lunes, 15 de junio de 2009

¡Ahora soy amigo del Sol!

Te conocí como un rayo del más esplendoroso de los soles. Te amé como la realización más bella de este universo. ¿Fue hado impersonal? No lo sé. ¿Fue destino construido? Tampoco lo sé. ¿Es hada el alma? Tampoco lo sé. A veces, tan sólo quisiera que una gota de tu persona se derramara en mi vida; no para regresar, sino para saber que todavía estás ahí. Si volvieras, sería agridulce. Si no vuelves, es agridulce. ¿A qué juega el día de hoy?

Quizá deba señalar que se llama también hado al destino, así, en masculino. La pregunta de Laurye estimula a pensar, a imaginar. ¿Existe el libre albedrío? ¿Está predeterminado nuestro destino? Yo, en lo personal, espero que sea lo mejor que sea.

En algunas mitologías, el hada es quien nos conduce a un destino catastrófico. En El ocaso de los dioses, de Wagner, las tres Nornas tejen el hilo del destino, y comentan acontecimientso que sucederán sin que nadie pueda cambiarlos. Ellas son quienes lo tejen, ¿son responsables de los que sucede en la escena? Aquí un fragmento de lo que canta una de ellas:

Para bien o para mal,
yo enrollo la cuerda y canto.
Bajo el Fresno del Mundo
tejía antes, cuando a éste
aún le crecían hojas
grandes y fuertes de su tronco,
cuando aún era un bosque de nobles ramas.
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¡Y que todos los seres de todos los mundos sean felices!

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