Enrique Arias Valencia
El filósofo busca, el poeta encuentra.
María Zambrano
¿A lo verdadero por lo falso? ¿A la ciencia por la ficción? La lógica formal que admite el tercio excluso es bivalente: o esto es verdadero o es falso. Por lo tanto, es la ciencia que nos ayuda a saber si algo es verdadero o es falso. La lógica formal es una ciencia formal: no se ocupa de la realidad, sino de sistematizar el conocimiento de la realidad. No trabaja con hechos, sino con ideas. ¿Son las ideas ficciones? ¿Es la ciencia formal una ficción? ¿Qué es lo que quiere decir Mario Bunge cuando en La ciencia, su método y su filosofía sostiene lo siguiente?
“Las diferencias de método, tipo de enunciados, y referentes que separan las ciencias fácticas de las formales, impiden que se las examine conjuntamente más allá de cierto punto. Por ser una ficción seria, rigurosa y a menudo útil, pero ficción al cabo, la ciencia formal requiere un tratamiento especial. En lo que sigue nos concentraremos en la ciencia fáctica. Daremos un vistazo a las características peculiares de las ciencias de la naturaleza y de la cultura en su estado actual, con la esperanza de que la ciencia futura enriquezca sus cualidades o, al menos, de que las civilizaciones por venir hagan mejor uso del conocimiento científico”.*
El texto se ponía sabroso cuando Bunge declara que la lógica es una ficción. Lo decepcionante es que a continuación, el filósofo reserva “un tratamiento” posterior a dicha ciencia, y nos deja con las ganas de saber más. ¿Puede un sistema formal dar cuenta de sí mismo?
¿Qué es la ficción? ¿Cuál es el papel que juega la ficción en un sistema formal? ¿Qué es lo que separa a la ficción de la realidad? ¿Es la ficción verdadera? ¿Es la ficción falsa? O la ficción es verdadera o la ficción es falsa... O...
Mi amigo, el señor Eduardo Salceda, el 7 de octubre de 2008 me aseguró que “En filosofía nunca puedes cerrar el círculo. En filosofía sólo puedes aspirar a la espiral eterna. Por lo tanto, la serpiente nunca se muerde la cola”.
Sé que considerarán malintencionada mi pregunta, pero ¿puede un sistema formal, basado en una ficción, ayudarnos a decir algo verdadero acerca del mundo? Por mi parte, yo bailo como un demonio embravecido, y quizá sea por eso que tal vez caigo en contradicciones incluso cuando digo la verdad. Sea, pues:
“Para decir una verdad científica debemos basarnos en una ficción formal”.
¿Y qué es entonces, la verdad científica? Algo de lo que podemos dudar, y que por su propio origen, no responde a la pregunta: “¿Qué es la verdad?” Recién el 18 de enero de 2009 sostuve que yo no creo que la verdad sea verdadera. Si bien al día siguiente maticé que sospecho que lo falso es verdadero. La realidad es la deformación de mi fantasía.
* Bunge, Mario, La ciencia, su método y su filosofía, p.15, México, Patria, 2006.
El filósofo busca, el poeta encuentra.
María Zambrano
¿A lo verdadero por lo falso? ¿A la ciencia por la ficción? La lógica formal que admite el tercio excluso es bivalente: o esto es verdadero o es falso. Por lo tanto, es la ciencia que nos ayuda a saber si algo es verdadero o es falso. La lógica formal es una ciencia formal: no se ocupa de la realidad, sino de sistematizar el conocimiento de la realidad. No trabaja con hechos, sino con ideas. ¿Son las ideas ficciones? ¿Es la ciencia formal una ficción? ¿Qué es lo que quiere decir Mario Bunge cuando en La ciencia, su método y su filosofía sostiene lo siguiente?
“Las diferencias de método, tipo de enunciados, y referentes que separan las ciencias fácticas de las formales, impiden que se las examine conjuntamente más allá de cierto punto. Por ser una ficción seria, rigurosa y a menudo útil, pero ficción al cabo, la ciencia formal requiere un tratamiento especial. En lo que sigue nos concentraremos en la ciencia fáctica. Daremos un vistazo a las características peculiares de las ciencias de la naturaleza y de la cultura en su estado actual, con la esperanza de que la ciencia futura enriquezca sus cualidades o, al menos, de que las civilizaciones por venir hagan mejor uso del conocimiento científico”.*
El texto se ponía sabroso cuando Bunge declara que la lógica es una ficción. Lo decepcionante es que a continuación, el filósofo reserva “un tratamiento” posterior a dicha ciencia, y nos deja con las ganas de saber más. ¿Puede un sistema formal dar cuenta de sí mismo?
¿Qué es la ficción? ¿Cuál es el papel que juega la ficción en un sistema formal? ¿Qué es lo que separa a la ficción de la realidad? ¿Es la ficción verdadera? ¿Es la ficción falsa? O la ficción es verdadera o la ficción es falsa... O...
Mi amigo, el señor Eduardo Salceda, el 7 de octubre de 2008 me aseguró que “En filosofía nunca puedes cerrar el círculo. En filosofía sólo puedes aspirar a la espiral eterna. Por lo tanto, la serpiente nunca se muerde la cola”.
Sé que considerarán malintencionada mi pregunta, pero ¿puede un sistema formal, basado en una ficción, ayudarnos a decir algo verdadero acerca del mundo? Por mi parte, yo bailo como un demonio embravecido, y quizá sea por eso que tal vez caigo en contradicciones incluso cuando digo la verdad. Sea, pues:
“Para decir una verdad científica debemos basarnos en una ficción formal”.
¿Y qué es entonces, la verdad científica? Algo de lo que podemos dudar, y que por su propio origen, no responde a la pregunta: “¿Qué es la verdad?” Recién el 18 de enero de 2009 sostuve que yo no creo que la verdad sea verdadera. Si bien al día siguiente maticé que sospecho que lo falso es verdadero. La realidad es la deformación de mi fantasía.
* Bunge, Mario, La ciencia, su método y su filosofía, p.15, México, Patria, 2006.
4 comentarios:
Cuando Bunge asigna un status "ficticio" a las ciencias formales adhierea una postura que viene a terciar entre el crudo nominalismo y el antiguo y fantástico platonismo. Algo así como que los referentes de las ciencias formales no poseen existencia real, concreta; no existen el número tres ni ninguna raíz cuadrada de nada ni cosa por el estilo. Lo que existen son personas cuyos cerebros piensan dichas ideas y conceptos. Resulta útil hablar del conjunto de los naturales como si fuese algo real, pero eso no quiere decir que se trate de algo más que un concepto que sólo existe en tanto parte de un proceso de pensamiento desarrollado por alguien en algún momento. Algo parecido sucede cuandohablamos del "lenguaje" así a secas, y decimos que es así o asá y que tiene estas o aquellas propiedades; el "lenguaje" no existe y sí hay seres hablantes, sin embargo, resulta útil con fines investifgativos utilizar esa "ficción" en el discurso.
Aníbal
Hola, Aníbal, un placer leerte.
Déjame ver si he entendido tu respuesta. Si Bunge nombra como "ficticias" a las ciencias formales, lo que quiere decir es que se circunscribe a una filosofía que soluciona la tensión entre el frío nominalismo y el adusto y perseverante sistema idealista platónico. Un poco como que los términos modélicos de referencia de las ciencias formales no ostentan existencia real, (concreta). Por eso según este planteamiento no existe, digamos el número 1.618. Lo que sí hay son individuos en cuyos cerebros se forjan estas ideas y conceptos. ¿Y en el cerebro existe o no el número 1.618?
En tu comentario afirmas que: “Resulta útil hablar del conjunto de los naturales como si fuese algo real, pero eso no quiere decir que se trate de algo más que un concepto que sólo existe en tanto parte de un proceso de pensamiento desarrollado por alguien en algún momento”.
No obstante, a mí me parece que los matemáticos lo que han hecho es constuir conjuntos de números con propiedades cada vez menos parecidas a la realidad, y los Naturales estarían así, más cerca de la realidad que los Reales. He oído a más de un matemático decir que “Los únicos números que existen son los naturales, y los demás son convenio humano”.
Tu planteamiento de que el lenguaje no existe casi me deja sin palabras. No, el lenguaje no es una ficción, sino una convención de representaciones... y algo más, mucho mucho más.
Saludos cordiales
Hola ari! te voy a contar un cuento:
"En una historia contada por Platón, dos pintores, Zeuxis y Parrasius, se enfrentan en un certamen para medir sus destrezas.
El primero logra pintar unas uvas tan perfectas que hasta los pájaros, engañados, se acercan a picotearlas. Satisfecho con su éxito, Zeuxis le pregunta a su rival por qué no corre el velo que cubría su pintura. Con una sonrisa sardónica –me imagino–, Parrasius le responderá que su pintura era el velo. La moraleja de este apólogo consiste en que, para engañar a los animales, hay que hacerles creer que la apariencia es realidad, mientras que para engañar al hombre hay que hacerle pensar que la realidad es apariencia. Y todo el arte de la seducción consiste en esto: en lugar de encerrar un gato, fingir que hay gato encerrado."
un abrazo
yo
Hola, Norali. Tu cuento me ha hecho sonreír.
¡Genial!
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