Enrique Arias Valencia
La ciencia es un conjunto de conocimientos ordenados sistemáticamente que busca describir, comprender, usar y predecir el comportamiento de la naturaleza. La manera en que estos conocimientos pueden obtenerse consiste en seguir los pasos que van de la observación, la hipótesis, la experimentación, hasta la obtención de una ley o principio.
Uno de los máximos logros de la ciencia es que cuenta con un mecanismo que le permite, con el tiempo autocorregirse. Lo que emprendemos los seres humanos, no es perfecto pero sí perfectible por medio de la práctica.
Hoy más que nunca, gracias a Internet y al compromiso de personas de gran talla intelectual, bien podemos decir que el conocimiento científico lo construimos entre todos. En Internet convergimos gente de lo más variada, desde joviales irracionalistas como un servidor, hasta serios racionalistas como el filomaterialista Fernando G. Toledo. El choque ha sido inevitable, pero también el reconocimiento de la valiosa labor de aquellos cuyo sincero compromiso con la razón los ha convertido en punto de referencia indiscutible de los problemas científicos y filosóficos que, en esta era de la información, a muchos seres humanos nos apasionan.
Todas las cosas suceden por necesidad, porque la causa del nacimiento de todo es
el remolino de los átomos.
Demócrito, según Diógenes Laercio IX, 45
La ciencia es un conjunto de conocimientos ordenados sistemáticamente que busca describir, comprender, usar y predecir el comportamiento de la naturaleza. La manera en que estos conocimientos pueden obtenerse consiste en seguir los pasos que van de la observación, la hipótesis, la experimentación, hasta la obtención de una ley o principio.
Uno de los máximos logros de la ciencia es que cuenta con un mecanismo que le permite, con el tiempo autocorregirse. Lo que emprendemos los seres humanos, no es perfecto pero sí perfectible por medio de la práctica.
Hoy más que nunca, gracias a Internet y al compromiso de personas de gran talla intelectual, bien podemos decir que el conocimiento científico lo construimos entre todos. En Internet convergimos gente de lo más variada, desde joviales irracionalistas como un servidor, hasta serios racionalistas como el filomaterialista Fernando G. Toledo. El choque ha sido inevitable, pero también el reconocimiento de la valiosa labor de aquellos cuyo sincero compromiso con la razón los ha convertido en punto de referencia indiscutible de los problemas científicos y filosóficos que, en esta era de la información, a muchos seres humanos nos apasionan.
"La línea de la costa, de la cual habla Alan Watts, representa el lugar en que la tierra y el agua se tocan".*
Desde mi punto de vista, tal línea es el ateísmo. Como comenta Richard Dawkins en La raíz de todo mal: "Todos somos ateos de algún Dios. Lo que pasa es que algunos hemos dado un paso más allá". ¿Por qué hay gente que se siente impulsada a creer en Dios? Nietzsche sostiene que “El hombre prefiere querer la nada a no querer”. Quizá sea el momento de hacer la advertencia de costumbre al lector: lo que este trabajo tenga de acertado se debe a los pensadores citados, los desatinos, son míos.
¿Qué es la nada? La pregunta nos asalta desprevenidos, y muy pocos somos capaces de responder que por definición, la nada no puede ser algo, pues entonces habría algo en vez de nada.
Desde que era niño me gustaba devorar libros de divulgación científica. Uno de mis favoritos, Superfuerza, de Paul Davies, incluye un típico argumento acerca de la nada que pueden encontrarse en la literatura científica corriente.
¿En qué quedamos, pues, es la nada algo o no es nada? Un párrafo así puede entusiasmarnos un rato, y llevarnos a divagar acerca de la nada. Nietzsche y Sartre lo hicieron. Debemos al primero este esplendoroso aforismo: “Dios es la máscara de la nada”. Al segundo, una disertación en torno a las relaciones entre el ser y la nada. Pero de la nada, seguimos, literalmente, sin saber nada.
Strictu sensu: ¿es la nada observable, podemos hacer con ella una hipótesis, podemos someterla a experimentación, u obtener una ley o principio a partir de nada? ¿De dónde sacan los físicos como Davies una teoría tan exótica como aquella en la que la nada juega un papel fundamental?
Entenderemos por crítica el examen o juicio de uno de los aspectos de la razón, esto es, de su capacidad de juzgar con base en una premisa, y su capacidad de concluir con base en esa premisa. Entiéndase, pues, esta premisa: “De la nada, nada”.
¿Qué dice pues, Davies, de la nada? De la nada algo, a saber, espontáneamente, de la nada, espontáneamente, el universo.
De todo esto, lo único que me parece divertido acerca del Big Bang es cuando explica Eric Lerner: “En la teoría de Guth el campo de Higgs que existe en el vacío genera toda la energía necesaria a partir de la nada -ex nihilo-. El universo, como él lo plantea, es una gran «comida gratis», cortesía del campo de Higgs”.
¿Qué es la nada? La pregunta nos asalta desprevenidos, y muy pocos somos capaces de responder que por definición, la nada no puede ser algo, pues entonces habría algo en vez de nada.
Desde que era niño me gustaba devorar libros de divulgación científica. Uno de mis favoritos, Superfuerza, de Paul Davies, incluye un típico argumento acerca de la nada que pueden encontrarse en la literatura científica corriente.
“El vacío es el milagroso cuerno de la abundancia de energía en la naturaleza. En principio no hay límite a la cantidad de energía que puede autogenerarse por la expansión inflacionaria. Es un resultado revolucionario en total desacuerdo con la vieja tradición secular de que «nada puede surgir de la nada», una creencia que data al menos de tiempos de Parménides, en el siglo V a. de C. La idea de una creación a partir de la nada pertenecía, hasta recientemente sólo al reino de la religión. Los cristianos han creído desde hace mucho tiempo que Dios creó el universo de la nada, pero la posibilidad de que toda la materia y la energía cósmicas aparezcan espontáneamente como resultado de un proceso puramente físico hubiera sido considerado como algo absolutamente insostenible por los científicos de hace sólo una década”.**
¿En qué quedamos, pues, es la nada algo o no es nada? Un párrafo así puede entusiasmarnos un rato, y llevarnos a divagar acerca de la nada. Nietzsche y Sartre lo hicieron. Debemos al primero este esplendoroso aforismo: “Dios es la máscara de la nada”. Al segundo, una disertación en torno a las relaciones entre el ser y la nada. Pero de la nada, seguimos, literalmente, sin saber nada.
Strictu sensu: ¿es la nada observable, podemos hacer con ella una hipótesis, podemos someterla a experimentación, u obtener una ley o principio a partir de nada? ¿De dónde sacan los físicos como Davies una teoría tan exótica como aquella en la que la nada juega un papel fundamental?
Entenderemos por crítica el examen o juicio de uno de los aspectos de la razón, esto es, de su capacidad de juzgar con base en una premisa, y su capacidad de concluir con base en esa premisa. Entiéndase, pues, esta premisa: “De la nada, nada”.
¿Qué dice pues, Davies, de la nada? De la nada algo, a saber, espontáneamente, de la nada, espontáneamente, el universo.
De todo esto, lo único que me parece divertido acerca del Big Bang es cuando explica Eric Lerner: “En la teoría de Guth el campo de Higgs que existe en el vacío genera toda la energía necesaria a partir de la nada -ex nihilo-. El universo, como él lo plantea, es una gran «comida gratis», cortesía del campo de Higgs”.
*Alan Watts apud. Nicole Diesbach, Frontera. ¿Qué nos separa?, México, Editorial Yug, p. 69.
** Paul Davies, Superfuerza, Salvat, Barcelona, 1985, trad. Domingo Santos, p. 207. La “expansión inflacionaria es una de las teorías que recurren al Big Bang para explicar el supuesto origen del Universo.
4 comentarios:
Interesante tu post. Pienso que la nada es todo, pues al fin de alguna manera estamos aquí. Menudo tema el tuyo, que hace pensar profundamente. Y ser ateo también es cree en algo, tal vez en uno mismo, en fin que lo bueno es que me has hecho pensar un poco más allá de creencias o ateísmos. Un saludo afectuoso.
Hola, RosaMaría. Tu comentario me recordó la filosofía oriental. ¿Estarías de acuerdo conmigo?
¡Saludos filosóficos!
La nada... algo que también me turba.
Hola, Manuel. Como músico, tu tienes una ventaja sobre todos nosotros. Puedes leer la segunda parte de este texto como si fuese el primer movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven.
Digamos que se plantea un primer sujeto, metafóricamente en Re menor, que representa a los Físicos: "No hubo Big Bang, a menos que algo pueda salir de la nada. Hubo Big Bang. Por lo tanto, algo puede salir de la nada".
Contra un segundo sujeto, metafóricamente en Si mayor, que representa a los Materialistas estrictos: "Nada puede salir de la nada, y si la teoría del Big Bang afirma que el “Universo” salió de la nada, en consecuencia no hubo Big Bang."
El enfrentamiento musical de estas dos tesis da como resultado mi inclinación sólo por una de ellas.
Digo musical porque hasta cito algunos pasajes de la obra de Lucrecio para exponer la tesis materialista estricta.
¡Ojalá puedas leer mi ensayo con esta clave que te doy!
Si añades comentarios, me harás muy feliz, pues tu opinión es muy valiosa.
Un abrazo
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