viernes, 12 de diciembre de 2008

Salve, Silvia tu memoria

Enrique Arias Valencia

«Primero se llevaron a los judíos,
pero como yo no era judío, no me
importó.
Después se llevaron a los comunistas,
pero como yo no era
comunista,
tampoco me importó.
Luego se llevaron a los obreros,
pero
como yo no era obrero, tampoco me importó.
Más tarde se llevaron a los
intelectuales,
pero como yo no era intelectual, tampoco me
importó.
Después siguieron con los curas,
pero como yo no era cura,
tampoco me importó.
Ahora vienen por mí,
y ya es demasiado
tarde».
Bertolt Brecht

La partida de Silvia Vargas de esta tierra es un acontecimiento que nos exige pensar más allá de formalismos, y actuar más allá de buenos deseos.
En el concierto para violín de Alban Berg A la memoria de un ángel se nos ofrece la esquela musical de Manon, la hija de Alma Schindler y Walter Gropius. Ahí se rinde homenaje póstumo al frágil retoño de una de las mujeres más bellas y famosas de la Europa posromántica. Su partida, como la que ahora nos ocupa es un llamado a buscar lo que tenemos de humano, más allá de referencias ideológicas.
La descomposición de la sociedad es un asunto que a todos nos atañe. Hoy sabemos que otro ángel ha partido, pero la música sobra, pues la gravedad del asunto nos exige abandonar la partitura para tratar de encontrar nuestro corazón, perdido entre toneladas de axiomas legales y preferencias críticas.
En un poblado perdido entre las faldas del Ajusco, seres sin rostro ni identidad ocultaron el cadáver de una joven que fue buscada sin descanso por sus desesperados padres.
El panorama es preocupante. Lo único que nos resta es fortalecer nuestra fe en que, algún día volverá a brillar lo auténticamente valioso en el horizonte social. Y esto último sólo puede conseguirse con un enorme grano de arena que podemos aportar si a nuestros hijos les enseñamos a buscar aquello mismo que nosotros estamos buscando: un mundo en donde se pueda vivir en paz.

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