jueves, 25 de febrero de 2010

El retablo dorado

Enrique Arias Valencia

“Grítenme piedras del campo”.

Cuco Sánchez



Obertura mesozoica

Recuerdo haber visto la fotografía de una laja de roca en la que se preservan las huellas de un brontosaurio que es perseguido por un tiranosaurio. No deja de asombrarme saber que una persecución que sucedió hace varios millones de años quedó registrada en un fósil que puede admirarse cuando toda la especie de los seres que participaron en aquel prístino drama de la vida se ha extinguido por completo. Sin embargo, la estela se interrumpe antes de que podamos saber el desenlace. Sólo tenemos noticia del comienzo de la prehistórica cacería; la naturaleza ha jugado una pequeña chanza a nuestra curiosidad. ¿Logró el tirano devorar a su víctima?

Preludio contemporáneo

Estoy frente al retablo del templo de San Bernardino de Siena, en Xochimilco. Es uno de los pocos del más temprano barroco mexicano que aún quedan en pie. Me he enterado de que quizá fue elaborado en los talleres de Santiago Tlatelolco, al Norte de la Ciudad de México. ¿Cómo se cinceló en madera de dorado que quisiéramos imperecedero este prodigio de los altares?

Acto único: El cordonazo de San Francisco

El anciano escultor se desplomó sobre la figura de Cristo que había estado labrando durante toda la semana. Pero su atacante no tuvo piedad, y tras los azotes, de un cordonazo lo descalabró.

Violenta ironía, la sangre viva del artista se confundió con la sangre fingida de la imagen. Fue así como un Dios insensible, porque insensible es una escultura de madera, se hizo a imagen y semejanza del hombre que sufre, porque la carne es el repositorio de los pesares de la voluntad.

Fue entonces cuando el mayoral de los pintores, Agustín García, se decidió a denunciar ante el tribunal de la Santa Inquisición a su agresor. El indígena Agustín García contó con el testimonio de sus cófrades. Ante los jueces del Santo Oficio tuvo que comparecer el temible fray Juan de Torquemada.

Durante la audiencia se supo, como una sátira macabra, que el fraile había usado el cíngulo de amor de San Francisco para golpear al viejo artista.

¿Por qué Torquemada se ensañaba con sus trabajadores? Contra la regla cristiana de no trabajar el domingo, fray Juan de Torquemada, el tirano, obligaba a sus escultores a rendir jornada. Torquemada era el jefe del taller de Santiago Tlatelolco, y le habían encargado, entre otras obras, el retablo de Xochimilco.

El 13 de febrero de 1601, Agustín García no sólo se negó a trabajar, sino que se quejó de que la paga era nula y el trabajo extenuante.

Agustín García no acudió a la audiencia. Yacía en cama, intentando restablecerse de los chichones y azotes que había recibido, algunos de ellos en público. Esa era la regla, y no la excepción. En esos momentos de convalecencia recordó que, cuando niño, su abuelo le había hablado de un tiempo en el que los dioses de México aún vivían y para honrarlos se habían alzado fastuosos templos y se habían esculpido maravillosas imágenes. Tan contento estaba con el relato de su abuelo, que García quiso ser escultor, y en realidad, las primeras lecciones de su arte no las tomó de los evangelizadores, sino de los sabios toltecas que aún daban lecciones en el Calmécac. Ahora, Agustín García había denunciado a fray Juan de Torquemada. Por eso, muchas obras de la iglesia del siglo XVI tienen un discreto sello mesoamericano.

Coda. ¿Qué pasó?

El tirano y la presa. No podemos saber qué sucedió después, pues el documento del juicio está incompleto. De nuevo, la historia sólo nos permite saber el comienzo del proceso, mas no su culminación… O casi. Leemos en Wikipedia:

“Torquemada dirigió la construcción de retablos de Santiago Tlatelolco, Xochimilco y otros que fueron enviados a Michoacán y Oaxaca. En 1613, Juan de Torquemada ocupó el cargo de guardián del Convento de Xochimilco. Torquemada murió en Santiago Tlatelolco, en 1624”.

Si se trata del de San Bernardino, entonces conozco el retablo de Xochimilco, de dorado ennegrecido. Hace tiempo que el de Tlatelolco se deshizo, vencido por los rigores del tiempo. Dicen los entendidos que se conserva un fragmento.

Hasta antes de este año, yo nunca había entrado al templo católico de Tlatelolco, edificado con las piedras de las ruinas de la ciudad prehispánica que está algunos metros enfrente de Santiago. Tras el altar, he visto la desnuda pared. Sin duda su retablo era enorme, pues sabemos que abarcaba hasta el final del cuadrado ábside, en los bordes del techo.

¿Fue sancionado Torquemada por su comportamiento? ¿Sanó Agustín García sus heridas? ¿Volvió al trabajo? No sabemos qué sentenció el tribunal. Como en el caso de la laja del triásico o cretáceo, el registro está incompleto. El grito de la presa que huía se perdió tras el deslizamiento de las rocas. En cierta forma, el tirano cazador se salió con la suya.

Sin embargo, sí sabemos que alrededor de 1613, Torquemada había terminado de escribir la Monarquía Indiana, una obra que le valió ser reconocido como uno de los rescatadores de la antigua cultura prehispánica. Debido a ello, la primera vez que tuve noticia de su nombre su biógrafo le llamaba “humanista”. Un reconocimiento irónico, de metonímica sangrienta sorna, en vista de lo que he expuesto aquí. El evangelizador murió en la paz de Dios de 1624. Del infeliz García no sabemos nada. La vida de los pobres no puede registrarse, ni siquiera en una laja, para por siempre jamás gritar junto con las piedras del campo, las grandes injusticias de la vida.

Bibliografía

Para elaborar este artículo, he recurrido a la siguiente fuente:

Constantino Reyes-Valerio, Arte Indocristiano: Pintura y Escultura en la Nueva España. Hay versión web. Basta hacer clic en este enlace.

viernes, 19 de febrero de 2010

¡Felicidades!



Y pues bué. Hoy es mi cumpleaños.

Yo compuse la pieza que se escucha al principio.

Max y yo hicimos el video.

Alfredo, Max, Carlos y yo tomamos las fotografías.

Yo canté en el coro en el que se escucha el
Aleluya de Handel. (Sociedad Coral Cantus Hominum).

En las fotografías aparezco con los miembros de la Parroquia de la San Juanita, que abarca las Colonias Álamos y Postal, del D.F., México.

Ese día visitamos Cacaxtla y Tlaxcala.

¡Verdá de Dió que soy pagano!

¡Un abrazo al mundo entero!

Enrique Arias Valencia

lunes, 15 de febrero de 2010

Papá Nietzsche o aforismos del amor filial

Enrique Arias Valencia

I

“Tenemos arte para no morir de la verdad”.
Nietzsche


La inacabada tesis de licenciatura de mi padre versaba sobre cierta demostración acerca de los altares barrocos del Templo de Belén de los Mercedarios, en la Colonia Doctores. Las fotografías en blanco y negro acompañaron algunos de mis más tempranos conocimientos sobre lo que es el arte.

Mi padre porta un cuadernito en el que apunta aquello que le interesa. Quienes me conocen en persona, saben que yo he aprendido esa costumbre de mi padre.

II

“Yo sólo creería en un dios que supiera bailar”.
Nietzsche


Un día de mi lejanísima infancia, en un autobús con rumbo a un pueblo distante, mi padre y yo tomamos unos vasos de pulque, y bailamos en el pasillo con un gallito de palma en la mano. Juguete de inocencia, fue la primera vez que supe lo que era una experiencia dionisiaca: el baile, la alegría, el vino y los comentarios chuscos del coro. ¿Cuántas veces habrá predicho Casandra algo similar?

¿Y no es Ganesha en su jocosa danza una asombrosa realización del sueño nietzscheano? Ha sido mi tocayo el señor Rojas quien me ha asegurado que la divinidad sin ego con cabeza de elefante, baila la danza cósmica de Ganesha, la cual consiste en la producción, la conservación y la disolución del Universo. No olvidemos que también en el Zaratustra Nietzsche recomienda que hemos de alzar mucho las piernas para poder bailar la danza de la vida.

III

"Ver la ciencia con la óptica del artista, y el arte, con la de la vida".
Nietzsche


A él le debo mi amor por los edificios. Alguna vez mi padre y yo fuimos solos a visitar las Pirámides de Teotihuacán. Un ingeniero nos instruyó con sus elucidaciones sobre los monumentos arqueológicos. Es curioso, pero recuerdo más sus referencias a los mitos de las culturas antiguas que las explicaciones que hacían mención a la manera en que se construyeron los templos prehispánicos, si es que hizo alguna.

No sé cómo fue que nos rindió el día, pues todavía nos dio tiempo de ir al Convento de Acolman. Dicen los entendidos que en Acolman se inventaron las Posadas, una serie de nueve fiestas que se celebran nueve días consecutivos antes de Navidad.

IV

“Le he puesto un nuevo nombre a mi dolor. Le llamo 'Mi perro', porque es de fidelidad perruna, hace gracejadas como cualquier perro, y se le puede mandar a paseo como a un perro, cuando se pone fastidioso”.
Nietzsche


Cuando digo “Mi vida es una desgracia”, ¿he dicho algo en el predicado que no esté contenido en el sujeto “Mi vida”? Para decirlo en términos kantianos: el juicio “Mi vida es una desgracia”; ¿es un juicio sintético a priori o es un juicio sintético a secas?

A la pregunta ¿Para qué estamos vivos?, Alejandro Rozitchner ha respondido en su blog, me parece que en tono nietzscheano: “Para nada. Para vivir. Somos un deseo de vida”.

V

"¿Acaso soy un bufón?"
Nietzsche


Apolo es el arte, y Dionisos es la verdad. Estoy pagando con mi vida el precio de ser lo que soy. Un desenfrenado irracionalista al que sólo puede atemperar el arte poético.

La poesía es superior a la música, si bien la música se encuentra a su vez aparte y por encima de las demás artes, incluyendo a la propia literatura. Para que una melodía pudiese equipararse a una poesía, debería poder escucharse como lo es la propia poesía, esto es, perfecta. Un metro perfecto en un poema exige un ritmo perfecto en música. Y una rima perfecta demanda una orquesta y un cantante incapaces de desafinar una sola nota. Para no escuchar jamás una nota desafinada, decidí no aprender demasiada música. Se lo aprendí a Nietzsche: “Hay muchas cosas que no me interesa saber. La sabiduría pone límites, incluso al conocimiento”.

Nietzsche no conoció el cine, pero de haberlo conocido, ¿qué hubiera dicho de él? Si la vida fuera una película, ¿sería para niños? La vida es una guerra sin sentido, un charco de sangre en un boceto del gran lienzo de la naturaleza.

Nietzsche, al igual que Heráclito, sabe que la vida es una guerra. La investigación filosófica también lo es. La filosofía es vida guerrera. El filósofo alemán afirma que tiene una serie de cuatro principios para practicar la guerra. El tercero de ellos dice:

“Yo no ataco jamás a personas, me sirvo de la persona tan sólo como de una poderosa lente de aumento con la cual puede hacerse visible una situación de peligro general, pero que se escapa, que resulta poco aprehensible”.


En mi desenfrenada locura, he querido practicar la guerra filosófica al estilo de Nietzsche. Y se me ocurrió la siguiente ecuación: Dawkins = razón. Äriastóteles = Dionisos. El enfrentamiento era una deliciosa tentación inevitable. Ese es el significado de toda mi absurda fábula contra Dawkins y la razón. Quien no la admita, tiene de mí estos versos:

Éste que lees, argumento desleído
es tan sólo un falso silogismo de Äriastóteles
es réplica inútil, insano manierismo
que de los sabios y los poetas, parodiando los primores,
es delirante engaño sinsentido.
[…]
¡Que Dawkins se conforme con sus memes,
pues yo lo único que digo son memeses!*


Yo, el peor de los botánicos. A veces me dirijo a pie a mi trabajo. Lo hago porque detesto las aglomeraciones del metro. Pero lo hago pocas veces porque detesto más los privilegios absolutos de los automóviles. Hoy he recorrido el camino tratando de clasificar los árboles conforme a los tres grandes grupos de la clasificación tradicional: latifolios (planifolios) es decir angiospermas, coníferas es decir gimnospermas y palmeras. La calle se convierte entonces en un bosque de esplendores: nunca dejan de sorprenderme los árboles y su infinita variación en torno a tres temas principales.

Camino y camino, y de pronto me acuerdo: hace poco, en The God Delusion he leído con cierta sonrisita sardónica esta línea de Richard Dawkins, en la que cuestiona el poder de la oración por medio de un estudio matemático realizado ni más ni menos que por Francis Galton, primo de Darwin:

“Galton se ocupó de eso; y no encontró ninguna diferencia estadística. Su intención, podría, en cualquier caso, haber sido satírica, como cuando él rezó en diferentes parcelas de tierra escogidas al azar para ver si las plantas crecían más rápido (ellas no lo hicieron)”.


Desde niño supe del gran amor que mi padre prodiga a lo que él llama “mis plantitas”. En Milpa Alta llegó a cultivar un enorme jardín interior de corte wagneriano. Eran decenas de macetas pobladas por violetas africanas. Mi padre les hablaba y ellas crecían resplandecientes.

Quizá Dawkins y Galton se equivoquen porque tienen razón. No hay que rezar por las plantas; hay que platicar con ellas.

Viviendo en la ciudad, mi padre sembró maíz en una lomita de arena. Felipe, un amigo, le aseguró que ahí no crecería nada, que la arena es estéril. Mi padre sonrió, y habló con cariño a sus semillitas. Algunos meses después, mi amigo Juan Alejandro y yo arrancamos unas diminutas y dulces mazorcas de aquel absurdo maizal.

En más de un sentido, fueron los milagros de mi padre los que sembraron la semilla de mi escepticismo contra la ciencia. ¿No es esto locura?

Sé que hay mucho de tonto en esto que comento, pero también en esas plantas que responden a los mimos está el origen de mi amor por los primorosos ridículos.

Ningún pino florea, ninguna rosa tiene hojas de palma, y ninguna cicadácea sacude piñas, pero todas me corresponden agradecidas con su sombra cuando las saludo de paseo rumbo a mi trabajo…

VI

“En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón”.
Nietzsche


¿Dónde dice eso Nietzsche? Después de todo, la cita la leí en el letrero de un museo, acompañado por la ninfa de graciosa huida. Yo siempre seré un aficionado que lee y que escribe. ¿Habló así Zaratustra?

Dicen los entendidos que no hay hombres perfectos. Yo encontré un hombre perfecto y me enamoré de su alma. Su nombre es Nietzsche. Y no le huí, sino que me casé con sus ideas de metafísica de artista...

Gracias a mi padre conocí a una mujer perfecta: su poesía siempre tiene metro perfecto, rima perfecta y temática perfecta. Tampoco le huí, sino que me casé con su obra perfecta. Su nombre es el de la Madre Juana Inés de la Cruz, quien así celebra a su amiga la virreina:

Bósforo de estrechez tu cintura,
cíngulo ciñe breve por Zona;
rígida, si de seda, clausura,
músculos nos oculta ambiciosa.


Nietzsche es dionisiaco, sor Juana es apolínea. ¡Apolo y Dionisos, por siempre! Y también conocí, en regalo breve de la vida breve, a la ninfa de cintura breve y de fidelidad brevísima.

Muchos años después de intentar escribir aquella inacabada tesis, mi padre, mi madre y mi hermano se fueron a vivir a la misma cuadra, almíbar agridulce de manzana donde se localiza el blanco templo de Belén de los Mercedarios. Según mi hermano, el silente Bonpland de mis ensayos geográficos, se trató de Sincronismo o de la acción de aquello de que lo semejante atrae a lo semejante. Yo lo veo como el eterno retorno de la diferencia, o en su defecto, la prodigiosa acción de los Universos rotatorios.

*Aquí, completos.

lunes, 8 de febrero de 2010

Humboldt en Taxco en 1803



Enrique Arias Valencia


Para Atilio y Jack, pues gracias a su amistad he descubierto de nuevo los placeres de la ciencia. Y para Genetticca, quien nos habla del conocimiento en tanto que unión con el Cosmos.


I


¿Podemos unir razón y experiencia? ¿En qué consiste el empirismo racional de Alexander Von Humboldt? El 5 de abril de 1803, mientras Beethoven estrenaba en Viena Cristo en el Monte de los Olivos, op. 85, El botánico Alexander Von Humboldt y su colega Aimé Bonpland llegaban a la ciudad minera de Taxco. Ahí durmieron aquella noche, para después continuar en Tehuilotepec su incansable viaje de descubrimientos científicos por el continente americano.

La casa taxqueña en la que aparezco en la fotografía de arriba fue la breve residencia del geógrafo. En aquel tiempo de las minas de Taxco se obtenían las dos terceras partes de la producción de plata mundial. La cantidad de mineral argentífero era tan abundante que los métodos para su extracción eran muy precarios.

Preocupado por la salud de los mineros, Humboldt había inventado unas máscaras para respirar en las minas con mayor seguridad, así como otros aparatos que beneficiarían a los obreros. Ignoro si en Taxco llegaron a utilizarse.

Con el barómetro, Humboldt estableció la altitud de Taxco en 1783 metros sobre el nivel del mar. Wikipedia sostiene que son 1,778. El guía de turistas nos aseguró que eran 1780. Esto es lo fascinante de la ciencia: que siempre es un dato a verificar.

Geológicamente hablando, Taxco se encuentra en las faldas del Atachi o Atatzin. Es, por lo tanto, una montaña lo suficientemente alta como para permitir la observación de la ley de la tercera dimensión vegetal descubierta por Humboldt. Sobre esta ley, podemos leer en su obra Cosmos:

“La región montañosa cercana al Ecuador... es la zona más pequeña de la superficie de nuestro planeta en la que se observa mayor densidad de la naturaleza. En la arrugada cadena de los Andes de la zona de Nueva Granada [Colombia] y Quito, el hombre... puede contemplar al mismo tiempo... todas las formas de las plantas. En una mirada se abarcan las heliconias, palmeras, bambúes y, por encima de estas formas típicas de los trópicos, otras especies que podemos ver en nuestra patria como robledales, variedades de Mespilus y plantas umbelíferas... Allí las zonas climáticas, al igual que las de la vegetación determinadas por aquellas, se sitúan en capas la una encima de la otra”.



De lo anterior podemos inferir que si en un mismo sitio escalamos la tercera dimensión de la Tierra, encontraremos diferentes ecosistemas vegetales de acuerdo con el clima que se modificará según la altitud. Estas comunidades vegetales serán las mismas que esperaríamos hallar si consideráramos la superficie bidimensional de la Tierra, y si nos moviésemos a nivel del mar a partir del Ecuador hasta llegar a los Polos. Es lo que Humboldt llamó “un bosque sobre el bosque”. Llegamos así a un interesante aspecto de la obra de Humboldt. En su biografía sobre el sabio viajero alemán, el doctor Adolf Meyer-Abich sostiene que


“Este principio es también holístico porque presupone la consideración de las comunidades vegetales como un todo activo, como estructuras que se compensan entre sí y que pueden distribuirse dentro del conjunto, que es la biosfera, como una especie de compendio del todo. Esta y no otra es la idea “cósmica” de la naturaleza que inspira el conjunto de la obra de Humboldt, desde el ensayo sobre geografía botánica hasta Cosmos”.

El descubrimiento de la armonía de la naturaleza acerca a Humboldt al panteísmo. No olvidemos que en otro lugar ya habíamos señalado que según Humboldt “La naturaleza, […] es el Todo, animado por un soplo de vida”. Se trata de un panteísmo hilozoísta. El mayor triunfo del hilozoísmo consiste en probar que la materia no es inerte. Su mayor defecto, hacernos creer que la naturaleza persigue un fin último. En Humboldt, la causa final reúne la belleza y el bien en el gran Todo, como en el más puro ensueño platónico:

“Así es que la afinidad de sensaciones conduce al mismo objeto a que nos lleva más tarde la laboriosa comparación de los hechos, a la íntima persuasión de que un solo e indestructible nudo encadena la naturaleza entera”.





Es seguro que la altitud de Taxco se calcula a partir del piso del templo de Santa Prisca, un edificio totalmente barroco. Al estar rodeado por intrincadas cañadas que le dan cierto aspecto escheriano, si le permitiesen desarrollarse, el piso de vegetación en el que se encontraría el templo de Santa Prisca quizá sería el de los bosques mesófilos de montaña. En la foto podemos ver tres ejemplares de un árbol (Ligustrum vulgare) que en México llamamos trueno porque sus ramas recuerdan los quiebres del relámpago. Dos de ellos están podados, en tanto que el de la izquierda blande sus ramas en libertad. En la parte media aparecen dos pequeñas cicadáceas (Cycadaceae). Las cicadáceas llaman la atención porque formaron parte de la flora del mesozoico, cuando los dinosaurios gobernaban la Tierra. Al pie de la cicadácea de la izquierda se observa con toda claridad un conjunto de flor de Nochebuena (Euphorbia pulcherrima). Seguro que el argento Atilio la conoce como estrella federal, y el níveo Jack como corona del inca. Los mexicas la denominaron cuetlaxóchitl, esto es, la flor de la piel, pues su color es del cuero sangrante arrancado a la víctima, lista para el sacrificio humano. Sólo es la subjetividad Occidental la que ha querido ver en ella el símbolo de la Navidad.


II


“El desarrollo y el movimiento no conocen punto de parada, lanzando su maldición a todo lo que suspende la vida”.
Goethe


Humboldt incluye en la introducción de Cosmos la cita anterior del poeta alemán, de quien era un gran amigo. Fue Goethe quien descubrió la morfología de las plantas con base en la metamorfosis, una teoría que se convertiría en la base de la ley de la tercera dimensión de Alexander Von Humboldt. Y si sentimientos, experiencias, razón y experimento se reúnen armónicamente en Cosmos, entonces a mí no me cabe duda de que el científico alemán encontró en la naturaleza la armonía que otros buscan en la religión.

El sentimiento de unidad con el Cosmos no es patrimonio exclusivo de las religiones organizadas, y en realidad, muchos inquisidores lo han perseguido, pues la unión mística con el Cosmos es un peligro para aquellos que creen que el sentimiento místico debe tener su origen en una doctrina particular. En su página, Jack Rational llama Dios Universal al Dios que aquí identificamos como el Cosmos del panteísmo. Por su parte, Genetticca en su blog nos muestra una de las más bellas expresiones del sentimiento que Humboldt también conoció. Así, tenemos en palabras de Genetticca:

“Amar es una composición hecha con todos los elementos de la naturaleza, una poesía de largo alcance, una sinfonía orquestada por la igualdad, una paleta con todos los colores y todos los paisajes, cromatismo, equilibrios y armonía. Cuando se ama bien, verdaderamente, no se hace daño, no se hiere ni se golpea. Cuando se ama con los cinco sentidos, ninguno de ellos escapa al crecimiento, cada sentido adquiere una relevante grandiosidad. El amor es el motor que mueve la máquina del universo. El amor es polvo estelar, fosforescente, luminoso”.


¿Hay alguna prueba científica de que estamos interconectados al gran Todo? En The Symphoy of science, las citas de Neil deGrasse Tyson, Richard Feynman, Carl Sagan y Bill Nye apuntan en esa dirección. Por ejemplo, deGrasse Tyson canta:

“Todos estamos conectados. Unos a otros, biológicamente. A la Tierra, químicamente. Al resto del Universo, atómicamente. [...] Sé que las moléculas de mi cuerpo las encontramos en los fenómenos del Cosmos. Esto me da ganas de abordar a la gente en la calle, y decirles: «¡¿Lo has oído?! »”


En su artículo, Genetticca habló de sinfonía. Arriba, el proyecto de John Boswell también hace referencia a esta composición musical. Amén de su oratorio, el 5 de febrero de 1803 Beethoven también estrenó su Segunda Sinfonía. Dicha sinfonía es un monumento a las armonías clásicas. Humboldt, por su parte, veía en Cosmos “armonías que ligan al hombre con el mundo exterior”. Este descubrimiento estimula un sentimiento que algunos no han dudado en llamar “religioso”. La expresión debe tomarse sólo metafóricamente, pero de cualquier manera apunta a una reunión con el Cosmos, unión que puede ser descrita en términos científicos. Carl Sagan, con su acostumbrado buen humor, no exento de feliz ironía, añade que "¿Cómo es eso de que casi ninguna religión mayor ha mirado a la ciencia; y concluido que: “¡Esto es mejor de lo que habíamos pensado!" A mí me gusta añadir: ¡Bueno, y si hay filósofos que tampoco lo han advertido!


En el Taxco del mes de enero de 2010 mi hermano y yo encontramos un cielo totalmente nublado. Nimbus y Cumulus se cernían sobre la ciudad. Una persistente lluvia nos recibió al llegar, si bien al amainar pudimos tomar la foto que he comentado arriba. En contraste, hace un par de años mi acompañante, una ninfa de graciosa huida, y yo, sombrío filósofo de pensar rumiado, tomamos unas cuantas fotos del exterior de Santa Prisca. En aquel tiempo el cielo estaba casi despejado, y sólo breves y delicados Cirrus atravesaban las alturas. El clima era entonces templado, con una ligera tendencia al calor. Las dos torres de Santa Prisca anunciaban a la sazón las bodas del Cielo y de la Tierra en una sinfonía de campanarios.


T 2



José de la Borda financió la construcción del templo de Santa Prisca como agradecimiento a dicha santa por el descubrimiento de una de las minas más ricas de Taxco. No sólo eso: el afortunado minero entregó a su hijo al sacerdocio y su hija al convento. Sostienen algunos entendidos que Santa Prisca no tiene más devotos ni templos. Tocayo de Humboldt, mi hermano encontró un dato en el propio Taxco que afirma que en el terreno del templo actual, hubo una vez una capilla dedicada a la misteriosa santa, capillita muy deteriorada ya cuando en el siglo XVIII se inició la edificación de la joya de Taxco.


T 3



Hemos supuesto que el piso de vegetación que hay en las cañadas que albergan la ciudad de Taxco es el del bosque mesófilo de montaña. Si Taxco está a 1783 msnm, por consiguiente basta salir de la cañada para llegar al piso de vegetación de los bosques de pino-encino.

¿He dicho que "basta salir de la cañada"? Al subir el cerro del Atachi, mi hermano y yo tardamos 40 minutos en llegar a las inmediaciones del bosque donde está la estatua conocida como Cristo Monumental. Unos metros antes, el paraje recibe el nombre de Cazahuates (Ipomoea arborescens), que es un árbol caducifolio, acostumbrado a la vida de las laderas. Salgamos de la ladera, hacia la cara de la montaña que apunta hacia la ciudad. Es así como rondando las cimas del monte por fin podemos disfrutar de un bosque de coníferas, último piso de vegetación de Taxco que mi hermano y yo visitamos en nuestra más reciente excursión. Por cierto, que de los olivos del oratorio de Beethoven, de aquel año de 1803, en el que Humboldt y Bonpland visitaron la ciudad minera, al ser árboles mediterráneos, no hay ni sombra de ellos en Taxco.




III


Para concluir voy a hacer un experimento instantáneo que compartiré con los lectores. Recientemente mi hermano y yo estuvimos en las Lagunas de Zempoala, un parque nacional que está formado prácticamente sólo por coníferas de alta montaña. No he consultado a qué altitud se encuentra el parque, pero por su morfología debería estar a más de 2,800 metros sobre el nivel del mar.

Vayamos a las tablas, y veamos qué nos dicen. La primera página de internet que me sale al paso afirma que las Lagunas de Zempoala están a una altitud de 2,900 msnm. Tuve un error de cien metros. No soy geógrafo, y no sé qué rango de error se permita en estos casos. Pero mi cálculo me satisface. No es cosa de magia, ni de que yo lo haya adivinado. Se trata de una deducción a partir de un dato científico. La fronda de las coníferas de alta montaña se alza orgullosa a partir de los 2,800 metros de altitud, y llegará hasta los 3,000, a veces un poco más.

¿Qué es lo que pasa cuando la razón se auxilia con los datos que le proporciona la experiencia? Lo que acabo de contarles es lo que pasa.

jueves, 4 de febrero de 2010

Tepozteco cándido

Tepozteco



He dibujado esta cándida versión del Tepozteco a partir de un programa que permite dibujar en línea. Si hacen clic en el enlace pueden ver una animación del dibujo de arriba. Ustedes también pueden dibujar lo que gusten, pues la suscripción al servicio es gratuita. Algo más que agradecer a la ciencia y la tecnología.