miércoles, 20 de enero de 2010

Año nueve ojo de reptil

Enrique Arias Valencia

De piedad el raro ejemplo
en esta Fábrica admiro,
y mientras me admiro, miro,
que es lo que contemplo, templo.

Sor Juana Inés de la Cruz

Don José Antonio de Alzate y Ramírez, ilustre sobrino de la aún más ilustre madre Juana Inés de la Cruz, visitó en el año de 1777 unas misteriosas ruinas que engalanaban la cima de uno de los cerros de lo que hoy llamaríamos el Eje Volcánico Transversal, en el actual estado de Morelos.

Sacerdote, polígrafo, científico, naturalista, cartógrafo, historiador y periodista, a Alzate le disgustaron las condiciones de terrible deterioro en que se encontraban los monumentos de aquel lugar, conocido como Xochicalco. En contraste con su célebre tía, el estilo literario de Alzate es rudo, a veces indigesto, sin los primores de su parental poeta. Pero era tan directo como sor Juana. Por eso, para don José Antonio, los saqueadores de Xochicalco debían ser condenados a “permanecer en oprobio para con los amantes de la antigüedad”. (1) Y por lo que respecta a quien esto escribe, debe concedérsele razón a Alzate. El investigador observó que Xochicalco era una fortaleza. Investigaciones subsiguientes lo confirmaron. Don Antonio creyó que fueron los toltecas quienes construyeron Xochicalco.

En realidad, “tolteca” hace referencia a la sabiduría de los antepasados, un grado de conocimiento que se puede alcanzar al ser iniciado en los misterios de Quetzalcóatl. No se trata de una nación, sino de una forma de hacer cultura. En mis ensayos he retomado el término para referirme a los mesoamericanos en general.

En Xochicalco confluyen varios de mis primeros ídolos de juventud: Alzate, Humboldt y Julio Verne. Alexander Von Humboldt y Aimé Bonpland no conocieron Xochicalco. Dice el querido científico alemán: “No tuve ocasión de visitar este notable monumento... cuando pasé de Acapulco a Cuernavaca en abril de 1803, ignoraba la existencia de la colina de Xochicalco”. (2) Si bien en su obra Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América, el sabio barón adjuntó una pequeña reseña del lugar, basada en Alzate con una ilustración de la pirámide inspirada por el dibujante Agüera. Más adelante veremos qué fue lo que Julio Verne creyó ver en Xochicalco.

Mi hermano y yo hicimos una reciente expedición a Xochicalco. Éstas son las impresiones del diletante viajero. Adolecerán de muchas fallas, y todo lector que encuentre algún disparate mío, no dudaré en enmendarlo, si considero que en efecto se trata de un desaguisado.

Nadie sabe cómo llamaron a Xochicalco sus habitantes. Fueron los mexicas quienes lo bautizaron como “El jardín de la casa de flores”. Colotepec significa el cerro del escorpión. En una de sus cimas se encuentra Xochicalco.



En Mesoamérica predominó un estilo de construcción llamado talud-tablero. El talud es un largo contrafuerte, y el tablero es una estructura recta colocada sobre el anterior. (3)

Talud-tablero, talud-tablero, talud-tablero, canta una niña para mostrar la manera en que se construían los templos mesoamericanos. Es así que el talud era un basamento en plano inclinado, más ancho en la base que en la cima, sobre el que se colocaba una plataforma de recta pared, cuyo borde sobresalía al talud. Cuando se superponen varias capas de este ingenioso sistema, tenemos lo que hasta yo he llegado a llamar “una pirámide mexicana”. ¿De dónde el término?

El sacerdote jesuita Atanasio Kircher fue un inquieto científico, diletante temerario de la época barroca. Debemos a Atanasio Kircher la confusión sobre las pirámides mexicanas. Matemáticamente hablando y según la docta Wikipedia, una pirámide es “un poliedro limitado por una base, que es un polígono cualquiera; y por caras, que son triángulos y coinciden en un punto denominado ápice”. Pues bien: que me frían si en México se llegaron a construir pirámides. ¿Qué fue lo que sucedió?

Que el buen Kircher sostenía que todas las culturas antiguas del mundo precedían del antiguo Egipto, y como allá sí se levantaron edificios que corresponden con lo que debería ser una pirámide matemática, por lo tanto Kircher hizo entrar con calzador a todos los edificios antiguos en su clasificación piramidal.

Los mexicas llamaron teocalli a sus construcciones sagradas. Como los mexicas fueron la cultura más importante, que recogió la sabiduría de varias de sus predecesoras, quizá sea más correcto llamarlas así, teocalli y no “pirámides”. El sistema de talud-tablero se complementa con las escalinatas y sus alfardas. Los estudiosos llaman alfardas a las bandas de piedra que delimitan las escalinatas de los templos mesoamericanos. Como sucede en todos los sitios prehispánicos, mi brújula marcó siempre la perfecta orientación de los edificios.



Este teocalli lo dibujé con base en un diseño de Xochicalco. Simplemente repetí el motivo en pisos sucesivos. Mi fuente de inspiración, es el templo de la Serpiente Emplumada y uno de los templos de la plaza de la estela de los dos glifos.

¡Humboldt nunca pudo ver esto en persona! Otro ilustre personaje que tampoco visitó Xochicalco, pero que al contrario de lo que hiciese el minucioso científico alemán, le dio rienda suelta a su siempre fértil imaginación para representar las ruinas, fue Julio Verne. Aún conservo el librito de Editorial Porrúa en el que el apasionado novelista francés mencionaba una extraña y muy fantasiosa forma de teocalli. Es así que en su novela Un drama en México, podemos leer que: “El viejo fuerte se parecía bastante a un bisonte acurrucado con la cabeza inmóvil, y la mirada inquieta de Martínez creía ver sombras que se agitaban sobre el cuerpo del monstruoso animal”. Verne llama "fuerte" a Xochicalco basándose en la descripción de Humboldt, cuya fuente era Alzate; pero, ¿de dónde sacaría la idea de que la fortaleza tenía forma de bisonte? Al menos el literato no se fue por la vía fácil de llamar “pirámide” al templo. La entrada de los personajes en Xochicalco es maravillosa, una de las mejores escenas de las narraciones de aventuras:

El paisaje se presentó entonces bajo un aspecto extremadamente abrupto, haciendo presentir los picos gigantescos cuyas cimas basálticas detienen las nubes procedentes del Pacífico. A la vuelta de un ancho roquedo apareció el fuerte de Cochicalcho, edificado por los antiguos mexicanos, y cuya planta tiene nueve mil metros cuadrados. Los viajeros se dirigieron hacia el inmenso cono que forma la base y que coronan rocas oscilantes e impresionantes ruinas. (4)


Pero el escritor haría algo más. Tras su estancia en Xochicalco, los personajes de Julio Verne alcanzan Cuernavaca para continuar un inverosímil viaje rumbo a la ciudad de México. Así, se desvían hacia el majestuoso volcán Popocatépetl, haciendo escala en un pueblito imaginario: Aracopistla. En vez de seguir por la ladera Oeste del volcán, nuestro amigo busca el mayor de los efectos dramáticos y lo hace rodeando todo el monte, para que los buenos y los malos atraviesen el boscoso Paso de Cortés, aquel puerto de montaña que en 1519 cruzó el ejército del Conquistador, entre los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, a 3600 metros sobre el nivel del mar. Más que una cacería de malvados se trató de un viaje pintoresco donde los haya, de Acapulco a “Cigualán”, a Taxco, a Cacahuamilpa, a Xochicalco, a Cuernavaca, a “Aracopistla”, al Popocatépetl con su Paso de Cortés, y por fin, la Ciudad de México. Todo esto con referencias al templo con forma de búfalo, agrestes cañadas, selvas vírgenes, erupciones volcánicas del pasado reciente y nieves perpetuas. Lo malo es que si los novelescos chicos que salieron de Xochicalco sólo hubiesen tomado la dirección del Norte, se hubiesen ahorrado tantos descalabros. Al pertenecer a una exposición sobre la forma de los templos del México antiguo, este párrafo es, en realidad, una ridícula digresión sobre un aspecto ridículo de las novelas de Julio Verne: el efectismo novelesco. Volvamos a lo nuestro.

La secuencia talud-tablero también echa por tierra la hipótesis de una supuesta influencia babilonia en la construcción de los teocallis mesoamericanos. No hay tal secuencia en los zigurates babilonios.

En las paredes del templo de la Serpiente Emplumada pueden verse bajorrelieves que celebran un acontecimiento importante: de la cola de un camaleoncito brotan unos dientes que se comen al Sol, convertido en tortilla seccionada en cuatro trozos. Asimismo, los bajorrelieves sorprenden porque muestran influencia teotihuacana y maya.

Como muchos de mis lectores no son mexicanos, creo que no está de más decir que los mexicanos conocemos como tortilla un pan plano y circular hecho a base de maíz.

En el museo, mi hermano me había comentado que una de las piezas muestra un exótico glifo calendárico consistente en una calavera que representa una fecha que él no puede identificar. Los expertos sostienen que en Xochicalco se ajustó el calendario a partir de la observación de un eclipse que se celebró en piedra. En el adoratorio del centro se alza una estela con dos glifos: el superior señala el año diez caña y el inferior el año nueve ojo de reptil. Como la última de esas fechas no la heredó el calendario mexica, a mí también me resulta misteriosa, tanto la figura como el tiempo al que se refiere. (5)

Las ruinas muestran en varios puntos un etéreo matiz rosado que no sale en las fotografías, y que juega con el gris oscuro de la andesita y el blanco de la argamasa. Hay en Xochicalco tres canchas de juego ritual de pelota, palacios, temazcales, una rampa con representaciones de animales y una enigmática hilera de altares circulares. En la plaza del observatorio mi hermano encontró un lugar donde el silencio es el señor. Quiso quedarse un rato ahí, disfrutando de un sigilo que la ciudad nos arrebató hace mucho tiempo.

Enlaces bibliográficos y fotográficos:

(1) Cita de Altaze.

(2) Cita de Humboldt: Ibíd.

(3) Para hacer el dibujo, me basé en esta ilustración de Wikipedia y mis propias observaciones del sitio.

(4) Un drama en México, de Julio Verne, completito. En esta versión, así como en la original, llama Verne “Cochicalcho” a Xochicalco. Quizá a mí me faltará nombrar algún otro de los parajes que visitaron los expedicionarios vernianos.

(5) En Wikipedia pueden ver una estupenda fotografía de altísima resolución de la estela y sus dos glifos. Recuerden que si le hacen clic a la foto, ésta se ampliará aún más.

11 comentarios:

genetticca dijo...

Me gustaria saber que significado tenia para los aztecas ese camaleoncito con dintes en la cola que se comia el sol. No solo ese, si no el de todos los dibujos simbólicos.
Debía ser una odisea viajar en esos tiempos,sin avión ,sin coches y con barcos que navegaban por mares practicamente desconocidos.
Ignoraba ese estilo de construcción, resulta un poco desequilibrado,me recuerda mas a un bloque de pisos de estos modernistas que se hacen actualmente que a una pirámide egipcia.
Comoi siempre, fantástico recorrido audio visual.

Saludos

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, Gennetticca. Y sin embargo, talud-tablero ha soportado varios temblores, una conquista y quién sabe cuántas cosas más.

El camaleoncito y sus dientes, así como la tortilla, simboliza el eclipse.

Voy a actualizar con unos versos de sor Juana, y a corregir la fecha del Paso de Cortés, quien mi hermano me informa que fue en 1519.

Enrique Arias Valencia dijo...

Mi hermano me corrige mis observaciones sobre el calendario mexica. Actualizo con base en sus datos: el año diez caña sí forma parte del Canon.

Atilio dijo...

Excelente narración y descripción. Muy informativa.
Sin querer ser cínico, debo decir que haces de cualquier tema un deleite.

En cuanto a las complicaciones innecesarias de las historias de Verne, ello me recordó a mí mismo cuando de pequeño mirando una peli me sorprendía al constatar lo poco práctico que eran los personajes, particularmente el villano.
Así pues exclamaba yo: "pero porqué no se escapa?! (o no lo mata - al bueno- o no se calla la boca, etc.) y mi padre me instruyó bien contestando: "porque si hiciese eso no habría película".

La abuela frescotona dijo...

Ariastoteles, contigo me ilustro, de una cultura que casi no conozco, solo de ver en el cine.Que riqueza tiene tu país ¡¡¡

un abrazo estimado amigo

Anónimo dijo...

Es sorprendente amigo, me gustaria tanto poder visitar todo esto algun dia. Creo que me moriria de ver tanta belleza.

Un fuerte abrazo y gracias por todo esto!

Enrique Arias Valencia dijo...

Oceanida:

La belleza de tu corazón está preparada para todo esto.

Jack Astron dijo...

Julio Verne también fue uno de mis ídolos de juventud, y no tenía idea que había visitado estos monumentos.

¡Saludos!

Anónimo dijo...

Extraordinario y fascinante artículo, maravillosamente escrito. Äriastóteles: ¿eres un poeta? Mas la pregunta sobra, pues obviamente sólo un poeta puede tener una capacidad semejante para evocar paisajes y territorios míticos a fuer de reales, lejanos en el espacio y el misterio(al menos para quien esto escribe) pero cercanos en la imaginación y el deseo, cincelados con palabras exactas y hermosas, y esculpidos en el tiempo.

Enhorabuena por esta hermosa página.

Enrique Arias Valencia dijo...

¡Hola, Jack! Es maravilloso que estés aquí. ¡Que nuestra vida sea como una novela de Julio Verne, un viaje extraodinario en el tiempo y en el espacio!

Juan Carlos: Muchas gracias por tus palabras. La brillantez de los argumentos de tu blog es también un indicio de tu acertada sensibilidad.

Una abrazo a ambos.

La Columna Irreverente dijo...

Estimado tocayo mexicano, te estoy visitando para devolverte la visita y de paso instruirme de ese fastuoso mensaje de las viejas piedras de tu gran país, que tan bien recoges e interpretas para nuestro deleite. Me alegro mucho que te haya gustado el artículo del Manuscrito Voinich; quizás también te guste la trilogía del Martillo de las brujas, el Malleus Maleficarum y Los Papas de la Inquisición, que son los últimos publicados.
Un abrazo, amigo. Congratulaciones por tu fontana cultural, en la seguridad que regresaré por más del mismo maná.
Un afectuoso saludo desde Melbourne, Australia.