Enrique Arias Valencia
Sea “q” “algo puede salir de la nada”. En el ensayo “De la nada, nada; inmaculada argumentada” concluí que si nos atenemos al significado estricto de nada, luego, “De la nada, nada”, como indica su título. Ésta es una expresión que hemos tomado en préstamo a Lucrecio y a la tradición materialista en general. Por tanto, la proposición “q” = “algo puede salir de la nada” es falsa según el materialismo estricto.
No obstante, ¿qué pasaría si consideráramos la nada como una analogía de lo indemostrable o por lo menos, de algo tan tremendamente paradójico que, pongamos por caso, sólo sucedió una vez en el remoto pasado, algo tan colosal que bien podríamos considerar como el origen del Universo? ¿Qué pasaría si pudiésemos contar con la nada para explicar el origen del universo?
Después de todo, los matemáticos llaman origen al lugar donde intersecan los ejes X e Y en el famoso plano cartesiano. Ahora bien, de manera muy simpática y humorística, el siempre ameno Isaac Asimov ilustra esto de sacar algo de la nada de la siguiente manera:
Asimov otorgó los siguientes valores a la ecuación: 0 = nada; (+1) = energía positiva; (-1) = energía negativa, por lo que Isaac Asimov es el autor original de esta versión de tan colosal descubrimiento matemático, que tras el signo de igualdad ya salta al terreno de la física. Es así que según Asimov ¡la nada cuenta! De paso, Asimov otorgó valores analógicos a los números, y probó así que la ciencia puede ser metafórica.
En el momento en que admitimos la proeza de nuestro querido Asimov, en detrimento del materialismo estricto, lo que hacemos es ilustrar una tesis que Robert Shapiro suscribe en su libro Orígenes, de una manera bastante clara y comprensible:
De modo, que, para los fines de este ensayo, nuestra querida “q” es verdadera.
Una vez admitido lo anterior, no será difícil sostener que:
Ésta es la más sencilla demostración de que la suma total del universo es cero. Si cero es el origen, luego el universo tiene un origen. El origen es el “tiempo cero” del universo. Luego, nuestra fórmula también es el modelo más sencillo del Big Bang.
Pero para que la energía cero del universo se disperse en las fuerzas fundamentales del universo que conocemos hoy en día, debe haber un desequilibrio entre los dos unos que forman nuestra sencillísima ecuación. ¿Qué pasó?
¡¿QUÉ PASÓ?!
En cierta forma, lo que sucedió es un misterio. Soy incapaz de demostrar qué pasó. Con las leyes físicas vigentes, nadie puede remontarse más allá del tiempo de Plank en la investigación. Es como decir que, por sí mismo, es indemostrable sostener que “q” es igual a cero. Pero no debemos preocuparnos, pues si no podemos saberlo, es porque “q” nos dice que ella misma es indemostrable. Lo cual nos conduce al temible y jovial teorema de Gödel. Es así que:
Luego:
“Algo puede salir de la nada” = Soy indemostrable. Lo cual es una desfachatada y cínica autodeclaración de “q”, que incluso puede insertarse en el sistema materialista que defendí en “De la nada, nada”.
Resulta que matemáticamente hablando, decir que “q” es indemostrable conduce a admitir que “q” es falsa, si bien lo que “q” nos dice no sólo es eso, sino que por sí misma apunta a decir que ella misma es indemostrable.
Luego, entre el 10 y el 11 de octubre de 2009 sosteníamos algo como lo siguiente:
No hubo Big Bang, a menos que algo pueda salir de la nada. No hubo Big Bang. Por lo tanto, nada puede salir de la nada.
Recordemos que decir que “algo pueda salir de la nada” es equivalente a “q”. Y como “q” nos dice “soy indemostrable”, luego:
No hubo Big Bang, a menos que “q” nos diga ella misma que “q” es indemostrable. Hubo Big Bang. Por lo tanto, “q” nos dice soy indemostrable. ¡Y ella misma es indemostrable en el sistema materialista estricto, para más señas!
Decir que “q” significa “soy indemostrable” es una deliciosa paradoja que puede hacer (y de hecho hace) diabluras en el sistema materialista estricto. Dirán: “¡Pero es que no podemos demostrar el Big Bang como origen del universo! Y “q” nos dice que ella misma lo declara así.
“¡Pero es que es una paradoja!”, protestaría el materialista. De nuevo, eso mismo sostiene “q”. Porque si “q” es ella misma indemostrable, luego es falsa, porque indemostrable es equivalente a falso en términos matemáticos. Pero si le concedemos razón a “q” sobre su descarada falsedad, luego, “q” dice la verdad si y sólo si, “q” no dice la verdad en vista de que “q” es indemostrable si y sólo si “q” es falsa si y sólo si a “q” le concedemos razón.
Según el modelo corriente del Big Bang el universo comenzó con una paradoja. En Wikipedia leemos:
¡Cuidado, porque Wikipedia se edita constantemente y la frase anterior ya podría ser falsa, aun sin necesidad de ser editada por ningún wikipedista!
Para hacer esto más endiablado (¡faltaba más!) no hay que olvidar que en lógica matemática 0 = falso. Y ¡Ups! Nuestra “q” = 0. Falso es indemostrable. Es verdad que “q” es cero, luego es verdad que “q” declara de sí misma que es indemostrable. Pues en sentido estricto nuestra “q” declara algo más que su mera indemostrabilidad: dice: “soy indemostrable en el sistema materialista estricto”.
En conclusión, “q” es verdadera… ¡e indemostrable! Y ella solita nos lo dijo.
*Isaac Asimov, Cien preguntas básicas sobre ciencia, Alianza Editorial, Madrid, 1979, p. 29.
**Robert Shapiro, Orígenes, fragmento del apartado La ciencia, el reino de la duda, del Capítulo 1 “Duda y certidumbre”; Salvat Editores, Barcelona, 1987, p. p. 21-22.
Bibliografía:
Asimov, Isaac Cien preguntas básicas sobre ciencia, Alianza Editorial, Madrid, 1979, p. 29.
Hofstadter, Douglas, Yo soy un extraño bucle. ¿Por qué un fragmento de materia es capaz de pensar en sí mismo?, Barcelona, Tusquets, 2008, 524 págs.
Shapiro, Robert, Orígenes, fragmento del apartado La ciencia, el reino de la duda, del Capítulo 1 “Duda y certidumbre”; Salvat Editores, Barcelona, 1987, p. p. 21-22.
Sea “q” “algo puede salir de la nada”. En el ensayo “De la nada, nada; inmaculada argumentada” concluí que si nos atenemos al significado estricto de nada, luego, “De la nada, nada”, como indica su título. Ésta es una expresión que hemos tomado en préstamo a Lucrecio y a la tradición materialista en general. Por tanto, la proposición “q” = “algo puede salir de la nada” es falsa según el materialismo estricto.
No obstante, ¿qué pasaría si consideráramos la nada como una analogía de lo indemostrable o por lo menos, de algo tan tremendamente paradójico que, pongamos por caso, sólo sucedió una vez en el remoto pasado, algo tan colosal que bien podríamos considerar como el origen del Universo? ¿Qué pasaría si pudiésemos contar con la nada para explicar el origen del universo?
Después de todo, los matemáticos llaman origen al lugar donde intersecan los ejes X e Y en el famoso plano cartesiano. Ahora bien, de manera muy simpática y humorística, el siempre ameno Isaac Asimov ilustra esto de sacar algo de la nada de la siguiente manera:
“¿Y por qué no? Si 0 = (+1) + (-1), entonces algo que es cero podría convertirse igual de bien en +1 y -1”.*
Asimov otorgó los siguientes valores a la ecuación: 0 = nada; (+1) = energía positiva; (-1) = energía negativa, por lo que Isaac Asimov es el autor original de esta versión de tan colosal descubrimiento matemático, que tras el signo de igualdad ya salta al terreno de la física. Es así que según Asimov ¡la nada cuenta! De paso, Asimov otorgó valores analógicos a los números, y probó así que la ciencia puede ser metafórica.
En el momento en que admitimos la proeza de nuestro querido Asimov, en detrimento del materialismo estricto, lo que hacemos es ilustrar una tesis que Robert Shapiro suscribe en su libro Orígenes, de una manera bastante clara y comprensible:
“La ciencia no es un conjunto dado de respuestas, sino un sistema para obtenerlas. El método que se emplea en la investigación es más importante que la naturaleza de las soluciones. Las preguntas no tienen por qué ser respondidas, y se pueden brindar respuestas y luego cambiarlas. No importa cuán a menudo y cuán profundamente se altere nuestra concepción del universo mientras estos cambios acontezcan de una manera consecuente con la ciencia”.**
De modo, que, para los fines de este ensayo, nuestra querida “q” es verdadera.
Una vez admitido lo anterior, no será difícil sostener que:
0 = (+1) + (-1)
0 = q
q = (+1) + (-1)
q = “algo puede salir de la nada”.
“Algo puede salir de la nada” = (+1) + (-1)
“Algo puede salir de la nada” = (energía positiva) + (energía negativa).
Ésta es la más sencilla demostración de que la suma total del universo es cero. Si cero es el origen, luego el universo tiene un origen. El origen es el “tiempo cero” del universo. Luego, nuestra fórmula también es el modelo más sencillo del Big Bang.
Pero para que la energía cero del universo se disperse en las fuerzas fundamentales del universo que conocemos hoy en día, debe haber un desequilibrio entre los dos unos que forman nuestra sencillísima ecuación. ¿Qué pasó?
¡¿QUÉ PASÓ?!
En cierta forma, lo que sucedió es un misterio. Soy incapaz de demostrar qué pasó. Con las leyes físicas vigentes, nadie puede remontarse más allá del tiempo de Plank en la investigación. Es como decir que, por sí mismo, es indemostrable sostener que “q” es igual a cero. Pero no debemos preocuparnos, pues si no podemos saberlo, es porque “q” nos dice que ella misma es indemostrable. Lo cual nos conduce al temible y jovial teorema de Gödel. Es así que:
q = Soy indemostrable.
Luego:
“Algo puede salir de la nada” = Soy indemostrable. Lo cual es una desfachatada y cínica autodeclaración de “q”, que incluso puede insertarse en el sistema materialista que defendí en “De la nada, nada”.
Resulta que matemáticamente hablando, decir que “q” es indemostrable conduce a admitir que “q” es falsa, si bien lo que “q” nos dice no sólo es eso, sino que por sí misma apunta a decir que ella misma es indemostrable.
Luego, entre el 10 y el 11 de octubre de 2009 sosteníamos algo como lo siguiente:
No hubo Big Bang, a menos que algo pueda salir de la nada. No hubo Big Bang. Por lo tanto, nada puede salir de la nada.
Recordemos que decir que “algo pueda salir de la nada” es equivalente a “q”. Y como “q” nos dice “soy indemostrable”, luego:
No hubo Big Bang, a menos que “q” nos diga ella misma que “q” es indemostrable. Hubo Big Bang. Por lo tanto, “q” nos dice soy indemostrable. ¡Y ella misma es indemostrable en el sistema materialista estricto, para más señas!
Decir que “q” significa “soy indemostrable” es una deliciosa paradoja que puede hacer (y de hecho hace) diabluras en el sistema materialista estricto. Dirán: “¡Pero es que no podemos demostrar el Big Bang como origen del universo! Y “q” nos dice que ella misma lo declara así.
“¡Pero es que es una paradoja!”, protestaría el materialista. De nuevo, eso mismo sostiene “q”. Porque si “q” es ella misma indemostrable, luego es falsa, porque indemostrable es equivalente a falso en términos matemáticos. Pero si le concedemos razón a “q” sobre su descarada falsedad, luego, “q” dice la verdad si y sólo si, “q” no dice la verdad en vista de que “q” es indemostrable si y sólo si “q” es falsa si y sólo si a “q” le concedemos razón.
Según el modelo corriente del Big Bang el universo comenzó con una paradoja. En Wikipedia leemos:
“Según la teoría del Big Bang, el Universo se originó en una singularidad espaciotemporal de densidad infinita matemáticamente paradójica”.
¡Cuidado, porque Wikipedia se edita constantemente y la frase anterior ya podría ser falsa, aun sin necesidad de ser editada por ningún wikipedista!
Para hacer esto más endiablado (¡faltaba más!) no hay que olvidar que en lógica matemática 0 = falso. Y ¡Ups! Nuestra “q” = 0. Falso es indemostrable. Es verdad que “q” es cero, luego es verdad que “q” declara de sí misma que es indemostrable. Pues en sentido estricto nuestra “q” declara algo más que su mera indemostrabilidad: dice: “soy indemostrable en el sistema materialista estricto”.
En conclusión, “q” es verdadera… ¡e indemostrable! Y ella solita nos lo dijo.
*Isaac Asimov, Cien preguntas básicas sobre ciencia, Alianza Editorial, Madrid, 1979, p. 29.
**Robert Shapiro, Orígenes, fragmento del apartado La ciencia, el reino de la duda, del Capítulo 1 “Duda y certidumbre”; Salvat Editores, Barcelona, 1987, p. p. 21-22.
Bibliografía:
Asimov, Isaac Cien preguntas básicas sobre ciencia, Alianza Editorial, Madrid, 1979, p. 29.
Hofstadter, Douglas, Yo soy un extraño bucle. ¿Por qué un fragmento de materia es capaz de pensar en sí mismo?, Barcelona, Tusquets, 2008, 524 págs.
Shapiro, Robert, Orígenes, fragmento del apartado La ciencia, el reino de la duda, del Capítulo 1 “Duda y certidumbre”; Salvat Editores, Barcelona, 1987, p. p. 21-22.
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