domingo, 7 de agosto de 2011

Primer atisbo del mundo suprasensible

Enrique Arias Valencia

Para Diego Cárcano, en admiración y respuesta.

Érase que se era un mundo que no era concebible sino para unos pocos, si bien todos podíamos advertirlo. ¿Paradoja? No; en eso residía el encanto de aquel mundo.

Hay muchísimos quienes niegan la existencia del mundo suprasensible, y sin embargo, son capaces de “ver” a sus habitantes. Pongamos por caso, los números.

Si son sensibles, deben poder descubrirse por medio los sentidos. Por lo tanto, si son visibles, ¿de qué color son? Si podemos advertirlos mediante el tacto, ¿cuál es su temperatura? Si podemos escucharlos, ¿cuál es su timbre? Si podemos degustarlos, ¿cuál es su sabor? Si podemos olerlos, ¿cuál es su perfume? Luego, los nómeros no son habitantes del mundo sensible.

Por supuesto que eso no los hace habitantes del mundo suprasensible, del mismo modo que no ser francés no lo hace a uno coreano.




¿Qué haría a los números habitantes del mundo suprasensible?

Ser reconocibles por todos sin lugar a dudas. Los números son razón común. ¿Se imaginan que cada quien tuviese su concepto del uno? ¡Las transacciones comerciales serían tan subjetivas como lo es la noción de belleza! Luego, la belleza no es un concepto, aunque eso no la expulsa del mundo suprasensible, pero sí la aleja de la categoría de los conceptos. En cambio, los números ostensiblemente son universales. Son suprasensibles, sin lugar a dudas.

Que no cambien con el tiempo. Por lo menos, desde que se regristró por primera vez el uno en una tablilla babilónica, el uno ha campeado igual en todos los libros de contabilidad. Los números son permanentes en sí mismos a lo largo del tiempo. Hoy tenemos una novia, y mañana no. De nuevo, los números son suprasensibles.

Los números deben ser únicos en sí mismos. Es decir, debe haber sólo un uno, y ninguno más que ocupe su lugar, sólo una raíz cuadrada de dos, y ninguna otra. En cambio, los habitantes del mundo sensible son sustituibles. En una cadena de montaje, puede entrar otra pieza para sustitiur una ya gastada. El papel del uno no se gasta, es único e irrepetible. No puede sustituirse. Así, además de que no decaen con el tiempo, cada uno de ellos ocupa un lugar único. Nuestra exnovia se consiguió un nuevo novio, pero el uno es el uno, sin sustitutos. Por lo tanto, el uno es suprasensible.

Los números osn inmóviles. Podemos ver a un tipo corriendo detrás de un autobús para intentar darle alcance. Pero, ¿cúal es la velocidad del 2/3? De nuevo, los números son suparsensibles.

Los seres vivos sensibles nacen, crecen y mueren. ¿Cuál es la edad del cubo de diez a la menos ocho? De nuevo, sin edad, los números son suprasensibles.

Los números pues, comparten los caracteres del ser suprasensible: son una idea, son permanentes en sí mismos, son inmutables.

Ahora bien, de nuevo. Si los números no pertenecen al mundo suprasensible, ¿eso los hace habitantes del mundo sensible? No. Luego, hay algo más que el mundo sensible, y aquí hemos dado un atisbo del mundo suprasensible.

¡Salud e inquieta alegría!

***

9 comentarios:

La Dame Masquée dijo...

Pues monsieur, menos mal que son suprasensibles, porque imagínese, si ya va tan mal la economía, qué sería si fueran algo subjetivo.
No sabemos manejar ni lo suprasensible, qué vergüenza.

Muy interesante, monsieur.

Bisous

Enrique Arias Valencia dijo...

Excelente comentario. Así es: el mundo suprasensible se opone al mundo subjetivo, pues el mundo suprasensible es objetivo. Por lo tanto, la objetividad tiene base metafísica, pues el mundo suprasensible es metafísico.

¡Un beso y un abrazo!

Carmen Troncoso Baeza dijo...

Interesante tema Enrique, los números siempre me hicieron sufrir en el colegio, heme aquí que pertenecen a una categoría suprasensible, me dan ganas de hacer un chiste con esto, pero me aguanto, un saludo cálido,

genetticca dijo...

Que mareo!

En total acuerdo con tu galimatias, pero me desviaré diciendo que el uno es el conjunto de todo, que por la unidad se empoieza y se acaba en la pluridad,que si bien parece sunjetivo es de lo más objetivo que existe.
Qu el el uno es divisible aunque no lo parezca y que cada uno posee un código que lo hace único e insustituible, por más (imaginemos)reencarnaciones que habite.

Un abrazo Enrique.

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, Carmen. Haz el chiste, por favor. ¡Me muero de curiosidad! Además, me encantan los chistes.

Hola, Genetticca. El uno aritmético-geométrico al que me refiero en el artículo es diferente al Uno incognoscible al que te refieres, pues is bien ambos pertenecen al mundo suprasensible, el Uno-conjunto-de-todo pertenece además, al mundo del noúmeno que permanece escondido en el mundo suprasensible y por eso es incognoscible.

Un abrazo a ambas.

La abuela frescotona dijo...

y que hago yo en este espacio de genios de los números...
querido Ariastóteles, pienso que todo aquello que puede ser representado, o tiene una representacion gráfica, en esa representación, pertenece a este mundo simple, veo a tus números como a nosotros mismos, tenemos un cuerpo, y un alma, pero mientras estamos aqui somos reales y concretos, lo demas todos lo suponemos...digo

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, Abuela, haces mucho, pues sigo aprendiendo de tus argumentaciones.

Hola, Genetticca. ¿Cómo estás?

¡Un abrazo a ambas!

diego dijo...

Excelente respuesta, Enrique! Estamos de acuerdo. Y lo explicaste de una manera borgiana, con matematica, asignatura que siempre me trato muy mal (pero a Nietszche tambien, eh!). Pongamosle que existe un reino de lo abstracto, despojado de pretensiones teologicas (aunque la teologia ha utilizado los numeros y dado sentido sagrado a algunos, lo que demuestra lo acertado de tu ejemplo).
A mi blog lo tengo abandonado porque comence a trabajar como ilustrador para una empresa de videogames y me ocupa practicamente todo mi tiempo. No es lo mas recomendable abandonar los proyectos de uno, pero la verdad es que me quedan pocas ganas de dedicarme. Para colmo, no puedo mostrar nada de lo que estoy haciendo porque firme un pacto de silencio. Vil, vil metal!
Apenas tenga algo que crea que valga la pena lo subo (al menos, algo viejo!). Saludos, mi dionisiaco amigo!

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, Diego, me alegra que hayas leído el post, pues lo hice con mucho cariño pensando en ti. En resumen: aceptar la existencia del universo metafísico no conduce a aceptar que dicho universo está subordinado al Dios de los cristianos.

Un abrazo