sábado, 3 de octubre de 2009

Luna que marcha atea sobre San Hipólito

Enrique Arias Valencia


Érase que se era una promesa que hizo la profesora del parvulario: aquel niño que obtuviese la más alta calificación de aprovechamiento sería elegido para representar al Benemérito de las Américas, don Benito Juárez García, en un festival escolar. Por grados, en cada salón se hizo lo mismo. Y hete aquí que en primer año, en vista de mi adelanto en los estudios, me tocó actuar como Benito Juárez pastorcito.

¡Laicismo! Desde siempre disfruté de los ideales de la escuela laica. A veces escuchaba horrorizado los relatos de aquellos amiguitos míos que estudiaban en colegios católicos. Golpes para castigar eran la norma. Yo, en cambio, había sido seleccionado para actuar en el papel de un niño que al llegar a la edad adulta se atrevió a separar iglesia y estado antes que Rusia, antes que España, antes que Gran Bretaña e incluso antes de que clareara la unificación en Alemania e Italia.

¿Qué es la vida? ¿Es esto todo lo que hay? Discordias interminables, necesidades insatisfechas, enfermedades incurables y muertes sin sentido. A mis ojos curiosos la televisión y la experiencia personal me mostraban un mundo desolador. Desde niño fui ateo en secreto. ¿Dónde estaba el Dios bueno del que tanto me hablaban los adultos? De oídas me enteré que había partido el siglo anterior en una carroza fúnebre tras haber firmado Nietzsche el acta de defunción de su ilustre pasajero. ¡Dios es pasajero! El mío era un ateísmo intuitivo antes que racional. Más tarde, a medida que mis estudios avanzaban la ausencia de Dios se fue matizando conceptualmente. Que el Universo era regido por el Sol y no por nuestra Tierra: se lo debemos a Copérnico. Galileo se atrevió a afirmar que "El libro de la naturaleza está escrito en el lenguaje de las matemáticas". Por su parte, Kant había argumentado que el conocimiento está regido por la razón. No había habido creación de especies separadas, pues Darwin había descubierto que todas incluyendo la humana eran hijas de la evolución que resulta durante la lucha por la existencia y la supervivencia del más apto. Marx criticó el capitalismo pero nadie ha podido superar dicho sistema, el cual se ha vuelto verdaderamente salvaje. Freud nos arrebató el alma para sustituirla por una psique desequilibrada. Hoy Dawkins insiste en que la selección natural no opera al azar, ni por diseño. Weinberg argumenta que bien mirado, el Universo no tiene sentido. Por contra, Gustavo Bueno, el pensador del materialismo filosófico prueba que el término "Universo" es demasiado metafísico como para tomarse en serio, y así ad infinitum. Como Golum, el espíritu de Dios fue a refugiarse entre las brechas, y mientras el arroyo reflejaba su imagen, allá fue alcanzado por el más feo de los hombres.

“¡Se respetan las personas, se cuestionan las ideas!” A lo largo de mi vida, Benito Juárez me ha acompañado con sus dilemas. Su figura a veces me ha indignado: quizá debamos a sus decisiones el extravío de los archivos de San Jerónimo, el convento donde vivió y escribió sor Juana Inés de la Cruz; seguro que fue su gobierno liberal quien demolió varios de nuestros monumentos nacionales por el solo pecado de ser edificios religiosos. Y sin embargo, Juárez estaba interesado en las ciencias, en el ferrocarril, en el progreso. El presidente de origen zapoteca tenía en gran estima el Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España de Alexander Von Humboldt; veía en él una promesa de adelanto. Quizá también a Juárez le conmovió cuando en los prolegómenos del Cosmos, Humboldt hablaba de un "empirismo racional".




En mi navegar por Internet fue así que en el blog de Tork me enteré de que había sido convocada en la Ciudad de México, con sede gemela en Guadalajara, la Segunda Marcha Atea “Por una sociedad laica y sin discriminación” para el domingo 27 de septiembre de 2009. Cuando llegué los organizadores tuvieron a bien facilitarme una hermosa bandera con una A negra, leyenda solferina, que blandí orgulloso. Varios pendones más fueron distribuidos entre los manifestantes.

La cita de partida y de llegada sería el Hemiciclo a Juárez. Mármol dórico, cráteras en los extremos, ocho fustes, escalinata tentadora, al centro del semicírculo clásico es coronado don Benito por un ángel secular, la Gloria, mientras la República ilumina la escena con la antorcha de la libertad. ¡Juárez, siempre Juárez! Enfebrecido, al terminar la caminata atea subí al estrado del anfiteatro y tras las extendidas alas del águila republicana, antecedida por dos leones, en el sitio de honor ondeé el único lábaro con el que me siento identificado: el pabellón ateo. Fue sólo un instante, perdido en medio de una manifestación pacífica, ordenada, con decidido amor al progreso.





Muy a pesar nuestro, y según mi parecer, la estrella del liberalismo, con todos sus bemoles nos iluminaba desde el cielo juarista. A lo largo del día, varias veces se repetirían las referencias al Indio de Guelatao. Antes de la marcha, un ávido viandante preguntó: “¿Era Juárez ateo?” Por ahí un informado ateo replicó: “No. Juárez era masón, y los masones creen en el Gran Arquitecto del Universo”. No pude menos que sonreír. Después de todo, ¿qué cosa es el Gran Arquitecto del Universo? Durante el trayecto, a un hombre mayor se le ocurrió gritar: “¡Viva Juárez!” y no han faltado críticos al exabrupto político. Por ejemplo, Héctor Julián Coronado Cervantes sentenció en su blog:


“De vuelta al Hemiciclo, oí a uno de los organizadores echar vivas a Juárez. Me provocó el mismo desconcierto que los gritos que se echan cada 15 de septiembre. Oír gritos de vivas a un muerto (por más notable que haya sido) me suena, por lo inútil, a invocación zombie”.


Más tarde nos enteramos de que el responsable de los incitantes vítores al Benemérito era ajeno a los promotores de la Marcha Atea. Aun cuando nuestra manifestación era apolítica, no pude evitar pensar qué sería de nosotros sin Juárez. Quizá el proceso secularizador de México se hubiese retrasado, como sucedió con la revolución industrial, por ejemplo. Tal vez seamos peces ateos en un océano de aguas juaristas, que no hemos advertido que gran parte del oxígeno laico de nuestra patria se lo debemos a los liberales del siglo XIX.

Una de las consignas que coreamos decía: "¡No creo ni rezo, pienso y actúo!" Durante la jornada conocí a Tork, a Ramasknight, a Martín Fragoso (con su playera de Jesucristo metalero), a Incognia, me parece que a Rafita y a varios compas más. Extrañé a Christian, a quien no conozco en persona. Cuando pasamos frente a San Hipólito los altavoces del templo comenzaban a cantar: “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo”. Las esbeltas torres cuya arista, torsión imaginaria, esquina real apunta hacia el observador de frente a la fachada siempre me han fascinado. Campanario barroco, rejas que abrazan un atrio íntimo en declive escalonado. Al lado, el convento es una magnífica fiesta de arcos y fustes. Retrasado como iba, pues el cansancio me había empezado a vencer, mi bandera era la de la estrella solitaria que se enfrentaba a un mundo dominado por intereses espirituales, más que racionales. Pero, para un irracionalista como yo, ¿qué es la razón?





Hay quien dice que Hipólito fue el inaugurador de la lista de antipapas; si bien, después abjuró de sus posturas. La fiesta del conspicuo mártir, el 13 de agosto de 1521 la ciudad de México Tenochtitlán cayó en manos españolas. Al atardecer el capitán Hernán Cortés ordenó colocar la piedra angular del primer templo católico en el Continente Americano. Como era costumbre, éste fue dedicado al santo del día. Cuatrocientos ochenta y ocho años después, un sereno contingente ateo pasaba frente a la popular iglesia. Al día siguiente se celebraría ahí la multitudinaria pachanga de San Judas Tadeo. En nuestro desfile, la consigna que más me gustó decía: “¿Quiénes somos?” Y respondíamos: “¡Ateos!” Fue una experiencia inolvidable corear aquello frente al templo de San Hipólito. El año pasado, al coincidir la marcha con la fiesta de San Judas, algunos momentos fueron hilarantes.

La paz destacó en nuestra marcha. Prácticamente nadie nos agredió, sólo uno que otro peatón nos cuestionó, sin llegar jamás a la violencia. Ramasknight se encargó de debatir con un hombre que intentó hablarnos de “El Dios Verdadero”. Una señora nos invitó “A reconocer que Dios vive en cada uno de los seres de la naturaleza”. A aquellos que sostienen que “todo es uno” me gusta probarles que de cualquier manera, no compartirían su cuenta bancaria conmigo, luego, no todo es uno en el universo económico.

Y fue la mañana y la tarde del segundo día ateo. Volvimos al Hemiciclo a Juárez, y en medio del razonado furor que se atreve a proclamar que Dios no existe, no pude evitar subir al estrado para ondear la bandera de un ateísmo joven que a mí me alcanzado en una edad que se precia de su desencanto.

Enlaces de interés:

Tork

Libre Pensar

Colibrí Zurdo

Ateos Mexicanos

Ateísmo mexicano

ADM.org

5 comentarios:

Minerva dijo...

Hola
Gracias por reportarte, lo que pasa es que aún andamos en apuros con ésto del huracán Jimena, hasta este fin de semana tuvimos agua potable, y como comprenderás un mes sin agua es bastante atrazo.
Ya estoy viendo el reportaje de la marcha, me imagino que si me darás permiso de publicar algo de ella en mi blog.
Saludos y te reitero las gracias.

Minerva dijo...

Excelente artículo.
Lo leí detenidamente y veo lo afortunado que eres, que desde niño tuvieras a Juárez como ideal y que tus maestros te impulsaran en ello. Yo en cambio crecí en colegio católico, como comprenderás con bastantes " traumas" pues no tienes libertad de expresarte en tus inquietudes, hasta que por mi misma decidí dejar tanto lastre religioso, pero eso fué un proceso largo de casi toda una vida.
He visto con tristeza que tratan de manchar la imágen de Juárez distorsionando la historia a convenciencia de la iglesia, confundiendo a las nuevas generaciones que de por sí idiotizadas por los medios ya no tienen la misma visión que la gente de mi generación.
Creo que aún queda mucho por hacer, es un largo camino, pero vale mas tarde que nunca.
Un saludo.

Enrique Arias Valencia dijo...

¡Hola Minerva! Cuentas con mi permiso permanente para publicar cualquier material mío en tu blog, pues siempre será un gran honor que así sea.

Un abrazo, y espero que las cosas vayan mejor en tu localidad.

TORK dijo...

No había tenido oportunidad de comentar tu entrada. Personalmente es de mis favoritas y una de las mejores que se escribieron sobre la marcha.

Muchas gracias.

Enrique Arias Valencia dijo...

¡Muchas gracias a ti por invitarme a la Marcha, Tork!

¡Saludos!