Enrique Arias Valencia
Para Jimena, la hija de Manuel Millán, en su nacimiento
Magnificat
anima mea Dominum,
et exsultavit spiritus meus
in Deo salutari meo.
Lucas 1:46 &
En un muy interesante y muy divertido artículo llamado "Ateos por Jesús", el etólogo ateo Richard Dawkins, entre muchas ideas, afirma que "La religión motiva a las personas a flagelarse la espalda, o a prenderse fuego a ellas mismas o a sus hijas, a denunciar que sus abuelas son brujas o, en casos menos extremos, a permanecer arrodilladas semana tras semana durante ceremonias estupefacientemente aburridas". Como al final Dawkins suelta un juicio de valor, creo que puedo contestarle. ¿Son aburridos los cultos religiosos? He hecho la prueba tres domingos seguidos. Primero me fui al Santuario del Señor de la Cuevita, en Iztapalapa, a participar en una misa cuyo dato más característico consistió en que durante, me parece que el Ofertorio, una soprano cantó el Ave María de Bach-Gounod.
¿No es para estremecerse saber que Johann Sebastian Bach compuso un preludio en Do mayor, con el cual se abre su colosal Clave bien temperado, partitura que tras la muerte del compositor, y sabrá Dios cómo, fue vendida como papel para envolver? Varios años después, la esposa del músico Charles Gounod fue a comprar pescado, ¡y le empacaron su pedido con la partitura del Do mayor del Clave!
Al llegar a casa, la señora mostró a Charles la página. El maestro estudió aquellas notas, y tras deleitarse con su delicada belleza, sobre el preludio barroco, Gounod compuso la melodía de un Ave María. Por eso esta obra tiene dos compositores. ¡Se trata de un palimpsesto musical! Fue esta la pieza que escuché en una oscura iglesia el primer domingo de mi experimento.
El segundo domingo me fui a un poblado del sur del Distrito Federal, Villa Milpa Alta. No escogí el día, fue mera chiripa. Y hete aquí que era la fiesta del barrio, y la ceremonia fue llena de esplendores y colorido. Pueblo de reyes, barrio de espíritus de Dios. Ha sido la fiesta de la Santísima Virgen en el barrio de los Ángeles en Malacachtepec Momozco. La misa comenzó con aquel himno que reza:
Pueblo de reyes,
asamblea santa,
pueblo sacerdotal,
pueblo de Dios,
bendice a tu Señor.
Himno que tengo en grande estima y muy curiosa virtud, porque me fue presentado hace muchos años por el sacristán de la parroquia donde por primera y última vez tomé el sacramento de la comunión. Algo que me llamó la atención fue que no se rezó el "Yo pecador". Tras la misa, las danzas prehispánicas. Así es: el atrio del templo se despejó para que se presentasen hombres y mujeres ataviados con penachos de largas plumas, cascabeles en los talones y el taparrabos en su pundonoroso sitio. Al comenzar la ceremonia se enciende el enervante copal, se tocan las caracolas, se pulsan las conchas (una especie de bandurrias) y se entona una melodía que dice:
El Señor Momozco
esta tierra dio.
Toda en herencia
nos la entregó.
Por cierto que la caja de las bandurrias está formada por la concha de un armadillo. Y entonces comenzaron cuatro horas de danzas prehispánicas. Tambores de guerra, copal y casacabeles. Las plumas, los colores, los escudos, y el saludo a los cuatro puntos cardinales. Y nada más tocar este asunto de los cuatro puntos cardinales, deja de ser aburrida la religión. Resulta que los frailes que llegaron a México tan sólo terminada la conquista, tuvieron a bien permitir a los arquitectos indígenas participar en la construcción de los primeros templos católicos de la Nueva España, y por eso, quienes elevaron todos los edificios religiosos del México del siglo XVI e incluso varios del XVII, fueron artistas que estaban iniciados en las artes secretas de la geometría, y una de las cosas que hicieron fue trazar la planta de los templos cristianos con una perfecta orientación mesoamericana. El templo donde me encontraba tiene una fachada que mira al Occidente. Cuando los danzantes hicieron el saludo a los cuatro puntos cardinales, sus plantas se desplazaron por un espacio sagrado, un cuadrado que había sido dibujado con varios siglos de anticipación por sus antepasados. Esto no sucede en todos los templos de México, así, por ejemplo, la fachada de la muy noble y muy criolla Catedral Metropolitana, mira al Sur.
¿Por qué es interesante que la fachada de un templo del Centro de México mire al Occidente? Si nada más fuera esto, la cosa no despertaría ningún interés. El caso es que cuando miramos la portada de muchos templos del sur de México, tras dicha fachada se recorta la silueta de la que según la leyenda, es la pareja del Popocatépetl. El efecto es impresionante en San Bernardino de Siena, en Xochimilco. La montaña pareciera ser el marco perfecto del templo. Hoy todavía llamamos Iztaccíhuatl a ese volcán, nombre que quiere decir: La mujer que duerme. Visto en conjunto, un templo del siglo XVI, con su planta indígena, su iglesia católica y su marco de volcán, es todo un palimpsesto del paisaje.
¿Forma parte del culto la planta del templo? Indudablemente. El atrio de un templo mexicano es literalmente la pista de baile de danzas sagradas que antecedieron al cristianismo en América por varios milenios, y sus movimientos están determinados por la cuadratura de la tierra y los astros del cielo. ¡Para un danzante la Tierra no puede ser redonda! En nuestro muy querido México sabido es que debajo de muchos templos cristianos, está un templo indígena, perfectamente orientado, como el templo de la superficie. Un palimpsesto arquitectónico.
El estandarte de uno de los danzantes está ornamentado por el anverso que muestra a Jesús resucitado; sin embargo, el reverso ostenta un precioso Tláloc azul, dios de la lluvia y Muy Señor Nuestro. Sincretismo hermoso, celebrado con embeleso, palimpsesto religioso.
Danza que danza una señora con su hijita en brazos. Es increíble que en medio de tan intensa actividad la niña ni se inmute. Pero cuando la tía la toma un momento, la bebé despierta y rompe a llorar. Regresa a los brazos de su madre.
Los giros de los danzantes hipnotizan, los tambores de guerra predisponen al corazón para un combate imaginario, los cascabeles nos comunican un mundo trascendente que habla el lenguaje directo de la Voluntad; los movimientos de los brazos y las piernas, los gritos, los pasos, y el copal nos rinden a los brazos de la naturaleza del espíritu. De vez en cuando un danzante rinde reverencia a Ometéotl, "que es Dios". Tampoco faltan las referencias a Tonantzin, nuestra madrecita. ¿Aburrido? ¡The God Delusion es refutado con pasos de baile! Al final, el más anciano de la tribu toma la palabra, para cantar a capella:
Ya se va la danza azteca
Ya acabamos de danzar.
Para el año venidero
sabe Dios quién volverá.
Ya nos vamos, madre mía.
Nos vamos a retirar.
Debajo del texto latino de la fiesta dedicada a Santa María de los Ángeles está escrito otro texto, no con alfabeto latino, sino con pictogramas mexicas.
Para Jimena, la hija de Manuel Millán, en su nacimiento
Magnificat
anima mea Dominum,
et exsultavit spiritus meus
in Deo salutari meo.
Lucas 1:46 &
En un muy interesante y muy divertido artículo llamado "Ateos por Jesús", el etólogo ateo Richard Dawkins, entre muchas ideas, afirma que "La religión motiva a las personas a flagelarse la espalda, o a prenderse fuego a ellas mismas o a sus hijas, a denunciar que sus abuelas son brujas o, en casos menos extremos, a permanecer arrodilladas semana tras semana durante ceremonias estupefacientemente aburridas". Como al final Dawkins suelta un juicio de valor, creo que puedo contestarle. ¿Son aburridos los cultos religiosos? He hecho la prueba tres domingos seguidos. Primero me fui al Santuario del Señor de la Cuevita, en Iztapalapa, a participar en una misa cuyo dato más característico consistió en que durante, me parece que el Ofertorio, una soprano cantó el Ave María de Bach-Gounod.
¿No es para estremecerse saber que Johann Sebastian Bach compuso un preludio en Do mayor, con el cual se abre su colosal Clave bien temperado, partitura que tras la muerte del compositor, y sabrá Dios cómo, fue vendida como papel para envolver? Varios años después, la esposa del músico Charles Gounod fue a comprar pescado, ¡y le empacaron su pedido con la partitura del Do mayor del Clave!
Al llegar a casa, la señora mostró a Charles la página. El maestro estudió aquellas notas, y tras deleitarse con su delicada belleza, sobre el preludio barroco, Gounod compuso la melodía de un Ave María. Por eso esta obra tiene dos compositores. ¡Se trata de un palimpsesto musical! Fue esta la pieza que escuché en una oscura iglesia el primer domingo de mi experimento.
El segundo domingo me fui a un poblado del sur del Distrito Federal, Villa Milpa Alta. No escogí el día, fue mera chiripa. Y hete aquí que era la fiesta del barrio, y la ceremonia fue llena de esplendores y colorido. Pueblo de reyes, barrio de espíritus de Dios. Ha sido la fiesta de la Santísima Virgen en el barrio de los Ángeles en Malacachtepec Momozco. La misa comenzó con aquel himno que reza:
Pueblo de reyes,
asamblea santa,
pueblo sacerdotal,
pueblo de Dios,
bendice a tu Señor.
Himno que tengo en grande estima y muy curiosa virtud, porque me fue presentado hace muchos años por el sacristán de la parroquia donde por primera y última vez tomé el sacramento de la comunión. Algo que me llamó la atención fue que no se rezó el "Yo pecador". Tras la misa, las danzas prehispánicas. Así es: el atrio del templo se despejó para que se presentasen hombres y mujeres ataviados con penachos de largas plumas, cascabeles en los talones y el taparrabos en su pundonoroso sitio. Al comenzar la ceremonia se enciende el enervante copal, se tocan las caracolas, se pulsan las conchas (una especie de bandurrias) y se entona una melodía que dice:
El Señor Momozco
esta tierra dio.
Toda en herencia
nos la entregó.
Por cierto que la caja de las bandurrias está formada por la concha de un armadillo. Y entonces comenzaron cuatro horas de danzas prehispánicas. Tambores de guerra, copal y casacabeles. Las plumas, los colores, los escudos, y el saludo a los cuatro puntos cardinales. Y nada más tocar este asunto de los cuatro puntos cardinales, deja de ser aburrida la religión. Resulta que los frailes que llegaron a México tan sólo terminada la conquista, tuvieron a bien permitir a los arquitectos indígenas participar en la construcción de los primeros templos católicos de la Nueva España, y por eso, quienes elevaron todos los edificios religiosos del México del siglo XVI e incluso varios del XVII, fueron artistas que estaban iniciados en las artes secretas de la geometría, y una de las cosas que hicieron fue trazar la planta de los templos cristianos con una perfecta orientación mesoamericana. El templo donde me encontraba tiene una fachada que mira al Occidente. Cuando los danzantes hicieron el saludo a los cuatro puntos cardinales, sus plantas se desplazaron por un espacio sagrado, un cuadrado que había sido dibujado con varios siglos de anticipación por sus antepasados. Esto no sucede en todos los templos de México, así, por ejemplo, la fachada de la muy noble y muy criolla Catedral Metropolitana, mira al Sur.
¿Por qué es interesante que la fachada de un templo del Centro de México mire al Occidente? Si nada más fuera esto, la cosa no despertaría ningún interés. El caso es que cuando miramos la portada de muchos templos del sur de México, tras dicha fachada se recorta la silueta de la que según la leyenda, es la pareja del Popocatépetl. El efecto es impresionante en San Bernardino de Siena, en Xochimilco. La montaña pareciera ser el marco perfecto del templo. Hoy todavía llamamos Iztaccíhuatl a ese volcán, nombre que quiere decir: La mujer que duerme. Visto en conjunto, un templo del siglo XVI, con su planta indígena, su iglesia católica y su marco de volcán, es todo un palimpsesto del paisaje.
¿Forma parte del culto la planta del templo? Indudablemente. El atrio de un templo mexicano es literalmente la pista de baile de danzas sagradas que antecedieron al cristianismo en América por varios milenios, y sus movimientos están determinados por la cuadratura de la tierra y los astros del cielo. ¡Para un danzante la Tierra no puede ser redonda! En nuestro muy querido México sabido es que debajo de muchos templos cristianos, está un templo indígena, perfectamente orientado, como el templo de la superficie. Un palimpsesto arquitectónico.
El estandarte de uno de los danzantes está ornamentado por el anverso que muestra a Jesús resucitado; sin embargo, el reverso ostenta un precioso Tláloc azul, dios de la lluvia y Muy Señor Nuestro. Sincretismo hermoso, celebrado con embeleso, palimpsesto religioso.
Danza que danza una señora con su hijita en brazos. Es increíble que en medio de tan intensa actividad la niña ni se inmute. Pero cuando la tía la toma un momento, la bebé despierta y rompe a llorar. Regresa a los brazos de su madre.
Los giros de los danzantes hipnotizan, los tambores de guerra predisponen al corazón para un combate imaginario, los cascabeles nos comunican un mundo trascendente que habla el lenguaje directo de la Voluntad; los movimientos de los brazos y las piernas, los gritos, los pasos, y el copal nos rinden a los brazos de la naturaleza del espíritu. De vez en cuando un danzante rinde reverencia a Ometéotl, "que es Dios". Tampoco faltan las referencias a Tonantzin, nuestra madrecita. ¿Aburrido? ¡The God Delusion es refutado con pasos de baile! Al final, el más anciano de la tribu toma la palabra, para cantar a capella:
Ya se va la danza azteca
Ya acabamos de danzar.
Para el año venidero
sabe Dios quién volverá.
Ya nos vamos, madre mía.
Nos vamos a retirar.
Debajo del texto latino de la fiesta dedicada a Santa María de los Ángeles está escrito otro texto, no con alfabeto latino, sino con pictogramas mexicas.
En más de un sentido, el objeto de la poesía de la que el viejo danzante hace eco consiste en pintar los emblemas de un mundo sombrío. Siglos atrás, ya Nezahualcóyotl, el rey poeta, cuyo nombre significa Coyote que ayuna, natural de estas tierrras, había advertido la impermanencia de todos los seres del mundo, en el poema "Yo lo Pregunto", y que en la escuela me hacían recitar, cosa que evitó que me aburriese en horas de clase:
Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
Nada es para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Aunque sea de obsidiana se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
El misterioso sonido del aliento de las caracolas me da estéticos escalofríos. Cuando los danzantes se dirigen al interior del templo para dar gracias, uno de ellos toma la palabra y sentencia: "Vamos a dar gracias a Dios, que en última instancia no tiene forma ni espíritu". Tras escucharlo, cursi como soy, me arrodillo gustoso con ellos. Quizá aburrirse sea cuestión de temperamento. A mí, la mera verdad, no me aburren varios rituales religiosos. Y para volver a probarlo, el tercer domingo fui a una parroquia que tengo muy olvidada, ahí donde canta la Sociedad Coral Cantus Hominum. Y de nuevo fue la maravilla y la gracia, el altar y la música. Una de las partes del rito católico fue engalanado con el Ave María de Jacques Arcadelt. Una de las mejores vacunas para el aburrimiento es mi permanente ignorancia. Grande fue mi sorpresa cuando, platicando con el director del coro, yo sostenía con gran necedad que dicho Ave María es contrapuntístico, y Leonardo me corrigió, (con un paternalismo que me recordó a nuestro Atilio) haciéndome ver que el Ave María de Arcadelt está compuesto con base en la armonía, y no el contrapunto. El Ave María de Arcadelt hace que sean verdad las palabras: "París bien vale una misa". Voz sobre voz, me arrodillo frente al arte de las divinas armonías, palimpsesto de voces.
La comunión fue cantada por la hija de Leonardo, y fue así que su dulce voz de niña dio vida al Ave María de Schubert, el cual me sirve para cerrar este homenaje a la Virgen con este paralogismo: para este irracionalista embravecido, la Virgen María es una metáfora perfecta de la ley de la conservación de la materia. Por lo tanto, si la Virgen María es la madre de Dios, y María es metáfora perfecta de la materia, palimpsesto juguetón, luego la materia es la madre de Dios. A que sí.
9 comentarios:
Cuando presencié ceremonias hinduístas en Bali admiré las danzas y la música gamelán. Poco me importó que hubiese referencias a elefantes, ser sagrado y mitológico en tal religión aunque NUNCA en la historia haya habido elefantes en Bali y los celebrantes no hayan jamás visto uno ni en televisión.
Cuando vi el Kirov representar Giselle no le presté demasiada atención a las concepciones románticas e inexistentes del amor que no resisten análisis científico.
Cuando me deleito con un blues no pienso demasiado en que dios no existe y decido dejarme emocionar por las invocaciones al mismo de parte del sufrido que canta.
Cuando observo Kabuki no me concentro en la no existencia de Kamis (espíritus) y lo mismo me sucedió cuando vi la ópera de Pekín durante los cuales los entretejidos de la historia no serían posibles sin aquellos.
En el caso del Bolshoi, no se me ocurrió cuestionar la historicidad de los hechos narrados en Espartaco.
En definitiva, el arte y la estética tienen poco que ver con la verdad.
El aburrimiento es intelectual, no estético.
Cada día tengo más ganas de ir México, un país que nunca estuvo alto en mis prioridades. Esto se debe a la creciente cantidad de buenos mexicanos que encuentro en la vida.
Espero que no te ofendas cuando te digo que yo, como cualquier otro, podemos no ver la belleza de los actos de describes pues no tenemos ninguna asociación emocional con ellos, las personas, los hechos y lugares.
La música, las vestimentas, el sistema simbólico y la evocación de algún hecho real o ficticio del cual devenga alguna emoción apreciable pueden cambiar el valor de la experiencia. No hay dudas que los miembros de tal tribu no encuentran bellas las manifestaciones culturales de la otra. Es más, normalmente son aborrecibles, sobre todo si se trata de la tribu vecina.
Es el amor que algunos le tienen a la virgen lo que puede ser bello, si es bella su expresión. Pero tal amor puede conducir a una ceremonia tan aburrida que aturde o a salvajismo terrorífico también.
Buenos días, Atilio.
Cuando vengas a México será un honor recibirte. Esto es muy importante: ¡no olvides avisarme!
Tu comentario me parece genial. De hecho, tendré que reescribir (actualizar) algunas líneas, o escribir otro artículo, o al menos poner aquí una breve explicación.
Te diré dónde encuentro la dificultad de mi planteamiento: cometí la imprudencia de poner un término de la antropología: tribu. Me parece que no es acertado que haya yo hecho eso, y tú has señalado un aspecto de las tribus que no se da en el centro de México. Entre los descendientes de la cultura mexica ("toltecas")los emblemas no se enfrentan, las manifestaciones culturales mesoamericanas no rivalizan entre sí. No obstante, cuando llegaron los miembros de una banda de metales, las trompetas sí interfirieron el final de los rituales indígenas. La discordancia se dio porque cada número tiene un tiempo específico, y según los de la banda ya les tocaba su turno.
Por cierto que ayer olvidé referirme a la típica bebé de mis reseñas, pero ese episodio sí lo he añadido ya.
P. S.
Como tú ya comentaste lo de las tribus, no quitaré la referencia en la entrada.
Yo también cometí dos errores en mi comentario escrito en el trabajo...
La frase: "No hay dudas que los miembros de tal tribu no encuentran bellas las manifestaciones culturales de la otra. Es más, normalmente son aborrecibles, sobre todo si se trata de la tribu vecina".
Debe leerse: "No hay dudas que los miembros de UNA tribu no encuentran bellas las manifestaciones culturales de otra. Es más, normalmente son aborrecibles, sobre todo si se trata de la tribu vecina".
Es decir, sin "tal" y con una en su lugar y si "la" de "la otra".
Esto hace que tu uso del término "tribu" no sea un error y que me comentario se aplique al grupo de personas que considera el ritual que narras como propio, cualquiera sea su extensión aún mas allá de los límites de la tribu en cuestión.
Estimado Enrique:
Diría que tu crónica es excelente. Pero la echas a perder con tu comentario final.Hacer proselitismo por ideas ateas vulgariza tanto como hacer proselitismo por alguna religión.A final de cuentas tú y yo ¿qué sabemos sobre las razones profundas de la fe?Bueno, póngamoslo así: yo sólo sé que no sé nada.
Saludos
Hola, F. Armando.
Entiendo tu enfado, y noto ya que el "A que sí" desentona por entero con la intención de mi trabajo. Procuraré más en pulirlo, y para intentar compensar el entuerto, te mando un afectuoso abrazo.
Enrique
Arias:
Un legrado de urgencia a mi mujer me ha hecho alejarme de los foros. Ya está recuperada, sólo cierta sangre coagulada y un estancamiento en el cierre del útero, todo solucionado y con toda la familia en casa.
Gracias por dedicar a mi pequeña Jimena este interesante estudio. Por cierto, el término palimpesto lo tengo que añadir a mi vocabulario.
Porque creo que el ser humano es un perpetuo palimpesto. Ya te comenté cómo durante el imperio romano, algunas de las lápidas conservadas en la cercana (desde mi ciudad, claro) ciudad de Segóbriga solicitaban un ruego al caminante en los cruces de caminos. Siglos después, esos cruces fueron enriquecidos con una virgen.
Tus viajes por la arquitectura mexicana son un descubrimiento para los que vivimos en Europa. No sabía que el cristianismo absorbiera tanta cultura pre-colombina, tanto simbolismo, resulta apasionante.
Por último, decir que Dawkins tiene mucho de occidental mega-guay-progre-simpático, con lo que le debe resultar aburridísimo una liturgia religiosa, porque se escapa de su agitada vida, que imagino tediosa, por otra parte.
Un abrazo.
Hola, Manuel. ¡Qué bueno es tener noticias tuyas y de tu familia! Valioso lo de la Virgen de los caminos, con un ruego, sí.
¡Saludos!
Muy querido Enrique: he visto esa ceremonia varias veces en mi vida -mi barrio es precisamente el de los Ángeles- y sin embargo parece novedosa en tus palabras. Yo sabía que los escritos de Bach habían sido hallados en una carnicería, tal vez se repartieron entre carnicerías y pescaderías; me agrada más el hecho de que se trate de una carnicería.
Abrazos y gracias por compartir
Después de tus paseos, escribes, con ese lenguaje le devuelves al mundo sus significados. Esto sólo lo hace un poeta, dice Javier Sicilia.
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