domingo, 13 de marzo de 2011

El páramo pródigo de la existencia en abandono

Enrique Arias Valencia
Para el pueblo de Japón, en su dolor

Preludio antes de empezar la sinfonía. Tempo de Nona

Es la primera vez en este año que escucho la Novena sinfonía de Ludwig van Beethoven, y parece que no será la última. De entre las de Beethoven, se podría decir que ésta es la obra de su vida. Aunque le fue encargada por la Royal Philharmonic Society en 1817, nuestro amigo comenzó a trabajar en la partitura en 1824. Hay quienes sostienen que existen bocetos del material musical que fueron planeados en 1811 y 1817.

Hay algunos melismas del primer movimiento que evocan la obertura de El barbero de Sevilla de Gioachino Rossini, ópera estrenada en 1816; si bien sabemos que dicha obertura ya había sido utilizada por el propio Rossini para óperas anteriores. También el trío del Scherzo beethoveniano cita la melodía del fagot rossiniano. Los expertos sostienen que tema del Scherzo fue tomado de una fuga compuesta por Beethoven en 1815.

Tengo un olfato perfecto para los melismas, lo cual a veces es una desventaja. En lo personal, hay un pasaje del tercer movimiento, Adagio molto e cantabile, que me causa cierto escozor, pues en medio de la serenidad general, la llamada de los bronces tiene mucho parecido con una canción de cumpleaños mexicana, llamada “Las mañanitas”, y no puedo evitar empezar a recitar mentalmente “¡Éstas son, éstas son...!” cada vez que lo escucho.

La Fantasía coral, Opus 80, data de 1808, y ahí se encuentra ya el germen de lo que será la Oda a la alegría del último movimiento. A su vez, la Fantasía coral se basa en otra obra, el Gegenliebe, de 1795. Ésta última son cinco minutos deliciosos de piano y barítono.

El Sordo de Bonn es por lo tanto, un seguidor de una tradición que nació antes que él, y a ella vuelve como un caudaloso río tributario. Beethoven finalizó la composición de su Novena sinfonía en 1824.

I. Allegro ma non troppo, un poco maestoso

En una frase clara y breve, buena por tanto según Gracián nos enseñó el deleite de lo atinado, Gustavo Bueno sostuvo que “El monoteísmo es la antesala del ateísmo”. Es cierto, pues el Dios que nos pide decir siempre la verdad será devorado por la búsqueda de la verdad. Sin embargo, su retirada no significa que en modo alguno la religión en tanto que el empeño de volver a unir lo que la costumbre austera separó se vea reducida a un curioso fósil. ¡No es tan fácil resolver el problema de la existencia humana!

Siete días después de que se diera a la luz imprenta La presencia desierta de Javier Sicilia la ciudad entera ardía en cenizas y ruina. ¿Es ese el destino de las grandes obras, nacer en medio de terribles dolores? Juan José Arreola así lo creía, y alguna vez nos advirtió del parto de los montes. Lo cierto es que, si hablamos de ruinas silenciosas, no podemos olvidar que la Novena sinfonía adquirió su forma definitiva en medio del más completo silencio, cosa espantosa para un músico. La sordera es el desierto de Beethoven.

¡Dios ha huido! Músicos, filósofos y poetas lo saben. Pero, ¿qué es la muerte de Dios? ¿Qué es su ausencia? Si aun desde un punto de vista lógico la proposición “Dios no existe” no se puede admitir.

A la sala de conciertos me ha acompañado un ejemplar de La presencia desierta de Javier Sicilia. Ya su título es una paradoja: ¿qué puede estar presente si se ha ido? Antes de que comience la velada musical, en la primera cascada de liras de este tríptico, se habla del encuentro del alma con Dios en la figura de la muerte, cantada por el Coro:

Desde el Vértice Tuyo, hacia Tu adentro
la materia palpita con Tu ausencia
el día generoso
le devuelve la luz de tu presencia.
Se realiza en la nada de mi centro
la profunda labor de tu reposo.

Se trata de versos de a once y de a siete, en seis líneas, liras para los entendidos. Tanto en La presencia desierta de Javier Sicilia como en la Novena sinfonía de Beethoven en el principio está la muerte. Para Beethoven es la amenaza de muerte del héroe trágico, como en su Tercera sinfonía. El hombre está solo en un Cosmos de quince mil millones de años luz de radio medio. Si el centro del alma es nada, ¿qué es el alma? En el primer tríptico de Javier, descubrimos que la muerte mística es la fusión del alma en el amor de Dios. Para ambos, en medio de relámpagos, diáfana, el alma se disuelve en la negrura de su nada.

En las ventanas que se abren frente a las escaleras hacia el segundo piso de la sala, veo que se ha desatado una curiosa lluvia.

Lira perfecta, el primer verso de Javier retrata un intenso erotismo que se cernirá a lo largo de la mayor parte de la obra, para precipitarse finalmente en la unión mística. La segunda línea es un gemido de orfandad; Dios se ha ido, y la Creación lamenta su ausencia. Ya durante el albor del cristianismo ni más ni menos que el ultraortodoxo San Pablo había reconocido que “Toda la creación gime y sufre con dolores de parto” (Rm 8, 22). El sufrimiento del poeta hace eco de este adviento gemebundo. Sin embargo, hay un tono erótico en el misticismo de Javier Sicilia, erotismo que bebe en el manantial de San Juan de la Cruz. Manantial del que bebieron también fray Luis de León y santa Teresa de Jesús. Por lo tanto, Javier Sicilia recorre dos mil años de cristianismo y los funde en una lira:

...tu vela a la deriva es como un sueño
oculto y demudado en el escándalo
del viento ¡Vive dada
entre los puertos! Y el aroma a sándalo
y a jazmín sobre todo nuestro ensueño...
¿Qué dios fue más amante de su amada...?

Amén de San Juan, la última línea, metro lira, es una delicia. Al Dios de los cristianos lo habían ya destacado porque era más hábil en la guerra que los otros dioses: era “el Dios de los ejércitos”. Ahora, la comparación con los otros dioses es en las artes amatorias, y el Dios de los cristianismo sale avante.

En cambio, el erotismo de Beethoven es más difícil de descubrir, pero también surgirá en forma de orgía sagrada al final del cuarto movimiento.

II. Scherzo: Molto vivace - Presto

En reciente charla, antes de un concierto de cámara en el que fue acompañado por la pianista María Teresa Frenk, nos dijo el flautista Rafael Urrusti que el minué era el emblema del antiguo régimen. Danza lenta y solemne. Añadió Urrusti que Beethoven hizo eco de la Revolución Francesa introduciendo una revolución en la música. El tercer tiempo de las sinfonías clásicas era un minué. Beethoven sustituyó el minué por un Scherzo, y en esta Novena sinfonía lo colocó como segundo movimiento: chispeante y rápido.

III. Adagio molto e cantabile

El adagio contiene un tema con un intervalo de cuarta que hará historia en las manos de Wagner y Mahler. Wagner en la obertura Rienzi, Mahler en la introducción del primer movimiento de su Primera sinfonía.

En tanto, el tríptico central de La presencia desierta celebra la encarnación, es decir celebra la materia por lo tanto anuncia que por medio de lo físico podemos advertir el amor de Dios. Es el Dios de los estetas, pues el arte necesariamente necesita de la materia para expresarse: el poeta y el músico juegan con los sonidos y silencios para entregarnos una nueva visión del mundo. Dice, pues, Javier Sicilia.

A TU MATERIA AMADA ME ACOSTUMBRO,
A TU SITIO MORTAL, —EN ÉL ME ALUMBRO
Y ESTALLO EN AMORÍOS—.
OCIOSIDAD QUE AFIRMA SU POTENCIA;
A LA VENTURA ENTREGO MI PRESENCIA;
SOBRE CAUCES DE RÍOS VOY GOZOSA.

Recordemos que Teilhard de Chardin nos invitó a empaparnos de materia en aquel texto del que yo, he de confesarles con vergüenza, sólo he leído escasos fragmentos: el Himno del Universo. Aquí Javier se hace uno con esa idea, y nos entrega el más bello homenaje al mundo como representación. Porque tanto amó Dios al mundo…

IV. Presto

Érase que se era un pueblo en el que las cafeterías eran atentidas por cantantes, los templos tenían coros sinfónicos y los niños se preparaban para tocar en una orquesta clásica. Aunque me inspiré en Los maestros cantores de Richard Wagner para las líneas anteriores, hace algunos años me tocó vivir en persona una escena exactamente así como la que he pintado en este párrafo. Sólo diré una indiscreción: alguna vez, en el café Carusso, el barítono Armando Gama me sirvió un sabroso café. Hoy lo escucho decir: “O Freunde...” Y es secundado por la Sociedad Coral Cantus Hominum y el Coro del Centro Universitario México.

En el último tríptico que compone La presencia desierta, el poeta Javier Sicilia se dirige al abandono del amor de Dios. Como en la Novena sinfonía, Sicilia trata el tema de la comunión con lo divino. En la unión mística. Beethoven nos hace a todos hermanos. Por su parte, como en el vértice del principio, Sicilia nos reúne en erotismo Creador:

EL VÉRTICE del alma
se hiende en soledad y madrugada,
muchacho, cuando en calma
desciendo a tu morada
en busca de tus besos transformada.

¡Qué hermoso homenaje al Siglo de Oro español, y a los siglos de cristianismo! Al terminar la sinfonía, salto a abrazar a los millones que han cantado. No miento cuando les digo que todos son mis amigos. Uno de los vigilantes de la sala me advierte que no puedo pasar hacia los camerinos. Este guardia nada sabe de la disolución de las barreras que ha tenido lugar en la sala de conciertos, y a pesar de la prohibición del policía me acerco a darle un afectuoso abrazo a Leonardo Villeda, director de la Sociedad Coral Cantus Hominum. Tras el saludo, es el tiempo de la instrucción. No puedo evitar preguntarle si me puede decir el nombre de cierto extraño instrumento musical que he visto hoy por vez primera.

Le aseguro a Leonardo que vi unos platillos verticales con borlas de color rojo, coronados por una media luna, y sostenidos por un bastón de metal. ¿Qué instrumento es ese, que aparece en la marcha del tenor? Leonardo Villeda afirma que tal instrumento se llama campanelo, y es de origen mongol. Se usaba durante las batallas, y era una suerte de bandera, que con movimientos y sonidos indicaba el comportamiento de las tropas. En lo personal, ¡qué bello ha sido para mí ver un aporte musulmán en una sinfonía hecha como himno de la humanidad! Si he escuchado en vivo varias veces la Novena sinfonía, ¿por qué no había visto ese instrumento? Por lo regular, la orquesta que interpreta la Novena sinfonía de Beethoven es enorme. Mahler añadió más cornos y más cuerdas. Ahora, la he escuchado en una versión reducida para orquesta de cámara, y el campanelo pudo lucir en medio de ésta. Por cierto, en algunos programas llaman “platillos turcos” a dicho instrumento. Una amiga le llamó sistro. Así, la Novena sinfonía de Beethoven siempre me asombra con su frescura mensaje de inmortal poeta, de alegría que nos reúne a todos los seres humanos bajo el suave cobijo de sus alas.

***


Marcela Chacón, soprano
Belem Rodríguez, mezzosoprano
Saúl Sánchez-Román, tenor
Armando Gama, barítono
Sociedad Coral Cantus Hominum. Leonardo Villeda, director
Coro del Centro Universitario México: Jorge Pastor Escobar, director
La Pequeña Camerata Nocturna, bajo la dirección de Gabriel Camacho
Novena sinfonía, Ludwig van beethoven
Domingo 6 de marzo, 18:00 horas
Sala Nezahualcóyotl, del Centro Cultural Universitario

Bibliografía:

Sicilia, Javier, La presencia desierta, México, 1985, Fondo de Cultura Económica, 72 pp.

6 comentarios:

La abuela frescotona dijo...

CREO QUE ALGO APRENDÍ HOY, LA MÚSICA, ES MAS QUE BELLOS SONIDOS...
ABRAZO AMIGO MIO

Enrique Arias Valencia dijo...

¡Hola Abuela!

¡Sí, un abrazo!

Enrique Arias Valencia dijo...

¡Hola, Allek!
Un fuerte abrazo para ti también.

Manuel dijo...

Contigo la música es siempre algo más que música.
Me encanta esa frase de que el minuetto es del antiguo régimen. Beethoven estaba convencido de ello y por eso, como bien apuntas, lo cambió por el más libre scherzo.
IUn abrazo.

Jack Astron dijo...

¡Hola Enrique!

Como siempre, al leer estos artículos me emocionan los sentimientos que transmites y me maravilla tu conocimiento de la música, así como la maestría con la que escribes.

Un abrazo.

Äriastóteles Platónico dijo...

¡Hola, Manuel!
Un abrazo.

¡Hola, Atilio!
Un abrazo.