lunes, 13 de noviembre de 2006

Rosa Gallarda

Enrique Arias Valencia
Una rosa es una rosa es una rosa.
Gertrude Stein
Preámbulo
Hace mucho tiempo, cuando nada existía, ni siquiera Dios, el eterno femenino ya existía. Por lo tanto lo femenino es anterior y más poderoso que lo masculino. Es por eso que las palabras madre, materia, maya y María comparten una raíz común. Ma es la primera sílaba del lenguaje indoeuropeo, y esta raíz es la raíz de todas las raíces, más allá del bien y del mal, palabra que espontáneamente es pronunciada por el infante cuando busca volver al origen.
La madre es el origen del mundo. El mundo es materia, por lo tanto la madre es el origen de la materia. La materia es mera apariencia y eso es lo que es el velo maya de los hindostánicos. María, por su parte, es la madre de Dios y es así que María es la madre del hipotético creador del mundo, si bien es ella en realidad la sustancia divina que antecede a Dios en esplendor y gloria: Dios no puede hacer nada sin su madre.
Es por eso que la madre es el caos que antecede a la formación del mundo. En medio de relámpagos devastadores, la fosforescencia del óvulo es el Fiat lux que da comienzo a la creación.
Veamos en traza caótica algunos aspectos de la del papel de la madre en el mundo. Por ejemplo, Estados Unidos son la madre simbólica de la libertad en América porque fueron el primer país de este continente que alcanzó su independencia. Por eso, todo preámbulo habla de la búsqueda de la felicidad, la exhortación materna de la libertad.
Hay una relación entre la rosa y la Madre de Dios. Así, la Virgen de Guadalupe pidió rosas a Juan Diego para mostrar su mensaje al mundo. La rosa, originaria de Oriente, es el símbolo universal del amor. Se usa tanto para simbolizar el amor apasionado, como para entregarse al “Amigo sincero que me da su mano franca”.
Si no fuera por mi madre, yo no estaría aquí, ni nadie más. ¿Quién como mi madre? Parece que uno de los primeros intentos de responder esa pregunta está ya en la infancia. La felicidad fuera de los brazos de mamá debe tener el feliz sello de su integridad. Lo más conveniente es conservar la información que mamá nos entrega para transferirla a otra persona. Douglas R. Hofstadter en su libro Gödel, Escher, Bach explica: “Esta transformación mantenedora de la información suele llamarse isomorfismo, y el presente libro habrá de ocuparse de isomorfismos reiteradamente”.

El ábaco y la rosa
Allan Watts plantea el asunto de la rosa en estos términos: “¿Qué es esto? Esto es una rosa. Pero «una rosa» es un sonido. ¿Qué es un sonido? Un sonido es un impacto de ondas aéreas en el tímpano. ¿Entonces una rosa es un impacto de ondas aéreas en el tímpano? No, una rosa es una rosa es una rosa”.
La primer rosa que conocí es una prima de ese nombre. Un recuerdo lejano de mi infancia está aderezado por la compañía de mi hermano y mis primos. Un retozo recurrente entre los niños pequeños y que me causa sonrojo recordarlo, pero más sonrojo me causa escribirlo, es aquel del juego de los esposos. Hasta donde alcanza mi mente a rememorarlo, creo que alguna vez mi prima Rosa y yo jugamos aquel juego inocente.
También llegué a interesarme muy temprano en la ciencia, y mi prima Rosa fue mi primer colaboradora con un diminuto juego de química. Era una experiencia fascinante hacer tinta invisible, conocer por primera vez los efectos de la efervescencia y los asombrosos cambios de color de los productos químicos más sencillos.
Tornasol es una palabra que aparece en mi mente cuando repaso aquella época de tubos de ensayo y jugo de limón.
La impresión espiritual que me da el recuerdo de mi infancia es que si Dios quisiera hacer las cosas bien, sí podría hacerlo. Nada se lo impide. Ser niño amado es ser el hijo de Dios, porque el amor que se siente es el aliento de vida que alimenta el corazón del hombre.
En el horizonte simbólico mi prima Rosa es el sentimiento de la solidaridad y del cariño. Yo soy el intelecto que mide, que calcula y traza. Ella es la rosa, y yo soy el ábaco.
Amar es lo único que sabe hacer bien el ser humano. La búsqueda de la felicidad puede estar en la alegría del descubrimiento del resultado de un experimento. Unas gotitas de limón en bicarbonato de sodio y de inmediato tenemos contacto con la efervescencia. Si te acompaña una amiga en ese experimento, podrás darte por satisfecho, hasta que la mente salga de nuevo a buscar la felicidad en este mundo que nunca descansa.
Las niñas maduran antes que los niños. La madurez es cuestión de experiencia. El primer atisbo de experiencia está en la caricia de los sentimientos.
El niño sigue siendo niño porque se aferra a sus especulaciones. La sabia infancia nos enseña que la mayor aspiración de una vida entregada a la ciencia está en reunir razón y experiencia. He aquí una cuestión de isomorfismo: mi prima Rosa fue la primera persona que compartió conmigo la luz de la ciencia, y así iluminó mi infancia con un recuerdo imperecedero. Fue la reunión de razón y sentimientos en un modelo vivo.
Las relaciones entre ciencia y emociones
"Extraño a las profundidades de la filosofía puramente especulativa, mi ensayo sobre el Cosmos es la contemplación del Universo, fundada en un empirismo razonado; es decir, sobre el conjunto de hechos registrados por la ciencia y sometidos a las operaciones del entendimiento que compara y combina".
Alexander Von Humboldt
Conocer algo plenamente implica tener un contacto emocional con ello. En realidad, lo que nos emociona, lo conocemos, y lo que no nos emociona, no lo conocemos. Por lo tanto para aprender algo no hay nada mejor que emocionarse con ello.
El comienzo de toda emoción está en los sentidos, por eso para conocer es preciso recurrir a los sentidos, esto es, el saber de la experiencia. A los niños se les pueden enseñar muchas cosas, pero sólo llegarán a conocer ya amar aquellas con las que hayan tenido un contacto emocional agradable.
En contraste, a veces la educación de los niños consiste en abandonar las cosas a la memorización mecánica, y entonces los niños se pierden el contacto con la ciencia empírica y razonada.
El lógico Alfred North Whitehead critica el hecho de que en la escuela los niños aprenden cosas sin verlas, lo cual es nefasto para la memoria. En sus propias palabras:

“Somos en exceso librescos en nuestros hábitos escolares… En el jardín del Edén, Adán vio a los animales antes de darles nombres: en el sistema tradicional, los niños nombran a los animales antes de verlos”.
Es así que la experiencia enriquece a la razón, y uno de los dones más grandes de la experiencia es la emoción que la acompaña.
Uno de los lugares en donde podemos ver el gran beneficio que puede tener para la educación el recurso emocional es en la enseñanza de las matemáticas. Por lo regular a los niños sólo se les habla de los números como si sólo fueran cantidades desprovistas de cualquier otra característica.
Cuando a los niños se les muestran las relaciones que existen entre la geometría y la experiencia, lo mejor es que puedan sentir qué es un círculo, qué es un diámetro, qué es una circunferencia. Nada mejor que los materiales coloridos para mostrar las figuras geométricas.
Lo mismo podemos afirmar de la aritmética. Las sumas y restas pueden explicarse mejor con manzanas, como dice un refrán.
Otro punto importante es el amor por el conocimiento. Transmitir la pasión por aprender es uno de los recursos más importantes del pedagogo. La ciencia puede ser algo apasionante, si nos proponemos tratarla en forma amena.

Gracias, prima Rosa

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