sábado, 14 de marzo de 2009

Ensueño material de una noche de concierto invernal

Enrique Arias Valencia

Para Carlos, un amigo que canta.

Mi estimado amigo, el señor tenor Carlos Courrech Sánchez tuvo el exquisito gesto invitarme al concierto en que él intervendría como miembro del Coro de la OSEM el 14 de marzo de 2009, en el Foro al aire libre Felipe Villanueva, en el que la Orquesta Sinfónica del Estado de México bajo la batuta de mi gran tocayo Enrique Bátiz interpretó un hermoso programa de concierto.

Escenario vivo, bosque luminoso, chopos ¡ay! memorables, cipreses flameantes, abetos misteriosos y pinos altísimos, el Sueño de una noche de verano de Mendelssohn es una de esas raras joyas cuya obertura siempre suena fresca, a pesar de las travesuras de las hadas, siempre listas a abandonarnos tan pronto quedamos prendados de ellas.

Concierto N° 2 en Do menor para piano y orquesta de Rachmaninoff, con su luna misteriosa en una fresca noche de marzo. El corazón destrozado corre por mi cuenta, el Allegro scherzando es por cuenta de la solista, Jie Chen; y a decir verdad, es inevitable recordar a Luis Miguel o por lo menos a Eric Carmen durante el Adagio sostenuto.

O Fortuna, de Carmina Burana, con mi amigo en la cuerda de los tenores y estos versos inevitables:

“¡Oh, Fortuna,
velo de la luna,
vida detestable,
status variable”.

Queda igual de bien en latín y en español; pero el coro, respetuoso de la tradición, cantó los versos en el macarrónico latín en el que está escrita Carmina Burana, de Carl Orff.

Quizá sea cierto eso de que Dios no tiene esencia, pero en el Coro de los ángeles, de Cristo en el Monte de los Olivos, op. 85 (1803), de Beethoven, la esencia de los ángeles es la misma que la de todos los hombres que se hacen hermanos al amparo de la Hija del Elíseo. Quien lo dude, que lo escuche: “Gotter Funken!” sin duda.

Marcha 2° acto, Tannhäuser. Desde que Venus nos dejó solos, mi refugio es la Virgen María, verdá segura de Dió. Mi directora espiritual me ha pedido algo muy absurdo: “Deberías hacer una recopilación de tus poemas en un libro y ofrecerlos a una editorial”. No le voy a hacer caso, pues la respuesta a su petición es contundente: no se pueden hacer versos sin musa, y yo ya no tengo musa.

Coro de los herreros, de Il Trovatore, de G. Verdi. En esta ópera los yunques se escuchan divinos, sencillamente melodiosos. Visiten una herrería para que vean que Verdi supo hacer música sublimando los durísimos martillazos de la existencia. ¡Si la vida tuviera el pudor de aprender un poco del arte! ¿Se imaginan? ¡La vida prosaica sería una obra de arte!

Marcha triunfal y ballet de Aïda, de Verdi. Una paradoja: mientras se escucha la marcha triunfal Aïda está presa, deseándole al Faraón que regrese vencedor de aplastar al propio padre de la ingrata etíope. O quizá no sería tan paradoja si dejáramos de idealizar a las mujeres. Siempre tienen algo más importante que hacer que atender la presencia de aquellos a quienes, en días lejanos, cautivaron con sus cantos.

Va pensiero. El coro de los esclavos de Nabucco es tajante: “Iros a hacer ladrillos sin paja”, ha sentenciado Dios, que es tanto como decir: “Id a hacer vuestra vida sin la ayuda de Dios”. ¿Verdad que es imposible? Y sin embargo, como los ladrillitos de los esclavos judíos, que los hornearon sin paja, sí es posible vivir sin la esencia de Dios. Lo estamos haciendo ahora, pro arte nostra. ¡Salud!

2 comentarios:

Atilio dijo...

Excelente entrada que me hace sentir culpable de no visitarte mas a menudo.

Enrique Arias Valencia dijo...

Hola, Atilio, es un honor que me visites.
Saludos