lunes, 11 de abril de 2011

Hermosa luz del arte plumario

Enrique Arias Valencia

Si uno no espera lo inesperado, no lo encontrará, que es difícil e inaccesible.
Heráclito

Este sábado 9 de abril he asistido con gran alegría a la exposición “El vuelo de las imágenes. Arte plumario en México y Europa” en el Museo Nacional de Arte de esta ciudad de México. Lo que sigue lo he elaborado a partir de los cuadros explicativos del museo y mi propia investigación.

Alrededor del siglo XVI el centro de nuestro México era un lugar privilegiado por una animadísima fauna aviar. Las plumas son uno de los elementos más coloridos y sorprendentes del reino animal. En aquel dichoso tiempo se cultivaban en esta región varias artes. Una de ellas era el arte plumario. Los indígenas mexicanos sabían utilizar las plumas de ave para engalanar sus atuendos, y también para elaborar lienzos y escudos. Por lo tanto, en México se desarrolló una habilidad conforme a los hermosos caracteres de las plumas en concierto. Los artistas de la plumaria eran los amantecas. Ellos usaban sobre todo quetzal, garza, loro, guacamaya, zacuán, águila y colibrí.

La más famosa de las piezas de arte plumario es el penacho de Moctezuma, el Quetzalapanecayotl. Sin embargo, en el México antiguo no sólo se elaboraban penachos. También se hacían escenas en papel de maguey o de amate e incluso tela, en las que se pintaba la más pura fantasía. En los escudos los temas eran las elaboradas geometrías de la compleja mitología guerrera mexicana.

La labor de los artistas de la plumaria se reseña en el Códice Florentino, donde se explican detalladamente los procedimientos de la elaboración de las obras. Para fijar las plumas en el papel de amate o de maguey o la tela se usa el mucílago de la orquídea tzauhtli.

En el rico universo de la mitología indígena, las aves y sus plumas juegan un papel destacado. Así tenemos que Quetzalcoatl estaba muy triste porque asustaba su forma de serpiente. Entonces leemos en la guía del museo que: “Coyotl Inahual adornó de plumas de quetzal a Quetzalcoatl para liberarlo del aislamiento en que su apariencia de serpiente lo había relegado”. Desde entonces, Quetzalcoatl fue la orgullosa Serpiente Emplumada. Hasta en la Conquista Española estuvieron involucradas las aves y sus plumas: “La llegada de los españoles, adornados con yelmos emplumados es anunciada, según el Códice Florentino, en el espejo de obsidiana que un pájaro habría llevado al tlatoani Moctezuma”. Termina diciendo la guía del museo.

Sacra plumaria de la eucaristía, tras la Conquista de México, los temas autóctonos del arte plumario cedieron su lugar a la imaginería religiosa cristiana. Es así que desde el siglo XVI México se convirtió en el proveedor de obras plumarias del Imperio Español. Con esta técnica los amantecas elaboraron mosaicos piadosos, cubre cálices, mitras e ínfulas, entre muchos otros objetos. El arte plumaria se exportaba a Europa, China, Japón y Mozambique.

No plumaria en la materia, pero sí en el espíritu, una de las más curiosas representaciones del escudo nacional, aparece un águila Habsburgo. Bicéfala posada sobre un nopal. ¡Sincretismo de dos mundos! Plumaria, sí, podemos ver un cubre cáliz del siglo XVI con un motivo geométrico completamente mexica. El autor anónimo novohispano, hizo un mosaico de plumas que hoy se conserva en el Museo Nacional de Antropología.

Podemos ver una mitra e ínfulas, piezas anónimas novohispanas del siglo XVI. Mosaico de plumas sobre papel de maguey y tela. Piezas del museo del Duomo, Venerada Fabrica de Duomo di Milano, Italia.

En un curioso mosaico de plumas sobre lámina de cobre, del siglo XVI, anónimo, hoy en la colección Mario Uvence Rojas, vemos que la Mujer del Apocalipsis, identificada con la Virgen María, calza huaraches.

Aparentemente envejecido por el tiempo, el Cristo Pantocrator Salvator Mundi es un mosaico plumario novohispano del siglo XVI que se encuentra originalmente en el Museo Nacional del Virreinato. Allá en Tepotzotlán pudimos verlo Lísida y yo en 2008. Se trata de Cristo como soberano victorioso del Universo, conjunción de arte plumario e iconografía bizantina cristiana.

En el universo espiritual de la Nueva España las aves son ángeles. La exposición está animada por muestras musicales del tiempo de mayor esplendor del arte plumaria. Es así que podemos escuchar entre muchas otras obras, los villancicos de sor Juana, “A la cima, al monte, a la cumbre” con música de Blas Tardío Guzmán, activo durante la segunda mitad del siglo XVIII y “A este edificio célebre” con música de Andrés Flores (1690-1754). De otro poeta, cuyo nombre no sé “Si el pan y el vino son dos”, con música de Gaspar Fernández (1566-1629) con la Capella Cervantina bajo la dirección de nuestro muy querido y admirado Horacio Franco.

Fue mi padre primer jilguero del alba poética. A él le escuché los primeros poemas de sor Juana. En México, la poesía siempre ha sido muy importante. Los Cantares mexicanos en la traducción de Berenice Alcántara dicen:

“Que tus alas,
tus orillas, las sacudas delante de Dios,
Aquel por quien vivimos”.

La forma “Aquel por quien se vive” es de origen prehispánico y siempre que la escucho me pone la piel de gallina. ¡Mis plumas reniegan de mi ateísmo!

En la colección que se expone temporalmente en el Museo Nacional de Arte, podemos ver de José Rodríguez, activo en la segunda mitad del siglo XIX un Escudo de la República Mexicana de 1829. Las plumas del águila son autorreferenciales.

Alguna vez, entre brumas, verde de los pastos, vi una madrugada varias garzas posarse en mi patio. Vivía entonces en Milpa Alta. En la exposición del museo, han traído varias aves disecadas, mencionaré sólo algunas. Chrysolophus pictus, conocido como faisán dorado. Es quizá el faisán celebrado por Lerdo de Tejada en forma de música. Casmerodius albus, es quizá la garza blanca que se posaba en mi patio. Llamada también garza de dedos dorados. El ejemplar pertenece a la Colección Nacional de Aves del Instituto de Biología de la UNAM. Aquila chrysactos, el águila real, de la misma colección.

Hoy el arte plumario se encuentra en peligrosa decadencia. Sé que estando en Nueva España, el barón explorador Alexander Von Humboldt compró un mosaico de plumas con una imagen de la Virgen, que ya en otra exposición pude contemplar alguna vez. El museo incluye una sala con piezas actuales de arte plumario. Manuel de Jesús Medina es uno de los artistas que todavía lo practican. Se exhibe una Virgen de Guadalupe, mosaico de plumas sobre cobre, colección particular.

Sin embargo, la plumaria influyó durante breve tiempo a las artes del mundo. Hay un anónimo europeo con la imagen del pájaro huitzilin, esto es, el colibrí. Dionisio Minaggio, influido por el arte plumario compuso el Libro de las plumas en 1618. Como ejemplo señalaré la “Imagen que muestra un escenario coompleto de la comedia escrita por Nicolo Barbieri, 1618”. Esta pieza pertenece a la colección de la Blacker-Word Library of Zoology and Ornithology, McGill University, Montreal, Canadá. Hoy también podemos ver en México cinco ilustraciones de aves de Dionisio Minaggio.

El arte plumario fue digno de atención de científicos y artistas del siglo XVI. Ulisse Aldrovandi en su libro Ornithologiae, de 1599 llega a hacer afirmaciones que sostienen que los mosaicos novohispanos de arte plumario están entre la ciencia y el arte. El boloñés Ulisse Aldrovandi pudo ver el San Bernardo del siglo XVI, arte plumaria anónima novohispana, que hoy se guarda en el Musei Civici d'Arte Antica de Bologna, Italia.

Siempre he tenido la gran fortuna de contar con la valiosa ayuda de científicos que aparecen en el momento justo para hacerme disfrutar mejor con el arte, y hoy no ha sido la excepción. Un físico óptico cuyo nombre no me ha sido posible recoger, me revela personalmente un gran secreto que pongo aquí para que sea deleite de quien pueda admirar obras de arte plumario.

Hemos dicho que las plumas de ave son sorprendentes y coloridas. Veamos porqué. Podemos observar que en las plumas el carácter de la luz varía según el ángulo en que sea observada. Dicho fenómeno óptico se llama iridiscencia, y también podemos encontrarlo en las pompas de jabón y las manchas de aceite. Este secreto de las plumas era conocido por los indígenas.

En los cuadros plumarios las plumas de azul turquesa representan el cielo y el manto de la Virgen y las plumas pardas serán trajes de santos y apóstoles.

A continuación, el secreto. Los mosaicos plumarios se elaboraban para ser contemplados desde abajo. Por lo tanto, mi amigo el óptico me indica que es menester que humildemente renuncie a mi ateísmo, y me arrodille frente al mosaico de San Pedro, de los siglos XVI-XVII, procedente de la Capilla del Espíritu Santo de la Catedral Metropolitana de Puebla. Al arrodillarse se hace el milagro visual: frente a mí San Pedro adquiere el brillo de la asombrosa majestad del Universo. Por primera vez en mi vida contemplo extasiado la iridiscencia de la pluma azul turquesa. La materia se desploma, y por un instante lleno de gloria mayestática queda sólo el Espíritu Santo a quien se le canta sin cesar: “Dios Itlazonantzine”. ¡Santa Madre de Dios! Los mosaicos de San Francisco de Asís, San Juan Bautista, la Sagrada Familia y San Juan Evangelista también adquieren un inusitado esplendor. Se trata del libre juego de la imaginación y el entendimiento gracias al efecto de unos mosaicos del periodo virreinal.

Lo quiera o no, dejo de interesarme en un viejísimo mosaico del siglo XVI para admirar la luz prístina de los primeros días de la Creación, cuando vio Dios que todo era bueno. El breve relámpago por el que soy bañado trasciende los conceptos. La naturaleza universal de su belleza nos acerca al reino de los fines, donde la vida se realiza en su sublime necesidad. Una voz en lo alto, la de Kant resuena vigorosa: “El cielo estrellado sobre mi cabeza y la ley moral dentro de mí”. Es así como la experiencia estética cobijase bajo sus suaves alas a la razón práctica y a la razón pura.



El milagro del juicio del que he sido testigo en el siglo XXI me transporta a otro que viví veinticinco años antes de que terminara el siglo pasado. En junio de 1975 para celebrar el fin de cursos en el jardín de niños, la profesora nos enseñó a untar mucílago en una cartulina redonda con el fin de sujetar unas plumas blancas alrededor de un diseño con grecas de colores. El círculo era acompañado por una diadema a la que se le sujetaron unas plumas en forma vertical. Fue así como en forma mágica, mi profesora de párvulos nos hizo partícipes a los niños de un arte ancestral. Quizá mi desbordado interés por el arte plumario se derive de lo que pasó aquella mañana, cuando en la escuela descubrí la emoción de vestir un tocado indígena. En cierta forma, todavía soy ese niño travieso de la fotografía: no puedo ser ni cristiano ni ateo. Aquel feliz día, en el parque público, mis padres toman algunas fotografías. Acompañado por mi hermano el querube, soy heredero de un culto secreto, que supo ver en las plumas el emblema de un espíritu que está siempre dispuesto a abandonar este oscuro mundo material en pos de un Universo de belleza y esplendor en las blancas alas de la libertad estética.

6 comentarios:

Jack Astron dijo...

Acompañado por mi hermano el querube, soy heredero de un culto secreto, que supo ver en las plumas el emblema de un espíritu que está siempre dispuesto a abandonar este oscuro mundo material en pos de un Universo de belleza y esplendor en las blancas alas de la libertad estética.

¡Qué gran frase esa Enrique! Una magnífica síntesis de tu pasión por el arte y la estética.

Un abrazo.

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, Jack: Tu visita siempre me alegra el corazón.

Un abrazo

La Dame Masquée dijo...

Monsieur, además de felicitarle por la belleza del texto, en este caso debo sumar también mi asombro por sus conocimientos acerca del arte plumario. Nos ha dado usted un hermoso recorrido a través de tan coloridas iridiscencias. Una auténtica delicia para esta tarde de sábado :)

Feliz fin de semana

Bisous

Enrique Arias Valencia dijo...

La belleza de vuestra visita la celebro con un ramillete de plumas.

La abuela frescotona dijo...

siempre me preguntaba el por que los indios, la mayoría, llevaban plumas, según el ave y su característica, hacían honor a esa cualidad, buscaban poseer ese don. Los únicos, que yo he visto, lucían bellas plumas de colores iridiscentes, eran vuestros pueblos originarios, quizás por la riqueza y el clima, que hace a los colores vivos. Como siempre, he aprendido con tu clase escrita, abrazos amigo mio

Enrique Arias Valencia dijo...

Abuela: Y que nuestro abrazo sea cubierto por las suaves plumas de la poesía.