso, se deben observar varias reglas fundamentales:

1) Tomar un texto clásico que ya nadie lee.
2) Pasarlo a otro tiempo y otro lugar.
3) Cambiar los nombres propios y la persona del relato.
4) Enmascarar la narración de tal manera que los perezosos periodistas, dedicados a una árida y obsoleta actividad, no lo reconozcan.

En alguna otra parte del relato (estoy hablando de memoria) dice también que el plagio debe contener alguna referencia de la obra plagiada para que, llegado el momento, si se acusa de plagio, se pueda defender como homenaje a la otra obra.

Un saludo y gracias por el homenaje. Me había metido alguna otra vez en el blog, pero no me había percatado de él.