sábado, 15 de agosto de 2009

Noche de plenilunio en San Pablo Oztotepec




Enrique Arias Valencia

La primera vez que pisó la Luna un Homo sapiens yo no pude ver el prodigio porque esa noche me abandoné a los brazos de Amparito. Así me dijo mi abuelo en el pueblo de San Pablo Oztotepec... Mi interlocutor hace una pausa, y me muestra la Luna en su modesto telescopio. A continuación, añade con voz grave: “En octubre de 1917 el poeta Amado Nervo escribió el poema «El gran viaje», que en su primera estrofa incluye dos preguntas, un encabalgamiento, y una exaltada exhortación a la ciencia”:

¿Quién será, en un futuro no lejano,
el Cristóbal Colón de algún planeta?
¿Quién logrará, con máquina potente,
sondar el océano
del éter, y llevarnos de la mano
allí donde llegaron solamente
los osados ensueños del poeta?

Mi interlocutor continúa: “En San Pablo hay varios templos. Dos de ellos coronan cierta cima del cerro donde se aloja el poblado. Uno de los edificios es la pequeña capilla de Chalmita, al lado, la capilla abierta. Pareciera que la capillita data del virreinato, la capilla grande es más reciente, seguro que es del siglo veinte”. A doscientos metros de los templos, hollando el bosquecillo, podemos montar un improvisado observatorio, pues aquí las luces del pueblo son menos agresivas. La Luna de hoy es magnífica. Es una invitación a recordar la hazaña de hace cuarenta años. ¡Por fin el hombre había llegado a la Luna! Nervo no pudo disfrutarlo, había muerto en 1919. Mi amigo calibra su instrumento, y comienza a hablar de los cráteres lunares. De pronto su discurso se interrumpe: una bandada de murciélagos irrumpe victoriosa, y sus sombríos chillidos sobrecogen el corazón de los presentes. San Pablo Oztotepec significa “Encima de la gruta”. En el escudo del pueblo puede verse un glifo que quizá sea un murciélago dentro de una caverna.

¿Quién será en un futuro no lejano
el Cristóbal Colón de algún planeta?

¿Y qué sabremos tras el viaje augusto?
¿Qué nos enseñaréis, humanidades
de otros orbes, que giran
en la divina noche silenciosa,
y que acaso hace siglos que nos miran?

Al despedirse la bandada, no puedo dejar de pensar cómo es posible que en este milenio que nació cansado todavía nos sorprendan los seres vivos de nuestro propio planeta. ¿Cuánto más nos sorprenderían los seres vivos de otro sistema? Muchos de nosotros en nuestra cándida esperanza hemos querido ver en ellos a seres que serían mucho más inteligentes que nosotros. Amado Nervo también acarició esa idea, y así apuntó:

Espíritus a quienes las edades
en su flüir robusto
mostraron ya la clave portentosa
de lo Bello y lo Justo,
¿Cuál será la cosecha de verdades
que deis al hombre, tras el viaje augusto?

¿Con qué luz nueva escrutará el arcano?
¡Oh la esencial revelación
que fije nuevo molde al barro humano!

¿Quién será en un futuro no lejano
el Cristóbal Colón de algún planeta?

La visita de sabios del Cielo es un tema recurrente del imaginario colectivo. Da origen a la religión y a la más acendrada fantasía. También es la madre de los delirios más desbocados. ¿Cuántas personas no habrán visto por ahí, ya no digamos un ovni, sino un extraterrestre hecho y derecho con un mensaje sospechosamente humano, demasiado humano?

Y no hay nada más humano que el amor. Mi interlocutor no deja de suspirar por la ausente Amparito. Yo también alguna vez pude deslumbrarme con la luz de la ternura de Lísida, y fue en San Pablo Oztotepec donde culminó con un beso una conversación, una noche sin Luna en un café, con los templos de Chalma y Chalmita resguardando el paisaje de una fiesta mágica en el corazón de ayer. La fotografía la tomó ella, y data de esa fecha, por eso las nubes cubren el cielo, en contraste con la noche que redacté estas líneas.

Por cierto que Lísida nació un día de aniversario de la llegada del hombre a la Luna. Por eso, tras su partida, lo único que hice esa noche fue llorar su ausencia.

10 comentarios:

maxcourrech dijo...

Sin duda este es un trabajo excelente, soberbio, excelso y mas.

Tu calidad como cronista, escritor, poeta, escritor y filosofo ha alcanzado una apreciable madurez.

Lo unico que echa a perder todo (segun yo) son las ultimas lineas donde sale Lisida. Se que es una cuestion personal tuya y muy honda, pero amarga las delicias del escrito con amarguras de fantasmas retorcidos.

Te felicito y recomiendo algun anti-lisidas que tal vez mejore tu salud.

Enrique Arias Valencia dijo...

Eres un genio, Max.

Es curioso que a F. Armando no le gustó el comentario final de mi artículo anterior, y ahora a ti no te gusta el remate del presente.

Quizá debería yo de oir un poco más de música, de Mahler y de Tchaikovsky, porque ambos hacían excelentes finales. ¿Con eso se me pegará algo?

Un abrazo irracionalista

Lovecraft dijo...

Un trabajo excelente; esa combinación de narrativa, poesia y ensayo a mi simplemente no se me da. (claro que yo soy más bien panfletario, jaja) Aunque opino también que deberias revisar ese final.

Enrique Arias Valencia dijo...

Gracias, Lovecraft. Fue del Nietzsche esteta de quien me prendé, y de ningún otro.

Un abrazo estético-nietzscheano

Anónimo dijo...

¿Alguién sabe cómo se llama el genero en que se alterna poesía con prosa?

Me agrada el primer poema de Nervo. Y el relato de ese pequeño recuerdo, además de la foto.

Yo personalmente sospecho de que algún día exista un Colón cósmico. Pero también sueño con ello. El padre Abismo, es profundo. Tardaremos un poco más y ya traemos la soga en el cuello. Nuestra casa se esta asfixiando, pensando en escatologías, y útopias tecnologicas.

Enrique Arias Valencia dijo...

Gracias, Kobernein3. Hacía falta tu comentario.

Un abrazo estético-abismado

F. Armando Ramos Danache dijo...

Nostálgico y poético.
¡Oh! La nostalgia, es una gran fuerza creadora.
La nostalgia es una gran amiga inspiradora. Es una musa... cómo Lísida, que colonizó tu corazón y partió, tal vez, para explorar otros planetas.

Saludos
Fausto

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, Fausto. Pero afortunadamente los verdaderos amigos se quedaron en la Tierra.

peregrino dijo...

Sin duda podríamos encontrar a muchos dispuestos a emular al navegante y zarpar amarras hacia
las estrellas, hacia la profundidad de lo desconocido, sólo detenidos por la falta de medios, pero que pocos
hay que se atrevan a ir a donde el hombre mas teme, que es al interior de si mismo, siendo por ello que para evitar tal
cosa llena el camino de barricadas y trincheras, para sentirse a salvo en la homogeneidad del grupo y lejos de
la responsabilidad que conlleva ser conocedor de si mismo y por tanto de sus actos.
La Luna refleja la luz del sol, tambien podemos vernos reflejados en ella para así
mitigar nuestro miedo, pero sin duda preferimos no ver lo evidente.
Aunque a algunos les disguste el último párrafo yo creo que es mas que adecuado, no ya por el tema, sino porque esa es la realidad
y eso es lo que somos.
Quizás sea mejor olvidar sus pedazos y dejar que cada uno se pierda por algún rincón de la galaxia, y dedicarnos cada uno de
nosotros a recomponer los nuestros en algo que se asemeje en lo que se pueda a aquello que deseamos y debemos llegar a ser.
Un abrazo, Enrique.

Enrique Arias Valencia dijo...

¡Gracias, Peregrino!