miércoles, 10 de marzo de 2010

La Constitución nos arrebata la Luz

Enrique Arias Valencia

Cuando era niño, me entristecía saber que la historia de México, a partir de su independencia, sólo consistía en una serie de guerras, revoluciones, alzamientos, cuartelazos, intervenciones extranjeras, fusilamientos y demás estúpidos baños de sangre.

Durante mucho tiempo creí que la así llamada historia universal sólo consistía en eso, pues al estudiar el caso de Europa, la situación era análoga a la de mi país. Asia y África también desencantaron mi ánimo. Entonces me convencí de que la política era lo peor que podía hacer el ser humano en este mundo.

¡Otra cosa era la ciencia! La historia de la ciencia siempre fue un ejemplo a seguir. ¿Qué suerte había corrido la ciencia en tan convulsionado país como siempre lo ha sido México? Un día descubrí que a pesar de las graves limitaciones tercermundistas de mi patria, habían existido algunas personas que habían brillado cual raudos meteoros en el cielo de la historia.

Sor Juana y José Antonio de Alzate, por ejemplo. Cierto que a la primera la calló la iglesia, y al segundo le fue un poco mejor. Nuestro país había sido visitado por personas que habían hecho notables descubrimientos científicos. Alexander Von Humboldt y Aimé Bonpland eran dos dechados de hombres verdaderamente ilustres que amaron México.

Hoy la suerte de la ciencia en México también me decepciona, en manos de hombres que son más políticos que investigadores.

Las autoridades han anunciado el cierre de El Museo de la Luz, en el Centro Histórico de México, con el fin de entregar el edificio para hacer una nueva galería de la Constitución Política, porque lo que fuera el templo de San Pedro y San Pablo tuvo la mala suerte de ser colegio militar, cuartel, almacén de forraje, café cantante y escuela correccional. Cansado del espantoso destino del bello edificio, en 1922, José Vasconcelos ubicó en San Pedro y San Pablo una sala universitaria de debates libres.

No obstante, nuestra querida construcción también fue el espacio en el que Iturbide juró como emperador, ante el Congreso constituyente.

En 1824 en este lugar se promulgó la Constitución de 1824. Éste es el pretexto que las autoridades han dado para hacer del inmueble un sitio para una exposición permanente que celebre a nuestra muy democrática Constitución.

¡Hay tanto que ver, ni siquiera he podido visitarlo alguna vez! Sólo me ha impresionado su enorme campanario, cúspide de una torre que supongo plateresca. ¡Cómo se parece al campanario de Malinalco!

Es así que gracias a la complicidad de las invidentes autoridades se cierra El Museo de la Luz para dar paso a la oscuridad de una exposición dedicada a un documento que más que musas necesita hombres leales a la cultura, y no sólo a la política.

Vengo del Museo de la Luz.

He firmado para protestar por este acto infame.

Mañana, a las 12:00 se inaugura una exposición. Irá Drucker, y será encarado.

¡Ojalá podamos asistir!


Yo me enteré en el blog de Juanele.

lunes, 8 de marzo de 2010

Malinalco

Enrique Arias Valencia

El Sol caía a plomo sobre las ruinas. Una de ellas destacaba porque fue labrada enteramente en la veta de la montaña que la soporta. Es la Casa de las Águilas. Dicen los entendidos que en toda América no hay otro edificio igual a éste, cuya virtud es la de ser de una sola pieza de roca. Alfabardas anchas, un par de jaguares decapitados resguardaban al pie de la escalera. Al centro de la escalinata, otra figura desmoronada saluda al viajero.

Monolítica tentación, he subido con cierta dificultad, amén de que la cinta del peatón es breve. Saco mi brújula y constato que una pequeña estela oscura que preside la entrada del recinto ostenta una perfecta orientación.

La boca de una enorme serpiente recibiría a los futuros guerreros. Los flancos de las paredes del arco con sendos pares de colmillos. Arco que parece heredar o ser heredero de los mayas. Una alfombra de piedra, con forma de lengua bífida conduce al interior del ahora inaccesible lugar, con tres águilas en su interior.

Aquel por iniciarse debía descansar en el centro del salón, acostado sobre un águila esculpida en la montaña, que haría las veces de mesa de quirófano, para que los sacerdotes le implantasen un pendiente en la nariz, prueba de que el guerrero ya era apto.

El templo que está casi enfrente del edificio anterior estaba perfectamente orientado para que quienes ascendieran los escalones al amanecer, pudiesen saludar al gran astro de frente a su mirada.

Al Poniente, un pequeño templo redondo, con un aún más pequeño rectángulo al frente, me parece que evoca la forma de los adoratorios dedicados a Quetzalcóatl, el Señor del Viento. Tras el templo cuyas escalinatas saludan al Sol, Oriente perfecto, hay una diminuta construcción que parece perfilar una calavera de frente, es un musical remedo de piedra de éste del que creo es para Quetzalcóatl.

No puedo saber si entré al salón redondo que se admira en las fotografías aéreas. Pero el saloncito donde alguna vez estuvieron unas pinturas murales sí lo he visitado. No se les conserva, el tiempo se llevó todo. ¿No será que donde estaban las pinturas es el salón circular de los danzantes?

Laberintos que antaño quizá fueron habitaciones, mi hermano reposa frente a un cuadrado. No me acompaña al brevísimo desfiladero, pero me mira caminar hacia el risco. Parece que en el rectángulo que ocupa mi hermano estaba la imagen de un dios que era bañado por los rayos del Sol de la mañana.

Subir a las ruinas de Malinalco cuesta media hora, entre una vegetación de clima cálido, casi subtropical. El pueblo está a 1740 msnm. Si en el Tepozteco se echan de menos las cicadáceas, aquí nos acompañarán un largo trecho. La garra de león también nace entre las altas rocas, muchas de éstas de origen volcánico. Y entre los matorrales, hay uno que da nombre al sitio: Malinalco significa “la flor de la hierba que se enreda”.

Y también de las rocas nacen los manantiales, uno de ellos, el de San Miguel, tiene su origen a un costado de las escaleras que conducen a las ruinas.

Nuestro querido Cerro de los Ídolos data del Terciario, y forma parte del prodigioso Eje Neovolcánico Transversal, el cual corre aproximadamente en el paralelo 19° latitud Norte. Si hay algo que me lleva a escribir estas reseñas es saber que en dicho paralelo se encuentra una cordillera que comienza en el Océano Pacífico, con las Islas Revillagigedo, a 970 km de la costa, y que termina en el Golfo de México, quizá en el Pico de Orizaba. En él se alojan entre muchísimos otros, el Volcán de Fuego, el Nevado de Colima, el Paricutín, el Nevado de Toluca, la Malinche, el Ajusco, el Teuhtli, el de Xicomulco, el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl y el Pico de Orizaba. Yo he visitado el interior de sendos cráteres de al menos dos de los volcanes del Eje Neovolcánico: el Teuhtli y Xicomulco.

Ya les conté que el año pasado, en una ladera del Teuhtli me sorprendió un terremoto. Hoy no puedo evitar pensar en mis amigos de Chile cuando en mi soledad se sacudió la tierra.

Muy lejos de Malinalco, en el centro del cráter de Xicomulco se aloja el pueblo de San Bartolomé. En uno de nuestros paseos mi hermano recogió la noticia de que una de las acepciones de Xicomulco significa algo así como “En el centro de las hondonadas”, que haría referencia a su localización en el cráter del volcán.

Incluso el lejano Hawaii está en el paralelo 19° N. ¿No será parte de este eje mexicano?

Me he enterado, no sin escándalo, que los paleontólogos llaman ahora Paleógeno a la época en que se formó el eje Neovolcánico. Como señalé arriba, yo lo conocía como Terciario.

El Terciario abarcaba desde hace 65 millones de años y se extendería hasta la actualidad. Eso sí me decepciona de la ciencia. No me dolió que degradaran a Plutón a la categoría de planeta enano, pero a mi querido Terciario, el que vio nacer los más altos montes de México… ¡Sólo es un cambio de nombre, sin ningún otro acomodo! Yo lo seguiré llamando Terciario.

El poeta e investigador Luis Mario Schneider nació en Santo Tomé, provincia de Corrientes, Argentina. Los últimos 30 años de su existencia vivió en Malinalco. Incansable sabio, legó su fortuna al pueblo, y gracias a su generoso corazón se construyó en su casa un museo fuera de lo común, en el que jóvenes amables nos guiaron a mi hermano y a mí por buena parte de la senda de la historia de un lugar que, si los dioses vivieran, seguramente volverían a elegir como residencia.

domingo, 7 de marzo de 2010

¡Ya circula el autobús ateo en Latinoamérica!

Me enteré en Razón atea de que en Argentina ya circula el autobús ateo. Como a Fernando no le gustó la frase dawkinsiana, aquí les pongo una página para que cada quien ponga su cita atea favorita. Yo escogí una archifamosa de Nietzsche: