martes, 14 de junio de 2011

Centésimo concierto de 2011

Enrique Arias Valencia

La tarde de este domingo me sorprendió el que sería mi centésimo concierto de 2011. Este año me propuse batir mi propia marca de recitales escuchados, y lo logré muchísimo antes de llegar a la mitad del calendario. Teniendo como marco la Sala Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes, y con la Orquesta Sinfónica Juvenil Carlos Chávez bajo la batuta de Eduardo Sánchez Zúber me entregué a los explosivos acordes del Concierto del Albaycín, de Xavier Montsalvatge. Ha sido toda una delicia esta obra, pues incluye la intervención del clavecín, un instrumento con que me he encontrado varias veces este glorioso y musical año. En éste, del Albaycín, el teclado deja de ser barroco para ser moderno. Creo que ya alguna vez había escuchado esta pieza en la finada estación de radio Estereomil FM, el sonido de los clásicos. Al menos, recuerdo que ya había tenido noticia musical de primer oído de las nuevas aventuras del clavecín en manos de compositores modernos.

En contraste, al mediodía del domingo 12 de junio de 2011 Águeda González nos deleitó interpretando la espineta en el Salón de Recepciones del Museo Nacional de Arte, con obras del barroco. Fue así la Suite XII de Louis Couperin, tío del famoso Francois. Águeda fue muy gentil al ilustrarnos sobre las obras que tocó. Es así que nos reveló que durante el barroco, se llamaba afectos a las emociones, y con el contraste lento-rápido-lento se buscaba despertar los afectos del escucha. Por lo tanto el barroco, con los afectos exaltados, es el primer romanticismo, es su semilla. Y como lo que íbamos a escuchar incluía una Sarabanda, yo no pude aguantarme las ganas de preguntarle a la clavecinista si la Sarabanda es lenta o rápida. Su cordial respuesta, “lenta”, iluminó mi alma, pues mis afectos, al ser siempre apasionados, no distinguen lo rápido de lo lento, sino sólo lo sublime de lo bello. Y en opinión de quien esto escribe, el barroco, en su arrebato, tiende siempre a despertar en nosotros lo sublime.

Águeda nos confió que el Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla sabía tocar el violín y era un gran admirador de Jean-Philippe Rameau. El Concierto V de Rameau que Águeda interpretó al teclado solo, incluye una versión para tocarse junto con violín. Ella aventura que quizá, Hidalgo tocó al violín el concierto que ella ejecutó en el clave. Incluso, nos aseguró que la espineta que escuchamos salió en la película “Hidalgo. La verdadera historia”. Esta espineta tiene aspecto sobrio, pues la madera está libre de pinturas y adornos, y sólo un discreto barniz natural la acompaña en su pardo aparecer.

Águeda González también nos expĺicó que durante el barroco Domenico Alberti creó el acorde desgranado que después usaría Mozart en todos sus conciertos para piano. Éste es el llamado bajo de Alberti.

La Forqueray, Les Graces y La de Sartine de Jacques Duphly cerraron el concierto. Sin embargo, el encore era casi obligado, y la clavecinista nos regaló una pieza más.

Águeda González nos hizo más interesante el concierto, al compartir con nosotros una parte del ambiente histórico en el que se generaron las obras que escuchamos el domingo 12 de junio, a las 12 horas.

Al ser más de cien, no puedo reseñar todos los conciertos a los que he asistido. Cuando redacto esto ya escuché uno más. Por lo tanto, sólo diré que el elemento común de mis conciertos 99 y 100 fue el clavecín, un instrumento que a mí me recuerda que la vida sólo es un breve acorde que galantemente interrumpe el pacífico silencio de los mundos, y nada más, pero también, nada menos.

10 comentarios:

Jack Astron dijo...

Enrique:

La analogía que haces en el último párrafo es hermosa y profunda.

Todavía la estoy saboreando.

Un abrazo.

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, Jack.

Muchas gracias por tus palabras y por tu abrazo.

genetticca dijo...

Un placer,como siempre, entrar en tu blog, tu intenso amor por la música y tu entendimiento con ella.

un abrazo


http://youtu.be/C5KD97x8Vbs

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, genetticca. Un placer saludarte.

La abuela frescotona dijo...

alma bella la tuya, se alimenta de arte y cultura..
no podría nunca describir la belleza de la música en el espíritu, solo sé que la música barroca es mi debilidad, me gusta oir ciertos conciertos brandemburgueses, y mi alma se llena de paz.
te abrazo

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, Abuela, yo también te abrazo.

Carmen Troncoso Baeza dijo...

El clavecin es un instrumento maravilloso, delicado como una rosa, un saludo desde Chile,

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, Carmen. Te dedico esta rosa. Un saludo desde México.

Manuel dijo...

"el barroco, con los afectos exaltados, es el primer romanticismo, es su semilla". La pasión humana no tiene época.
Por otro lado, Enrique... me das envidia por tu actividad musical y lo receptivo que eres ante ella.
Un fuerte abrazo.

La Dame Masquée dijo...

Vaya, con el poco tiempo del que dispongo hoy y va Blogger y me borra el comentario cuando intentaba dejárselo. Veamos, le decía que me parece una bellísima definición de la vida, y que le envidio por haber podido dedicar su fin de semana a escuchar la música de Louis Couperin. Lamentablemente otras ocupaciones menos gratas me mantienen alejada de demasiadas cosas. No sabe cómo deseo regresar a mi vieja rutina. Ojala sea posible.

Feliz domingo

Bisous