domingo, 25 de diciembre de 2011

lunes, 19 de diciembre de 2011

Como esteta en mi viejo San Juan

Enrique Arias Valencia

No es tiempo de deciros porqué abandoné a mi iglesia; tal vez ella me abandonó a mí; tal vez nunca la he dejado por completo. Por eso soy un atormentado nostálgico, y de vez en cuando vuelvo a ella para deleitarme con sus besos, porque besos son sus ritos y fiestas para el esteta de oído siempre atento. Es así que el domingo 18 pasado asistí a una representación teatral que se efectuaría en el altar mayor del Templo de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, en las inmediaciones de los barrios de la Postal y la Álamos.


La función consistiría en una pastorela que presentarían los niños del Libro Club de la colonia Postal. Pastorelas son representaciones teatrales de carácter popular que los frailes franciscanos instauraron en el Virreinato de la Nueva España tras la conquista española. Alguna vez en este mismo templo, como un episodio de mi juventud partida, yo también me uní al grupo de la san Juanita para participar en una puesta en escena de esta naturaleza. Y quiso la suerte, o quiso un Dios desconocido que aquel futuro ateo interpretase en aquella ocasión el papel del Diablo. En las pastorelas el Diablo debe ser la figura más importante; y sin embargo, su papel debe ser cómico. Satanás galán, forma de la forma más estética, es bella tempestad e impulso de vida, obra y palabra. Si su acto es intempestivo, la aparente contrariedad puede hacernos reír. En esta ocasión la jovencita Paty, interpretó el papel del Diablo principal, quien acompañada por Monteserrat pretendían embriagar a los mismos ángeles para evitar que éstos dieran noticia a los pastores del milagro de Belén. Tras los acores del O Fortuna de Carmina Burana, todos los diablos se enfrentaban a los coros angélicos, quienes eran anunciados por el Gloria de Vivaldi.


¿Es un fruto del azar el que San Juan de los Lagos esté ahora en manos franciscanas, las mismas de aquella hermosa orden que inventaron las pastorelas para aleccionar en los misterios evangélicos a los indígenas del México recién conquistado, herida abierta, amor de los misioneros?



En el Gita, Arjuna deberá enfrentarse en la guerra a sus amigos. Hoy aquí, en el templo de mi juventud, a pesar de mi ateísmo yo soy un Arjuna al revés: más de veinte años después de mis primeras diabluras, frente a mí están los hijos de mis amigos de adolescencia. La Virgen María es Ana Victoria, hija de Sergio y Mariana. Gerardo es diablillo y su hermanita Karla es Serafín. Alfredo y Karla, padres de estos dos niños también participan tras bambalinas. En el público, a mi lado está Max Courrech, quien me ha tomado la foto de la balaustrada románica que acompaña esta reseña.


Por lo tanto, a pesar de mi ateísmo galopante, desde estas páginas les deseo a mis lectores:


¡Feliz Navidad!



¡Je je je! (que así se ríe el esteta)