martes, 31 de marzo de 2009

Nueva magia de Tlayacapan

Enrique Arias Valencia


Para mí el arte es una analogía de la Creación de Dios, un acto de la encarnación en pequeño en que contemplamos, aunque el artista lo ignore, algo de la belleza del verbo.
Javier Sicilia


Hoy que mi voz se diluye en vuestra memoria, puedo ya expresar sin sonrojarme que yo soy a la religión y el ateísmo lo que la inquieta ambivalencia es a la positiva sensualidad. Y no hagáis mucho caso a aquel que dijo que al tibio el mismo Dios en persona lo vomitaría, pues puedo aseguraros que en ambos casos me comporto de una manera muy ardiente.

Por eso, no tengo recato en ser un ateo que de vez en cuando sale a buscar a Dios en un poblado lejano, con todo y vano empeño capaz de encontrarlo en una coqueta capillita, y a la sazón increparle su tan invisible amor y en seguida partir hacia un nuevo encuentro de pasión, ya que antes que ateo o siquiera agnóstico soy un irracionalista, pues yo soy una cosa, y la razón es otra. Hoy les prometo que los nombres de los templos que les doy en esta reseña están muy bien cuidados, y sólo se desliza una confusión con la atribución correcta a la misteriosa capilla de los Reyes, que he revisado ya, a otros viajeros también complica.

Hoy sé que la capilla ardiente de la divinidad que durante mi visita anterior la bebé gloriosa me señaló en lontananza aquella tarde gris de gris matiz es la de la Natividad. Con ollas a manera de macetas en el atrio, arco atrial con piedras de río, corona de macetas, cruz de Jesús y cerrada con breve candado. Presidida ésta por una capilla que sólo es espadaña, “De la Concepción”.

Me presento ante esa gigantomaquia atrial de arcos y columnas dóricas, que con su Cancerbera reja impide el paso a Santiago, coloso de dos torres. Hoy no he visto al pavo real, seguramente lo han puesto a la leña y lo han cenado. Gracias a las indicaciones de los lugareños, arribo a una capilla diminuta en su pequeñez que parece ser la de Los Reyes, con un árbol seco que la preside en color hueso; candado insalvable, inexplicable olor a canela. Unos niños me dan las señas para llegar a la así llamada capilla La Cruz, amarilla y fea, pues fue construida durante el horrible siglo XX.

Pero no todo está perdido, pues hoy sí pude entrar al templo de San Juan Bautista. El triángulo domina el conjunto de la fachada, ya que el colosal edificio indocristiano tiene contrafuertes triangulares, con arcos de medio punto al centro, como es la costumbre del lugar. En el culmen los cinco arcos de la espadaña lucen el blanco de la portada, discretamente ochavada. Frontones triangulares: uno sobre la espadaña, otro sobre el arco de la ventana del coro. Puerta principal con arco de medio punto. El interior del templo es románico, y su feo altar neoclásico sólo nos hace suspirar por el pasado del Siglo XVI, sin ese armatoste de columnas corintias. Al lado el convento, que hoy es museo. El jardín del atrio está lleno de árboles, y como ya es primavera, todo es verde. Muy cerca de aquí hay una ceiba o pochote, árbol robusto que germinó en esta tierra en tiempos remotísimos, incluso antes de que Cortés hollara el suelo de México.

Intento asistir al encuentro con mi vieja conocida capilla de San Nicolás, y está ¡cerrada! Al menos su pardo perfil románico me consuela al no poder entrar en esta capilla, a pie de carretera.

Santa Ana, en las faldas del cerro de los gatos o Amixtepec, con su barda atrial de arcos invertidos, que en opinión del arquitecto Agustín Moro son de muy mal gusto. De cualquier modo, la portada triangular de la capilla, hoy rosa mexicano, espadaña feliz, es una invitación a entrar. La capilla es sombría, pero el aire que se respira es agradable, animado por un ramo de flores frescas. Y hete aquí que en las blancas paredes del fondo de esta capilla aparece una cenefa baja de chalchihuites rojos al fresco. Cada chalchihuite consiste en el trazo de un par de círculos concéntricos de rasgo grueso y seguro. El chalchihuite es el símbolo ancestral mesoamericano de la sangre. Si aparece en un templo católico, quizá señale la creciente redentora. El fresco no está muy bien conservado; tal vez los círculos hayan sido delineados en el siglo XVI. Soy un completo cursi casi culto, y la oportuna aparición de la cenefa de chalchihuites me conmueve hasta las lágrimas. Bien dice Javier Sicilia que "La Iglesia sabía, por los misterios de la encarnación, que desde que Cristo ascendió a los Cielos sólo el arte es capaz de hacer visible su presencia". Y la pálida luz de las veladoras ilumina la escena.

Fue en Santa Cruz de Altica donde la vez pasada me encontré con mi efímera acompañante. Únicamente dos capillas de Tlayacapan tienen planta de cruz latina, y ésta es una de ellas.

Santa Cruz Tlazclachica es la ermita más pequeñita. Está en una esquina. Su nombre en náhuatl quiere decir pan de maíz, que en el México actual se llama tortilla.

A la alegre capilla de la Exaltación le tocó estar al lado del vetusto panteón. Entré dos veces, una por la tarde y otra por la noche, que por fortuna todavía estaba abierta. La espadaña azul de esta capilla tiene un detalle que me hace enloquecer de esteticismo. Así es, un par de chalchihuites de piedra negra la engalanan.

San Lorenzo es blanca y pequeñita. Está al pie del Cerro de la Ventanilla. La capilla de Nuestra Señora del Tránsito también está muy cerca de la Ventanilla, es como de cuento de hadas. Su figura amarilla brillante, torre barroca, contrafuertes enormes, almenaje en la portada junto a la laguna, está en una suave pendiente, camino ya de la subida del cerro. Una de las ramas de un enorme árbol baja a beber al estanque circular. Las veloces nubes de semillitas se dispersan con la ayuda de Ehécatl, el dios del viento.

En el pueblo dicen que es cosa de grande maravilla y gozoso desconcierto visitar las pirámides mesoamericanas que están en el Cerro del Tlatoani, que era el nombre que los indígenas daban a sus principales. Y allá voy, sube que sube. Cuatro halcones chillaron sobre mi cabeza, un pequeño cenote con su misterioso lago era rodeado por un montón de piedras, hasta me enteré de que el paraje pertenece al sistema Chichinautzin; pero no pude llegar donde la pirámide. Dicen que al conquistar la cima del Tlatoani hay que cruzar una cueva y allende la cuevita, aparece el monumento. No pude ganar la cima, la ascensión era interminable, y la noche estaba por caer, así que volví sobre mis pasos, con el bosque del orden de los coniferales a la vista. No obstante, el apremiante e incorpóreo púrpura del Popocatépetl bien valió el recorrido.

El Rosario es la capilla de la portada más bella, por las proporciones de su espadaña y su arco bajito. San Martín Caballero es casi como un cofrecito de Olinalá, Guerrero, con sus fabulosos ciervos acosados por lobos y su águila bicéfala, que recuerda el escudo de los Austrias. Toda la portada es filigrana, con delicado arquito en diminuta corona de la espadaña. En el interior, en la pared bajo el coro, destacan los bajorrelieves de unos personajes de manufactura indígena.

Y llego por vez primera a San Diego, pequeñísima, rodeada de árboles de la clase de las coníferas. San Jerónimo: atrio libre. La Magdalena, muy cuadrada, a unas cuantos pasos, diminuta y permanentemente cerrada, pues la cerca de alambre que la rodea no tiene ni un acceso.

San Miguel, la de los dos contrafuertes triangulares, con arcos laterales y una buganvilia. Hace un mes, ahí retocé con mi amiga, para hacer verdad las palabras de Javier Sicilia, el certero poeta: "El amor es la herida que Dios abrió en el flanco de la especie para romper su soledad original". Trágicamente, en el atrio de esta capilla me sorprende la noche, pues parece que me faltará una capilla por visitar, quizá la de Los reyes, como apunté arriba, o la de la Concepción, según otras pesquisas.

En su testamento, Dios antes de morir me dio en herencia amigos. En el puesto donde ceno, Dulce María, una niña, me invita a ver una película. Sobra decir que no puedo verla completa. Con breve escala en Oaxtepec, tomo el bus para la Ciudad de México, y regreso al Desierto Cultural.




¡Más sobre la magia de Tlayacapan!

lunes, 30 de marzo de 2009

¿Qué es el amor cristiano?

El amor es la herida que Dios abrió en el flanco de la especie para romper su soledad original.

Javier Sicilia en La confesión

domingo, 29 de marzo de 2009

Y los fieles, ya saben ya saben...

La Iglesia sabía, por los misterios de la encarnación, que desde que Cristo ascendió a los Cielos sólo el arte es capaz de hacer visible su presencia.

Javier Sicilia en La confesión

sábado, 28 de marzo de 2009

Dios, arte y poesía

NO VAMOS A ESPERAR A QUE LOS CIENTÍFICOS DESCUBRAN LO QUE LOS POETAS YA SABEN

Para mí el arte es una analogía de la Creación de Dios, un acto de la encarnación en pequeño en que contemplamos, aunque el artista lo ignore, algo de la belleza del verbo.
Javier Sicilia en La confesión

viernes, 27 de marzo de 2009

Inspiración

Cuando persigas tu dicha absoluta...
se abrirán puertas
donde jamás hubieras dicho que las habría;
y donde nadie más encontraría una puerta.
Joseph Campbell

Así están las cosas

Me he enterado ya de que el golpazo de SBMG Norte ha sacudido a varios usuarios de YouTube. Los comentarios en varios foros y blogs, abundan:
También estoy en contra de la creación de ciclopistas en la Ciudad de México, pues siendo yo peatón nunca ha habido un solo ciclista que me ceda el paso.
Un saludo cordial, y que el Sagrado Círculo Cuadrado os ampare.

jueves, 26 de marzo de 2009

Tú y yo, desiderata

Permite que regrese a buscar tu corazón,
e imaginar que puedo besarlo
pleno de gratititud y delicada pasión
como me confiaste tus brazos
cuando aquel amanecer besé tus labios.

Déjame volver a jugar a ser niño
con tu alma a la luz de la Luna
y de Venus, entrambos el guiño
Y es así como descubrirás
el valor de las pequeñas cosas.

Como yo descubrí el valor de lo pequeño
en lo más grande: un año que sólo fue un instante.
Y la vida es así, un vuelo de dos almas
que cada una abraza un ala
mientras la otra la extiende al infinito.

Pues no hay mayor fantasía
de ver que de vez en cuando
los más caros sueños
se cumplen por dos.

Como si de pequeños
duendes se tratase
dos ángeles velan
por vernos de nuevo.

Como si de dos hadas se tratase
nuestras almas jugaron sin cansarse.
Más allá de mis recuerdos,
yo te espero: feliz eternidad.

miércoles, 25 de marzo de 2009

¿Cuándo es tiempo de carcajearse?

Enrique Arias Valencia

Yo mismo me he ceñido
esta corona, nido de rosas,
señal del que ríe, sin prisas,
de la frente abarcadora,
yo mismo he santificado la risa.
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra *

Parece que hay una epidemia de mal humor en Internet. Allá lejos, hace tiempo que subí a Youtube un video en cuya ficha técnica se aclaraba que se trataba de una parodia de un tema del compositor Juan Gabriel. No creo que mi engolada voz sirva como desorientación de que lo que hago sea en serio, pero de todas formas los chicos de SBMG Norte no se anduvieron por las ramas y pidieron a la más famosa página de videos que retiraran el material audiovisual en cuestión quesque porque infringe los derechos de autor.
La notificación no logró quitarme la sonrisa, pues irónicamente, parece que los chicos se tomaron en serio mi voz; cosa que les agradezco. Si leen este artículo, y desean hacerme una audición para grabar con ellos, incluso estoy dispuesto a firmar un contrato con SBMG Norte.
Pero para como están las cosas, creo que vosotros, amados lectores y videoescuchas ya no podrán reírse de mi terrible voz, y mientras no surja alguna otra eventualidad, sólo podrán reírse de mí cuando me lean.

También estoy en contra de la creación de ciclopistas en la Ciudad de México, pues siendo yo peatón nunca ha habido un solo ciclista que me ceda el paso.

Un saludo cordial, y que el Sagrado Círculo Cuadrado os ampare.
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*La versión versificada es mía.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Xochimilco, de Agustín Lara

Eugenia León "Xochimilco" de Agustín Lara



Los acordes de este arreglo me recuerdan La niña de los cabellos de oro, de Debussy.

martes, 17 de marzo de 2009

Farolito

Soprano peruana Ana Maria Parodi, "Farolito", de Agustin Lara




Excelente interpretación.

lunes, 16 de marzo de 2009

Alfredo Kraus y su "Noche de Ronda"

Alfredo Kraus y su "Noche de Ronda"

Intérprete: Alfredo Kraus
Pieza: Noche de Ronda
Compositor: Agustín Lara



El mundo es una noche de ronda, sólo es eso.

domingo, 15 de marzo de 2009

sábado, 14 de marzo de 2009

Ensueño material de una noche de concierto invernal

Enrique Arias Valencia

Para Carlos, un amigo que canta.

Mi estimado amigo, el señor tenor Carlos Courrech Sánchez tuvo el exquisito gesto invitarme al concierto en que él intervendría como miembro del Coro de la OSEM el 14 de marzo de 2009, en el Foro al aire libre Felipe Villanueva, en el que la Orquesta Sinfónica del Estado de México bajo la batuta de mi gran tocayo Enrique Bátiz interpretó un hermoso programa de concierto.

Escenario vivo, bosque luminoso, chopos ¡ay! memorables, cipreses flameantes, abetos misteriosos y pinos altísimos, el Sueño de una noche de verano de Mendelssohn es una de esas raras joyas cuya obertura siempre suena fresca, a pesar de las travesuras de las hadas, siempre listas a abandonarnos tan pronto quedamos prendados de ellas.

Concierto N° 2 en Do menor para piano y orquesta de Rachmaninoff, con su luna misteriosa en una fresca noche de marzo. El corazón destrozado corre por mi cuenta, el Allegro scherzando es por cuenta de la solista, Jie Chen; y a decir verdad, es inevitable recordar a Luis Miguel o por lo menos a Eric Carmen durante el Adagio sostenuto.

O Fortuna, de Carmina Burana, con mi amigo en la cuerda de los tenores y estos versos inevitables:

“¡Oh, Fortuna,
velo de la luna,
vida detestable,
status variable”.

Queda igual de bien en latín y en español; pero el coro, respetuoso de la tradición, cantó los versos en el macarrónico latín en el que está escrita Carmina Burana, de Carl Orff.

Quizá sea cierto eso de que Dios no tiene esencia, pero en el Coro de los ángeles, de Cristo en el Monte de los Olivos, op. 85 (1803), de Beethoven, la esencia de los ángeles es la misma que la de todos los hombres que se hacen hermanos al amparo de la Hija del Elíseo. Quien lo dude, que lo escuche: “Gotter Funken!” sin duda.

Marcha 2° acto, Tannhäuser. Desde que Venus nos dejó solos, mi refugio es la Virgen María, verdá segura de Dió. Mi directora espiritual me ha pedido algo muy absurdo: “Deberías hacer una recopilación de tus poemas en un libro y ofrecerlos a una editorial”. No le voy a hacer caso, pues la respuesta a su petición es contundente: no se pueden hacer versos sin musa, y yo ya no tengo musa.

Coro de los herreros, de Il Trovatore, de G. Verdi. En esta ópera los yunques se escuchan divinos, sencillamente melodiosos. Visiten una herrería para que vean que Verdi supo hacer música sublimando los durísimos martillazos de la existencia. ¡Si la vida tuviera el pudor de aprender un poco del arte! ¿Se imaginan? ¡La vida prosaica sería una obra de arte!

Marcha triunfal y ballet de Aïda, de Verdi. Una paradoja: mientras se escucha la marcha triunfal Aïda está presa, deseándole al Faraón que regrese vencedor de aplastar al propio padre de la ingrata etíope. O quizá no sería tan paradoja si dejáramos de idealizar a las mujeres. Siempre tienen algo más importante que hacer que atender la presencia de aquellos a quienes, en días lejanos, cautivaron con sus cantos.

Va pensiero. El coro de los esclavos de Nabucco es tajante: “Iros a hacer ladrillos sin paja”, ha sentenciado Dios, que es tanto como decir: “Id a hacer vuestra vida sin la ayuda de Dios”. ¿Verdad que es imposible? Y sin embargo, como los ladrillitos de los esclavos judíos, que los hornearon sin paja, sí es posible vivir sin la esencia de Dios. Lo estamos haciendo ahora, pro arte nostra. ¡Salud!

TOÑA LA NEGRA: Noche tropical

TOÑA LA NEGRA: Noche tropical

Pieza: Noche tropical
Autor: Agustín Lara
Cantan: Toña la negra y Pedro Vargas



Mi amigo Prósopero Emanuel Cházaro Álvarez era nieto de Toña la Negra. A él lo conocí en la secundaria. No lo he vuelto a ver. ¿Qué sería de él?

viernes, 13 de marzo de 2009

Corazón, corazón

Canta: Pedro Infante
Pieza: Corazón, Corazón

jueves, 12 de marzo de 2009

Homenaje a la marimba

La Marimba, de Agustín Lara
Canta: Lola Beltrán


miércoles, 11 de marzo de 2009

Divina Lysi mía

Expresa su respeto amoroso: dice el sentido en que llama
suya a la Señora Virreina Marquesa de la Laguna.

Sor Juana Inés de la Cruz

Divina Lysi mía:
perdona si me atrevo
a llamarte así, cuando
aun de ser tuya el nombre no merezco.

A esto, no osadía
es llamarte así, puesto
que a ti te sobran rayos,
si en mí pudiera haber atrevimientos.

Error es de la lengua,
que lo que dice imperio
del dueño, en el dominio,
parezcan posesiones en el siervo.

Mi rey, dice el vasallo;
mi cárcel, dice el preso;
y el más humilde esclavo,
sin agraviarlo, llama suyo al dueño.

Así, cuando yo mía
te llamo, no pretendo
que juzguen que eres mía,
sino sólo que yo ser tuya quiero.

Yo te vi; pero basta:
que a publicar incendios
basta apuntar la causa,
sin añadir la culpa del efecto.

Que mirarte tan alta,
no impide a mi denuedo;
que no hay deidad segura
al altivo volar del pensamiento.

Y aunque otras más merezcan,
en distancia del cielo
lo mismo dista el valle
más humilde que el monte más soberbio,

En fin, yo de adorarte
el delito confieso;
si quieres castigarme,
este mismo castigo será premio.

martes, 10 de marzo de 2009

PURO AMOR

PURO AMOR, QUE AUSENTE Y SUS DESEOS DE INDECENCIAS
PUEDE SENTIR LO QUE EL MÁS PROFANO

Sor Juana Inés de la Cruz

Lo atrevido de un pincel,
Filis, dio a mi pluma alientos:
que tan gloriosa desgracia
más causa corrió que miedo.

Logros de errar por tu causa
fue de mi ambición el cebo;
donde es el riesgo apreciable
¿qué tanto valdrá el acierto?

Permite, pues, a mi pluma
segundo arriesgado vuelo,
pues no es el primer delito
que le disculpa el ejemplo

de ti, peregrina Filis?,
cuyo divino sujeto
se dio por merced al mundo,
se dio por ventaja al cielo;

en cuyas divinas aras,
ni sudor arde sabeo,
ni sangre se efunde humana,
ni bruto se corta cuello,

pues del mismo corazón
los combatientes deseos
son holocausto poluto,
son materiales afectos,

y solamente del alma
en religiosos incendios
arde sacrificio puro
de adoración y silencio.

Yo, pues, mi adorada Filis,
que tu deidad reverencio,
que tu desdén idolatro
y que tu rigor venero:

bien así, como la simple
amante que, en tornos ciegos,
es despojo de la llama
por tocar el lucimiento

como el niño que, inocente,
aplica incauto los dedos
a la cuchilla, engañado
del resplandor del acero,

y herida la tierna mano,
aún sin conocer el yerro,
más que el dolor de la herida
siente apartarse del reo;

cual la enamorada Clicie
que, al rubio amante siguiendo,
siendo padre de las luces,
quiere eñsenarle adimientos;

como a lo cóncavo el aire,
como a la materia el fuego,
como a su centro las peñas,
como a su fin los intentos;

bien como todas las cosas
naturales, que el deseo
de conservarse, las une
amante en lazos estrechos...

Pero ¿para qué es cansarse?
Como a ti, Filis, te quiero;
que en lo que mereces, éste
es solo encarecimiento.

Ser mujer, ni estar ausente,
no es de amarte impedimento;
pues sabes tú que las almas
distancia ignoran y sexo.

¿Puedo yo dejar de amarte
si tan divina te advierto?
¿Hay causa sin producir?
¿Hay potencia sin objeto?

Pues siendo tú el más hermoso,
grande, soberano exceso
que ha visto en círculos tantos
el verde torno del tiempo,

¿para qué mi amor te vio?
¿Por qué mi fe te encarezco,
cuando es cada prenda tuya
firma de mi cautiverio?

Vuelve a ti misma los ojos
y hallarás, en ti y en ellos,
no sólo el amor posible,
mas preciso el rendimiento,

entre tanto que el cuidado,
en contemplarte suspenso,
que vivo asegura sólo
en fe de que por ti muero.

lunes, 9 de marzo de 2009

Carta a Ufemia

Atribuida varias veces a Chava Flores. (Mi hermano sostiene que esta canción es de Rubén Fuentes. Yo he investigado un poco más, y parece que entonces la autoría sería de Rubén Fuentes y Tomás Méndez)

Cuando recibas esta carta sin razón,
Ufemia
ya sabrás que entre nosotros todo terminó
y no la des en recibida por traición,
Ufemia
te devuelvo tu palabra
te la vuelvo sin usarla
y que conste en esta carta
que acabamos de un jalón.
No me escrebites
y mis cartas anteriores no sé si las recibites
tu me olvidates
y mataron mis amores el silencio que
les dites
A ver si a ésta si le das contestación,
Ufemia
Del amor pa´ que te escribo
y aquí queda como amigo
tu afectísimo
y atento y muy seguro servidor.

domingo, 8 de marzo de 2009

San Lorenzo Tlacoyucan

Enrique Arias Valencia

¡Yo viví en Milpa Alta diez años, los mejores de mi vida, se lo aseguro! Mirándome con cara de pocos amigos, el viejo dejó de fumar su pipa, y agregó: “¿Y qué lo trae a usted a San Lorenzo Tlacoyucan?” Le extendí la mano y repliqué: “Vine a visitar al presbítero del templo, el Señor Cura Don Fernando G. Esquivel Juárez. Sí, ya sé que tratándose de un sacerdote su nombre es un tanto cuanto irónico, usted sabe, vivimos en el México del muy anticlerical Benito Juárez”… Tosiendo, el viejo volvió a soltar su pipa, y rió a carcajadas, tras lo cual sentenció: “¡Creí que el nombre le resultaba irónico por tratarse de un tocayo de Fernando G. Toledo, vuestra merced ya ha de estar enterada, el famoso ateo de Internet, quien se diferencia de su primo por ponerse sólo la G de Gabriel!”…

No lo dejé terminar. Su respuesta me dejó frío. “¿Conoce usted, al señor Toledo?” Le pregunté atónito. El viejo se quitó las botas y les dio un largo soplido. Una fugitiva nube de polvo salió en dirección contraria a nosotros. A continuación me tomó del brazo y me contestó: “Tanto como conocerlo en persona, no. Ya ve que en estos tiempos el mundo se ha vuelto muy pequeño, y muy ateo. Gracias a Internet ya sé visitar foros y conjugar verbos: ‘Yo soy ateo, tú eres ateo, él es ateo, nosotros somos ateos’. Nunca participo en ninguna discusión electrónica, pero desde aquí, desde mi parcela ejidal, defiendo el ateísmo como si de una trinchera se tratase”. Miré su seca y desolada tierra. En el tejado de su cabañita se asomaba una antena de conexión inalámbrica. A varios kilómetros de distancia, no se veía un alma, ni siquiera la nuestra, porque el alma no existe, eso ya lo sé muy bien. Aquí Pedro Páramo saldría de su confusión, seguro que sí. El viejo continuó con su interesante monólogo.

“¿Ha visto alguna vez el pequeño museo de idolitos mexicas que el Señor Cura se ha montado en su despacho? Es muy completo. Un día de mi lejanísima juventud, tras haber visto más de trescientas figurillas, no pude aguantarme las ganas y pensé: Seguro que al menos uno de estos pinches cabrones sí representa al verdadero Dios. ¡Son muchísimos y muy variados! ¡Cuánta imaginación tenían los mexicas! Por estadística, de existir Dios, está en una de las vitrinas del despacho del Señor Cura. Cuando se lo conté a doña Macuquita, la cruel viejita fue a exigirle al Señor Cura que me excomulgase. Yo me reía mucho, pero cuando vi a los macheteros afilando sus instrumentos, tras salir de una asamblea donde la Macuquita, harto me asusté. Desde entonces no me paro en la iglesia”.

Rete bonito que se ve el Teuhtli desde aquí, ¿verdad? Son fregaderas eso de que en las fotos salga así, pequeñito. Es un volcán en escudo, soberbio y majestuoso. (El viejo era un convencido enamorado del paisaje milpaltense. Chupó con nostalgia su pipa). En ese momento nos interrumpió un niñito desnudo, que al acercársenos comenzó a gritar: “¡Nican Mopohua!”, y se echó a correr. El viejo se quitó el cinturón, y dijo: “¡Nieto miserable, mas ahorita vas a ver!” Pero el niño trotaba feliz como un corcel endemoniado entre el deslucido maizal, y el pesado abuelo no pudo darle alcance.

El viejo se sonrojó: “Usted disculpe, estos niños creyentes de hoy no saben darnos buen ejemplo a los ateos de ayer. Richard Dawkins nos la pone fácil. Dice que no hay que hablarles de Dios a los niños. Yo nunca les hablé de Dios a mis hijos, pero aquí en el campo se les aparece por todos lados. Lo ven en las nubes, en la lluvia, en los maizales, en la tierra, en el Sol, en la Luna. Debe ser cosa de nuestros antepasados indígenas, porque un día hasta yo creí verlo, y tuve la imprudencia de despertar a mi nieto al amanecer: ‘¡Mire, Henry, qué bonito está el cielo! ¡Para mí que así es Dios!’, le dije emocionado, porque las nubes estaban aborregadas, rosa del amanecer. Yo lo decía en sentido metafórico, digamos poético, porque se veía muy bonito el firmamento, era Cosmos y no caos; no que en la iglesia le ponen a uno una estatuilla de San Martín de Porres. Pero debo de ser muy mal poeta, porque mi nieto ya no terminó de escucharme; rasgó sus vestiduras, se arrojó un puño de tierra en la cabeza y salió a buscar a Dios”.

El chamaco dice que lo encontró en la lengua. Vuestra merced sabe, aquí en Milpa Alta la lengua es muy importante. A mi nieto se la enseñaron en el Calmécac, el edificio donde se preservan las vetustas enseñanzas de los naturales de estas tierras. Por eso mi niño no se cansa de repetir:

Nican mopohua, motecpana,
in quenin yancuican
hueytlamahuizoltica monexiti
in cenquizca ichpochtli
Sancta Maria Dios Inantzin
tocihuapillatocatzin, in oncan Tepeyacac,
motenehua Guadalupe.


“¡Hasta se lo sabe completo! Los jóvenes son tan cándidos. Vuestra merced perdone, Don, pero ya ve qué irreverentes son los chiquillos de hoy. No saben respetar a sus mayores. No crea que mi nieto está siempre así de alebrestado; también sabe ser melancólico, y entonces se pone a repetir la frase: ‘Algún día’ con la mirada casi vacía. Y agarra una cara como la de un comediante que me pareció haber visto en YouTube. Yo cuando lo veo así, no sé porqué pienso que todos nosotros sólo somos reflejos de personas que viven en un universo paralelo a éste, algo así como los multiversos dichosos de Richard Dawkins. Hasta el Señor Cura Fernando G. Esquivel, de este pueblo de Tlacoyucan, debe tener su contrapartida en algún universo paralelo, muy cercano a éste. O quizá, en cierto nivel, usted, mi nieto y yo sólo seamos personajes de una historia mal contada. ¡Quién sabe! Pero no me haga caso su merced, que estas últimas sólo son figuraciones mías, y nada tienen que ver con mi ateísmo racionalista.

Cuando se enteró de la conversión de mi nietecito, doña Macuquita se ofreció a ser madrina de primera comunión del escuincle. Su servidor no asistió, porque como ya le digo, yo no me aparezco en la iglesia por temor al linchamiento. Y eso que en la fiesta no faltó el estridentista que gritara: ‘¡Viva el mole de guajolote!’ Con lo que me gusta el mole. El platillo lo trajeron del pueblo de San Pedro Atocpan, ansina allá, tras lomita”.

A decir verdad, no creo que al viejito lo linchen por ateo. Aparte, a mí me asombra que su nieto se sepa de memoria un discurso en náhuatl, aunque la queja del abuelo es que se trata del texto que narra las apariciones –supuestas apariciones, Dawkins y amigos Dixit– de la Virgen de Guadalupe, la Señora del Cielo quien, si me permiten un fragmento en una pasadera traducción versificada, sabremos que a Juan Diego aseguró:

Sábelo bien, tenlo por cierto,
hijo mío, tú el más pequeño,
que yo soy la Virgen perfecta
siempre Casta, María santa.

Cauce del verdadero Dios viviente
de la Causa cabe quien está todo,
sábelo bien que es mi vivaz retoño,
estampa fiel de aquel por quien se vive.

El autor del mundo y de su asunto,
Causa de las personas, en conjunto
el dueño en voluntad del firmamento,
Señor del cerca y dueño del junto,
y del Orbe terrestre, soberano dueño.

Por eso es, ahora te digo
que mucho, quiero
que mucho deseo
que aquí, elevado cerro
bien pronto levanten
mi casita bienaventurada.
Mi sagrada ermita,
mi templo, mi casa.


Quizá ni el viejo, ni yo, ni nadie tenga la más remota idea de lo que es “El Dios del cerca y del junto”, pero este nombre siempre me conmueve. ¡Es tan mexica! Acusa al Dios que está en este mundo, muy cerquita, casi una ironía. ¡La ironía del nombre! Con G de God, con G de Guadalupe, con G de Fernando Gabriel. Yo también me diferencio de “otro” Enrique Arias Valencia por una G; pero en este caso él la tiene y yo no, su nombre, por exceso del mío es Gerardo Enrique Arias Valencia, y es político. Ignoro si somos parientes.

Sé que muchos mexicanos estamos decepcionadísimos de Dios, pero la Virgen de Guadalupe es otro asunto. Su imagen es sagrada por misteriosa, arte del Nahui Ollin, cuatro rumbos del Orbe terrestre, proporción de oro, regalo de rosas. Muchas cosas más platicamos el abuelito y yo mientras los cohetes de la fiesta del pueblo interrumpían con sus devotos chirridos nuestras muy ateas voces. Cuando me despedí del anciano, el Sol ya era poniente. Y eso es lo que aproximadamente significa Tlacoyucan: donde se pone el Sol.

Ocaso de los dioses, sonrisa de la Virgen, feliz domingo para siempre, amén.

sábado, 7 de marzo de 2009

Desiderata

Cuando los ricos compartan su dinero y los sabios su inteligencia, quizá este mundo sea mejor para los que quedamos en medio.
Enrique Arias Valencia

viernes, 6 de marzo de 2009

Aquella tarde gris de gris matiz

Templos 1 Ex Convento de Churubusco

Enrique Arias Valencia

Para mi directora espiritual, con cariño y verdadera gratitud.

Aquella tarde gris nos sorprendió la lluvia
debajo del arco de la puerta del convento.
¿Por qué si Dios no es,
nos sorprendió la lluvia
frente a aquel divino jardín

debajo del arco de la puerta del convento?

Vamos, Dios, olvida que no eres,
y permíteme saber, si es que se puede
qué fue de aquella nube

que derramó raudas gotitas
de transparente azul
aquella tarde gris debajo del arco de la puerta del convento.

Por eso, aunque no creo en Dios
yo quiero agradecer
al ángel aquel
que fue testigo fiel:
pues entre mis manos
sus manos yo tomé,
y a sus labios
de carmín bravío
yo di alcance
con los míos
aquella tarde gris debajo del arco de la puerta del convento.

“¿Dónde está el parque?”
Preguntó el invasor.
A lo que el sitiado replicó:
“Mi estimado señor:
si hubiera parque aquí
no estaría así
en esta tarde gris
cañones y fusil
ante lo que cree usted
que es bravo cuartel
que si se fija bien
en este triste matiz
bien pronto ya verá que sólo es el arco de la puerta del convento”.

jueves, 5 de marzo de 2009

Sobre El Explorador Rannita

El predicador malvado ha publicado una serie de interesantes arículos sobre Otros Mundos. Uno de los posts trata sobre el Explorador Rannita, vago y fresco recuerdo de infancia.





Aquí el enlace sobre el documento.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La Magia de Tlayacapan


Enrique Arias Valencia

Pretender saberlo todo, es una empresa de fracaso. Las vacaciones de diciembre pasado, exilio en abandono agridulce, un austero autobús, que no uno ateo, raudo me llevaba a la Ciudad de Cuautla. Sin embargo, poco antes de llegar a Oaxtepec, una extraña construcción del siglo XVI capturó mi atención. Lo que pude distinguir en un primer instante, juicio equivocado, reflexión estética acertada, fue casi un alcázar. Aljibes y almenas, roca parda, prado silencioso. Un rayo de Sol, regalo de la musa, acertó a seducir mi vista con su invitación a la aventura.
Tras estar un suspiro en Cuautla, regresé donde había sido deslumbrado por tan poco razonable fantasía. Lo que me recibió en el pueblo de Tlayacapan fue un templo católico, el de San Juan Bautista, siglo XVI, con su jardín de ensueños, do platiqué con un anciano que me ofrecía un librito en el que él da cuenta de los cerros que aquel poblado enmarcan, como se desbordan los sueños que de razón nada saben.
Espadaña de campanas, bronce mudo aquel día, tímpano que relinchó en el monte. Los primeros cerros en la nariz de la tierra, que eso significa Tlayacapan, me rindieron a escalarlos como se busca la iniciación en las alturas del Espíritu. Y ahí, en la postrer falda de la Ventanilla, Cancerbero transfigurado en corcel, me negó alcanzar la cima. Nada pude hacer, y volví mis pasos.
Diseminadas a lo largo y ancho del pueblo se encuentran varias capillas, doce o trece, que una se la ha llevado el tiempo, construidas y orientadas según las más estrictas normas mesoamericanas. El labrado y la ornamentación de cada una de estas capillas y ermitas es un desmentido de la Leyenda Negra, pues si hubiesen sido exterminados por la conquista hispana, ¿cómo podrían los indígenas dejar muestra de su arte escultórico, chalchihuites en muros, volutas y envolventes del lenguaje en los frontones?
La primera vez que visité Tlayacapan, fueron quizá cinco o seis templos a los que asistí, amén del mayor, que fue obra dirigida por agustinos, con discreto sello local. Pero las capillitas son hijas del espíritu de los naturales de estas tierras. Son, por lo tanto, arquetipos logrados de lo que Constantino Reyes Valerio llamó arte indocristiano: templos indígenas con fachada cristiana, poco europea, tequitqui y no tequitqui rebosante, sincretismo festivo.
Dispuestas en un enorme terreno en forma de parrilla, buscar las capillitas es un ejercicio del alma dispuesta a fantasear; no es un trabajo de la razón, siempre prisionera de lo que cree que es verdadero, cuando lo cierto es que la lógica es capaz de congelarlo todo, hasta la amistad.
En febrero pasado, huyendo del inmisericorde frío y nublado de la ciudad, supe que tenía una promesa de Sol en Tlayacapan. Por eso regresé. En mi arriesgada soledad, me atreví a subir al campanario de la Capilla de San Martín. La soberbia vista era premiada por los montes cercanos. “El Sol es Dios” dice Turner, y no hay que desestimar esa apreciación en Tlayacapan, cuyo cielo azul celeste aquí a nadie le cuesta.
Pasitos después, antes de entrar a una de las capillas más grandes, creyéndome el sacristán, una bella mujer me preguntó si podía pasar. Por supuesto que accedí, para así entablar conversación con ella. Por lo que platiqué con la joven y por lo que averigüé después, es escaso lo que se ha difundido en Internet sobre las trece misteriosas capillas de Tlayacapan. En las páginas más famosas que hay sobre el poblado, no se les menciona. Curiosamente, sí se les fotografía, pero en mi veloz paso por Google hoy en la mañana no encontré una foto memorable. La capilla donde conocí a mi efímera amiga ostentaba triángulo frontón, planta de cruz latina. Ella me hizo la observación de que le gustaba visitar iglesias de pueblo porque los edificios actuales parecen cajas de zapatos, y estuve de acuerdo. Algo se pierde en la vida del hombre cuando se deja de creer en Dios. Y fue así que visitamos el amplio atrio de la rosada Santa Ana, con sus pilastras deslucidas y sus arcos en los contrafuertes, para después pasar y al muro negro y románico de la ermita de San Nicolás.
¿Qué tanto de lo que se pinta en una pintura impresionista es la evocación de un vaporoso instante, más que la estricta reseña de un momento en concreto? Muy poco fue lo que pude anotar sobre los monumentos, pues no llevaba libreta alguna. Además, caminar es mi obsesión, no escribir. Exaltación, San Martín, la pequeñita, la bella, Cruz de Antiqua (sic en mi apunte, quizá Santa Cruz Tlazatchico [sic a su vez]), María Magdalena, la de los arcos, San Nicolás, Santiago, con una torre y chiquita, así quedaron sentenciadas en una hojita de papel, sin respetar muchas veces el nombre original de los templos y ermitas, como el aficionado que siempre soy.
En todas las capillas había unos letreros, creo que íntegros eran obra del arquitecto Agustín Moro, en el que se daba cuenta y razón de las edificaciones. “Espadaña peraltada, con tres arcos de campanario y sobre ellos, un cuarto arco”. Creo que el apunte anterior se refiere a la Capilla del Santo de la Exaltación, al sur de Tlayacapan. Imafronte, nártex y aperaltado eran caracteres de otra capilla. En todas me arrodillé, antes que a otra cosa, ante el arte.
Ya en compañía de la bella mujer, la conduje hasta la Capilla de San Martín, cuya orientación, según la leyenda que niega el arquitecto Agustín Moro, fue escogida ni más ni menos que por el Emperador Carlos Quinto. En mi inocencia, creo que si algunos ateos fuéramos capaces de disfrutar por entero la deliciosa filigrana, barroco popular en pleno de la portada del templo, seríamos capaces de creer en Dios. Hasta el águila bicéfala de los Austrias fue retratada por las manos de Tlayacapan. Venado y lobo, flor y canto. La cocoxóchitl está de gala en la argamasa.
Tras visitar una diminuta ermita y asombrarnos con las espadañas y almenas de otra, gentil, mi acompañante me ofreció un jugo y una bolsa de empanadas. No nos sentamos a comer, seguimos nuestro paseo. En una de las escenas más bonitas, con una cascada de buganvilias blancas en los muros, deambulamos bajo sendos arcos de los contrafuertes laterales de San Miguel, una capilla de fachada casi triangular. Sólo ella sabe que no miento cuando cuento que hasta un majestuoso pavo real nos sorprendió en el camino. Y fue alcanzar San Ignacio ¿o era Santiago? En fin, la iglesia de ochavada portada, a la cóncava, como es costumbre en Tlayacapan, con amplio atrio de verde pasto, estaba cerrada. Las sólidas columnas dóricas del arco atrial eran tres soberbias muestras de la gigantomaquia mexicana. A lo lejos, la algarabía de la fiesta del pueblo lucía la banda de bronces de Tlayacapan. En la carretera se despidió la mujer, pues pronto anochecería, y ella se hospedaba en Oaxtepec.
Nunca supe cuántas capillas visité exactamente. ¡Eran tantas y tan variadas! Tuve tiempo todavía de buscar tres más. El par penúltimo apareció fácilmente. Unas niñas en el campo jugaban a la seca y cálida tarde. Les pregunté si sabían de una capilla cercana, para más señas, “una casa con una cruz y un campanario”; y todas, salvo la más pequeña, que muy pensativa guardó silencio, me replicaron que por ahí nunca habían visto edificio semejante. Pero la más pequeñita, tres años y medio, casi una bebé, suspendiendo su reserva, de pronto me dijo con voz clarita y segura que tras un cercado estaba mi capilla. Con la rápida caída de la noche era ya difícil caminar, puente sobre la cañada, lucero vespertino; pero cuando llegamos las niñas, la bebé y yo hasta una cerca de alambre, entonces entendí que la infancia es la época de la vida en la que siempre se dice la verdad: con su dedo minúsculo la bebé señaló hacia el horizonte sombrío y tras el coto, la última capilla, inaccesible terreno, lejana y altiva lucía su pardo perfil al cielo del atardecer.

martes, 3 de marzo de 2009

Sobre creencia y demencia

Enrique Arias Valencia

La ciencia reconoce que el yo sólo es resultado de procesos físicos, y que no es algo determinado de una vez y para siempre. Por eso, uno ni siquiera debería creer que es algo definitivo. Hasta el ateo mayor Richard Dawkins reconoce que su ateísmo no es algo definitivo, y en un artículo señaló:

“A Dawkins le gusta bromear diciendo que los ancianos van a misa porque «están trabajando a tope para el examen final». A él no le preocupa que un día, de muy mayor, pueda despertarse y verse atraído por la fe. De llegar a ocurrir, lo atribuiría a la demencia senil”.

A mí me pareció que no necesariamente Dawkins tenía que volverse loco para creer en Dios, que bastaba que probase que el argumento ontológico (demostración lógica de la existencia de Dios) de Kurt Gödel era válido para que el célebre etólogo abrazase la fe. Un agudo ateo argentino me advirtió que el argumento ontológico tiene varias objeciones. Sin embargo, imagino que, llegado el caso Dawkins sería taaaaaaan inteligente como para refutar las objeciones, y creer en Dios con base en la lógica y no volverse loco en el intento.

En resumen: nuestra identidad es una mera invención.

lunes, 2 de marzo de 2009

Reseñas de libros, ahora 5

Jugoterapia
La salud mediante el más natural de los métodos de la naturaleza
Dr. Bernard Jensen
Editorial Yug – Editorial Lectorum
México, 152 págs.

El doctor Jensen está convencido de que las peores enfermedades crónicas pueden prevenirse, tratarse e incluso curarse por completo por medio de métodos naturales que cualquiera tiene a su alcance. Sólo es cuestión de escuchar la voz de la sabia naturaleza, y ella, como la madre amorosa que siempre es, nos brindará los secretos de salud, paz y belleza que tanto anhelamos.
Nuestro bienestar comienza con la alimentación. Si sólo arrojamos comida chatarra al estómago, es inevitable que nuestro cuerpo comience a deteriorarse. En cambio, si nuestra dieta consiste en alimentos naturales, puros, frescos e integrales, es lógico pensar que nuestra salud corporal se verá inmediatamente beneficiada.
Este manual recoge la experiencia de toda una vida dedicada al atento estudio de la relación entre la naturaleza vegetal y la salud humana. Por lo tanto, los conocimientos médicos vertidos son un tesoro de primera mano. Con jugos, cocteles y licuados podemos tratar de la A a la Z, de la anemia al zumbido de oídos: todo. En los jugos se encuentra una mina de oro consistente en vitaminas, minerales y moléculas orgánicas muy útiles tanto para sanos como enfermos. Aprenda qué secretos esconden las frutas, verduras, legumbres y semillas, y cómo podemos convertirlas en los más sanos alimentos que jamás se hayan probado en su mesa. El doctor Jensen incluye completísimas tablas con el tipo de alimento, los elementos predominantes, la forma de prepararlo y las medidas terapéuticas de cada jugo.

Reseñado por: Enrique Arias Valencia

domingo, 1 de marzo de 2009