miércoles, 21 de marzo de 2007

Mahler y Nietzsche, una sutil combinación

Enrique Arias Valencia

“La dicha ansía profunda eternidad”.
Nietzsche

El sábado 17 de Marzo de 2007 en la Sala Silvestre Revueltas a las seis de la tarde, minutos más, minutos menos, tuve el raro privilegio de escuchar la Tercera sinfonía de Gustav Mahler, obra que considero la mejor sinfonía compuesta en toda la historia de la humanidad porque incluye un poema del Zaratustra de Nietzsche, filósofo a quien considero el mejor pensador de toda la historia de la humanidad. Y es así que a Nietzsche lo considero el mejor filósofo porque forma parte de esta sinfonía y a ésta la considero la mejor sinfonía porque incluye a Nietzsche. Pongamos a los actores de este maravilloso acontecimiento. Carla López-Speziale, mezzosoprano, Schola Cantorum, Coro Femenino de Marina, Coro Femenino Pro Música México, todos bajo la batuta de Enrique Barrios. La de Mahler se trata de una colosal composición que parece hacer referencia a la Gran Cadena del Ser. Lo que sigue a continuación es una reflexión sobre las sensaciones que me provoca cada movimiento de esta sinfonía en particular. El primer movimiento es un conjuro que me hace pensar que en la blanca flama de la dignidad inmaculada forjaré el carácter de mi corazón sangrante. Es la llegada del más violento de los estíos. A continuación, los capullos del campo tratan de plasmarnos uno de esos paisajes románticos que continúan con la ascensión en la escala de los seres. Por eso, los animales suceden a las plantas en el tercer movimiento. Y entonces llegamos al movimiento del hombre. En el corazón del hombre late una contradicción. Ora contento, ora triste con aquello que lo había puesto contento. No cabe duda de que el hombre es una paradoja. Por eso resulta muy apropiado reflexionar sobre ciertos aspectos paradójicos del ser humano. Hay una mística mexicana que escribió algunas de las más brillantes páginas del arrebato y el éxtasis. Así tenemos que Concepción Cabrera de Armida nos dice:

“Hoy me duele el corazón y el brazo izquierdo hasta exteriormente, consecuencia de lo que hay por dentro. Me parece que tengo por dentro un volcán sin respiradero, una máquina de vapor con válvula, un horno sin tiro, y me dan ganas de poderlo romper para desahogarlo… El consuelo en estos momentos, o en esta situación, es la comunicación con el Señor, la oración, las jaculatorias, las penitencias, pero estas cosas, al mismo tiempo, Padre mío, son combustible que hace crecer el fuego”.


No deja de ser sorprendente esta frase de la apasionada Concha, quien se queja de llevar fuego en el alma, pero que no puede darle salida; porque cuando es a Dios a quien se ama, ¿cómo poder saciar ese amor? Uno de los aspectos más terrible de la condición humana es que a veces planeamos dedicarnos a las más grandes misiones, pero la vida nos conduce por un sinfín de frustraciones, y no podemos exteriorizar toda lo poesía de nuestro genio creador. Ésa es la tragedia del hombre, en palabras de Anaïs Nin: “Tengo la fuerza de un caballo atrapada en un caracol”. Ésta es la razón de que sólo podamos esperar la redención por el amor. Y lo que nos dice el amor llega con el esplendor y la gloria de los timbales, que presiden el Finale de una sinfonía que sólo puede entregarnos una guía para vivir mejor la vida que nos ha tocado vivir. Por eso la alegría desea la eternidad, porque cuando estamos alegres pareciera que compartimos el esplendor de la eternidad. Y sin embargo, bien sabemos que la profundidad de la noche apunta a una eternidad sin nosotros. Por eso es que debemos hacernos como niños para entrar en el reino de los Cielos, pues la inocencia infantil nos regresa al Dios que nos ha abandonado en este valle de lágrimas. La más alegre de todas las sabidurías consiste entonces en saber ansiar la eternidad de la dicha, de la mano de un Dios que sólo puede ser entendido como amor.

1 comentario:

nora dijo...

Amor es devocion a la vida....a pesar de todo y es la vez aceptación de la muerte....amor es apego y desapego al mismo tiempo asi las cosas....
besos