Enrique Arias Valencia
Es así como Goethe rescata la estimación de las antologías en su libro Poesía y verdad, obra que no consulté completa, sino en una antología de obras de Goethe titulada Fragmentos del saber superior. Se trata de un modestísimo librito que se atreve a compendiar varios textos del inmortal poeta alemán. Y su aliento feliz me impulsó a seguir su ejemplo, en el caso de las relaciones entre poesía y ciencia.
Si podemos contestar preguntas al amparo de la experiencia, y también podemos formar preguntas auxiliados por las matemáticas y demás ciencias formales, todavía nos falta dar respuesta a otras preguntas, como las siguientes: ¿Conforman los pensamientos a la realidad o la realidad conforma el pensamiento? ¿Son reales los pensamientos? ¿Es la realidad un pensamiento? ¿Qué es un pensamiento? ¿Qué es, si es que es algo, la realidad? ¿Y qué sigue? Por eso, Isaiah Berlin se pregunta:
Isaiah Berlin nos introduce en la que considero una de las más importantes preguntas. Berlin sostiene que la filosofía se encarga de las preguntas que no tienen una respuesta empírica ni formal. Por ejemplo, él mismo plantea que la pregunta: “¿Cuál es la finalidad de la vida humana sobre la Tierra?” no puede contestarse ni por la vía empírica ni por la formal. Se trata, por tanto, de una pregunta filosófica. Ahora, yo pregunto: ¿Y si la finalidad de la vida fuera aprender a hacer bien las cosas? ¿Qué podría implicar tal finalidad? ¿Qué es la finalidad en verdad? ¿Qué es en verdad la finalidad? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es el mundo? ¿Qué es el lenguaje con el que articulo estas preguntas? Ya Wittgenstein había sostenido que “Las fronteras de mi lenguaje significan las fronteras de mi mundo”. El lenguaje es frontera que limita, pero también engloba al mundo permitiendo su manifestación. Los límites permiten la existencia del mundo en su interior. El lenguaje es el lugar donde puede brotar la verdad. El lenguaje es el límite que anida al mundo en su interior.
Sobre el problema de la verdad, Nietzsche nos lleva a considerar las relaciones humanas como el lugar donde se presenta la adición que llamamos “verdad” y se pregunta: “¿Es el lenguaje la expresión adecuada de todas las realidades?” De cualquier manera, La realidad es un producto del lenguaje. El carácter vivo de la realidad en tanto entidad que la sociedad distingue puede ponerse en paralelo con la verdad en tanto producto de las relaciones que se presentan en las sociedades humanas:
De todo el ejército al que se refiere el filósofo alemán, concentrémonos en un caso concreto: la metáfora. Cuando un elemento lingüístico se refiere directamente a un objeto de atención, el tema aparente, y a su vez señala una referencia directa o tácita a un objeto diferente, nos encontramos con una metáfora. Por ejemplo, en la siguiente reflexión de Wilhelm Von Humboldt se habla de un hilado interior y un trazo exterior:
Es así que el lenguaje es una frontera que permite la existencia en su interior, de un mundo humano. Humboldt propone que lenguaje y hombre se encuentran profundamente imbricados en una trama cuya expresión es la sociedad.
El lenguaje no sólo limita el mundo, sino que es la condición de posibilidad de la existencia del mundo en el interior del lenguaje. Por eso, la pregunta: ¿Qué es, si es que es algo, la realidad? Está acotada por el lenguaje. Y de aquí en adelante perseguiré a la inspiración como un perro de caza, y cuando la tenga cerca, la sujetaré de un mordisco.
Hace mucho tiempo leí un libro titulado La cuarta dimensión, del matemático ciberpunk Rudy Rucker. Entre otras linduras, el libro se encargaba de presentar y comentar lo que sobre dimensiones superiores habían escrito varios filósofos, matemáticos y escritores.
Es así que en dicha obra Rucker también hizo una excelente antología explicada de varios de los pensamientos en torno a las realidades superiores. En uno de los capítulos del libro, Rucker está convencido, de al menos dos cosas verdaderas:
Por lo tanto, la única certeza es que existo, y en consecuencia, quizá pienso; y sin embargo, percibo. Y así tenemos que Rudy Rucker nos comenta que en la novela de 1885 Una comunicación incompleta, Charles Howard Hinton expone su idea de que:
No necesito leer la novela de Hinton para sentirme embargado por la posibilidad que plantea. Sólo necesito reflexionar en el impacto que la idea provocaría en mi propia vida. Independientemente de dogmas religiosos o de otra clase, ésta es la idea que me resulta más atractiva de todas con respecto a lo que es la vida. Tiene cierto aroma nietzscheano, pero corregido y aumentado. Es un eterno retorno progresivo, como el de una espiral. De entre la vorágine de posibilidades tras la muerte, ¿no es ésta una bella idea? Renacer a algo mejor. Si tuvieras oportunidad de vivir de nuevo tu vida, pero con la ventaja de que podrías corregirla; ¿aceptarías? Y al final, sin embargo, no deja de ser cierta la sentencia de Heráclito: “A los hombres les aguardan cuando mueran tales cosas que ni esperan ni imaginan”. Después de todo, ¿no es acaso la vida entera un sueño? Soñemos, pues, un poco, con una fantasía científica.
Una fantasía natural
¿Qué clase de ciencia se hizo tras la muerte de sor Juana? ¿Qué es el Universo? ¿Quién puede saberlo? El Universo es la unidad de lo diverso. ¿Tuvo el Universo un principio o ha existido siempre? Si el Universo tuvo un principio, ¿tendrá un fin? Tratemos de contestar a estas preguntas con cierto ánimo artístico.
Para darle vida a este Universo; Dios hizo estallar un fortissimo de energía que formó e hizo vibrar a las supercuerdas y con el transcurso de las edades, encendió las estrellas. Una de ellas fue madre de nueve planetas. Veamos esto con un poco más de detalle, para lo cual voy a presentar mi adaptación de la hipótesis de Kant-Laplace sobre el origen del Sistema Solar. Hace mucho tiempo una formidable nebulosa de gas flotaba en medio de un pianissimo que engalanaba un espacio vacío. Dicha nube empezaría a girar en torno a un esbozado eje, y al compás de una danza conducida por la gravedad, dicha nube se contraería, y al compactarse, adquiriría entonces forma de disco abultado.
Este disco despediría un anillo de gas que muy pronto sería acompañado por otros que empujarían al primero un poco más lejos. El centro de la nube con el tiempo llegaría a estar ocupado por un gran soberano estelar que con resplandeciente ley gobernaría toda su corte de planetas, pues a su vez, cada anillito formaría un planeta.
Casi siglo y medio antes de que Kant enunciara su hipótesis del origen del sistema solar, el astrónomo Kepler escribió un libro llamado La armonía del mundo, donde mostraba que los planetas cantan perennemente en varias voces, percibidas por el alma, no por el oído.
Kepler afirmaba que los planetas entonarían diferentes notas, según se encontrasen más cerca o más lejos del Sol, pues nuestro amigo había descubierto que los planetas se mueven en órbitas elípticas.
Una fantasía científica
La cultura popular sostiene que si algo es científico, es verdadero, así tenemos la conocida sentencia que reza: “Científicamente comprobado” expresión que en el alma colectiva significa “Rotundamente verdadero”. No obstante, si algo goza de la fama del pueblo, no haríamos mal en dudar de su autenticidad.
Estamos acostumbrados a considerar a la fantasía como lo opuesto a la realidad. En este artículo ensayaremos una aproximación entre ambos términos, e incluso, una posible inversión de papeles. Al respecto, seguramente el lector recordará con singular alegría el final del Anticristo, aquel en el que Friedrich Nietzsche nos exhortaba a la transmutación de todos los valores. Pues bien, sobre este asunto quisiera ahora preguntar: ¿no será la ciencia una ficción y la ficción una ciencia? Por eso en este trabajo intentaré mostrar que la naturaleza es la realidad; por lo tanto, una fantasía natural es una fantasía real.
La blanca espuma de los mares, la verde fronda de los trópicos, el trasluz sereno de los hielos, el amarillento grano del desierto; ¿qué es la naturaleza? ¿Qué es el mundo? La naturaleza no es un objeto, ni un amontonamiento de objetos sin más, tales como los átomos u otras partículas lanzadas al azar. La naturaleza es un tejido de relaciones armoniosamente compuestas.
Fue el riguroso Kant quien argumentó que el principio universal y necesario para conocer a la naturaleza es la legalidad. La naturaleza nos muestra un orden legal que nosotros le imponemos con base en nuestra razón. La ciencia parece proclamar que la joya de la corona del orden natural es la ley matemática. Debemos a Newton un Cosmos cuya elegancia está dada por los finos compases de las leyes de la gravitación universal.
El físico Paul Davies parece no darse cuenta de que la razón determina el conocimiento de la naturaleza, pues ignora de dónde brota el orden racional del mundo. No obstante, sí se da cuenta de que las leyes matemáticas regulan el mundo físico, y ese es el aspecto más importante de la naturaleza:
Es así que el libro de la naturaleza está escrito en el lenguaje de las matemáticas, porque nosotros hemos escrito ese libro.
Que se trata de un universo de fantasía, un frágil juguete solamente, se encargarán de decírnoslo los demonios cuánticos y el asombroso espacio-tiempo de la relatividad. Pero no hay por qué asustarse: también las leyes de Plank y Einstein son convenciones. Después de todo, “La ciencia auténtica no es atomista ni totalista”,(9) nos recuerda muy bien Mario Bunge. De tal modo que la ciencia es una investigación, una serie de preguntas, un sistema de modelos que tratan de explicar el mundo.
En el mundo ordinario la realidad es natural, la ficción es artificial. Pero, ¿y si no fuera así? ¿Si fuese al contrario? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es una ficción? ¿Qué es la ciencia? ¿Qué papel desempeña la ficción en la ciencia?
La idea de la invención científica no es del todo descabellada, e incluso, está prefigurada entre las páginas más serias de la filosofía de la ciencia. Mario Bunge es un conocido filósofo de la ciencia. Sus disertaciones podrían servirnos para comenzar a esbozar nuestro argumento. Veamos qué dice Bunge: “las hipótesis no se nos imponen por la fuerza de los hechos, sino que son inventadas para dar cuenta de los hechos”.(10) Por supuesto que en la cita anterior el asunto apenas y se deja ver, pero quien no nos deja lugar a dudas es el físico Paul Davies, quien sostiene:
Davies incluye los conceptos abstractos entre los elementos de los procesos imaginarios que forman parte de la ciencia física moderna. Es así como la transmutación de la ciencia en fantasía está apunto de efectuarse. No deja de regocijarme la identidad de la invención física más famosa. Davies afirma:
Tras la transmutación de todos los valores la ciencia es el reino de la fantasía, la poesía es el reino de la verdad. ¿Qué es la física? La física es una fantasía científica. Toda ciencia es ciencia ficción, porque nos muestra una ficción convencional. Nos ponemos de acuerdo con algunos términos y tenemos el comienzo de una ciencia. No hay ninguna diferencia entre la ciencia y la ficción, por lo tanto, la expresión “ciencia ficción” es un pleonasmo.
Los amigos poetas podrán mejor que yo, defender la tesis de que la poesía trata de la verdad. Por mi parte, mi esfuerzo llega hasta aquí.
Notas
1) Johann Wolfgang Goethe, Fragmentos del saber superior (antología), prólogo y selección: Lía Tummer, Traducción: Mario Alarcón, Buenos Aires, Errepar, 2000, p. 13.
2) Isaiah Berlin, Conceptos y categorías. Ensayos filosóficos, México, Fondo de Cultura Económica.
3) Freidrich Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Tecnos, Madrid, 1998.
4) Wilhelm Von Humboldt, Sobre la diversidad de la estructura del lenguaje humano y su influencia sobre el desarrollo espiritual de la humanidad, Trad. Ana Agud, Anthropos, Barcelona, 1990.
5) Rudy Rucker, La cuarta dimensión, Salvat, 1989, p. 231.
6) Rudy Rucker, La cuarta dimensión, Salvat, 1989, pp. 268-9.
7) Friedrich Schelling apud. Alexander Von Humboldt, Cosmos, versión en línea, p. 37.
8) Paul Davies, Superfuerza, Salvat, Barcelona, 1985, trad. Domingo Santos, p. 50.
9) Mario Bunge, La ciencia, su método y su filosofía, Nueva Imagen, México, 2006, p. 19.
10) Mario Bunge, La ciencia, su método y su filosofía, Nueva Imagen, México, 2006, p. 44. (El subrayado es del original).
11) Paul Davies, Superfuerza, Salvat, Barcelona, 1985, trad. Domingo Santos, p. 66.
12) Paul Davies, Superfuerza, Salvat, Barcelona, 1985, trad. Domingo Santos, p. 67.
Bibliografía
Berlin, Isaiah, Conceptos y categorías. Ensayos filosóficos, Fondo de Cultura Económica.
Bunge, Mario, La ciencia, su método y su filosofía, Nueva Imagen, México, 2006.
Davies, Paul, Superfuerza, Salvat, Barcelona, trad. Domingo Santos, 1985.
Goethe, Johann Wolfgang, Fragmentos del saber superior (antología), prólogo y selección: Lía Tummer, Traducción: Mario Alarcón, Buenos Aires, Errepar, 2000.
Von Humboldt, Wilhelm, Sobre la diversidad de la estructura del lenguaje humano y su influencia sobre el desarrollo espiritual de la humanidad, Trad. Ana Agud, Anthropos, Barcelona, 1990.
Nietzsche, Freidrich, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Tecnos, Madrid, 1998.
Rucker, Rudy, La cuarta dimensión, Salvat, Barcelona, 1989.
Schelling, Friedrich apud. Alexander Von Humboldt, Cosmos, versión en línea.
“Por muchas objeciones que se les hagan, las compilaciones de fragmentos producen numerosos efectos benéficos. No siempre estamos tan dispuestos ni tan ingeniosos como para comprender una obra entera en su valor intrínseco. ¿Acaso no marcamos en un libro, los pasajes que parecen referirse directamente a nosotros?”
Goethe (1)
Es así como Goethe rescata la estimación de las antologías en su libro Poesía y verdad, obra que no consulté completa, sino en una antología de obras de Goethe titulada Fragmentos del saber superior. Se trata de un modestísimo librito que se atreve a compendiar varios textos del inmortal poeta alemán. Y su aliento feliz me impulsó a seguir su ejemplo, en el caso de las relaciones entre poesía y ciencia.
Si podemos contestar preguntas al amparo de la experiencia, y también podemos formar preguntas auxiliados por las matemáticas y demás ciencias formales, todavía nos falta dar respuesta a otras preguntas, como las siguientes: ¿Conforman los pensamientos a la realidad o la realidad conforma el pensamiento? ¿Son reales los pensamientos? ¿Es la realidad un pensamiento? ¿Qué es un pensamiento? ¿Qué es, si es que es algo, la realidad? ¿Y qué sigue? Por eso, Isaiah Berlin se pregunta:
“¿Cuál es la materia de estudio, el tema u objeto de la filosofía?”(2)
Isaiah Berlin nos introduce en la que considero una de las más importantes preguntas. Berlin sostiene que la filosofía se encarga de las preguntas que no tienen una respuesta empírica ni formal. Por ejemplo, él mismo plantea que la pregunta: “¿Cuál es la finalidad de la vida humana sobre la Tierra?” no puede contestarse ni por la vía empírica ni por la formal. Se trata, por tanto, de una pregunta filosófica. Ahora, yo pregunto: ¿Y si la finalidad de la vida fuera aprender a hacer bien las cosas? ¿Qué podría implicar tal finalidad? ¿Qué es la finalidad en verdad? ¿Qué es en verdad la finalidad? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es el mundo? ¿Qué es el lenguaje con el que articulo estas preguntas? Ya Wittgenstein había sostenido que “Las fronteras de mi lenguaje significan las fronteras de mi mundo”. El lenguaje es frontera que limita, pero también engloba al mundo permitiendo su manifestación. Los límites permiten la existencia del mundo en su interior. El lenguaje es el lugar donde puede brotar la verdad. El lenguaje es el límite que anida al mundo en su interior.
Sobre el problema de la verdad, Nietzsche nos lleva a considerar las relaciones humanas como el lugar donde se presenta la adición que llamamos “verdad” y se pregunta: “¿Es el lenguaje la expresión adecuada de todas las realidades?” De cualquier manera, La realidad es un producto del lenguaje. El carácter vivo de la realidad en tanto entidad que la sociedad distingue puede ponerse en paralelo con la verdad en tanto producto de las relaciones que se presentan en las sociedades humanas:
“¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son: metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como menadas, sino como metal”.(3)
De todo el ejército al que se refiere el filósofo alemán, concentrémonos en un caso concreto: la metáfora. Cuando un elemento lingüístico se refiere directamente a un objeto de atención, el tema aparente, y a su vez señala una referencia directa o tácita a un objeto diferente, nos encontramos con una metáfora. Por ejemplo, en la siguiente reflexión de Wilhelm Von Humboldt se habla de un hilado interior y un trazo exterior:
“Por el mismo acto por el que el hombre hila desde su interior la lengua, se hace él mismo hebra de aquélla, y cada lengua traza en torno al pueblo al que pertenece un círculo del que no se puede salir si no es entrando al mismo tiempo al círculo de otra”.(4)
Es así que el lenguaje es una frontera que permite la existencia en su interior, de un mundo humano. Humboldt propone que lenguaje y hombre se encuentran profundamente imbricados en una trama cuya expresión es la sociedad.
El lenguaje no sólo limita el mundo, sino que es la condición de posibilidad de la existencia del mundo en el interior del lenguaje. Por eso, la pregunta: ¿Qué es, si es que es algo, la realidad? Está acotada por el lenguaje. Y de aquí en adelante perseguiré a la inspiración como un perro de caza, y cuando la tenga cerca, la sujetaré de un mordisco.
Hace mucho tiempo leí un libro titulado La cuarta dimensión, del matemático ciberpunk Rudy Rucker. Entre otras linduras, el libro se encargaba de presentar y comentar lo que sobre dimensiones superiores habían escrito varios filósofos, matemáticos y escritores.
Es así que en dicha obra Rucker también hizo una excelente antología explicada de varios de los pensamientos en torno a las realidades superiores. En uno de los capítulos del libro, Rucker está convencido, de al menos dos cosas verdaderas:
“Sólo dos cosas parecen de verdad ciertas: existo y tengo percepciones”. (5)
Por lo tanto, la única certeza es que existo, y en consecuencia, quizá pienso; y sin embargo, percibo. Y así tenemos que Rudy Rucker nos comenta que en la novela de 1885 Una comunicación incompleta, Charles Howard Hinton expone su idea de que:
“la vida se repite una y otra vez, pero con pequeños cambios en cada ocasión. Después de «hacer» nuestra vida un número suficiente de veces, acabaremos por hacerla correctamente”.(6)
No necesito leer la novela de Hinton para sentirme embargado por la posibilidad que plantea. Sólo necesito reflexionar en el impacto que la idea provocaría en mi propia vida. Independientemente de dogmas religiosos o de otra clase, ésta es la idea que me resulta más atractiva de todas con respecto a lo que es la vida. Tiene cierto aroma nietzscheano, pero corregido y aumentado. Es un eterno retorno progresivo, como el de una espiral. De entre la vorágine de posibilidades tras la muerte, ¿no es ésta una bella idea? Renacer a algo mejor. Si tuvieras oportunidad de vivir de nuevo tu vida, pero con la ventaja de que podrías corregirla; ¿aceptarías? Y al final, sin embargo, no deja de ser cierta la sentencia de Heráclito: “A los hombres les aguardan cuando mueran tales cosas que ni esperan ni imaginan”. Después de todo, ¿no es acaso la vida entera un sueño? Soñemos, pues, un poco, con una fantasía científica.
Una fantasía natural
“La belleza es la verdad, la verdad, belleza”.
Keats
¿Qué clase de ciencia se hizo tras la muerte de sor Juana? ¿Qué es el Universo? ¿Quién puede saberlo? El Universo es la unidad de lo diverso. ¿Tuvo el Universo un principio o ha existido siempre? Si el Universo tuvo un principio, ¿tendrá un fin? Tratemos de contestar a estas preguntas con cierto ánimo artístico.
Para darle vida a este Universo; Dios hizo estallar un fortissimo de energía que formó e hizo vibrar a las supercuerdas y con el transcurso de las edades, encendió las estrellas. Una de ellas fue madre de nueve planetas. Veamos esto con un poco más de detalle, para lo cual voy a presentar mi adaptación de la hipótesis de Kant-Laplace sobre el origen del Sistema Solar. Hace mucho tiempo una formidable nebulosa de gas flotaba en medio de un pianissimo que engalanaba un espacio vacío. Dicha nube empezaría a girar en torno a un esbozado eje, y al compás de una danza conducida por la gravedad, dicha nube se contraería, y al compactarse, adquiriría entonces forma de disco abultado.
Este disco despediría un anillo de gas que muy pronto sería acompañado por otros que empujarían al primero un poco más lejos. El centro de la nube con el tiempo llegaría a estar ocupado por un gran soberano estelar que con resplandeciente ley gobernaría toda su corte de planetas, pues a su vez, cada anillito formaría un planeta.
Casi siglo y medio antes de que Kant enunciara su hipótesis del origen del sistema solar, el astrónomo Kepler escribió un libro llamado La armonía del mundo, donde mostraba que los planetas cantan perennemente en varias voces, percibidas por el alma, no por el oído.
Kepler afirmaba que los planetas entonarían diferentes notas, según se encontrasen más cerca o más lejos del Sol, pues nuestro amigo había descubierto que los planetas se mueven en órbitas elípticas.
Una fantasía científica
La cultura popular sostiene que si algo es científico, es verdadero, así tenemos la conocida sentencia que reza: “Científicamente comprobado” expresión que en el alma colectiva significa “Rotundamente verdadero”. No obstante, si algo goza de la fama del pueblo, no haríamos mal en dudar de su autenticidad.
Estamos acostumbrados a considerar a la fantasía como lo opuesto a la realidad. En este artículo ensayaremos una aproximación entre ambos términos, e incluso, una posible inversión de papeles. Al respecto, seguramente el lector recordará con singular alegría el final del Anticristo, aquel en el que Friedrich Nietzsche nos exhortaba a la transmutación de todos los valores. Pues bien, sobre este asunto quisiera ahora preguntar: ¿no será la ciencia una ficción y la ficción una ciencia? Por eso en este trabajo intentaré mostrar que la naturaleza es la realidad; por lo tanto, una fantasía natural es una fantasía real.
La blanca espuma de los mares, la verde fronda de los trópicos, el trasluz sereno de los hielos, el amarillento grano del desierto; ¿qué es la naturaleza? ¿Qué es el mundo? La naturaleza no es un objeto, ni un amontonamiento de objetos sin más, tales como los átomos u otras partículas lanzadas al azar. La naturaleza es un tejido de relaciones armoniosamente compuestas.
“La naturaleza —dice Schelling en su poético discurso sobre las artes—, no es una masa inerte; es para aquel que sabe penetrarse de su sublime grandeza, la fuerza creadora del Universo, agitándose sin cesar, primitiva, eterna, que engendra en su propio seno, todo lo que existe, perece y renace sucesivamente”.(7)
Fue el riguroso Kant quien argumentó que el principio universal y necesario para conocer a la naturaleza es la legalidad. La naturaleza nos muestra un orden legal que nosotros le imponemos con base en nuestra razón. La ciencia parece proclamar que la joya de la corona del orden natural es la ley matemática. Debemos a Newton un Cosmos cuya elegancia está dada por los finos compases de las leyes de la gravitación universal.
El físico Paul Davies parece no darse cuenta de que la razón determina el conocimiento de la naturaleza, pues ignora de dónde brota el orden racional del mundo. No obstante, sí se da cuenta de que las leyes matemáticas regulan el mundo físico, y ese es el aspecto más importante de la naturaleza:
“Quizá el mayor descubrimiento científico de todos los tiempos sea que la naturaleza está escrita en clave matemática. No sabemos cuál es la razón, pero es el hecho más importante que nos permite comprender, controlar y predecir el resultado de los procesos físicos. Una vez hemos descubierto la clave de un sistema físico, podemos leer la naturaleza como si fuera un libro”.(8)
Es así que el libro de la naturaleza está escrito en el lenguaje de las matemáticas, porque nosotros hemos escrito ese libro.
Que se trata de un universo de fantasía, un frágil juguete solamente, se encargarán de decírnoslo los demonios cuánticos y el asombroso espacio-tiempo de la relatividad. Pero no hay por qué asustarse: también las leyes de Plank y Einstein son convenciones. Después de todo, “La ciencia auténtica no es atomista ni totalista”,(9) nos recuerda muy bien Mario Bunge. De tal modo que la ciencia es una investigación, una serie de preguntas, un sistema de modelos que tratan de explicar el mundo.
En el mundo ordinario la realidad es natural, la ficción es artificial. Pero, ¿y si no fuera así? ¿Si fuese al contrario? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es una ficción? ¿Qué es la ciencia? ¿Qué papel desempeña la ficción en la ciencia?
La idea de la invención científica no es del todo descabellada, e incluso, está prefigurada entre las páginas más serias de la filosofía de la ciencia. Mario Bunge es un conocido filósofo de la ciencia. Sus disertaciones podrían servirnos para comenzar a esbozar nuestro argumento. Veamos qué dice Bunge: “las hipótesis no se nos imponen por la fuerza de los hechos, sino que son inventadas para dar cuenta de los hechos”.(10) Por supuesto que en la cita anterior el asunto apenas y se deja ver, pero quien no nos deja lugar a dudas es el físico Paul Davies, quien sostiene:
“El hecho de que un proceso imaginario pueda ser de fundamental importancia en la física real del mundo real nos puede parecer sorprendente, pero es un instrumento valioso en manos del físico moderno”.(11)
Davies incluye los conceptos abstractos entre los elementos de los procesos imaginarios que forman parte de la ciencia física moderna. Es así como la transmutación de la ciencia en fantasía está apunto de efectuarse. No deja de regocijarme la identidad de la invención física más famosa. Davies afirma:
“Cuando un concepto abstracto alcanza tanto éxito que llega hasta el hombre de la calle, la distinción entre real e imaginario se hace imprecisa. La propiedad imaginaria del físico se ve arropada con una familiaridad que parece convertirla en algo real. Esto es lo que ocurrió en el caso de la energía. El concepto de energía fue introducido en la física como una idea abstracta. Lo que lo hizo atractivo fue la ley de que la energía siempre se conserva, nunca se crea o se destruye. Sin embargo, ¿qué es la energía? ¿Podemos verla o tocarla?”(12)
Tras la transmutación de todos los valores la ciencia es el reino de la fantasía, la poesía es el reino de la verdad. ¿Qué es la física? La física es una fantasía científica. Toda ciencia es ciencia ficción, porque nos muestra una ficción convencional. Nos ponemos de acuerdo con algunos términos y tenemos el comienzo de una ciencia. No hay ninguna diferencia entre la ciencia y la ficción, por lo tanto, la expresión “ciencia ficción” es un pleonasmo.
Los amigos poetas podrán mejor que yo, defender la tesis de que la poesía trata de la verdad. Por mi parte, mi esfuerzo llega hasta aquí.
***
Notas
1) Johann Wolfgang Goethe, Fragmentos del saber superior (antología), prólogo y selección: Lía Tummer, Traducción: Mario Alarcón, Buenos Aires, Errepar, 2000, p. 13.
2) Isaiah Berlin, Conceptos y categorías. Ensayos filosóficos, México, Fondo de Cultura Económica.
3) Freidrich Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Tecnos, Madrid, 1998.
4) Wilhelm Von Humboldt, Sobre la diversidad de la estructura del lenguaje humano y su influencia sobre el desarrollo espiritual de la humanidad, Trad. Ana Agud, Anthropos, Barcelona, 1990.
5) Rudy Rucker, La cuarta dimensión, Salvat, 1989, p. 231.
6) Rudy Rucker, La cuarta dimensión, Salvat, 1989, pp. 268-9.
7) Friedrich Schelling apud. Alexander Von Humboldt, Cosmos, versión en línea, p. 37.
8) Paul Davies, Superfuerza, Salvat, Barcelona, 1985, trad. Domingo Santos, p. 50.
9) Mario Bunge, La ciencia, su método y su filosofía, Nueva Imagen, México, 2006, p. 19.
10) Mario Bunge, La ciencia, su método y su filosofía, Nueva Imagen, México, 2006, p. 44. (El subrayado es del original).
11) Paul Davies, Superfuerza, Salvat, Barcelona, 1985, trad. Domingo Santos, p. 66.
12) Paul Davies, Superfuerza, Salvat, Barcelona, 1985, trad. Domingo Santos, p. 67.
Bibliografía
Berlin, Isaiah, Conceptos y categorías. Ensayos filosóficos, Fondo de Cultura Económica.
Bunge, Mario, La ciencia, su método y su filosofía, Nueva Imagen, México, 2006.
Davies, Paul, Superfuerza, Salvat, Barcelona, trad. Domingo Santos, 1985.
Goethe, Johann Wolfgang, Fragmentos del saber superior (antología), prólogo y selección: Lía Tummer, Traducción: Mario Alarcón, Buenos Aires, Errepar, 2000.
Von Humboldt, Wilhelm, Sobre la diversidad de la estructura del lenguaje humano y su influencia sobre el desarrollo espiritual de la humanidad, Trad. Ana Agud, Anthropos, Barcelona, 1990.
Nietzsche, Freidrich, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Tecnos, Madrid, 1998.
Rucker, Rudy, La cuarta dimensión, Salvat, Barcelona, 1989.
Schelling, Friedrich apud. Alexander Von Humboldt, Cosmos, versión en línea.
3 comentarios:
Estimado Enrique: discrepo con tu planteamiento, y a modo de justificación, te dejo esta anécdota copiada del libro "The demon-haunted World - Science as a candle in the dark" escrito por Carl Sagan y Ann Druyan, 1995.
Hace muchas décadas, en una cena, se pidió al físico Robert W. Wood que respondiera al brindis: "Por la física y la metafísica." Por "metafísica" se entendía entonces algo así como la filosofía, o verdades que uno puede reconocer sólo pensando en ellas. También podían haber incluido la pseudociencia.
Wood respondió aproximadamente de esta forma:
El físico tiene una idea. Cuanto más piensa en ella, más sentido le parece que tiene. Consulta la literatura científica. Cuanto más lee, más prometedora le parece la idea. Con esta preparación va al laboratorio y concibe un experimento para comprobarlo.
El experimento es trabajoso. Se comprueban muchas posibilidades. Se afina la precisión de la medición, se reducen los márgenes de error. Se concentra sólo en lo que le muestra el experimento. Al final de todo su trabajo, después de una minuciosa experimentación, se encuentra con que la idea no tiene valor. Así, el físico la descarta, libera su mente de la confusión del error y pasa a otra cosa.
La diferencia entre física y metafísica, concluyó Wood mientras levantaba su vaso, no es que los practicantes de una sean más inteligentes que los de la otra. La diferencia es que la metafísica no tiene laboratorio.
¡Celebremos, Jack, las diferencias!
Con un buen whisky: ¡Salud!
Publicar un comentario