jueves, 30 de noviembre de 2006

Teoría de la santidad restringida

Enrique Arias Valencia

Fue el inmortal Borges quien dijo que la teología es una rama de la literatura fantástica. Ahora me gustaría añadir que Dios es la mayor fantasía, mayor que la cual nada puede fantasearse.

Soy un ateo en busca de Dios, si bien a veces creo que Dios no existe; por eso supongo que la santidad en caso de existir, sería una característica humana. Es decir, pueden ser santos los humanos aunque no haya Dios.

¿Qué es la santidad? Es una manifestación de bondad que distigue a la persona que la practica.
No deja de sorprenderme el estilo literario de Benedicto XVI, quien en su primera encíclica Deus caritas est nos deleita con la idea de un Dios que es amor.
La encíclica incluye un tiempo para el buen humor, y su estilo ágil nos invita a profundizar en el aspecto amoroso de Dios.

“El epicúreo Gassendi, bromenado, se dirigió a Descartes con el saludo: «¡Oh Alma!». Y Descartes replicó: «¡Oh Carne!» Pero ni la carne ni el espíritu aman: es el hombre, la persona, la que ama como criatura unitaria, de la cual forman parte el cuerpo y el alma”.1

Esta unión inseparable del cuerpo y del alma llamada hombre vive la dimensión completa del amor. Benedicto XVI reconoce que:

“3. Los antiguos griegos dieron el nombre de eros al amor entre hombre y mujer, que no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano. Digamos de antemano que el Antiguo Testamento griego usa sólo dos veces la palabra eros, mientras que el Nuevo Testamento nunca la emplea: de los tres términos griegos relativos al amor —eros, philia (amor de amistad) y agapé—, los escritos neotestamentarios prefieren este último, que en el lenguaje griego estaba dejado de lado. El amor de amistad (philia), a su vez, es aceptado y profundizado en el Evangelio de Juan para expresar la relación entre Jesús y sus discípulos”.2

Y si bien el Nuevo Testamento nunca emplea la palabra eros, Benedicto XVI nos conduce a un encuentro con el eros de Dios, el cual está unido con el agapé en una perfecta armonía:

“10. El eros de Dios para con el hombre, como hemos dicho, es a la vez agapé. No sólo porque se da del todo gratuitamente, sin ningún mérito anterior, sino también porque es amor que perdona”.3
En el párrafo anterior Benedicto XVI nos muestra la perla del cristianismo: el perdón. ¿Qué es el perdón? Al margen de la Encíclica que ahora nos ocupa, quisiera apuntar que perdonarse a uno mismo es un maravilloso Renacimiento; perdonar a los demás es una puerta hacia la paz.
Benedicto XVI demuestra un profundo respeto por las tradiciones precristianas y en lo que estas tienen de acertado sabe reconocer la semilla de verdad que contienen:

“Si el mundo antiguo había soñado que, en el fondo, el verdadero alimento del hombre —aquello por lo que el hombre vive— era el Logos, la sabiduría eterna, ahora este Logos se ha hecho para nosotros verdadera comida, como amor”.4
Muy bien: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”; ¿y cuál es el trato? Porque si hay amor hay una relación; ¿o no? ¿Y cuál es la actitud de Dios? Un silencio angustioso. Por eso, en un mundo tan neoliberal siempre me asalta esta pregunta: ¿Está Dios de más? Yo lo echo de menos. ¡Qué quieren que haga! Mi vicio es no creer en Dios, y sin embargo extrañarlo como a un amante muerto.
Es así que la santidad, en caso de existir es un asunto humano, y nada más, pero también, nada menos. Y en vista de que los seres humanos tenemos defectos y limitaciones, por lo tanto la santidad que yo anuncio es una santidad con defectos y limitaciones.

1) Benedicto XVI Deus caritas est, Arquidiócesis Primada de México, México, p. 8.
2) Benedicto XVI Deus caritas est, Arquidiócesis Primada de México, México, p. 6
3) Benedicto XVI Deus caritas est, Arquidiócesis Primada de México, México, p. 14.
4) Benedicto XVI Deus caritas est, Arquidiócesis Primada de México, México, p. 17.

sábado, 18 de noviembre de 2006

El anhelado triunfo de la caridad

El anhelado triunfo de la caridad

Enrique Arias Valencia

También la filosofía tiene su quiliasmo.
Kant


El problema con las cosmologías de Capra, Nietzsche y el misticismo oriental es que nos muestran un universo impersonal, ajeno a las esperanzas de los seres humanos. Es muy duro vivir con la verdad y la verdad es que el universo es indiferente a nuestros sentimientos. El hombre necesita de la fantasía para poder vivir. Dios es la mayor fantasía. Por lo tanto, Dios existe en el corazón del hombre que tiene necesidad de creer en un Ser amoroso que lo consuele.La locura de Nietzsche atestigua que el hombre no puede soportar la verdad, y él mismo dijo que “Tenemos el arte para soportar la verdad”. El arte es una apariencia que ponemos frente a lo terrible del mundo para evitar que su abismo nos devore. Esfuerzo inútil, pero heroico. Con el arte el hombre se redime de este mundo cuyo absurdo consiste en ser tan impersonal siendo que el hombre es siempre personal.Un coro de iglesia canta tan bien que casi podría llegar a convencernos de que Dios sí existe. Ése es el encanto de la religión y del arte: ninguno de los dos engaña, pero ninguno de los dos dice la verdad.Al final, el hombre necesita de un mundo superior en donde colocar su fe. La realización de ese mundo es imposible, por eso el cristianismo es una utopía en movimiento. Lo único que pueden hacer los cristianos para demostrar la existencia de Dios está en su comportamiento y no en sus argumentos. Por todo esto puedo decir con Kant que mientras haya hombres, habrá metafísica, con sus ideales de la razón y otras tantas maravillas.En conclusión: la caridad es el sello del hombre y quizá lo salve de la amenaza del impersonal Dionisos. Es así que la caridad es el sentimiento en acción que distingue los actos verdaderamente humanos en un mundo insensible e indiferente. La pregunta es: ¿podrá la caridad vencer al final? ¿O no será su andar un movimiento errante en un mundo donde la victoria sólo pertenece al gran misterio?Sólo Dios sabe… o quizá tampoco él lo sabe.

lunes, 13 de noviembre de 2006

Rosa Gallarda

Enrique Arias Valencia
Una rosa es una rosa es una rosa.
Gertrude Stein
Preámbulo
Hace mucho tiempo, cuando nada existía, ni siquiera Dios, el eterno femenino ya existía. Por lo tanto lo femenino es anterior y más poderoso que lo masculino. Es por eso que las palabras madre, materia, maya y María comparten una raíz común. Ma es la primera sílaba del lenguaje indoeuropeo, y esta raíz es la raíz de todas las raíces, más allá del bien y del mal, palabra que espontáneamente es pronunciada por el infante cuando busca volver al origen.
La madre es el origen del mundo. El mundo es materia, por lo tanto la madre es el origen de la materia. La materia es mera apariencia y eso es lo que es el velo maya de los hindostánicos. María, por su parte, es la madre de Dios y es así que María es la madre del hipotético creador del mundo, si bien es ella en realidad la sustancia divina que antecede a Dios en esplendor y gloria: Dios no puede hacer nada sin su madre.
Es por eso que la madre es el caos que antecede a la formación del mundo. En medio de relámpagos devastadores, la fosforescencia del óvulo es el Fiat lux que da comienzo a la creación.
Veamos en traza caótica algunos aspectos de la del papel de la madre en el mundo. Por ejemplo, Estados Unidos son la madre simbólica de la libertad en América porque fueron el primer país de este continente que alcanzó su independencia. Por eso, todo preámbulo habla de la búsqueda de la felicidad, la exhortación materna de la libertad.
Hay una relación entre la rosa y la Madre de Dios. Así, la Virgen de Guadalupe pidió rosas a Juan Diego para mostrar su mensaje al mundo. La rosa, originaria de Oriente, es el símbolo universal del amor. Se usa tanto para simbolizar el amor apasionado, como para entregarse al “Amigo sincero que me da su mano franca”.
Si no fuera por mi madre, yo no estaría aquí, ni nadie más. ¿Quién como mi madre? Parece que uno de los primeros intentos de responder esa pregunta está ya en la infancia. La felicidad fuera de los brazos de mamá debe tener el feliz sello de su integridad. Lo más conveniente es conservar la información que mamá nos entrega para transferirla a otra persona. Douglas R. Hofstadter en su libro Gödel, Escher, Bach explica: “Esta transformación mantenedora de la información suele llamarse isomorfismo, y el presente libro habrá de ocuparse de isomorfismos reiteradamente”.

El ábaco y la rosa
Allan Watts plantea el asunto de la rosa en estos términos: “¿Qué es esto? Esto es una rosa. Pero «una rosa» es un sonido. ¿Qué es un sonido? Un sonido es un impacto de ondas aéreas en el tímpano. ¿Entonces una rosa es un impacto de ondas aéreas en el tímpano? No, una rosa es una rosa es una rosa”.
La primer rosa que conocí es una prima de ese nombre. Un recuerdo lejano de mi infancia está aderezado por la compañía de mi hermano y mis primos. Un retozo recurrente entre los niños pequeños y que me causa sonrojo recordarlo, pero más sonrojo me causa escribirlo, es aquel del juego de los esposos. Hasta donde alcanza mi mente a rememorarlo, creo que alguna vez mi prima Rosa y yo jugamos aquel juego inocente.
También llegué a interesarme muy temprano en la ciencia, y mi prima Rosa fue mi primer colaboradora con un diminuto juego de química. Era una experiencia fascinante hacer tinta invisible, conocer por primera vez los efectos de la efervescencia y los asombrosos cambios de color de los productos químicos más sencillos.
Tornasol es una palabra que aparece en mi mente cuando repaso aquella época de tubos de ensayo y jugo de limón.
La impresión espiritual que me da el recuerdo de mi infancia es que si Dios quisiera hacer las cosas bien, sí podría hacerlo. Nada se lo impide. Ser niño amado es ser el hijo de Dios, porque el amor que se siente es el aliento de vida que alimenta el corazón del hombre.
En el horizonte simbólico mi prima Rosa es el sentimiento de la solidaridad y del cariño. Yo soy el intelecto que mide, que calcula y traza. Ella es la rosa, y yo soy el ábaco.
Amar es lo único que sabe hacer bien el ser humano. La búsqueda de la felicidad puede estar en la alegría del descubrimiento del resultado de un experimento. Unas gotitas de limón en bicarbonato de sodio y de inmediato tenemos contacto con la efervescencia. Si te acompaña una amiga en ese experimento, podrás darte por satisfecho, hasta que la mente salga de nuevo a buscar la felicidad en este mundo que nunca descansa.
Las niñas maduran antes que los niños. La madurez es cuestión de experiencia. El primer atisbo de experiencia está en la caricia de los sentimientos.
El niño sigue siendo niño porque se aferra a sus especulaciones. La sabia infancia nos enseña que la mayor aspiración de una vida entregada a la ciencia está en reunir razón y experiencia. He aquí una cuestión de isomorfismo: mi prima Rosa fue la primera persona que compartió conmigo la luz de la ciencia, y así iluminó mi infancia con un recuerdo imperecedero. Fue la reunión de razón y sentimientos en un modelo vivo.
Las relaciones entre ciencia y emociones
"Extraño a las profundidades de la filosofía puramente especulativa, mi ensayo sobre el Cosmos es la contemplación del Universo, fundada en un empirismo razonado; es decir, sobre el conjunto de hechos registrados por la ciencia y sometidos a las operaciones del entendimiento que compara y combina".
Alexander Von Humboldt
Conocer algo plenamente implica tener un contacto emocional con ello. En realidad, lo que nos emociona, lo conocemos, y lo que no nos emociona, no lo conocemos. Por lo tanto para aprender algo no hay nada mejor que emocionarse con ello.
El comienzo de toda emoción está en los sentidos, por eso para conocer es preciso recurrir a los sentidos, esto es, el saber de la experiencia. A los niños se les pueden enseñar muchas cosas, pero sólo llegarán a conocer ya amar aquellas con las que hayan tenido un contacto emocional agradable.
En contraste, a veces la educación de los niños consiste en abandonar las cosas a la memorización mecánica, y entonces los niños se pierden el contacto con la ciencia empírica y razonada.
El lógico Alfred North Whitehead critica el hecho de que en la escuela los niños aprenden cosas sin verlas, lo cual es nefasto para la memoria. En sus propias palabras:

“Somos en exceso librescos en nuestros hábitos escolares… En el jardín del Edén, Adán vio a los animales antes de darles nombres: en el sistema tradicional, los niños nombran a los animales antes de verlos”.
Es así que la experiencia enriquece a la razón, y uno de los dones más grandes de la experiencia es la emoción que la acompaña.
Uno de los lugares en donde podemos ver el gran beneficio que puede tener para la educación el recurso emocional es en la enseñanza de las matemáticas. Por lo regular a los niños sólo se les habla de los números como si sólo fueran cantidades desprovistas de cualquier otra característica.
Cuando a los niños se les muestran las relaciones que existen entre la geometría y la experiencia, lo mejor es que puedan sentir qué es un círculo, qué es un diámetro, qué es una circunferencia. Nada mejor que los materiales coloridos para mostrar las figuras geométricas.
Lo mismo podemos afirmar de la aritmética. Las sumas y restas pueden explicarse mejor con manzanas, como dice un refrán.
Otro punto importante es el amor por el conocimiento. Transmitir la pasión por aprender es uno de los recursos más importantes del pedagogo. La ciencia puede ser algo apasionante, si nos proponemos tratarla en forma amena.

Gracias, prima Rosa

domingo, 12 de noviembre de 2006

La caída de Fritjof Capra

La caída de Fritjof Capra
Enrique Arias Valencia

Si hubiera conocido las consecuencias, me habría hecho relojero.
Einstein

Celebramos veinticinco años de la publicación de El tao de la física del doctor Fritjof Capra, un libro en el cual el autor intenta convencernos de los supuestos paralelismos que hay entre la física cuántica y el misticismo oriental, con lo cual él quisiera persuadirnos de que hay un nexo nuevo y maravilloso entre la ciencia y la espiritualidad.
En este ensayo trataré de refutar algunas de las tesis de Capra. Comencemos por apuntar que la física cuántica no es una teoría exhaustiva, y sólo trata con un muy pequeño aspecto de la realidad.
La física cuántica explica muy bien el mundo subatómico, pero no puede dar cuenta del comportamiento de planetas y estrellas, y menos aún, sirve para explicar las cosas que pasan cuando se alcanzan velocidades cercanas a las de la luz.
Es así que la realidad tiene niveles, y cada nivel tiene una física propia, podríamos decir. Vemos que en el nivel más pequeñito opera la mecánica cuántica, cos sus átomos y partículas. En el siguiente nivel se desarrolla lo que podríamos llamar la física de la vida diaria, sometida a las leyes de la mecánica de Newton, con su gravedad y sus objetos comunes y corrientes. El tercer nivel es el de la relatividad de Einstein, que se desarrolla cuando los objetos de estudio de la física se mueven a velocidades cercanas a las de la luz.
Cada física tiene sus propias leyes, y podemos decir que son incompatibles; es decir, ninguna contiene a la otra, si bien es más fácil sostener que la relatividad influye a la mecánica cuántica y no que la mecánica cuántica influye en el mundo relativista; porque las partículas subatómicas pueden acelerarse hasta alcanzar velocidades cercanas a las de la luz, y entonces estarán influidas por la física relativista.
Claro que hay quienes quisieran que hubiera una sola teoría física que explicara ella sola todos los fenómenos de la naturaleza, y a veces parece que los empeños de Capra se dirigen en esa dirección. No obstante, tal teoría unificada es sólo un ideal y no una realidad.
En cambio, el comportamiento estadístico de los átomos no tiene paralelo en el mundo macroscópico. Capra sostiene que la existencia y la no existencia simultánea de una partícula puede compararse con las afirmaciones no dualistas del misticismo oriental, la supuesta superación del mundo de los opuestos. El problema está en que estas características de las partículas no influyen en el mundo macroscópico, y por lo tanto podrían autorizarnos a creer que las afirmaciones de los místicos orientales no tienen alcance en la vida diaria: se trata de afirmaciones válidas sólo para el mundo de las partículas, pero no válidas en el mundo de los seres macroscópicos.
En El tao de la física Capra funda algunos de los lugares comunes de la espiritualidad New Age, como aquello de que el espacio y el tiempo son sólo convenciones relativas de la mente. Capra olvida que la teoría de la relatividad de Einstein establece un absoluto: la velocidad de la luz es la misma para todos los observadores. La velocidad de la luz es una constante, y no es relativa de ningún observador.
Otro problema está en la posible infirmación de la física cuántica. El filósofo de la ciencia Kart Popper sostiene que toda teoría científica debe ser falsable. Muchos científicos están de acuerdo con la falsación: toda teoría científica debe incluir la posibilidad de que sea falsa.
¿Qué sucedería con el misticismo oriental si se demostrara que la mecánica cuántica está equivocada? La respuesta es: nada, porque el misticismo es el misticismo, y la ciencia tiene su propio campo de acción, el cual es falsable.
¿Qué sucedería con las ideas de Capra en caso de que se demostrara que la mecánica cuántica es falsa? Él sí tendría que rendir cuentas de su labor como científico. Sin embargo, no hace falta que esperemos a la caída de la mecánica cuántica para que podamos celebrar la caída de Capra, pues sus supuestos paralelismos entre la física moderna y el misticismo oriental sólo tienen la probabilidad de ser del tamaño de un átomo, y están, por lo tanto fuera de nuestro mundo newtoniano.