La naturaleza, considerada por medio de la razón, es decir, sometida en su conjunto al trabajo del pensamiento, es la unidad en la diversidad de los fenómenos, la armonía entre las cosas creadas, que difieren por su forma, por su propia constitución, por las fuerzas que las animan; es el Todo, animado por un soplo de vida.
Alexander Von Humboldt*
Recientemente ensayé hablar sobre la ley de la tercera dimensión de la flora de Tepoztlán. Una amiga me escribió sobre dicho particular:
“En realidad deseo que tengas un año mágico, leí tu relato de Tepoztlán y me gustó mucho, ¡aunque no describiste cómo se veía el cielo desde ahí! Tu vista siempre anda más en la tierra... Me encanta Tepoztlán”.
A mi amiga le contesté con seis citas del aspecto del cielo en mi artículo:
"Presidido por densa bruma, el monte nos recibe con un ahuehuete partido por la mitad, riachuelo bajo sus raíces." Luego, el cielo estaba nublado.
"Al frente, la ladera, atrás, la herida del cielo cortada por las murallas de verde amarillo".
"Las aves de rapiña surcan el cielo en busca de sus presas".
Si por cielo te refieres a atmósfera, las referencias son tantas que sólo pondré estas:
"...aquí el clima es semicálido subhúmedo".
"Aquí el clima es definitivamente frío, sin ser inclemente para la vida".
A lo que ella replicó:
“Sí, vi estas referencias, pero me refería a una ocurrencia mía, una explicación del cielo así de detallada y poética como la hiciste con el suelo, "los relieves del cielo", "las alturas del cielo", "los pisos del cielo", "el sendero escalonado del cielo" Cuando iba a Tepoztlán, para mí el bosque era azul, había tejones blancos... se me ocurría una prosa poética y fantástica del cielo de Tepoztlán…”
Y entonces ocurrió el milagro laico. Cuando leí aquello de "el sendero escalonado del cielo" acudió a mi mente un recuerdo atesorado en secreto desde mi más temprana infancia. Mi madre había escrito un cuento para mi hermano y para mí. En él, mamá nos hablaba de las diversas formas de las nubes, y cómo dicha estructura servía de indicio para saber qué clase de clima iba a presentarse.
La clasificación que ella siguió era Cirrus, Nimbus, Cúmulus y Stratus. Cirrus era la nube más alta, a 5 kilómetros de altura. Le seguían los Nimbus, de 2 a 5 kilómetros de alto. Los Cúmulus y Stratus, a menos de 2 kilómetros de la superficie terrestre.
No lo tengo a la mano, pero recuerdo muy bien que el relato de mi madre era muy amable, pues los personajes exponían las características de las nubes en un ambiente cordial y sereno. Es así que Cirrus puede manifestarse como el cielo aborregado, Cirrus fibratus y nunca produce precipitación alguna. En contraste, Nimbus, el cielo gris de los más elegíacos poetas, cuya acumulación oculta por completo al Sol, sí trae consigo una lluvia continua de intensidad variable, resultado de la interacción de las nubes.
Los nombres específicos del género Cúmulus invitan al juego: Cúmulus humilis y mediocris casi nunca engendran lluvias, pero Cúmulus congestus, muchas veces sí obligan a sacar el paraguas.
Por último, Stratus. Son las nubes completamente extendidas en el cielo, tornándolo, ya sea gris plomizo o blanquecino. Su destino es, o transformarse en niebla, como aquel día en que mi hermano y yo subimos el Tepozteco, o regalar una insistente llovizna. Al ser las nubes más bajas, su misteriosa neblina puede invadir los riachuelos, las rocas, los matorrales y los abetos.
La escala armónica del cielo canta una canción que, si llegamos a comprender, nos ayudará a saber qué clase de lluvia debemos esperar hoy.
Mi progenitora no nos leyó los tradicionales cuentos de hadas, sino que ella misma escribió para sus hijos relatos que nos mostraban un mundo lleno ternura, risas, conocimiento y esplendor. En otra fábula, mis juguetes cobraban vida para hablar de valores morales sin recurrir a la violencia. ¡Juro por todas las hadas del bosque que aquello no tenía nada que ver con una desdichada niña y su abuela amenazadas con ser comidas por el lobo feroz! Por lo tanto, fue mi madre quien primero me habló del Cosmos, del universo en tanto que orden y concierto.
Niñez bendita, diminuto y discreto templo de la Edad de Oro, fue también cuando mi madre nos inició en las canciones de Francisco Gabilondo Soler, Cri Cri. Hay una que le viene como anillo al dedo a esta reflexión sobre el clima:
La gota de agua que da la nube
como regalo para la flor
en vapor se desvanece
cuando se levanta el sol;
y nuevamente al cielo sube
hasta la nube que la soltó.
La gotita sube y baja,
baja y sube
al compás de esta canción...
La gotita de Cri Cri se instala en una fuente. Ahí vive algunas experiencias sobre la influencia del clima en el estado de ánimo. Y después se dirige a un volcán. Francisco Gabilondo Soler esboza en breves y sencillas líneas el ciclo del agua:
En el paisaje siempre nevado
acurrucado sobre el volcán
hay millones de gotitas
convertidas en cristal.
En el invierno la nieve crece,
en el verano la funde el sol.
Bajo el Popocatépetl, uno de los volcanes más famosos de México, se encuentra la ciudad de Cuernavaca. Frente a la Catedral se erige una exquisita estatua dedicada a la memoria del científico alemán Alexander Von Humboldt. Recientemente mi hermano y yo la fuimos a admirar. A sus pies yace un libro en el que se lee en griego “Cosmos”, haciendo alusión al trabajo más grandioso del incansable viajero. Una iguana, un caracol y una enredadera trepan la roca en la que descansa el broncíneo cuerpo que representa al célebre naturalista.
Ahora bien, quizá fue mi padre quien en mi remota niñez primero me habló de este titánico científico del siglo XIX que había visitado varias naciones de América, realizando varias y muy apasionantes exploraciones en México. Y hete aquí que cuando comencé a leer los prolegómenos de Cosmos, en mi temprana adolescencia, escuché una delicada y hermosa voz que me pareció familiar:
“Por una feliz conexión de causas y de efectos, generalmente aun sin que el hombre lo haya previsto, lo verdadero, lo bello, y lo bueno se encuentran unidos a lo útil”.
Asombrado, Wilhelm Von Humboldt, el hermano mayor de Alexander sostenía que en la obra de Alex se reunían “la ciencia y la moral”. El pasaje anterior confirma lo sostenido por Wilhelm. Siguiendo una tradición científica que comenzó en la Edad Moderna, quizá antes, según Alexander Von Humboldt el mundo no actuaba ni por coincidencia ni por azar, sino por causas y efectos físicos, que pueden descubrirse por medio de la observación, el experimento y el razonamiento:
"Extraño a las profundidades de la filosofía puramente especulativa, mi ensayo sobre el Cosmos es la contemplación del universo, fundado en un empirismo razonado; es decir, sobre el conjunto de los hechos registrados por la ciencia y sometidos a las operaciones del entendimiento que compara y combina".
Mi madre nos había dicho que si observábamos las nubes, sabríamos si iba a o no a llover. Era la primera vez que quien esto escribe llegó tener contacto con el poder de la observación, verdadera fuente de conocimiento. De la misma manera, Humboldt elogiaba las facultades de la experiencia. Pero sobre este asunto, en mi alma bullía algo más, una intensa metáfora. Así como la naturaleza de la que nos hablaba mamá era un amable mundo cognoscible, también el universo que descubría Humboldt era un Cosmos accesible por medio de la razón:
“La naturaleza es el reino de la libertad, y para pintar vivamente las concepciones y los goces que su contemplación profunda espontáneamente engendra, sería preciso dar al pensamiento una expresión también libre y noble en armonía con la grandeza y majestad de la creación”.
Hay placer en la observación del Cosmos. Humboldt creía que la belleza indicaba utilidad. Que el bien conducía a la verdad, y por lo tanto, que la Naturaleza nos hará libres. Parafraseando a Goethe, Cosmos es el poema más delicioso que haya inspirado a hombre alguno Urantia, la musa de la ciencia.
Algo hay de genuino asombro infantil en la obra del científico. Para Humboldt el Cosmos es un espectáculo interminable. Sabe ya que la astronomía ha revelado un espacio que no duda en decir que se ensancha de manera indefinida:
“En tanto que la ilusión de los sentidos fija los astros en la bóveda del cielo, la astronomía con sus atrevidos trabajos engrandece indefinidamente el espacio”.
Quien lo reflexione, aunque sólo sea un poquito, con cierta curiosidad infantil, no podrá aburrirse nunca en este mundo, pues siempre le resultará infinitamente maravilloso. Hace poco, mi amiga Rosa Angélica me aseguró: “Tú sí eres un verdadero filósofo, porque todo te asombra”. No se trata de que lo presuma en vanidad, sino de una invitación a la fascinación por la ciencia. Mi amiga añadió con sarcasmo juguetón que quien no fuese capaz de asombrase debería dedicarse a una cierta profesión que deja mucho dinero, pero que se distingue por ser muy aburrida. No diré cuál, pues muchos de mis conocidos se dedican a ella, y quizá se molestarían.
La obra de Humboldt es colosal. Yo, el peor de los aficionados a la ciencia, he de confesar que de su Cosmos, ensayo de una descripción física del mundo sólo he podido leer sus prolegómenos. Acabo de terminar una versión resumida del Ensayo sobre la geografía de las plantas, alguna vez leí párrafos escogidos del Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España, y poquísimas pero muy sustanciosas páginas de la sección correspondiente a Venezuela del Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Asimismo, sólo conozco la idea general de sus Cuadros de la Naturaleza, pero creo que la belleza de dicha idea me inspiró durante mucho tiempo algunas amenísimas y curiosas disertaciones.
He leído también dos biografías de Humboldt, la de Adolf Meyer-Abich y la conocidísima de Douglas Botting. En la primera se habla con mucho énfasis del vínculo entre los genios de Humboldt y Goethe, de donde brota la tesis sobre ciencia y moral y sus relaciones con el viaje latinoamericano de Humboldt. En la segunda, se exagera la visita del científico en Estados Unidos, menospreciando lo que hizo en Nueva España.
Algunos trabajos de Jaime Labastida sobre Humboldt también han caído en mis manos. Su visión es la del filósofo de la ciencia que descubre el aspecto racional del mundo en la obra humboldtiana, inserta en la tradición que preside Kant.
A veces, salgo de casa y la lluvia me sorprende. No puse la debida atención a las nubes del cielo, a los indicios del aire, y me río de mí mismo, de mi asombrosa incapacidad para gozar con los beneficios de la ciencia. Así pues, aunque no soy un experto en el tema, espero haber podido darle gusto a mi amiga, y mostrar en este breve ensayo todos los pisos del cielo y algunos de los de mi corazón. En el primero he mostrado una teoría de las nubes. En el segundo, el día de hoy he encontrado cierto parecido entre Humboldt y mi madre. Ambos siempre se refieren a la Naturaleza como una madre amorosa, a la luz de la razón, “el todo animado por un soplo de vida”. Sin embargo, para que el cuadro del mundo quedase completo, mi corazón me exigió, alguna vez, dar cuenta del caos de violentas tormentas y devastadores terremotos que igualmente se hacen patentes en el Universo, no sólo natural, sino sobre todo humano, y para eso durante una convulsiva noche resonó en mi corazón el muy intempestivo y espeluznante grito de ultratumba de Nietzsche.
También sé que he dicho alguna sandez por ahí; pero estoy de acuerdo en que de vez en cuando deberíamos de darnos un tiempecito para soltar carcajaditas mientras jugamos con un bebé, sobre todo si ese bebé es nuestro niño interior, quien espolea nuestra atención con las pataditas de la curiosidad.
Notas:
*Todas las citas de Alexander Von Humboldt que aparecen en este ensayito proceden de los prolegómenos de Cosmos, ensayo de una descripción física del mundo. La versión que tengo a la mano es un juego de fotocopias del original procedente del legado del ingeniero Alfonso Cornejo Canalizo, resguardado en la Biblioteca Central de la UNAM, y que me fue entregado en dicha institución. No obstante, por supuesto que me he valido de las ventajas de internet para completar esta investigación.
Enlaces bibliográficos:
Con mucho, la mejor página dedicada al Cosmos de Humboldt.
La canción de "El Chorrito", de Cri Cri.
¡Xibalba habla de Cri Cri!
14 comentarios:
muy interesante, lo voy a investigar
http://www.diadelavestia.com.ar/
Lo voy a leer Ariastoteles.
Tu post de hoy me ha parecido muy hermoso. Y nostalgico, aun no se porque, lo voy a investigar con la risa de mi bebe interior.
Un fuerte abrazo y mucha paz!
¡Hola, Oceanida!
¡Un fuerte abrazo y gran alegría!
VUESTRA MADRE PUSO LOS CIMIENTOS, DE ESTA OBRA QUE VEMOS HOY, EN TU PERSONA, LA VERDAD ADMIRO TU FORMACIÓN Y CULTURA. TUS ESCRITO SUPERAN AMPLIAMENTE MIS CONOCIMIENTOS, IGUALMENTE ES UN GUSTO LEERLOS, CON ELLOS APRENDO.
UN ABRAZO ESTIMAD ARIASTOTELES
Admirables padres has tenido y en particular tu madre que escribía historias para apaciguar, enseñar, hacer soñar y amar sus hijos, perteneciendo así a una aristocracia rara.
Apruebo, si me lo permites, y con gran alegría esta eclosión rauda de ciencia en tus escritos. Hay numerosos micro y macrocosmos que aguardan la descripción de tu pluma tan elegante y minuciosa.
"...mi amiga Rosa Angélica me aseguró: “Tú sí eres un verdadero filósofo, porque todo te asombra”.
Tu amiga se equivoca. La curiosidad es la única virtud necesaria para ser un científico. Es más, la mayoría de los filósofos adolecen de falta de curiosidad y se conforman con su pensamiento.
"No se trata de que lo presuma en vanidad, sino de una invitación a la fascinación por la ciencia".
"Yo, el peor de los aficionados a la ciencia,..."
"A veces, salgo de casa y la lluvia me sorprende. No puse la debida atención a las nubes del cielo, a los indicios del aire, y me río de mí mismo, de mi asombrosa incapacidad para gozar con los beneficios de la ciencia".
Te felicito. Has creado un nuevo estilo de escritura científica: la dionisíaca.
Te imaginas si Nietzsche hubiese sido un científico viajero?
Humboldt, Darwin...
Abuela: La brillantez de tu corazón es una de mis inspiraciones de alegría.
Atilio: Eres un padre admirable, tu corazón es un tesoro.
Sendos abrazos
Que bello!
Estas manifestaciones de amor a la Naturaleza y a las cosas sencillas cotidianas hacen que la vida se sostenga en pie.
La sencillez,para mi, es la belleza de lo natural.
en verdad amigo que me siento unida a ti por ese mismo amor que sentimos hacia toa la diversidad ,por el alma de la vida misma.
Un placer Ari.
He imprimido la pagina de Humboldt
asi puedo leerla detenidamente y sin prisas, la vista se me cansa mucho fijándola tanto rato en la pantalla.
Besos, ya te comentaré que me pàrece
Hola, Genetticca:
La clave está en comprender la frase sobre "el Todo, animado por un soplo de vida", de Alexander Von Humboldt. Pero, ¿cómo conseguirlo?
Hola Enrique
Vaya que fue prolífico Humboldt.
Yo lo conocía por la "corriente de Humboldt", una corriente oceánica descrita por él que transporta agua fría superficial de Sur a Norte cerca de la costa chilena y peruana.
Dicha corriente es la responsable de que el agua de las playas de la zona central chilena no sea muy agradable (excepto para los niños y los pingüinos :), pero al mismo tiempo ayuda a regular el clima, entibiando el aire en el invierno y enfriándolo en el verano.
La baja temperatura del agua contribuye a reducir la evaporación, por lo que el calor en el verano no es húmedo (como en la costa de Argentina) y por lo tanto más tolerable.
Acá hay una imagen descriptiva:
http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Humboldt_current.jpg
¡Saludos!
Jack: la imagen que has posteado es una de las más bellas que se hallan puesto aquí.
¡Salud e inquieta alegría!
¡Vaya, qué a tiempo he puesto yo lo del "sabio español" para que me ilustraras con el verdadero sabio Humboldt, que lo tenías aquí tan reciente y tan a mano.¡Cosa mágica debe ser, sin duda!jajajajaja. Debemos decírselo a nuestra amiga que te inspiró tan admirable trabajo para dleite de los que te leemos.
Como siempre haces, has ampliado mi horizonte de curiosidad e imaginación y nunca te lo agradeceré bastante.
¡Gracias, Enrique!
Para "animar" la lectura de Humboldt se recomienda una "Pasión", un oratorio o una cantata de Bach.
Hola, María. No cabe duda de que el pensamiento mágico tiene alguna utilidad.
Hola Dyas. Yo más bien pienso en Jesús en el huerto de los olivos, de Beethoven.
¡Saludos!
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