Enrique Arias Valencia
La filosofía es o debería ser capaz de decirnos la esencia del mundo, la cual corresponde con lo que es cierto. La certeza bien puede descubrirla el corazón, mas la filosofía debe ser capaz de plasmarla en un argumento.
No me distingo por mi habilidad para argumentar, pero sí por mi olfato intuitivo. Es el olfato lo que me llevó a saber la verdad, y ninguna otra cosa.
Y he aquí que la verdad puede hacerse manifiesta hasta en una inocente letra de baile de salón. Ya veremos esto.
Cuando niño, como a todos los niños, me asombraron cautivo las pompas de jabón. La espléndida belleza que les permite surcar el cielo a costa de morir tras unos segundos, es una metáfora ideal de Ícaro, que busca antes que la libertad, el gozo de saberse portador del poder de volar.
Y así, el imprudente se precipita en el mar de la indiferenciación, de donde todo brota y todo vuelve. Pero antes de morir, es reventado por la rabiosa espina del dolor, sello imperecedero de la vida.
Ésa es la verdad que la filosofía debe atreverse a revelar. Toda la vida, todos los vanos empeños de la casa de la existencia está orientada a mostrar que la vida es dolor, y que éste sólo terminará cuando se sepan enfrentar las falacias con que la vida misma juega con nosotros.
Un día mi madre nos obsequió un libro llamado Física recreativa, del entrañable Yakov Perelman. Una de las secciones del libro trataba de las pompas de jabón, y la amable y siempre deslumbrante palabra de la ciencia de divulgación decía de las burbujitas:
Es así que la ciencia nos revela que las burbujas de jabón son prácticamente invisibles y asombrosamente delgadas. ¡Y como vemos en el epígrafe lord Kelvin les tenía gran aprecio! No me cabe la menor duda de que mi madre, con su cariño y sus libros, hizo de mi infancia una verdadera Edad de Oro.
En nuestro México que ya se anuncia bicentenario, hacia los años veintes del siglo pasado los compositores T. Saenz y Eduardo Vigil y Robles lanzaron un fox trot que, en medio de una muy comprometedora inocencia, salterio juguetón de por medio, tras hacer lo que algunos han querido interpretar como una discretísima referencia a la parte más redonda de la anatomía femenina, salta a decir la verdad sin tapujos. Mi padre tenía un disco con la versión de la cantante Esmeralda. La pieza comenzaba así:
Tanto me gustaba esta canción que se la enseñé a mis pequeños sobrinos, Amador y Erika, de quizá ocho y siete años. Fueron capaces de cantarla a dúo. Hace algunos años todavía conservaba la grabación de sus bienaventuradas voces, y hablo de bienaventuranza pues la infancia es la vida en el Paraíso.
En la agridulce tonada es el arte, es decir sin decir. La letra se torna nostálgica, pero la síncopa del guitarrón y la feliz melodía de la trompeta con sordina, son toda una fiesta que nos hace olvidar que en esta vida todo es vanidad.
Algo hay de art nouveau popular en la letra de este fox trot. Su chispeante creatividad, su gusto por lo efímero, su empeño por salir de lo cotidiano hacia lo maravilloso infantil de las pompas de jabón, y su muestra fatal del dolor, lo hacen una delicada flor cuya brevedad le da un matiz de azul esplendor. Así, al despertar de la embriaguez del deseo, al iluminarse el Universo, encontramos muerto nuestro delirio de amor, una verdadera ilusión en el vacío:
Si yo dijera que la letra de “Pompas Ricas” miente, yo diría una gran mentira. Sólo puedo hablar por experiencia propia, y es la voz de la experiencia la que canta, que este mundo es del dolor, y de ninguna otra cosa... pero podemos decirlo con una melodía alegre, tan alegre como el mejor fox trot de los años veintes.
Nota: no encontré en todo Youtube una versión cantada de esta hermosa canción, que en México inmortalizara María Conesa. Como dije, cuando niño, yo la escuché en un LP en la versión de Esmeralda. Aquí pongo un enlace con la versión del Mariachi Sinfónico de Martín Gordo:
Haced una pompa de jabón y miradla: aunque dediquéis toda vuestra vida a su estudio no dejaréis de sacar de ella nuevas enseñanzas de Física.
Lord Kelvin
La filosofía es o debería ser capaz de decirnos la esencia del mundo, la cual corresponde con lo que es cierto. La certeza bien puede descubrirla el corazón, mas la filosofía debe ser capaz de plasmarla en un argumento.
No me distingo por mi habilidad para argumentar, pero sí por mi olfato intuitivo. Es el olfato lo que me llevó a saber la verdad, y ninguna otra cosa.
Y he aquí que la verdad puede hacerse manifiesta hasta en una inocente letra de baile de salón. Ya veremos esto.
Cuando niño, como a todos los niños, me asombraron cautivo las pompas de jabón. La espléndida belleza que les permite surcar el cielo a costa de morir tras unos segundos, es una metáfora ideal de Ícaro, que busca antes que la libertad, el gozo de saberse portador del poder de volar.
Y así, el imprudente se precipita en el mar de la indiferenciación, de donde todo brota y todo vuelve. Pero antes de morir, es reventado por la rabiosa espina del dolor, sello imperecedero de la vida.
Ésa es la verdad que la filosofía debe atreverse a revelar. Toda la vida, todos los vanos empeños de la casa de la existencia está orientada a mostrar que la vida es dolor, y que éste sólo terminará cuando se sepan enfrentar las falacias con que la vida misma juega con nosotros.
Un día mi madre nos obsequió un libro llamado Física recreativa, del entrañable Yakov Perelman. Una de las secciones del libro trataba de las pompas de jabón, y la amable y siempre deslumbrante palabra de la ciencia de divulgación decía de las burbujitas:
“Seguramente son pocos los que saben, que la película que forma las pompas de jabón es una de las cosas más delgadas que pueden apreciarse a simple vista.
Los objetos que generalmente sirven de punto de comparación para expresar la delgadez o la finura, resultan demasiado burdos si se equiparan con dicha película. "Fino, como un pelo", "delgado, como un papel de fumar", son expresiones que representan un espesor enorme comparado con el de la pared de una pompa de jabón, la cual es 5 000 veces más delgada que un pelo y que un papel de fumar. Un cabello humano aumentado en 200 veces, tiene cerca de un centímetro de espesor, mientras que la sección de la película que forma la pompa de jabón, con semejante aumento, sigue siendo invisible”.
Es así que la ciencia nos revela que las burbujas de jabón son prácticamente invisibles y asombrosamente delgadas. ¡Y como vemos en el epígrafe lord Kelvin les tenía gran aprecio! No me cabe la menor duda de que mi madre, con su cariño y sus libros, hizo de mi infancia una verdadera Edad de Oro.
En nuestro México que ya se anuncia bicentenario, hacia los años veintes del siglo pasado los compositores T. Saenz y Eduardo Vigil y Robles lanzaron un fox trot que, en medio de una muy comprometedora inocencia, salterio juguetón de por medio, tras hacer lo que algunos han querido interpretar como una discretísima referencia a la parte más redonda de la anatomía femenina, salta a decir la verdad sin tapujos. Mi padre tenía un disco con la versión de la cantante Esmeralda. La pieza comenzaba así:
Pompas ricas, de colores,
de matices seductores,
del amor las pompas son,
pues deslumbran cuando nacen
y al tocarlas se deshace
nuestra frágil ilusión.
Esperanza de una hora
bella flor que se evapora
con el sol canicular.
El amor es vano empeño,
sombra mágica de un sueño
que disipa el despertar.
Tanto me gustaba esta canción que se la enseñé a mis pequeños sobrinos, Amador y Erika, de quizá ocho y siete años. Fueron capaces de cantarla a dúo. Hace algunos años todavía conservaba la grabación de sus bienaventuradas voces, y hablo de bienaventuranza pues la infancia es la vida en el Paraíso.
En la agridulce tonada es el arte, es decir sin decir. La letra se torna nostálgica, pero la síncopa del guitarrón y la feliz melodía de la trompeta con sordina, son toda una fiesta que nos hace olvidar que en esta vida todo es vanidad.
Algo hay de art nouveau popular en la letra de este fox trot. Su chispeante creatividad, su gusto por lo efímero, su empeño por salir de lo cotidiano hacia lo maravilloso infantil de las pompas de jabón, y su muestra fatal del dolor, lo hacen una delicada flor cuya brevedad le da un matiz de azul esplendor. Así, al despertar de la embriaguez del deseo, al iluminarse el Universo, encontramos muerto nuestro delirio de amor, una verdadera ilusión en el vacío:
Mi ilusión sombra fue.
Fue una dicha embriagadora
que adoré.
Una rosa que a la aurora
muerta hallé.
Corazón, vive en paz.
Que feliz nunca te hará
la ilusión falaz.
Si yo dijera que la letra de “Pompas Ricas” miente, yo diría una gran mentira. Sólo puedo hablar por experiencia propia, y es la voz de la experiencia la que canta, que este mundo es del dolor, y de ninguna otra cosa... pero podemos decirlo con una melodía alegre, tan alegre como el mejor fox trot de los años veintes.
Nota: no encontré en todo Youtube una versión cantada de esta hermosa canción, que en México inmortalizara María Conesa. Como dije, cuando niño, yo la escuché en un LP en la versión de Esmeralda. Aquí pongo un enlace con la versión del Mariachi Sinfónico de Martín Gordo: