lunes, 29 de enero de 2007

Requiem redentor

Enrique Arias Valencia
“El arte sobreviene para salvarnos de la verdad”.
Nietzsche

Es así que las grandes preguntas de la humanidad no tienen respuesta. Así, la pregunta del Salvador en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” nos dice que Jesús era verdadero Dios, pero también, verdadero hombre. Y como hombre, Jesús estaba desesperado en la cruz. Y su pregunta no obtiene respuesta. Al menos, no en ese momento.

Ningún hombre sabe qué sucede al morir. Soy un hombre, por lo tanto, no sé qué me sucederá al morir. Mozart murió en la juventud, tras concluir una colosal herencia musical que le dio el regalo de la inmortalidad. Las obras de Mozart son redentoras. El mejor Requiem es de Mozart. Por lo tanto, el mejor Requiem es redentor. Sobre este asunto de la muerte, Heráclito sostuvo que: “A los hombres les aguardan cuando mueran tales cosas que ni esperan ni imaginan”.

Rayo de Ira divina desvanece al hombre en un instante. ¿Qué es el hombre, y qué es Dios en vista de que en la Escritura se proclama que el hombre está hecho a su imagen? ¿Cómo conseguiríamos acercarnos a lo divino sin ser calcinados por su poder? Si fuéramos producto del azar y del error, entonces ¿qué serían el entendimiento y el amor? ¿Quién puede saberlo? ¿Quién puede afirmarlo? ¿Quién es Dios? Por todo esto, sin embargo, ¿no deberíamos, en cierta forma, sonreír frente a nuestros orígenes? Después de todo, ¿no es el mundo una invitación a ser feliz? Y si la vida no es eso, entonces, ¿qué es?

Inclinaos: Introitus. El Requiem de Mozart es una enorme reflexión sobre la muerte de un ser querido. La muerte es el acertijo principal que se nos plantea cuando venimos a este mundo. “¿Qué sigue?” Cito de memoria: decía Schopenhauer que si supiéramos qué sigue tras la muerte, ni la religión ni la filosofía existirían.

¿Qué es la verdad? ¿A qué se refiere Nietzsche cuando dice que el arte nos redime de la verdad? Planteemos primero que el arte es la expresión simbólica de los sentimientos ideales. La verdad a la que se refiere Nietzsche es la verdad filosófica, que provisionalmente podríamos proponer como una adecuación entre el pensamiento y la realidad, y con esto creo seguir al Estagirita. Es así que Nietzsche nos pone en guardia contra la realidad, y el arte se yergue soberano como un reino feliz de fantasía metafísica.

Ustedes conocen la historia mejor que yo. Mozart era un enamorado de los números capicúa, y así, en varias de sus obras dichos números juegan un papel importante. Como todo buen músico, Mozart creía en la redención por medio del arte. Una obra de Mozart cuyo número de catálogo es un número capicúa es el Requiem K 626 en re menor. Circula por ahí una historia muy romántica pero también muy equivocada que sostiene que Mozart compuso su Requiem pensando que era el suyo propio porque Salieri lo había envenenado. Incluso se afirma que no pudo terminar su obra porque lo sorprendió la muerte y tras muchos problemas, la tarea de concluir la partitura recayó en su alumno Franz Xaver Süsmayer. Sin embargo, tales historias son falsas. Para comenzar, Mozart ya había recurrido a Süsmayer para componer una obra, su ópera La clemencia de Tito, en 1791. Por lo tanto, Mozart ya sabía que contaba con Süsmayer para emprender su obra más ambiciosa. Tal obra es el Requiem en re menor. A Mozart le gustaba componer. Esta frase en apariencia insulsa, cobra relieve si recordamos que varias veces tuvo que hacerlo por la fuerza: un encargo de un príncipe y así nacía una nueva sinfonía del genio de Salzburgo.

El Requiem fue escrito por Mozart como una expresión de libertad. Toda obra fruto de la libertad trasciende las convenciones de la forma, por eso el Requiem trasciende todos los convencionalismos de las misas de difuntos. ¿Estamos en el punto de partida o hemos avanzado? Es así que a las seis de la tarde del sábado 27 de enero de 2007, teniendo como marco el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, el Coro Cantus Hominum nos recreó con el Requiem de Mozart. Las voces entrelazadas de bajos, barítonos, tenores, contraltos, mezzosopranos, sopranos y solistas son una prueba de que “El mundo es un entretejido de relaciones”, tal y como, en un contexto muy distinto señala Paul Davies.

Ahora bien, Mahler dijo que una vez, tras una función de La Walkiria, se puso a aplaudir hasta desollarse los dedos. Pues bien, cuando el Coro Cantus Hominum terminó su excelente interpretación del Requiem de Mozart yo aplaudí y grité entusiasmado hasta desgañitarme. Me gusta mucho escuchar música, porque la música es parte del arte redentor.

Redonda medalla Mozart. ¿Es redonda la medalla Mozart? No lo sé, desde mi lugar se veía muy pequeñita. Para un filósofo, lo más maravilloso y sorprendente de la medalla Mozart es que es. Heidegger nos cuestiona, nos lleva al límite de la pregunta: “¿Es el «ser» meramente una palabra de un significado evanescente o es el destino espiritual de Occidente?”

¿Inició el mundo con una gran explosión? Hay quien dice que para darle vida a este universo, Dios hizo estallar un fortissimo de poderío que formó las sustancias y encendió las estrellas.

Al paso de los tiempos, el mundo cayó en pecado, y hubo de necesitar un Salvador. ¿Qué es el mal? A decir verdad, el mal es un misterio. El filósofo se arriesga a equivocarse, y así, también pide perdón por sus pecados.

Salvador, Soter en griego, es el nombre de un Dios redentor. Cuando Jesús dijo: “Tengo también otras ovejas, que no son de este rebaño”; ¿quién puede afirmar ser parte de ese otro rebaño? Los ortodoxos no pueden afirmarlo, porque ellos conforman el rebaño estándar de Cristo. Ahora bien, si nosotros nos declaráramos como el otro rebaño de Cristo, es porque asumimos que no pertenecemos al rebaño ortodoxo. ¿Quién puede interpretar este pasaje, si parece que a quienes se refiere no pertenecen al rebaño ortodoxo? Si el otro rebaño al que se refiere Jesús no es ortodoxo, ¿no tiene derecho, por definición, el rebaño no-ortodoxo de interpretar la expresión de Cristo al margen de la ortodoxia? Y sin embargo, ¿no es la ortodoxia quien nos alecciona sobre la forma correcta de interpretar el Evangelio? No hay que dejar de advertir que si admitimos a la ortodoxia, entonces no formamos parte del otro rebaño de Cristo, sino del rebaño estándar, y entonces sigue siendo un misterio a quién se refiere Cristo cuando dice que tiene otras ovejas. Y no obstante lo anterior, sabemos que ambos rebaños al pertenecer a Cristo, comparten características comunes. Los dos rebaños reconocen los aspectos esenciales de la doctrina de Cristo, en especial el que se refiere al amor, pues en el amor está el elemento principal del cristianismo, el cual debe ser en consecuencia, el elemento que esté a la base del ecumenismo. ¿Cómo podría ser el otro rebaño de Cristo? Quizá, si al rebaño estándar le corresponde la ortodoxia, entonces al otro rebaño le corresponde la heterodoxia. Si al primero le corresponde la fe, al segundo le corresponden la duda y la fe. El primero enfatiza la certidumbre, el segundo, la ciencia. Hay un inevitable conflicto entre duda y certidumbre porque ambos se enfrentan en la arena del mundo. Es así que Bertrand Russell sostenía que “La filosofía es la tierra de nadie entre la religión y la ciencia”. Por consiguiente, éste es el camino de en medio de la filosofía. Quizá el otro rebaño de Cristo sea el de los filósofos que estamos buscando la Verdad sin saber qué es. De tal forma que sé que puedo contestar sin temor a equivocarme a la pregunta ¿existe Dios?; pero no puedo contestar a la pregunta sobre si creo o no en Dios. Es así que a la pregunta: “¿Existe Dios?” Contesto: “No lo sé”, y sé que no me equivoco al dar esa respuesta. Pero, a la segunda pregunta, no sé qué contestar.

Vida es lo que celebra la música. En el caso del Requiem de Mozart se celebra la vida del difunto. Vida que pasa, pero que nos deja a nosotros los vivos los gratos recuerdos de aquello que el hoy difunto compartió con sus queridos familiares y amigos.

Azar es la pseudónimo que Dios utiliza cuando no quiere firmar su obra. Fausto, siempre Fausto. En un banquete de filósofos, endrinas más, endrinas menos, lo mejor de la lógica aún está por venir. El error hace el trabajo sucio; el azar hace lo demás. Ambos son un par de eficientes trenzas del destino. Todo en esta vida no son más que enredos que nos sujetan con hilos firmes e invisibles. Y ya lo dijo el buen Heráclito: “Los hilos invisibles son más fuertes que los visibles”. Y según Heráclito también, ser y pensar se identifican en el devenir. En este orden de ideas de los bucles, y para hacer divertida esta vida nos dice Hofstadter que: “El fenómeno del «Bucle extraño» ocurre cada vez que, habiendo hecho hacia arriba (o hacia abajo) un movimiento a través de los niveles de un sistema jerárquico dado, nos encontramos inopinadamente de vuelta en el punto de partida”.1 Quisiera poner a vuestra consideración un nuevo ejemplo de un «Bucle extraño» de mi autoría. Procede del Post Scriptum de mi tesis de licenciatura, y dice a la letra: “Este argumento es wagneriano. Nada de lo que es wagneriano es beethoveniano. Todo lo que es beethoveniano es válido. Por lo tanto, este argumento no es válido. Y sin embargo, lo es”. ¿Jugará el azar algún papel en la música?

Lacrimosa. Los artistas forman una cofradía de iniciados. Leonardo Villeda es un hombre con gran capacidad de convocatoria artística. Un saludo para todos mis amigos del Coro, con quienes he compartido muchas melodías. Yo aquí, ustedes allá. Yo en el público, ustedes en el escenario: es así como más me gusta. De hecho, esta postura me recuerda la del observador que mira sin inmutarse los fenómenos del mundo. Soy un par de ojos llorosos que el universo usa para mirarse a sí mismo.

El director de música es un sacerdote que todavía oficia de espaldas al pueblo. En este caso el director fue Fernando Lozano. Todas las voces maravillosas. Todos los tiempos perfectos. La orquesta, un deleite incomparable. El Coro Cantus Hominum en su mejor momento. Lourdes Ambriz conmovedora. Encarnación Vázquez, sensacional. Leonardo Villeda, magnífico. Jesús Suaste, voz inconmensurable. La Orquesta Nueva Filarmónica de México, en su punto. Yo disfruté el concierto desde el tercer piso, en la última fila. En el público, Eduardo me acompañó en la función. No cabe duda que Pascal tiene razón cuando dice que “El corazón tiene razones que la razón desconoce”.

¡Nace de nuevo! El misterio lo ha dicho por nosotros. La nada, hija de la voluntad ilimitada, el inocente trasfondo, origen y fin del mundo manifiesto. La inexistencia es el trasfondo indiferenciado, el núcleo del mundo, su aspecto más misterioso. Y no hay nada más misterioso que la nada. La inexistencia es la nada que constituye el mundo. Es la nada en la que todo flota y todo fluye: es la más pura esencia de las cosas. La nada es el vacío por excelencia. Y Dios hizo el mundo sacándolo de la nada.

¿Conforman los pensamientos a la realidad o la realidad conforma el pensamiento? ¿Son reales los pensamientos? ¿Es la realidad un pensamiento? ¿Qué es un pensamiento? ¿Qué es, si es que es algo, la realidad?

Interroguemos al Ser. Heidegger de nuevo, viejo amigo. Al final de pasar revista a todas la vanidades del mundo, el pensador se pregunta: “¿Para qué?, ¿Hacia dónde, ¿Y luego qué?” Y por supuesto, nosotros continuamos: ¿Y qué sigue?

Ahora bien, según el filósofo Friedrich Nietzsche Apolo es medida prudente. Tomemos a Apolo como la intuición que constituye el espacio. Es así que Apolo nos entrega tres dimensiones: largo, ancho y alto. Por lo tanto, en esta concepción Apolo es el señor del espacio. El mundo visible es el mundo como representación, determinado por el tiempo y el espacio, que son la condición que hace que aquello que es uno, aparezca como múltiple, ya sea en serie, ya sea de manera simultánea. El tiempo y el espacio son el principium individuationis. Apolo es un elemento estético que nos otorga el don de la medida, y aunque puede enojarse, su imagen siempre estará adornada por el nimbo de la belleza. La mesura es un elemento Apolíneo en el arte, un elemento que distingue a la tragedia.

Génesis
“Si el pensar es tu destino, adora ese destino con honores divinos y ofréndale lo mejor, lo más querido”.
Nietzsche

Allende Apolo, el siguiente elemento de El nacimiento de la tragedia es la verdad de Dionisos, la cual nos dice que el mundo es uno. Dionisos es el desenfreno de la danza, la muerte del sentido común. Con una enorme licencia poética, consideraremos cómo los pensamientos apolíneos de Einstein contrastan con las evidencias dionisiacas de Bohr.
La física clásica y la relatividad son una medida mesurada. La mecánica cuántica es desenfrenada: en el mundo cuántico nada es como parece, y la lógica clásica debe abandonarse cuando exploramos los caracteres de las partículas subatómicas.
Ésta es la razón de la afirmación de Einstein: “No creo que Dios juegue a los dados con el Universo”. Es así que la teoría general de la relatividad es apolínea, pues se trata de un edificio elegante y mesuradamente planeado. Mesura que contrasta con la frenética danza de las partículas del mundo cuántico, lo cual la convierte en una teoría dionisiaca.
No obstante, algo hay de herético en los planteamientos de Einstein. Es así que Einstein fue uno de los científicos que revolucionó nuestra visión del universo con su planteamiento del espacio y el tiempo que se resuelven en una sola unidad, socavando la física newtoniana que nos hablaba de un espacio y un tiempo separados y absolutos. Por eso, si queremos conocer a un apolíneo puro, debemos buscar a Newton. Y en medio de nosotros, Newton como un Dios.
Las leyes de la naturaleza son inviolables. Así por ejemplo tenemos el mandamiento “No viajarás a una velocidad mayor que la de la luz”, el cual cumplimos todos los mortales. Los automóviles son rápidos si alcanzan los 150 kilómetros por hora, pero la luz viaja a 300,000 kilómetros por segundo. Nadie que yo conozca puede viajar tan rápido como la luz.
Y sin embargo, gracias a la física, todos nosotros podríamos viajar a la velocidad de la luz. Y nosotros lo estamos haciendo. Para conseguirlo, añadamos el tiempo a las tres dimensiones apolíneas, entonces tendremos un espacio-tiempo de cuatro dimensiones: largo, ancho, alto y el tiempo.
“Einstein afirmó que cualquier objeto del universo está siempre viajando a través del espacio-tiempo a una velocidad fija —la de la luz—. Esta idea resulta extraña; estamos acostumbrados a pensar que los objetos viajan a velocidades considerablemente menores que la de la luz. Hemos puesto el énfasis repetidas veces en esto, considerándolo como la razón por la cual los efectos de la relatividad son tan desconocidos en la vida cotidiana. Todo esto es verdad. En este momento estamos hablando de la velocidad combinada de un objeto a través del conjunto de las cuatro dimensiones —tres dimensiones espaciales y una temporal— y precisamente en este sentido de generalización es donde la velocidad del objeto es igual a la velocidad de la luz”.2
Es así que si consideramos el tiempo como la cuarta dimensión, podemos viajar a la velocidad de la luz.
Apolo: teoría especial de la relatividad: espacio y tiempo son influidos por el movimiento del observador. Teoría general de la relatividad: espacio y tiempo se curvan debido a los efectos de la gravedad.
Mi alma es un nudo Giordano. En todos los cultos dionisiacos se buscaría la disolución del individuo. Las religiones apolíneas son clara afirmación de la conciencia. La coincidencia de los contrarios mostrada por la fusión de lo apolíneo con lo dionisiaco nos conduciría a una teoría sobre todo, una explicación completa del mundo físico.
¿Qué es una fuerza? Si, como dicen los físicos, hay cuatro fuerzas que actúan en la naturaleza, la fuerte, la débil, la electromagnética y la gravedad, ¿cuál de estas fuerzas es la responsable de que pueda mover la mano para escribir una nota en mi cuaderno? ¿Cuál sería, en última la fuerza responsable de la energía calorífica que irradia una vela?
Hay una relación entre Nietzsche y la física. Entre sus numerosos aforismos, él recurre a un lenguaje que podemos equiparar con el de la física moderna. Veamos un ejemplo.
“¿Y sabéis qué es para mí «el mundo»? ¿Tendré que mostrároslo en mi espejo? Este mundo: una inmensidad de fuerza, sin comienzo, sin fin, una magnitud fija y broncínea de fuerza que no se hace grande ni más pequeña, que no se consume, sino que sólo se transforma, de magnitud invariable en su totalidad, una economía sin gastos ni pérdidas, pero también sin aumento, sin ganancias, circundado por la «nada» como por su límite [...]”3
Nietzsche dice que este mundo está regido por una sola fuerza, con lo cual se acerca a los físicos de nuestros días, con su teoría de la súper fuerza. El asunto es muy rico y merece más atención. Nietzsche identifica esta fuerza única con Dionisos y la voluntad de poder. Al mencionar que la fuerza no se consume, sino que sólo se transforma, Nietzsche hace eco de la famosa ley de la conservación de la energía.

Al Coro Cantus Hominum

Si me preguntan qué es la santidad, pienso en un primer momento en mis amigos Gaby y su esposo Jaime. Su amable trato es una muestra del triunfo discreto del cristianismo: una religión para todos los hombres, de todas las naciones y de todas las condiciones. Compartir el pan con ellos es signo auténtico de la mesa de la amistad con Jesucristo.
Si me preguntan cómo se percibe la santidad, pienso en Leonardo, pues su compromiso con el arte es un reflejo feliz de su compromiso con lo más valioso del trabajo del hombre y para con la belleza de la armonía y el concierto. Y así, si me preguntan por la simpatía de la santidad, pienso en Claudia, la esposa de Leonardo y aquellas tardes en el Café Carusso, de tan gratos recuerdos.
Si me preguntan si la santidad es valiente, yo contesto que sí, y acude a mi mente la valiente Mariana, a quien he visto sortear las tormentas de la vida con la inigualable firmeza de una arrojada madre. Y tengo también un saludo cordial para su esposo, Sergio.
Si me preguntan si podemos confiar en la santidad, pienso en el trabajo de Paty, siempre dispuesta a tratar con el cuidado del alma.
Si me preguntan si la santidad es honesta, la charla del organista Pepe es la respuesta. Siempre escucho la verdad en las conversaciones que con él sostengo, y él y su esposa son mis vecinos de jornada.
Por supuesto que recuerdo a los médicos que me asistieron cuando un rufián furtivo me asaltó, y así puedo dar cuenta de que la santidad alivia al cuerpo herido.
Si me preguntan por la santidad solidaria está Alejandro, quien tendió su mano amiga en momentos de quebranto. A él y a Carla un afable abrazo.
Si me preguntan si la santidad descubre al artista, ahí están Federico y Ade para alentarlo, con su escuela.
Por supuesto que me faltan muchos nombres por mencionar, pero mi memoria es mala, y además, tengo muchos vecinos santos, por lo tanto, sólo puedo añadir que si me preguntan cómo se escucha la santidad, la respuesta es: Cantus Hominum.
P.S.
Algunas personas quizá se hayan dado cuenta de que yo tengo cierto afán de contradictorio diablillo sentimental; sin embargo, quizá por eso mismo puedo percibir con mucha claridad el bien y dónde está.

Coda

A la memoria de la señora Polita Villeda
Primavera sin fin.
Ella está en cada nota que entonas.
Y también en cada silencio.
Estío.
Ella está en la cálida lluvia.
Y también está en la primera gota de rocío.
Otoño.
Ella está en las hojas que caen.
Y la luna se mueve entre las nubes.
Invierno.
Ella está en el aliento del viento.
Y también está en tu corazón.

1 Douglas Hofstadter, Gödel, Escher, Bach. Un eterno y grácil bucle, Barcelona, Tusquets editores, 2003, p. 12.
2 Brian Greene, El universo elegante, Drakontos, Barcelona, trad. Mercedes García Garmilla, p. 81-82.
3 Friedrich Nietzsche, aforismo 1 067 de La voluntad de poder apud. Eugen Fink, La filosofía de Nietzsche, Alianza Universidad, Madrid, 2000, trad. de Andrés Sánchez Pascual, p. 212.

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