Enrique Arias Valencia
Hace mucho tiempo entré en una librería, y en la sección infantil me encontré con uno de esos libros de formato grande y letras enormes, historias sencillas. La historia que nos ocupa comenzaba presentando al popular Elmo, quien en la ilustración nos presumía una cobijita roja. Elmo aseguraba que quería mucho su cobijita, y a lo largo de las páginas contaba sus aventuras, cobijita al hombro. No obstante, resulta que la susodicha cobijita ya estaba muy deshilachada, y su mamá le había pedido que se deshiciese de ella. Elmo terminaba la fábula despidiéndose cariñosamente de su cobijita, asegurando que ahora se sentía “más grande”.
Hace unos días, en un cajón encontré un suéter que mi madre me había tejido ayeres ha, cumpleaños de por medio. Curiosamente, su color era rojo, y mostraba incluso un remiendo que se le había hecho cuando intenté rescatarlo alguna vez. Tomé el suéter, y me despedí de él. No lo arrojé sin más a la basura, sino que lo envolví en una pequeña manta, y fingí olvidar el paquete en la banca de un parque... y no me sentí más grande cuando me retiré del lugar.
Hace mucho tiempo entré en una librería, y en la sección infantil me encontré con uno de esos libros de formato grande y letras enormes, historias sencillas. La historia que nos ocupa comenzaba presentando al popular Elmo, quien en la ilustración nos presumía una cobijita roja. Elmo aseguraba que quería mucho su cobijita, y a lo largo de las páginas contaba sus aventuras, cobijita al hombro. No obstante, resulta que la susodicha cobijita ya estaba muy deshilachada, y su mamá le había pedido que se deshiciese de ella. Elmo terminaba la fábula despidiéndose cariñosamente de su cobijita, asegurando que ahora se sentía “más grande”.
Hace unos días, en un cajón encontré un suéter que mi madre me había tejido ayeres ha, cumpleaños de por medio. Curiosamente, su color era rojo, y mostraba incluso un remiendo que se le había hecho cuando intenté rescatarlo alguna vez. Tomé el suéter, y me despedí de él. No lo arrojé sin más a la basura, sino que lo envolví en una pequeña manta, y fingí olvidar el paquete en la banca de un parque... y no me sentí más grande cuando me retiré del lugar.
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