viernes, 19 de enero de 2007

Fantasía

Enrique Arias valencia

“La belleza es la verdad, la verdad, belleza”.
Keats

La cultura popular sostiene que si algo es científico, es verdadero, así tenemos la conocida sentencia que reza: “Científicamente comprobado” expresión que en el alma colectiva significa “Rotundamente verdadero”. No obstante, si algo goza de la fama del pueblo, no haríamos mal en dudar de su autenticidad.

Estamos acostumbrados a considerar a la fantasía como lo opuesto a la realidad. En este artículo ensayaremos una aproximación entre ambos términos, e incluso, una posible inversión de papeles. Al respecto, seguramente el lector recordará con singular alegría el final del Anticristo, aquel en el que Friedrich Nietzsche nos exhortaba a la transmutación de todos los valores. Pues bien, sobre este asunto quisiera ahora preguntar: ¿no será la ciencia una ficción y la ficción una ciencia? Por eso en este trabajo intentaré mostrar que la naturaleza es la realidad; por lo tanto, una fantasía natural es una fantasía real.

La blanca espuma de los mares, la verde fronda de los trópicos, el trasluz sereno de los hielos, el amarillento grano del desierto; ¿qué es la naturaleza? ¿Qué es el mundo? La naturaleza no es un objeto, ni un amontonamiento de objetos sin más, tales como los átomos u otras partículas lanzadas al azar. La naturaleza es un tejido de relaciones armoniosamente compuestas.

“La naturaleza —dice Schelling en su poético discurso sobre las artes—, no es una masa inerte; es para aquel que sabe penetrarse de su sublime grandeza, la fuerza creadora del Universo, agitándose sin cesar, primitiva, eterna, que engendra en su propio seno, todo lo que existe, perece y renace sucesivamente”.2

Fue el riguroso Kant quien argumentó que el principio universal y necesario para conocer a la naturaleza es la legalidad. La naturaleza nos muestra un orden legal que nosotros le imponemos con base en nuestra razón. La ciencia parece proclamar que la joya de la corona del orden natural es la ley matemática. Debemos a Newton un Cosmos cuya elegancia está dada por los finos compases de las leyes de la gravitación universal
.
El físico Paul Davies parece no darse cuenta de que la razón determina el conocimiento de la naturaleza, pues ignora de dónde brota el orden racional del mundo. No obstante, sí se da cuenta de que las leyes matemáticas regulan el mundo físico, y ese es el aspecto más importante de la naturaleza:

“Quizá el mayor descubrimiento científico de todos los tiempos sea que la naturaleza está escrita en clave matemática. No sabemos cuál es la razón, pero es el hecho más importante que nos permite comprender, controlar y predecir el resultado de los procesos físicos. Una vez hemos descubierto la clave de un sistema físico, podemos leer la naturaleza como si fuera un libro”.3

Es así que el libro de la naturaleza está escrito en el lenguaje de las matemáticas, porque nosotros hemos escrito ese libro.
Que se trata de un universo de fantasía, un frágil juguete solamente, se encargarán de decírnoslo los demonios cuánticos y el asombroso espacio-tiempo de la relatividad. Pero no hay por qué asustarse: también las leyes de Plank y Einstein son convenciones. Después de todo,

“La ciencia auténtica no es atomista ni totalista”,4

nos recuerda muy bien Mario Bunge. De tal modo que la ciencia es una investigación, una serie de preguntas, un sistema de modelos que tratan de explicar el mundo.

En el mundo ordinario la realidad es natural, la ficción es artificial. Pero, ¿y si no fuera así? ¿Si fuese al contrario? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es una ficción? ¿Qué es la ciencia? ¿Qué papel desempeña la ficción en la ciencia?

La idea de la invención científica no es del todo descabellada, e incluso, está prefigurada entre las páginas más serias de la filosofía de la ciencia. Mario Bunge es un conocido filósofo de la ciencia. Sus disertaciones podrían servirnos para comenzar a esbozar nuestro argumento. Veamos qué dice Bunge:

“las hipótesis no se nos imponen por la fuerza de los hechos, sino que son inventadas para dar cuenta de los hechos”.5

Por supuesto que en la cita anterior el asunto apenas y se deja ver, pero quien no nos deja lugar a dudas es el físico Paul Davies, quien sostiene:

“El hecho de que un proceso imaginario pueda ser de fundamental importancia en la física real del mundo real nos puede parecer sorprendente, pero es un instrumento valioso en manos del físico moderno”.6


Davies incluye los conceptos abstractos entre los elementos de los procesos imaginarios que forman parte de la ciencia física moderna. Es así como la transmutación de la ciencia en fantasía está apunto de efectuarse. No deja de regocijarme la identidad de la invención física más famosa. Davies afirma:

“Cuando un concepto abstracto alcanza tanto éxito que llega hasta el hombre de la calle, la distinción entre real e imaginario se hace imprecisa. La propiedad imaginaria del físico se ve arropada con una familiaridad que parece convertirla en algo real. Esto es lo que ocurrió en el caso de la energía. El concepto de energía fue introducido en la física como una idea abstracta. Lo que lo hizo atractivo fue la ley de que la energía siempre se conserva, nunca se crea o se destruye. Sin embargo, ¿qué es la energía? ¿Podemos verla o tocarla?”7

Tras la transmutación de todos los valores la ciencia es el reino de la fantasía, la poesía es el reino de la verdad. ¿Qué es la física? La física es una fantasía científica. Toda ciencia es ciencia ficción, porque nos muestra una ficción convencional. Nos ponemos de acuerdo con algunos términos y tenemos el comienzo de una ciencia. No hay ninguna diferencia entre la ciencia y la ficción, por lo tanto, la expresión “ciencia ficción” es un pleonasmo.

Los amigos poetas podrán mejor que yo, defender la tesis de que la poesía trata de la verdad. Por mi parte, mi esfuerzo llega hasta aquí.


2 Friedrich Schelling apud. Alexander Von Humboldt, Cosmos, versión en línea, p. 37.
3 Paul Davies, Superfuerza, Salvat, Barcelona, 1985, trad. Domingo Santos, p. 50.
4 Mario Bunge, La ciencia, su método y su filosofía, Nueva Imagen, México, 2006, p. 19.
5 Mario Bunge, La ciencia, su método y su filosofía, Nueva Imagen, México, 2006, p. 44. (El subrayado es del original).
6 Paul Davies, Superfuerza, Salvat, Barcelona, 1985, trad. Domingo Santos, p. 66.
7 Paul Davies, Superfuerza, Salvat, Barcelona, 1985, trad. Domingo Santos, p. 67.

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