AGAPEA TELEVISIVA
Enrique Arias Valencia
O Fortuna
velut luna
statu variabilis,
semper crescis
aut decrescis;
vita detestabilis.
Canciones de Beuren
Mi madre no pierde de vista en la Pantalla chica una telenovela intitulada “Pobre rico... pobre” que versa, entre otros asuntos, sobre las peripecias de un hombre que habiendo gozado de los siempre envidiables beneficios de la también siempre esquiva diosa Fortuna, y que, caído en desgracia, se ve obligado a visitar furtivamente las fiestas para hurtar algo de las viandas que se sirven en las charolas, y así tener algo qué llevarse a la boca. El personaje (Andrés, para más señas) se debate entre lo patético y lo ridículo. La moraleja de la historia presentada es copla en una melodía de índole ardiente, y en consecuencia, tropical; que da comienzo a los créditos de la comedia:
Nadie sabe lo que tiene hasta el día que lo pierde.
Nadie sabe lo que tiene hasta el día que lo pierde.
¡Quién lo iba a decir, que hoy me iba a tocar;
lo que tuve ayer, hoy ya no estará!
Mientras tanto, yo me debato entre comprender y no comprender unos versos de la Madre Juana. Y hete aquí, coincidencia de coincidencias, concomitancia que te rima, que en los versos de la Madre Juana aparece también, el tema de los contrastes que nos engalanan el alma:
La salud aprecia el sano,
pero más, si estuvo enfermo;
y el que ve, estima la vista,
más no como el que estuvo ciego.
Una estrofa antes, la Madre Juana explicaba así una ausencia del Virrey a su amada Lisi, a quien revelaba que si somos privados de algo, luego entonces sabremos valorarlo mejor a su regreso:
quiere carecer de ti
para tu mayor aprecio,
porque carecer del bien
le da más merecimiento.
Y llegamos así a la dicotomía preferida por la exposición de aquello que, Octavio Paz, con certera voz, llamó “los privilegios de la vista”. El contraste entra la luz y las tinieblas es seguramente atávico, y siempre que el poeta invoca un atavismo, los mismos cielos se estremecen, dada la verdad de lo vertido:
Las cosas se ven mejor
por sus contrarios extremos,
y lo blanco luce más
si se pone junto al negro.
¿Y no hemos propuesto aquí una semejanza y no un contraste entre la cultura popular y la más alta poesía? ¿Cuál será nuestra sanción al emprender tan arriesgado y pánfilo afán? Sólo espero que sea, que si el buen gusto estuvo ausente en mi reflexión, que quien lea esto, en lo sucesivo lo disfrute más por su exceso, y no por su defecto. Por consiguiente, que la vida sea bella en lo bueno y buena en lo bello, por siempre.
Salud.
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