lunes, 2 de noviembre de 2009

Página en reparación

Página en reparación

6 comentarios:

Juanele dijo...

ta bueno el artículo, Enrique. En Oriente el concepto de culpa, y por tanto el de castigo y muerte, es diferente, dependiendo tambien de las épocas, aunque mucho ha llegado a nuestros tiempos. Lo que apunta Laura Garcés me recuerda más a la falta de responsabilidad personal que existe por ejemplo en el concepto del karma que tu conoces mejor que yo, y en el que hombre al sufrir, paga los pecados de existencias anteriores, pero al no poder recordar nada de dichas vidas pasadas, no puede caber en él la responsabilidad o el arrepentimiento real, quedandose simplemente con la resignación del juicio superior que menciona Laura Garcés, del desenlace que forma parte de los hados inexcrutables de los dioses. Al morir tampoco sabe qué será de él, si podrá ya terminar su ciclo o seguir pagando por cosas que bien a bien no tiene claro cuáles son. Pero en la religión cristiana bien entendida, la muerte es simplemente un paso, en el que nos haremos responsables de nuestros actos, sí, pero daremos cuentas de ellos ante un Dios misericordioso, que no quiere castigarnos a menos que sea absolutamente necesario y para nuestro bien, y para el cuál muchas veces el sufrimiento en esta vida no es castigo sino crisol. Es cierto que la muerte, por ser contraria a nuestros instintos, asusta, y la existencia del infierno le añade una sensación de angustia por la incertidumbre de lo que será de nosotros, pero también es cierto que la fe y las obras son suficientes para que el hombre se abandone a Dios, venza esos miedos y espere a la muerte como su destino inaplazable pero no definitivo. Tamalitos...

Enrique Arias Valencia dijo...

¡Gracias por tu comentario, Juanele!

Dyas dijo...

Me pregunto cómo puede decir alguien que busca a Dios y no lo encuentra. Os confieso con gozo que cuando he pedido siempre se me ha dado, cuando he buscado siempre he encontrado y cuando he llamado a la puerta del Corazón de Dios siempre he sido acogido y amado, de manera tan singular, que su amor hace llorar mi alma de alegría. Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mt 7, 7 -11).

¿Cómo hiciste hermano ateo para no encontrarte con su Presencia?, no lo comprendo.

El cristianismo es la religión de la Revelación. El mismo Dios desea hacerse accesible y busca al hombre. Pero el amor divino es un misterio: Dios omnipotente, necesita permiso para comunicarse contigo. Así de impresionante, así de incomprensible y maravilloso.

Dices que deseas tener fe. Inténtalo, guarda silencio y pide que te hable. Busca a Dios reconociendo quién eres, y reconociendo quién es Él… Entrégale el corazón, los deseos, virtudes y pecados… Deja que Dios vea todo dentro de ti... y, con todos tus errores y aciertos, acéptale como Señor. Olvídate de ti mismo y mira a Dios. Deja que Él señoree en ti… Reconócelo y Él te reconocerá a ti… Y habrá un antes y un después en tu vida, porque la fe cambiará radicalmente todo cuando se manifieste. Mira que estoy a la puerta de tu corazón llamando, si me abres comeremos juntos (Ap 3,20).

Intenta averiguar en esa intimidad qué es lo que el Creador quiere de ti… Entrarás en la sencillez de su vida, será el momento de la gracia. Cristo Vivo Resucitado quiere darse a conocer, envolverte en su Presencia, explicarte tu propia historia.

Y cuando esto suceda te darás cuenta de que nunca te dejó solo, de cuánto deseó y esperó ese momento, que nada te reprocha…

Este es el misterio de amor divino. Si le das permiso, si te sientes pequeño y necesitado, actúa; y la experiencia de amor y gracia no se olvida jamás y empiezan a cambiar las cosas, los valores; a partir de entonces todo es nuevo.

Si has probado todo esto con sinceridad y no funciona, mira a la Santísima Virgen, y pídele el regalo de la fe, de experimentar a su Hijo: nunca falla. Déjale a Ella, que te llevará a Jesús.

Y si tienes la audacia de darle el corazón y no negarle nada, Él rápidamente lo cogerá y te invitará a soñar sueños que nunca te habías planteado.

Cuando vuelvas a ver, agradécele lo que estás viviendo. El agradecimiento de los dones de Dios atrae nuevos dones.

Enrique Arias Valencia dijo...

Dyas: Soy amigo de la verdad, la estoy buscando, pero también me gustaría que, sin trucos, fuese bella.

...Quizá soy más amigo de la belleza que de la verdad.

Anónimo dijo...

Dice Chesterton: "Por otra parte, destaco dos de las razones, por parecerme fundamentales, que pueden conducir a cualquiera a abrazar la fe católica. La primera es que se crea que en ella anida una verdad firme y objetiva, una verdad que no depende de la personal creencia para existir. Otra razón puede ser que aspire a liberarse de sus pecados".

Nunca había pensado que alguien se convirtiera al catolicismo para que le fueran perdonados los pecados, será porque desde pequeña sé que se perdonan. Así que para para mí quien se convirtiera sería por la primera razón de Chesterton.

Pero ahora he comprendido, gracias a Enrique y a Juanele lo importante que es el que nos perdonen y volver a empezar de nuevo.

Al mismo tiempo que se me ha presentado de una forma nueva la reencarnación.

Y ha sido una delicia leer el comentario de Dyas. ¡Es precioso!

Hoy me siento feliz de que mis padres me inculcaran la fe católica porque así no tengo la necesidad de convertirme.

María José.

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, María José.

Excelente comentario, bella cita del Chesterton feliz.