Enrique Arias Valencia
Nuevamente, este año, asistí a un concierto en el que se interpretó la Novena sinfonía de Beethoven. En el autógrafo que me ha brindado, el tenor José Antonio Díaz apunta: “Para un nonofanático”. A mis amables lectores les suplico que lean este ensayo, pues si bien la obra que he escuchado es la misma de la reflexión anterior, les aseguro que mis juicios son diferentes.
Obertura Coriolano de Beethoven
Tras disfrutar de una fiesta pagana para recibir el equinoccio vernal al pie de la pirámide de Cuicuilco, ahora estoy en el vestíbulo del Centro Cultural Ollin Yoliztli, para asistir al octavo concierto de la temporada de invierno de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, con el Coro Filarmónico Universitario, los solistas Alejandra Sandoval, soprano; Grace Echauri, mezzosoprano; Leonardo Villeda, tenor y Josué Cerón, bajo; todos dirigidos por la batuta de Jorge Armando Casanova. Fuera de la sala, espero a que la soprano Adriana Ruiz Sotelo me entregue un boleto que su esposo, el tenor José Luis Sosa Trujillo me ha prometido. Mientras aguardo la preciada prenda, el tenor José Antonio Díaz charla conmigo. Poco antes de las doce y cuarto, aparece Adriana y me entrega mi billete de entrada. La hermosa aparición de Adriana es saludada por la alegría de mi espíritu. En los caracteres morales se refleja la belleza del alma en forma tal que me hace ver que es en mis amigos en quienes encuentro el mayor deleite ético.
Entro a la Sala Silvestre Revueltas, la cual está atestada. Me sentaré hasta atrás. Como individuo, estoy solo, pero a mi alma Immanuel Kant la ha acompañado a este concierto con su Crítica del juicio. En ella, el filósofo alemán aborda el problema de la estética, y por lo tanto, del arte. He querido, el día de hoy, efectuar una síntesis entre algunos aspectos de esta sección del idealismo trascendental de Kant y la música del concierto que escucharé. Los aciertos son de Kant, los errores son míos, y el deleite de lo bello es universal. Para comenzar diré que el heroísmo de Coriolano place en la realización de su bella finalidad sin fin.
K.200 de Mozart
Kant me invita a reflexionar que el espíritu descubre en el sentimiento de placer y pesar la facultad del juicio de gusto, asombro del principio universal y necesario que, cautivo de subjetividad cree haber encontrado el propósito secreto de la Naturaleza. Juicio por el cual no se puede demostrar nada acerca del mundo, porque dicho principio es en sí mismo indeterminable y por eso no produce conocimiento. Pero encuentra satisfacción en las artes.
¿Puede satisfacernos una sinfonía de Mozart no en tanto que sinfonía sino en tanto que sonido puro? Si la respuesta es sí, luego lo que ha operado en nosotros es el juicio de gusto. ¿Nos gustan los sonidos, el ritmo, la melodía y la armonía? Luego, nos gusta la música.
Novena sinfonía de Beethoven
PRIMER MOVIMIENTO
¿Podemos escuchar el primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven sin esperar identificar alguno de sus temas con alguna situación del mundo exterior? ¿Podemos escucharla desinteresándonos del mundo ordinario? Sí podemos, porque nuestro espíritu estará derramado en la propia música, desnuda de todo asunto ajeno. Sólo se trata del ritmo, el modo, la melodía y la armonía, vertidas en nuestro espíritu sin interés alguno.
Leemos en la Crítica del juicio que “El juicio de gusto es estético”. Kant establece cuatro momentos del juicio estético, el primero, según la cualidad, dice a saber: “Gusto es la facultad de juzgar un objeto o una representación mediante una satisfacción o un descontento, sin interés alguno. El objeto de semejante satisfacción llámase bello”. Yo soy un esteta desde el primer momento.
Intentaré aplicar la anterior definición al primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven. Bello es lo que satisface desinteresadamente. Podemos juzgar el primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven sin interés alguno. Por lo tanto, el primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven es bello.
SEGUNDO MOVIMIENTO
Pareciera que el segundo momento del juicio estético está anunciado en el anterior, pues según la cantidad, el juicio estético nos llevará a saber que: “Bello es lo que, sin concepto place universalmente”. Y si hemos despojado a lo bello de interés, ¿cómo podríamos tener de ello un concepto?
Tomemos como ejemplo el Molto vivace - Presto de la Novena sinfonía de Beethoven. Al ser considerado en abstracto, esto es, sin interés, de ahí se sigue que esta música no tiene concepto alguno que ofrecernos, pues si lo hubiere, de inmediato atraparía nuestro interés.
Por eso, al intelecto, la música no le dice nada, pues su lenguaje no es conceptual, es emocional. Es un asunto de alegría y pesar, nada más. Y dicho sea de paso, el pesar de la música es bello pues es ajeno a nuestros intereses particulares. Es un dolor universal que, sin embargo, en su momento también nos comunica con la sonrisa del universo.
En su Crítica del juicio, Kant trató el asunto de los chistes, recomendándolos como fuente de salud para el cuerpo y el espíritu. Uno de los chistes que cuenta Kant, dice a la sazón: “Otro gracioso cuenta, con gran lujo de detalles, la aflicción de un mercader que, volviendo de las Indias a Europa con toda su fortuna en mercancías, se vio obligado a echarlo todo por la borda, durante una tempestad, y se apenó de tal suerte que en la misma noche encaneció su peluca”. Kant aclara que la gracia del chiste consiste en que la apariencia se resuelve en la nada, mostrando un absurdo.
Nuevamente, este año, asistí a un concierto en el que se interpretó la Novena sinfonía de Beethoven. En el autógrafo que me ha brindado, el tenor José Antonio Díaz apunta: “Para un nonofanático”. A mis amables lectores les suplico que lean este ensayo, pues si bien la obra que he escuchado es la misma de la reflexión anterior, les aseguro que mis juicios son diferentes.
Obertura Coriolano de Beethoven
Tras disfrutar de una fiesta pagana para recibir el equinoccio vernal al pie de la pirámide de Cuicuilco, ahora estoy en el vestíbulo del Centro Cultural Ollin Yoliztli, para asistir al octavo concierto de la temporada de invierno de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, con el Coro Filarmónico Universitario, los solistas Alejandra Sandoval, soprano; Grace Echauri, mezzosoprano; Leonardo Villeda, tenor y Josué Cerón, bajo; todos dirigidos por la batuta de Jorge Armando Casanova. Fuera de la sala, espero a que la soprano Adriana Ruiz Sotelo me entregue un boleto que su esposo, el tenor José Luis Sosa Trujillo me ha prometido. Mientras aguardo la preciada prenda, el tenor José Antonio Díaz charla conmigo. Poco antes de las doce y cuarto, aparece Adriana y me entrega mi billete de entrada. La hermosa aparición de Adriana es saludada por la alegría de mi espíritu. En los caracteres morales se refleja la belleza del alma en forma tal que me hace ver que es en mis amigos en quienes encuentro el mayor deleite ético.
Entro a la Sala Silvestre Revueltas, la cual está atestada. Me sentaré hasta atrás. Como individuo, estoy solo, pero a mi alma Immanuel Kant la ha acompañado a este concierto con su Crítica del juicio. En ella, el filósofo alemán aborda el problema de la estética, y por lo tanto, del arte. He querido, el día de hoy, efectuar una síntesis entre algunos aspectos de esta sección del idealismo trascendental de Kant y la música del concierto que escucharé. Los aciertos son de Kant, los errores son míos, y el deleite de lo bello es universal. Para comenzar diré que el heroísmo de Coriolano place en la realización de su bella finalidad sin fin.
K.200 de Mozart
Kant me invita a reflexionar que el espíritu descubre en el sentimiento de placer y pesar la facultad del juicio de gusto, asombro del principio universal y necesario que, cautivo de subjetividad cree haber encontrado el propósito secreto de la Naturaleza. Juicio por el cual no se puede demostrar nada acerca del mundo, porque dicho principio es en sí mismo indeterminable y por eso no produce conocimiento. Pero encuentra satisfacción en las artes.
¿Puede satisfacernos una sinfonía de Mozart no en tanto que sinfonía sino en tanto que sonido puro? Si la respuesta es sí, luego lo que ha operado en nosotros es el juicio de gusto. ¿Nos gustan los sonidos, el ritmo, la melodía y la armonía? Luego, nos gusta la música.
Novena sinfonía de Beethoven
PRIMER MOVIMIENTO
¿Podemos escuchar el primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven sin esperar identificar alguno de sus temas con alguna situación del mundo exterior? ¿Podemos escucharla desinteresándonos del mundo ordinario? Sí podemos, porque nuestro espíritu estará derramado en la propia música, desnuda de todo asunto ajeno. Sólo se trata del ritmo, el modo, la melodía y la armonía, vertidas en nuestro espíritu sin interés alguno.
Leemos en la Crítica del juicio que “El juicio de gusto es estético”. Kant establece cuatro momentos del juicio estético, el primero, según la cualidad, dice a saber: “Gusto es la facultad de juzgar un objeto o una representación mediante una satisfacción o un descontento, sin interés alguno. El objeto de semejante satisfacción llámase bello”. Yo soy un esteta desde el primer momento.
Intentaré aplicar la anterior definición al primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven. Bello es lo que satisface desinteresadamente. Podemos juzgar el primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven sin interés alguno. Por lo tanto, el primer movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven es bello.
SEGUNDO MOVIMIENTO
Pareciera que el segundo momento del juicio estético está anunciado en el anterior, pues según la cantidad, el juicio estético nos llevará a saber que: “Bello es lo que, sin concepto place universalmente”. Y si hemos despojado a lo bello de interés, ¿cómo podríamos tener de ello un concepto?
Tomemos como ejemplo el Molto vivace - Presto de la Novena sinfonía de Beethoven. Al ser considerado en abstracto, esto es, sin interés, de ahí se sigue que esta música no tiene concepto alguno que ofrecernos, pues si lo hubiere, de inmediato atraparía nuestro interés.
Por eso, al intelecto, la música no le dice nada, pues su lenguaje no es conceptual, es emocional. Es un asunto de alegría y pesar, nada más. Y dicho sea de paso, el pesar de la música es bello pues es ajeno a nuestros intereses particulares. Es un dolor universal que, sin embargo, en su momento también nos comunica con la sonrisa del universo.
En su Crítica del juicio, Kant trató el asunto de los chistes, recomendándolos como fuente de salud para el cuerpo y el espíritu. Uno de los chistes que cuenta Kant, dice a la sazón: “Otro gracioso cuenta, con gran lujo de detalles, la aflicción de un mercader que, volviendo de las Indias a Europa con toda su fortuna en mercancías, se vio obligado a echarlo todo por la borda, durante una tempestad, y se apenó de tal suerte que en la misma noche encaneció su peluca”. Kant aclara que la gracia del chiste consiste en que la apariencia se resuelve en la nada, mostrando un absurdo.
Mozart y Kant usaban preciosas pelucas. Beethoven prefirió soltarse el pelo, y arrojó fuera de sí uno de los más queridos emblemas del Antiguo Régimen.
TERCER MOVIMIENTO
La finalidad sin fin del juicio estético es uno de los aspectos más difíciles de la metafísica kantiana. Ésta aparece al analizar la relación de los fines considerada en el juicio de gusto. Ésta relación es universal y necesaria. Por lo tanto, es independiente de encanto y emoción particulares. Por consiguiente, sostiene Kant que “Belleza es la forma de la finalidad de un objeto en cuanto es percibida en él sin la representación de un fin”.
No puedo decir objetivamente que el Adagio molto e cantabile de la Novena sinfonía es bello. Pero si aparto de mí el interés por la estructura de la obra, en tanto que sonido, este sonido apunta sin la representación de un fin, y entonces, lo encuentro bello.
CUARTO MOVIMIENTO
Hay un enlace en el tercer y cuarto momentos del juicio estético, y es entonces cuando subjetivamente descubrimos la finalidad de la naturaleza. El juicio subjetivo del fin de la naturaleza apunta al enlace entre belleza y bien. Éste sólo puede realizarse en la poesía. Gracias al juicio de gusto, la naturaleza parece tener un propósito. Dicho propósito es una idea de la razón que encuentra su correspondencia en el reino de los fines. Sin embargo, no hay que olvidar que las ideas no son conocimiento de objeto de experiencia alguna. En cambio, sobre el propósito de la naturaleza humana, Schiller pregunta en el himno A la alegría, al que Beethoven puso música: “¿Presientes, oh mundo, a tu creador?”
Ahora bien, según Kant, lo bello, a partir del cuarto momento, esto es, la modalidad de la satisfacción en los objetos, consiste en que: “Bello es lo que, sin concepto, es conocido como objeto de una necesaria satisfacción”.
La satisfacción necesaria está dada en el juicio subjetivo de la finalidad. Es así que el juicio, al ser reflexionante, se pliega sobre sí mismo. Por lo tanto, al contemplar la belleza desinteresada de mi corazón bien puedo advertir que yo no soy un artista, soy un esteta. Si quiero disfrutar con arte, debo relacionarme con artistas. Ha sido una gran alegría charlar con algunos miembros del Coro Filarmónico Universitario: Adriana, Pepe, José Antonio y Alejandra, sobre el pasaje que comienza en el compás 730 de la partitura que me acompaña, y que dice:
En el que las voces, por relevos van subiendo a lo que parecen los Cielos, desde la cuerda más baja hasta la más alta y culminan en un “¡Hermanos!” De hecho, Adriana Ruiz fue muy gentil y paciente, pues supo interpretar mi pésima voz y terrible ejemplificación cuando yo me refería a dicho pasaje musical como la parte en la que los cantantes se pasan la bolita diciendo “Ahora vas tú, ahora vas tú, ahora vas tú”. De camino a mi hogar, José Antonio Díaz me ayudó a ubicar mejor este párrafo en la partitura. Esta parte termina cuando el coro canta por última vez “Sobre las estrellas debe habitar”. Gracias al YouTube, ahora sé que esta sección termina en el compás 762 y sigue a la fuga. No puedo dejar de señalar que con su grandilocuencia acostumbrada, Nietzsche comentó este mismo pasaje en El nacimiento de la tragedia, y asegura que es entonces cuando le salen las patitas al fauno.
Dadas las características que la conforman, la Novena sinfonía es una obra ideal, en la que los agudos exigidos a los cantantes así como los requerimientos demandados a la pericia de la orquesta la colocan aparte de la mayoría de las obras humanas. En este sentido, su ejecución sólo puede realizarse como ideal de la razón, y es por tanto, una obra bella en la partitura, y su ejecución es siempre difícil, aunque no irrealizable.
CONCLUSIÓN
El encore de la coda de la Novena sinfonía de Beethoven me permite escuchar temas que preludian la Carmina Burana de Orff. Así también, Kant en su Crítica del juicio abrió las puertas del romanticismo, y su labor fue criticada por Schiller, por ejemplo.
A Kant lo abandono cuando entro en éxtasis místico, gracias a la música. ¡Me sucedió en este concierto a partir del compás 730! Por eso, a pesar de la laboriosa construcción del juicio de gusto estético desprovisto de interés, no puedo dejar de interesarme en sólo algunos aspectos del arte. Es decir, la Novena me gusta como una orgía sagrada, aunque quizá Kant me alegaría que no a todos place de ese modo. Después de todo, como dice una tradicional canción antikantiana “Mi gusto es, ¿y quién me lo quitará?” Y eso no tiene nada de universal.
Bibliografía
Kant, Manuel, Prolegómenos a toda metafísica del porvenir, Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, Crítica del Juicio, México, Porrúa, 1997, Col. “Sepan cuantos”, No. 246, 408 pp. Trad. de la Crítica del Juicio: Manuel G. Morente.
TERCER MOVIMIENTO
La finalidad sin fin del juicio estético es uno de los aspectos más difíciles de la metafísica kantiana. Ésta aparece al analizar la relación de los fines considerada en el juicio de gusto. Ésta relación es universal y necesaria. Por lo tanto, es independiente de encanto y emoción particulares. Por consiguiente, sostiene Kant que “Belleza es la forma de la finalidad de un objeto en cuanto es percibida en él sin la representación de un fin”.
No puedo decir objetivamente que el Adagio molto e cantabile de la Novena sinfonía es bello. Pero si aparto de mí el interés por la estructura de la obra, en tanto que sonido, este sonido apunta sin la representación de un fin, y entonces, lo encuentro bello.
CUARTO MOVIMIENTO
Hay un enlace en el tercer y cuarto momentos del juicio estético, y es entonces cuando subjetivamente descubrimos la finalidad de la naturaleza. El juicio subjetivo del fin de la naturaleza apunta al enlace entre belleza y bien. Éste sólo puede realizarse en la poesía. Gracias al juicio de gusto, la naturaleza parece tener un propósito. Dicho propósito es una idea de la razón que encuentra su correspondencia en el reino de los fines. Sin embargo, no hay que olvidar que las ideas no son conocimiento de objeto de experiencia alguna. En cambio, sobre el propósito de la naturaleza humana, Schiller pregunta en el himno A la alegría, al que Beethoven puso música: “¿Presientes, oh mundo, a tu creador?”
Ahora bien, según Kant, lo bello, a partir del cuarto momento, esto es, la modalidad de la satisfacción en los objetos, consiste en que: “Bello es lo que, sin concepto, es conocido como objeto de una necesaria satisfacción”.
La satisfacción necesaria está dada en el juicio subjetivo de la finalidad. Es así que el juicio, al ser reflexionante, se pliega sobre sí mismo. Por lo tanto, al contemplar la belleza desinteresada de mi corazón bien puedo advertir que yo no soy un artista, soy un esteta. Si quiero disfrutar con arte, debo relacionarme con artistas. Ha sido una gran alegría charlar con algunos miembros del Coro Filarmónico Universitario: Adriana, Pepe, José Antonio y Alejandra, sobre el pasaje que comienza en el compás 730 de la partitura que me acompaña, y que dice:
Ihr stürzt nieder, Millionen?
Ahnest du den Schöpfer, Welt?
Such ihn überm Sternenzelt,
Über Sternen muss er wohnen.
En el que las voces, por relevos van subiendo a lo que parecen los Cielos, desde la cuerda más baja hasta la más alta y culminan en un “¡Hermanos!” De hecho, Adriana Ruiz fue muy gentil y paciente, pues supo interpretar mi pésima voz y terrible ejemplificación cuando yo me refería a dicho pasaje musical como la parte en la que los cantantes se pasan la bolita diciendo “Ahora vas tú, ahora vas tú, ahora vas tú”. De camino a mi hogar, José Antonio Díaz me ayudó a ubicar mejor este párrafo en la partitura. Esta parte termina cuando el coro canta por última vez “Sobre las estrellas debe habitar”. Gracias al YouTube, ahora sé que esta sección termina en el compás 762 y sigue a la fuga. No puedo dejar de señalar que con su grandilocuencia acostumbrada, Nietzsche comentó este mismo pasaje en El nacimiento de la tragedia, y asegura que es entonces cuando le salen las patitas al fauno.
Dadas las características que la conforman, la Novena sinfonía es una obra ideal, en la que los agudos exigidos a los cantantes así como los requerimientos demandados a la pericia de la orquesta la colocan aparte de la mayoría de las obras humanas. En este sentido, su ejecución sólo puede realizarse como ideal de la razón, y es por tanto, una obra bella en la partitura, y su ejecución es siempre difícil, aunque no irrealizable.
CONCLUSIÓN
El encore de la coda de la Novena sinfonía de Beethoven me permite escuchar temas que preludian la Carmina Burana de Orff. Así también, Kant en su Crítica del juicio abrió las puertas del romanticismo, y su labor fue criticada por Schiller, por ejemplo.
A Kant lo abandono cuando entro en éxtasis místico, gracias a la música. ¡Me sucedió en este concierto a partir del compás 730! Por eso, a pesar de la laboriosa construcción del juicio de gusto estético desprovisto de interés, no puedo dejar de interesarme en sólo algunos aspectos del arte. Es decir, la Novena me gusta como una orgía sagrada, aunque quizá Kant me alegaría que no a todos place de ese modo. Después de todo, como dice una tradicional canción antikantiana “Mi gusto es, ¿y quién me lo quitará?” Y eso no tiene nada de universal.
Bibliografía
Kant, Manuel, Prolegómenos a toda metafísica del porvenir, Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, Crítica del Juicio, México, Porrúa, 1997, Col. “Sepan cuantos”, No. 246, 408 pp. Trad. de la Crítica del Juicio: Manuel G. Morente.
7 comentarios:
quizás, universal, sea la variedad en el gusto, no la uniformidad del sentir, quizás...
veo, y siento la música, lamento la comparación, como la imagen del sunami, invadiéndolo todo, en el espíritu, mas allá de toda razón, y valoración del sonido y la armonía, disfruto la belleza de la música, solo por que impresiona mi espíritu, no por que la entienda, ella entiende mis estados de ánimo, y se acopla, convengamos que el autor, escribió no razonando, si no sintiendo la emoción de su estado creativo, plasmándolo en los sonidos.
tus escritos son muy hermosos, para mi, me recuerdan mis tiempos de ateneo, lamentablemente el tiempo pasa...
te abrazo amigo mio
Abuela: descubrir un paralelo entre la música y el tsunami hace tu juicio sublime, pues lo sublime es lo absolutamente grande. Por eso, tu estado emocional rebasa a la razón, que busca un concepto donde no hay ninguno. Lo único que hay es una percepción subjetiva que se universaliza en un principio de finalidad sin fin, esto es, en este caso, infinita. Yo también te abrazo.
Admirado Enrique:
Puedes estar seguro de que mi intelecto, pobre pero mío a fin de cuentas, se regocija entusiasmado cada vez que leo uno de tus ensayos.
Este escrito, producto de un esteta hasta la saciedad, me ha parecido especialmente llamativo desde el momento en que trata acerca de una obra musical tan significativa para las personas amantes de la libertad, igualdad, fraternidad y justicia.
Durante su lectura me han surgido algunas cuestiones que te quiero exponer, rogándote que disculpes mi torpeza al expresarme en términos que no son habituales en mi quehacer cotidiano.
¿Crees que con esta obra Beethoven realmente pretendía crear algo bello? ¿Debe ser la belleza buscada por el compositor como objetivo primero cuando crea su obra? ¿No será la belleza una consecuencia en sí? ¿Cómo relacionarías las ideas que expones con una obra capital en la Historia de la Música como “El Clave bien temperado” de J. S. Bach?
Te quedaría muy agradecido si pudieras tratar alguno de estos asuntos en futuros escritos, siempre que entren dentro de tus incumbencias e intereses.
Agradecido de antemano, recibe saludos muy afectuosos desde España.
Mi muy querido José Miguel:
Tu primera pregunta es muy pertinente, y hace referencia a una omisión en mi ensayo. Tal omisión es lo sublime. Omisión sólo formal, pues lo sublime quedó al menos apuntado con las referencias al misticismo y en esta expresión: “Nietzsche comentó este mismo pasaje en El nacimiento de la tragedia, y asegura que es entonces cuando le salen las patitas al fauno”. Es así que preguntas: ¿Crees que con esta obra Beethoven realmente pretendía crear algo bello?
Respondo: Sí, Beethoven buscaba crear algo bello. Sin embargo, tuvo en cuenta, amén de lo bello, lo sublime en su composición. Por lo tanto, la intención de Beethoven era libremente bella, y se dirigió necesariamente hacia lo sublime, consiguiendo ambas metas.
Preguntas: ¿Debe ser la belleza buscada por el compositor como objetivo primero cuando crea su obra?
Respondo: La belleza es el objetivo primero del compositor si y sólo si es un genio, pues el genio es aquel que consigue plasmar la belleza en tanto que armonía. En palabras de mi maestro, el doctor Crescenciano Grave: “la obra es un producto de la armonía entre la libertad y la necesidad”. Al ser la armonía de lo libre y lo necesario como si fuera regla de naturaleza, genio es, por lo tanto, quien da la regla al arte al ser fiel al ejercicio libre de la necesidad de la naturaleza. De nuevo, Grave apunta, según la teoría kantiana, que:
“En la labor del genio se muestra el poder creador de la naturaleza. El genio, al crear, actúa como la naturaleza: no imita los productos de ésta sino que se identifica con su proceso creador. Las bellas
artes son obras del genio pero sólo en tanto mediante él es posible que
la naturaleza le dé su regla al arte”.
Preguntas: ¿Cómo relacionarías las ideas que expones con una obra capital en la Historia de la Música como “El Clave bien temperado” de J. S. Bach?
Respondo: Tu pregunta es profundísima, y mi respuesta será escueta. Prometo ampliarla en cuanto pueda. Me parece que Bach, al buscar temperar el clave buscó la belleza y halló la máxima sublimidad, porque buscaba armonía, pero era necesario cierto desequilibrio: temperar era una bella meta porque era una meta buena. La necesidad condujo a lo sublime.
Dices: Te quedaría muy agradecido si pudieras tratar alguno de estos asuntos en futuros escritos, siempre que entren dentro de tus incumbencias e intereses.
Respondo: Tus preguntas son pertinentes, me incumben por bellas y son necesarias a mis intereses.
Un abrazo.
Las citas corresponden a Crescenciano Grave Tirado, Verdad y belleza. Un ensayo sobre ontología y estética. México UNAM, 2002.
Satisfecho y agradecido.
Seguiremos en contacto.
Un saludo desde España.
Ligeti buscó lo bello. Creo que a veces los creadores contemporáneos se nos escapa esa necesidad, luego pasan los años, escuchamos lo compuesto y nos damos cuenta que esas obras frías pensadas sin devoción estética ya están muertas.
Hola, Manuel. Ya escucho la segunda parte del Concierto para violín de Ligeti.
¡Salud e inquieta alegría!
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