Segunda Sinfonía de Mahler
Enrique Arias Valencia
"Deja de temblar, prepárate a vivir".
Klopstock
La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, la soprano Conchita Julián, la mezzosoprano Ana Caridad Acosta, la Sociedad Coral Cantus Hominum, el Coro de la Secretaría de Marina, todos bajo la batuta de Enrique Barrios, en la Sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli han participado en la ejecución de una de las sinfonías más maravillosas que existen, al menos en opinión de quien esto escribe.
Tuve oportunidad de asistir al concierto del sábado 24 de Febrero de 2007 en el cual se presentó la Segunda sinfonía en do menor, Resurrección de Gustav Mahler, una obra que estimo por su mensaje que en definitiva dice: “Sal a vivir”.
Estuve acompañado por mi hermano y un amigo, aunque distribuidos en la sala pude reconocer a muchas otras entrañables amistades. La obra está llena de efectos especiales, como la dotación de una fanfarria que toca fuera de la sala, para que se escuche en la distancia. También los aficionados podemos jugar a reconocer los temas que influyeron a Mahler durante la composición de esta obra. Es así que el trémolo del primer movimiento recuerda la quinta vacía con la que comienza la Novena sinfonía de Beethoven, trémolo que tomará Wagner para la obertura de El holandés errante.
Por lo tanto, Mahler es el heredero del posromanticismo. De hecho, el primer movimiento, una colosal forma sonata que dura más de media hora, es sin lugar a dudas, una grandiosa desintegración de la forma sinfónica.
El segundo movimiento deleita por los timbres precisos de los instrumentos, pues en medio de la gigantesca orquesta, el arpa y sus amigos destacan cada vez que actúan, por lo tanto, la densidad del sonido no devora a los protagonistas.
La enorme ironía del tercer movimiento marca una sinuosa melodía cuyo ritmo se entresaca con la participación de las percusiones.
La mezzosoprano del cuarto movimiento nos prepara para la experiencia de la fe.
Y entonces llegamos a los Scherzos del último movimiento. Los metales, las fanfarrias en la lejanía, el desesperado canto de la flauta y la llegada del juicio final nos convocan a una llamada vocal de un coro etéreo que surca el espacio hasta la Gloria de Dios. La resurrección que plantea Mahler es para todos: es una salvación universal, fruto del amor de Dios. Y eso es el fortissimo del finale. Enhorabuena para la humanidad.
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